SOCIOLOGIA, TEORIA Y PRACTICA…

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Archive for marzo 2010

Críticas al Papa y crisis por abusos sexuales, producto de fuertes luchas internas de la Iglesia?

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Los sufrimientos de Benedicto XVI

iglesia-irlan2 Bernardo Barranco V.

Desde hace más de un año hemos venido advirtiendo, en nuestras colaboraciones,  un creciente deterioro en la conducción pontifical y hemos narrado críticos episodios sucesivos que han venido erosionando la potestad del Papa.

La gestión de Benedicto XVI, justo a cinco años de su asunción, atraviesa su peor momento, uno de los más delicados jamás vividos en la historia moderna del Vaticano. El aluvión de duras acusaciones parece no cesar. El aumento de las denuncias por violencia sexual se ha convertido en un tsunami mediático que pone en cuestión todo el andamiaje y discurso crítico de la Iglesia sobre los valores y prácticas de la sociedad contemporánea, especialmente los sexuales.

Algunas argumentaciones defensivas sobre las agresiones sexuales del clero que tratan de minimizar el daño causado desde el punto de vista cuantitativo y comparativo, sin duda muestran una estrategia errónea que ha provocado mayor indignación, especialmente entre las víctimas. También se ha recurrido al desgastado argumento del complot y las conspiraciones internacionales de judíos neoyorquinos y de masones washingtonianos, que resultan poco convincentes como explicaciones centrales para entender la extensión y alcance mundial de las altas traiciones causadas por depredadores sexuales del clero.

Igualmente, ha provocado indignación la patológica protección sistemática que la estructura eclesiástica ofreció a su clero transgresor hasta tan sólo unos años atrás. Sobre todo esa desesperante actitud a minimizar, acallar, silenciar y amedrentar a las víctimas. Las recriminaciones han llegado a tocar la puerta del propio pontífice.

Los documentos publicados por el New York Times muestran que la Congregación para la Doctrina de la Fe, el poderoso dicasterio que Ratzinger dirigió antes de ser electo Papa, no reaccionó en 1996 con la rapidez ni con la fuerza que ameritaba para iniciar un juicio eclesiástico contra un sacerdote flagrantemente delictivo.

En nuestro medio, por los testimonios directos de Alberto Athié y del fallecido monseñor Carlos Talavera sabemos que desde los años 90 del siglo pasado Joseph Ratzinger contuvo la denuncia contra el fundador de los legionarios de Cristo, argumentando que “lamentablemente el caso de Marcial Maciel no se puede abrir –dijo luego de leer la carta de Athié–, porque es una persona muy querida del papa Juan Pablo II y además ha hecho mucho bien a la Iglesia. Lo lamento, no es posible” (La Jornada, 9/10/97).

A Benedicto XVI le imputan también en su etapa de obispo, y posteriormente como cardenal, haber conocido denuncias de abusos y haber hecho muy poco; sin embargo, en su defensa, el cardenal de Austria, Christoph Schöenborn, declaró a la BBC que fue el propio Juan Pablo II quien frenó una investigación de Ratzinger en los años 90, para evitar escándalos en los casos de abuso de menores dentro de la Iglesia católica y que ponían en evidencia al entonces cardenal de Viena, Hans Hermann Groer. Como sea, sin duda alguna una persona con la trayectoria y cargos ocupados por Ratzinger, lo sitúan con indiscutibles cuotas de responsabilidad; independientemente del conocimiento y rango de autoridad que haya tenido, no queda exento de la cadena siniestra de procedimientos encubridores con que la Iglesia ha manejado estos casos.

Las denuncias contra Benedicto XVI sacuden fuertemente su pontificado porque llegan en un momento de fragilidad particular y después de haber redactado un posicionamiento fuerte y crítico, aunque insuficiente, sobre el tema en el caso de Irlanda. La pregunta se condensa dramáticamente en la siguiente: ¿Siendo parte del problema, Ratzinger podrá ser la solución del mismo? Contra quienes piensan que los adversarios están afuera y son los que manipulan los grandes medios de comunicación, me parece que los enemigos más peligrosos de Benedicto XVI están adentro, en la propia Iglesia.

En estos cinco años, Benedicto XVI ha abierto varios frentes de confrontación y ha recibido fuertes presiones de los sectores fundamentalistas del Vaticano para apurar movimientos que sigan relativizando los alcances obtenidos en el Concilio Vaticano II y seguir alentando las acciones y asociaciones de agrupaciones católicas ultraconservadoras.

No obstante, en el perdón a los lefebvrianos debió enfrentar la oposición y malestar de poderosos episcopados, como el alemán, el austriaco y el francés. El caso Boffo, el distanciamiento del pontífice tras las locas aventuras sexuales del primer ministro italiano, evidenció un preocupante distanciamiento de la Secretaría de Estado con influyentes sectores de obispos italianos, encabezados por el cardenal Ruin, quienes afines al proyecto político conservador de Silvio Berlusconi, han tensado su relación con el pontífice alemán.

Hace un año, el 10 de marzo de 2009, en una inusitada carta dirigida a los obispos de la Iglesia sobre la remisión de la excomunión de obispos lefebvrianos, que desató posturas encontradas y una crisis interna, Benedicto XVI reconoció que la Iglesia vive tiempos turbulentos donde los cristianos “muerden y se devoran (…) Se desencadenó así una avalancha de protestas, cuya amargura mostraba heridas que se remontaban más allá de este momento”.

Víctor Messori, uno de los especialistas consentidos del Vaticano, señala que frente a la pederastia el  dedo acusador de Benedicto XVI no apunta hacia afuera de la Iglesia, sino sólo hacia sus hijos que la han traicionado, lo que lleva a molestias y pone como ejemplo el caso de los legionarios, sentenciando al final resentimientos: Tanto es así que entre los legionarios hay quienes sospechan que el papa Ratzinger está mal aconsejado, o incluso que forma parte de un complot contra la poderosa congregación.

Pareciera que el Papa podría estar en el centro de luchas palaciegas, vendettas y guerras de posicionamiento, como si el pacto intraeclesial que lo llevó al trono se haya fracturado o se esté restructurando. Benedicto XVI ha señalado que se va a mantener, a pesar de las habladurías e intrigas que rodean al Vaticano; sin embargo, la pregunta es: ¿cuánta presión podrá seguir soportando la Iglesia?

http://www.jornada.unam.mx/2010/03/31/index.php?section=opinion&article=016a1pol

Written by Eduardo Aquevedo

31 marzo, 2010 at 20:47

Encuesta Adimark (marzo 2010): 52% apoya a Piñera al inicio de mandato…

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EVALUACIÓN DE GESTIÓN DE GOBIERNO MARZO 2010
31 de Marzo del 2010

CHILE-PIÑERA1 Comentario Evaluación de Gobierno Marzo 2010: Presidente Sebastián Piñera inicia su mandato con una aprobación de 52%. En tanto, la aprobación del gobierno llega a 60%

El presidente Piñera inicia su mandato con una aprobación muy similar al porcentaje de votación con que ganó la presidencia en la segunda vuelta electoral de enero pasado, un 52%. Los datos muestran que la así llamada “luna de miel” de los mandatarios en el primer tiempo de su gobierno está presente, principalmente por que el nivel de desaprobación es bastante bajo (18%).

Vea Encuesta Adimark (marzo 2010) completa…

La aprobación alcanzada por actual mandatario es prácticamente la misma a la obtenida por la ex presidenta Bachelet (53%) en el mes inaugural de su gestión (marzo 2006). Se aprecia una diferencia, estadísticamente significativa, en el nivel de desaprobación, donde la ex mandataria comenzó su mandato con un 8% de rechazo, mientras que el Presidente Piñera lo hace con un 18%.

Sin duda hemos presenciado una atípica instalación gubernamental, marcada en estas primeras semanas por la emergencia del terremoto y por controversias relacionadas a las inversiones personales del Presidente. En este contexto, llama la atención que el nivel de aprobación del Gobierno (60%) resulta superior a la aprobación que recibe la persona del Presidente. Es probable que la polémica sobre sus inversiones personales explique esta diferencia. Durante el gobierno anterior, la presidenta Bachelet sistemáticamente resultó mejor evaluada que su gobierno. Ahora, en esta primera medición, la situación se ha invertido.

El presidente obtiene su mejor evaluación en los grupos socioeconómicos medios y medio-altos (ABC1,C2, C3), siendo significativamente más débil su evaluación entre las personas más pobres (D,E).

Atributos personales del Presidente

El presidente Piñera, consistentemente con el clima de inauguración por el que atraviesa, recibe una alta evaluación en todos los atributos considerados. Las evaluaciones positivas superan el 60% en todos los casos. Sin embargo, hay matices de diferencia: La población le asigna en mucho mayor medida las características de “Activo y enérgico” (83%), “capacidad para solucionar problemas del país” (79%) y “cuenta con autoridad” (77%). En contraste, los relativamente más débiles resultan ser “Genera confianza” (66%) y “Es creíble” (63%).

Áreas específicas de gestión de gobierno.

El nuevo gobierno parte con una aprobación bastante positiva en las áreas de gestión medidas. Llama la atención, en términos comparativos, que el actual gobierno obtiene una primera evaluación favorable respecto a temas que fueron tradicionalmente críticos y sensibles para el gobierno de la ex-presidenta Bachelet, como es el tema de la delincuencia.

En cuanto a “las relaciones internacionales” el gobierno de Sebastián Piñera alcanza un 59% de aprobación, nivel similar al logrado por el gobierno anterior, en promedio, durante todo su mandato constitucional.

La economía obtiene una aprobación de 45%, superada levemente por el gobierno de la ex presidenta Bachelet, que en promedio alcanzó un 49%, explicado en gran parte por la buena aprobación que logró el ex ministro de Hacienda, Andrés Velasco, especialmente hacia el final de su gestión.

En el caso específico del control de la delincuencia, un área muy desfavorable para el gobierno anterior, el gobierno de Sebastián Piñera muestra una aprobación del 43%, muy superior al 18% de promedio que obtuvo el gobierno anterior en este tema.

Evaluación desempeño del gobierno frente al Terremoto.

En temas específicos relacionados a la situación post-terremoto, el estudio muestra señales optimistas. Un 70% aprueba cómo el gobierno esta gestionando la ayuda a las personas afectadas por terremoto. Del mismo modo, un 65% aprueba cómo se está desarrollando el proceso de reconstrucción de las zonas afectadas.

Evaluación del Gabinete.

El presente estudio incluye una evaluación de algunos miembros del gabinete ministerial. Dado el poco tiempo transcurrido, la mayor parte de los Ministros resultaron ser muy poco conocidos por la población, por lo que muy pocos pudieron evaluarlos. Por esta razón, en esta primera evaluación informamos sólo el nivel de conocimiento que tienen los ministros. En los próximos meses, en la medida que el conocimiento aumente, entregaremos los datos de evaluación.

Respecto al nivel de conocimiento del gabinete de gobierno, este aun permanece en nivel bastante bajo. Salvo los ministros de educación Joaquín Lavín (95% de conocimiento) y de Defensa, Jaime Ravinet (85% de conocimiento), ningún miembro del actual gabinete supera el 50% de conocimiento ciudadano; en algunos casos, ni siquiera alcanzan al 20% de conocimiento.

http://www.adimark.cl/

Written by Eduardo Aquevedo

31 marzo, 2010 at 12:46

El Papa y el sexo: ¿qué es lo que Ratzinger llama “habladurías”?

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“yo me meto en el sexo de Uds., pero ustedes no se metan en el mío”

THE CLINIC PRESS
Iglesia en Belfast, Irlanda del Norte

Esta Semana Santa una profunda crisis política (ética, si prefiere) atraviesa los salones de El Vaticano. Los principales periódicos y medios de comunicación del mundo apuntan sus dardos a Joseph Ratzinger, el papa católico, ante las montañas de evidencia que lo involucran en históricos casos de encubrimiento de la pedofilia. La prensa internacional aporta las instrucciones que dio a los obispos norteamericanos. El New York Times, los traslados que ordenó siendo él mismo arzobispo de Münich, que alejaron a un culpable de su responsabilidad y los pusieron de nuevo en situación de reincidir en los abusos, como efectivamente ocurrió.

Los titulares son elocuentes: “El guardián del Vaticano en problemas”, dice la BBC; “Los abusos cercan al Vaticano”, señala El País; “El Papa paralizó el proceso contra un cura que abusó de 200 niños”, informa El Periódico de Catalunya.

Esta Semana Santa se exige que el dignatario, que declara ser infalible, asuma de una vez su propia responsabilidad. Y el mismo papa acusa el golpe, haciendo algo que es en extremo poco habitual en el boato vaticano: Se defiende en público de los ataques. Al papa se le critica desde siempre, pero rara vez da señales de enterarse. Pero ahora rezonga y le echa la culpa a prensa. Dice que no lo afectarán las “habladurías”, y repite condenas y lamentos por la pedofilia reiterada de sus sacerdotes.

Las voces que se alzan exigiendo que Ratzinger deje de ampararse en su fuero, son especialmente escuchadas en Europa. El 86% de los alemanes opina que la jerarquía católica no ha hecho lo suficiente por aclarar los graves sucesos. Y diversas fuentes ya hacen notar una notoria merma en las antiguas multitudes que antaño llegaban a la plaza de San Pedro, en tiempos de Juan Pablo II.

A manera de ejemplo del tono de las críticas, una breve cita de un escrito del teólogo Hans Küng, publicado por El País de España:

“¿No debería sobre todo el Papa Benedicto XVI asumir su responsabilidad en lugar de quejarse de una campaña contra su persona? Nunca nadie perteneciente a la Iglesia tuvo tantos casos de abuso sobre su escritorio como él. Como recordatorio:
– Ocho años como catedrático de Teología en Regensburgo: debido a su estrecho vínculo con el director de la orquesta de la catedral, su hermano Georg, estaba perfectamente informado sobre los sucesos en el Regensburger Domspatzen (el coro de la catedral de Regensburgo). No se trata en estos momentos de las, lamentablemente, habituales bofetadas de aquella época, sino posiblemente de delitos sexuales.
– Cinco años como arzobispo de Múnich: acaban de conocerse nuevos abusos por parte de un sacerdote y delincuente sexual trasladado durante el obispado de Ratzinger. Su leal vicario general de entonces, mi compañero de estudios Gerhard Gruber, asumió toda la responsabilidad, pero no consiguió apenas exonerar al arzobispo, también administrativamente responsable.
– Veinticuatro años como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: es aquí donde bajo absoluto secreto (Secretum pontificium) todos los delitos sexuales de clérigos fueron y son registrados e investigados. En su carta del 18 de mayo del 2001 sobre los “graves delitos” dirigida a todos los obispos, Ratzinger volvió a ligar los casos de abuso al secreto papal cuya vulneración se pena con el castigo eclesiástico.
– Cinco años como Papa sin hacer nada respecto a esta siniestra práctica.
Una respuesta seria reclamaría que el hombre que desde hace décadas tiene la responsabilidad del encubrimiento mundial, justamente Joseph Ratzinger, pronunciara su propio mea culpa. Tal y como lo exigió el 14 de marzo de 2010 el obispo de Limburgo Tebartz-van Elst en un discurso por radio a todos los creyentes: ‘Porque una indignante injusticia no puede ser encubierta ni aceptada necesitamos una inversión que dé lugar a la verdad. Inversión y penitencia tienen su comienzo en el pronunciamiento de la culpa, el ejercicio y la apreciación del arrepentimiento, la asunción de la responsabilidad y la oportunidad de un nuevo comienzo‘ “.

Vaticano: curas no son pedófilos sino homosexuales que tienen relaciones con varones de 7 a 17 años

THE CLINIC

Tras la serie de dichos desafortunados del Vaticano, que incluyó hace algunos meses un estudio que decía que la lavadora había revolucionado a las mujeres porque las había liberado de la carga de lavar la ropa, hoy vuelve a sorprender. Esta vez les tocó a los curas pedófilos.

Tras una reunión del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas, el observador permanente del Vaticano ante la ONU, Silvano Tomasi, señaló que no es correcto decir que los “curas son pedófilos”, porque cerca del 90% de los curas acusados practica la “efebofilia”, que es tener relaciones con varones de entre 7 y 17 años.

No contento con eso Tomasi también desvió la atención sobre otras iglesias, diciendo que las iglesias de Estados Unidos más afectadas por los abusos son las protestantes y que en las comunidades judías también eran hechos frecuentes.

 

http://www.theclinic.cl/2009/10/02/vaticano-curas-no-son-pedofilos-sino-homosexuales-que-tienen-relaciones-con-varones-de-7-a-17-anos/

El Vaticano "encubrió" abusos sexuales en EE.UU.

Redacción, BBC Mundo

Altos funcionarios del Vaticano -incluyendo el prelado que luego se convertiría en el papa Benedicto XVI- no tomaron medidas contra un sacerdote de Wisconsin que abusó de al menos 200 niños sordos en Estados Unidos, según documentos eclesiásticos publicados por el diario The New York Times.

La correspondencia interna aparentemente muestra que el actual pontífice, por entonces el cardenal Joseph Ratzinger, no respondió a dos cartas enviadas por el arzobispo de Milwaukee sobre el caso.

En ellas se señalaba como autor de los abusos al cura estadounidense Lawrence C. Murphy, quien trabajó en una reconocida escuela para niños sordos de 1950 hasta 1974.

El diario obtuvo los documentos de los abogados de cinco supuestas víctimas en la querella presentada contra la arquidiócesis de Milwaukee y alega que "la Iglesia (Católica) intentó mantenerlos en secreto".

En un comunicado oficial, el portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, reconoció la gravedad del caso y dijo que Murphy había violado a niños "particularmente vulnerables", además de la ley.

El papa Benedicto XVI

El papa Benedicto XVI pidió perdón hace pocos días a las víctimas de abusos sexuales en Irlanda.

Si bien no se refirió al rol de Ratzinger en este asunto, afirmó que las reglas de la Santa Sede no prohíben denunciar abusos ante la justicia civil.

Aun así, observadores afirman que estas denuncias representan otro golpe para el Vaticano, salpicado por varios escándalos de abusos sexuales de menores cometidos por sacerdotes.

Hace algunos días, el propio Benedicto XVI pidió disculpas a las víctimas de estos abusos por parte de religiosos irlandeses, un paso considerado como insuficiente por muchos de los denunciantes.

clic Lea: el Papa pide disculpas por abusos en Irlanda

Correspondencia

Las cartas fueron dirigidas a Ratzinger, porque era él quien entre 1981 y 2005 dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe, que decide sobre expulsiones y canonizaciones.

Ocho meses después de recibirlas, el segundo a cargo de esa oficina y actual secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, habría ordenado a los obispos de Wisconsin llevar a cabo un juicio canónico secreto contra Murphy, según The New York Times.

Sin embargo, añade el diario, Bertone frenó el proceso después de que Murphy le escribiera personalmente a Ratzinger diciendo que no debería ser enjuiciado porque ya se había arrepentido y su salud era débil.

Solamente quiero vivir el tiempo que me queda en la dignidad del sacerdocio

Lawrence C. Murphy, sacerdote acusado

"Solamente quiero vivir el tiempo que me queda en la dignidad del sacerdocio", afirmó Murphy en la misiva.

Según los documentos, hasta tres arzobispos de Wisconsin sabían que Murphy abusaba de menores pero ninguno de ellos lo denunció a la policía.

Según Robert Mickens, corresponsal en el Vaticano del semanario católico británico The Tablet, este caso es especialmente grave, ya que involucra directamente a las dos figuras más importantes del Vaticano: el Papa y Bertone.

"Si surgen más denuncias de este tipo, y creo que así será, no sé cómo podrá defenderse el Vaticano. Lo único que podrá hacer es admitir que cometió errores, algo que no ha hecho hasta ahora", afirmó Mickens a la BBC.

Y recordó que este caso, al diferencia de los otros, llegó al escritorio de Ratzinger y a la Congregación para la Doctrina de la Fe que éste dirigía por tratarse de pecados muy graves, como la presunta solicitud de sexo con menores en el confesionario.

¿Podría esto provocar la renuncia del Papa? Mickens responde que no, al menos por ahora.

"Algunos lo han pedido, pero no sé si el Vaticano lo está tomando en serio, ya que (esas voces) no provienen de las más altas esferas de la Iglesia (…), generalmente en estos casos se establece un muro de protección: o cierran la boca o alaban al Papa", añadió el experto.

Según el especialista en temas religiosos de la BBC, Christopher Landau, las víctimas del abuso sexual denunciaron que la Iglesia Católica está más preocupada por proteger su reputación que por impartir justicia.

clic Lea: el Vaticano a la defensiva

Exilio

 

Los casos de pederastia cometidos por sacerdotes afectan a varios países como Irlanda y Alemania.

En vez de ser castigado, Murphy fue trasladado en 1974 del arzobispado William E. Cousins de Milwaukee a la Diócesis Superior en el norte de ese estado, donde trabajó 24 años con niños en parroquias, escuelas y centros de detención juveniles, según figura en la querella.

Murphy falleció en 1998 todavía siendo sacerdote y fue enterrado vestido con su sotana.

En un comunicado publicado en el sitio web del Vaticano, su portavoz, el padre Federico Lombardi, afirmó que se trataba de un "caso trágico".

"En los años 70 algunas de víctimas del padre Murphy denunciaron los abusos a las autoridades civiles que investigaron el asunto. Sin embargo, según informes de prensa, la investigación fue abandonada", dijo Lombardi.

Recordó, además, que la Congregación para la Doctrina de la Fe sólo supo del caso mucho más tarde, en 1996, dos años antes de la muerte del religioso.

Sin embargo, Lombardi justificó que el Vaticano incluso entonces no reprendiera ni denunciara a Murphy porque "era muy mayor y tenía muy mala salud, vivía en reclusión y no se había informado sobre ningún abusos en 20 años".

Destacó asimismo que los códigos vaticanos que regulan las investigaciones canónicas y los juicios secretos no prohíben que representantes eclesiásticos lleven los casos a las autoridades civiles.

Mientras tanto, en la página web del Arquidiócesis de Milwaukee, el actual obispo, Jerome E. Listecki, escribió una carta dirigida a los fieles detallando el sistema para informar sobre abusos, en un esfuerzo para calmar a los feligreses, haciendo un ruego para que se cicatricen las heridas.

clic Lea: iglesia irlandesa y Estado "ocultaron abusos"

Written by Eduardo Aquevedo

30 marzo, 2010 at 21:49

Dominadores y dominados, por P. Bourdieu

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Pierre Bourdieu

BOURDIEU0005 El orden simbólico se asienta sobre la imposición al conjunto de los agentes de estructuras cognitivas que deben una parte de su consistencia y de su resistencia al hecho de ser, por lo menos en apariencia, coherentes y sistemáticas y de estar objetivamente en consonancia con las estructuras objetivas del mundo social. Esta consonancia inmediata y tácita (en todo opuesta a un contrato explícito) fundamenta la relación de sumisión dóxica que nos ata, a través de todos los lazos del inconsciente, al orden establecido. El reconocimiento de la legitimidad no es, como cree Max Weber, un acto libre de la conciencia clara. Está arraigada en la consonancia inmediata entre las estructuras incorporadas, que se han convenido en inconscientes, como las que organizan los ritmos temporales (por ejemplo la división en horas, absolutamente arbitraria, de la agenda escolar), y las estructuras objetivas.

Esta consonancia prerreflexiva explica la facilidad, en definitiva harto insólita, con la que los dominantes imponen su dominación: “Nada hay más sorprendente para quienes consideran los asuntos humanos con mirada filosófica que ver la facuidad con la que los más (the many) están gobernados por los menos (the few) y que observar la sumisión implícita con la que los hombres revocan sus propios sentimientos y pasiones en favor de sus dirigentes. Cuando nos preguntamos mediante qué medios se lleva a cabo esta cosa tan asombrosa, encontramos que, como la fuerza siempre está de parte de los gobernados, los gobernantes sólo cuentan con la opinión pan sostenerse. Por lo tanto únicamente sobre la opinión se basa el gobierno y esta máxima es extensiva para los gobiernos más despóticos y militares así como para los más libres y más populares.”(1)

El asombro de Hume hace que surja la cuestión fundamental de cualquier filosofía política, cuestión que se oculta, paradójicamente, al plantear un problema que no se plantea realmente como tal en la existencia corriente, el de la legitimidad. En efecto, lo que plantea un problema es que, en lo esencial, el orden establecido no plantea ningún problema; que, excepto en las situaciones de crisis, la cuestión de la legitimidad del Estado, y del orden que instituye, no se plantea. El Estado no precisa necesariamente dar órdenes, y ejercer una coerción física para producir un mundo social ordenado: no mientras esté en disposición de producir unas estructuras cognitivas incorporadas que sean acordes con las estructuras objetivas y de garantizar de este modo la creencia de la que hablaba Hume, la sumisión dóxica al orden establecido.

Una vez dicho esto, no hay que olvidar que esta creencia política primordial, esta doxa, es una ortodoxia, una visión asumida, dominante, que sólo al cabo de las luchas contra las visiones contrarias ha conseguido imponerse; y que la “actitud natural” de la que hablan los fenomenólogos, es decir la experiencia primera del mundo del sentido común, es una relación políticamente construida, como las categorías de percepción que la hacen posible. Lo que hoy en día se manifiesta de un modo evidente, más allá de la conciencia y de la elección, ha constituido, a menudo, el envite de luchas y no se ha instituido más que tras enfrentamientos entre dominantes y dominados. El efecto principal de la evolución histórica estriba en abolir la historia, remitiendo al pasado, es decir al inconsciente, las posibilidades laterales que han resultado descartadas.

(1). D. Hume, “On the Fine Principles of the Governmunt”, Essays and Treatises on Several Sulsjects, 1758.

P. Bourdieu, “Espíritus de estado. Génesis y estructura del campo burocrático”, en: Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción . Ed. Angrama 1997-2002

http://pierre-bourdieu.blogspot.com/2008/04/dominadores-y-dominados-pierre-bourdieu.html

Written by Eduardo Aquevedo

30 marzo, 2010 at 21:00

Éxito inicial de mayor experimento del siglo: Gran Colisionador de Hadrones inició actividades…

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ABC.es | MADRID

aclerador-particulas El mayor experimento del siglo ya es un hito. El Gran Colisionador de Hadrones (LHC) de Ginebra ha conseguido a primera hora de la tarde sus primeras colisiones de haces de protones a la alta energía de 7 teraelectrovoltios (TeV), un récord en la Historia de la Ciencia y una potencia jamás alcanzada, creando una situación similar a los instantes posteriores al Big Bang, el momento de la creación del universo, hace 13.700 millones de años. Este resultado, obtenido tras dos intentos fallidos, abre las puertas a una fase de la física moderna, pues permitirá dar respuestas a numerosas incógnitas del Universo y la materia, según los científicos de la Organización Europea de Investigación Nuclear (CERN). Al ver los resultados, los físicos del centro, especialmente los del detector Atlas, el que ha conseguido registrar las colisiones, no han podido contener su alegría. Los aplausos y las risas han estallado en las instalaciones científicas. Durante su primera hora de vida, el LHC ya ha registrado «miles de datos». El experimento ha podido ser seguido en directo a través del twitter de la CERN y en su página web.

Para llegar a este punto se han necesitado más de veinte años de investigación, 10.000 millones de euros invertidos y el trabajo de 10.000 científicos de diferentes países. La prueba será celebrada por los físicos de todo el mundo como un gran acontecimiento, pero lo cierto es que no ofrecerá resultados hasta dentro de varios años, lo que añade un particular misterio al asunto. Quizás entonces puedan resolverse las grandes incógnitas de la física moderna.

Una mini explosión. Sobre la una de la tarde, los haces de mil millones de protones cada uno, acelerados a una velocidad próxima a la luz, 7 Tev, jamás alcanzada en el LHC, han circulado por un túnel redondo de 27 kilómetros instalado a 100 metros bajo tierra en Ginebra junto a la frontera francesa. Con los científicos cruzando sus dedos, los haces de partículas que viajaban a 3,5 TeV cada una han colisionado recreando una mini versión del Big Bang. ¡Lo consiguieron!

Los físicos han pasado algunas horas de angustia hasta que ha ocurrido el milagro. A primera hora de la mañana, enviaron una inyección de partículas y alcanzaron los 3,5 TeV., pero se produjeron algunos problemas que ralentizaron la marcha de la energía. La máquina tuvo que comenzar de nuevo. Por fortuna, todo se arregló y las partículas salieron disparadas de nuevo por el acelerador hasta provocar las primeras colisiones. «La naturaleza lo hace con los rayos cósmicos, pero ésta es la primera vez que se consigue en un laboratorio», explican los científicos del CERN en suTwitter. En concreto, dos de los cuatro detectores del LHC, Atlas y CMS (los otros dos son Alice y LHCb), han sido los primeros en ser testigos de las colisiones. Esa información será analizada posteriormente por los distintos centros de la red de cálculo del acelerador.

El LHC logra un hito al crear las condiciones del Big Bang

Los científicos del CERN, en el momento de la primera colisión de partículas / AFP

«Una nueva era». El LHC se inauguró en septiembre de 2008 y fracasó en cuestión de días por una avería que puso en cuestión el experimento. Catorce meses más tarde, las partículas comenzaron de nuevo a circular por el acelerador, esta vez con mucho más éxito. La máquina alcanzó el récord mundial de energía de 1,18 TeV, hasta entonces en poder del Tevatrón estadounidense. Poco después, el pasado diciembre, siguió otro récord de 2,36 TeV, lo que ya permitió registrar numerosos datos procedentes de un millón de colisiones de partículas.

A partir de ahora, la «máquina de Dios» funcionará constantemente a energías de 7 TeV. El experimento de hoy se repetirá una y otra vez durante los próximos 24 meses, con una pausa técnica a finales de este año o a principios de 2011. Después de que se revise el funcionamiento de la máquina de Dios, volverá a ser puesta en marcha al doble de velocidad, nada menos que a 14 TeV, algo que no ocurrirá antes de 2013.

«Comienza una nueva era para la ciencia, para la investigación básica y las Ciencias Físicas. Es una gran día para un físico de partículas. Muchas personas han estado esperando este momento, pero su paciencia y dedicación están empezando a dar sus frutos», ha afirmado el director general del CERN, Rolf Heuer. Por su parte, la portavoz del experimento CMS del acelerador, Gabiola Gianotti, ha indicado que estas primeras colisiones prometen una «vasta región a explorar». La búsqueda comienza por la materia oscura, las nuevas fuerzas, nuevas dimensiones y el bosón de Higgs.

Precisamente, uno de los principales retos del LHC es poder comprobar empíricamente la teoría estándar de la física, basada en el bosón de Higgs. La existencia de esta partícula, que debe su nombre al científico que hace treinta años predijo su realidad, se considera indispensable para explicar porqué las partículas elementales tienen masa y por qué las masas son tan diferentes entre sí. La existencia del bosón, llamada la «partícula de Dios», y la posibilidad de que sea probada en el CERN ha creado una viva polémica entre el propio Higgs y otro eminente físico, Stephen Hawking, quien duda de su realidad.

 

¿Dónde están el agujero negro y el fin de mundo?

¿Han notado algo a la una de la tarde? Grupos de personas en todo el mundo temían que el LHC provocara un gran agujero negro que engullese todo a su alrededor. Obviamente, no ha ocurrido nada. Un grupo internacional denominado ConCERNed, presentó en su día una queja frente al Comité de Derechos Humanos de Las Naciones Unidas en Ginebra, en la que denunciaban los riesgos y peligros que supone el colisionador para la población.

En 2001, un trabajo teórico apuntaba que la «máquina de Dios» podría crear agujeros negros. Dos años después, los científicos dijeron que cualquier agujero negro se evaporaría inmediatamente. En 2008, elCERN publicó un informe de seguridad basado en observaciones astrofísicas de ocho enanas blancas.

Aunque han tenido una gran repercusión mediática, los temores de los apocalípticos no han hecho eco en los tribunales. Hace unos días, el Tribunal Constitucional (TC) alemán rechazó la demanda de una mujer que se había querellado contra el CERN por temor a que el acelerador de partículas precipitase el fin del mundo.

Actualizado Martes , 30-03-10 a las 19 : 43


«Había mucho miedo, no podía repetirse el fracaso de 2008»

El LHC logra un hito al crear un nuevo Big Bang

EFE | SANTANDER

Actualizado Martes , 30-03-10 a las 17 : 41

El Instituto de Física de Cantabria (IFCA) ha seguido hoy con emoción y cierta ansiedad las primeras colisiones de partículas a 7 TeV conseguidas por el acelerador de partículas LHC, porque entre su personal, como entre sus colegas en Ginebra, había "mucho miedo" a que se repitiera el fracaso de 2008.

El 20 de septiembre de 2008, la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN)tuvo que detener el LHC a los diez días de haberlo puesto en marcha porque se había producido una fuga de helio en un sector del túnel donde está instalado, debido a una conexión eléctrica defectuosa entre dos imanes del acelerador.

Esta mañana, los primeros intentos del CERN por conseguir que dos protones chocaran tras haber sido acelerados casi a la velocidad de la luz con 3,5 teraelectronvoltios (TeV) de energía cada uno fueron abortados, por un problema de acoplamiento entre imanes.

"Es que hay mucho miedo", confesaba el director del IFCA sobre las 12.00 horas, mientras esperaba al siguiente intento, el que consiguió las primeras colisiones poco después de las 13.00 horas. "Hubo un accidente, un fracaso hace un año y no queremos que se repita. Si se hubiera repetido lo del helio podría haber sido la puntilla para el experimento", explicaba Matorras a sus compañeros de instituto y a la prensa que seguían desde el IFCA los acontecimientos.

Un brindis por lo conseguido. Las caras de todo ellos cambiaron al filo de las 13.00 horas, cuando en el panel de pantallas empezaron a ver a sus compañeros del CMS -uno de los cuatro detectores de partículas del acelerador- saltar y abrazarse. Y la alegría se confirmó unos instantes después, cuando los ordenadores comenzaron a mostrar las primeras colisiones.

El IFCA, algunos de cuyos científicos llevan trabajando 15 años en este experimento, tenía la celebración preparada: descorcharon una botellas de vino blanco y brindaron por lo conseguido y por la ingente cantidad de datos que se van a recibir a partir de ahora. Incluso hubo alguno que se acordó de quienes habían profetizado que el LHC provocaría un apocalipsis: "Empezad a celebradlo, no sea que nos pille el agujero negro", propuso, con sorna.

El director del IFCA ha reconocido que los científicos involucrados en LHC han vivido con cierta ansiedad el que ya se ha calificado como "el experimento del siglo", por la cantidad de ojos que han estado pendientes de ellos y por las dimensiones del proyecto, que ha costado 4.546 millones de euros.

"Quizá no es tan grave lo que pasó en su momento, porque es una máquina tremendamente complicada y es lógico que a la primera no funcione bien… pero no era bueno dar la imagen de que siempre falla", ha apuntado Matorras, que coordina la contribución del IFCA al detector CMS, junto con su compañera Teresa Rodrigo.

Además, el director del IFCA ha precisado que es probable que hasta dentro de un año no se obtenga "ningún resultado espectacular del que te fíes al cien por cien" y que aún habrá que esperar más para el descubrimiento del codiciado bosón de Higgs -la partícula que, en teoría, confiere la masa a todas las demás-, si se produce. "Hay que hacer un trabajo bastante fino de acumular datos y experiencia. Probablemente antes de dos o tres años no podamos decir nada del bosón de Higgs", ha añadido.

Distribución del ingreso en Chile mantiene desigualdad en últimos 10 años, según estudio del INE

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Quintil más alto concentra un 51,03% del ingreso total del páis, mientras que el más pobre llega a sólo 5,38%.

Aunque disminuye la brecha de ingresos del país, los resultados de la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), 2008, donde se muestran los cambios de consumo de los hogares del país, continuó dando cuenta de una amplia brecha entre los sectores más acomodados y desposeídos del país.

De esta manera, la entidad informó que a nivel nacional, los hogares del quintil más rico del país concentran el 51,03% del ingreso total, con un ingreso promedio mensual por hogar de $1.681.182, cifra 9,5 veces superior al quintil más pobre, que percibe mensualmente $177.041. Los hogares de este último quintil representan el 5,38% del ingreso total.

Por primera vez, INE realizó la EPF no sólo en el Gran Santiago, como en años anteriores, sino en todas las capitales regionales y sus zonas conurbadas, obteniendo resultados que reflejan las tendencias de gasto e ingreso de todo el país. Se entrevistaron a personas en 10.092 hogares que representan directamente a 2.650.757 de hogares.

Según el INE, "a pesar de estas diferencias, al comparar con la Encuesta anterior de 1997 las brechas en el ingreso del Gran Santiago entre los cuatro primeros quintiles y el quintil más rico se reducen en todos los casos. El quintil más rico disminuye su participación del ingreso total en 1,5 puntos porcentuales, mientras que el quintil más pobre aumenta 0,18 puntos porcentuales".

Agregó que el quintil 3 también incrementa su participación en el total de ingresos del Gran Santiago de 12,80% a 13,46% (0,66 puntos porcentuales). Lo que significa mensualmente un ingreso promedio para este quintil de $480.384 en 2007.

Al analizar el gasto de los hogares encuestados, el estudio dio cuenta que en el Gran Santiago, con la excepción del quintil de mayores ingresos, todos los restantes quintiles gastan más de lo que perciben como ingresos. En promedio el quintil más rico gasta $ 1.641.997 ($210.188 menos del ingreso) al contrario del quintil más pobre, que tiene un gasto familiar promedio de $327.219 ($136.181 más de lo que gana mensualmente).

En promedio, el ingreso mensual es de $713.577 mientras el gasto mensual es de $739.960, lo que indica que los hogares gastan $26.383 más de lo que perciben. Estas cifras se obtuvieron por primera vez a nivel nacional, registrando un ingreso promedio mensual de los hogares $658.858, pero gastan $681.767 mes a mes.

"Como ya lo habían mostrado los resultados preliminares, en el Gran Santiago el principal gasto de los hogares está destinado principalmente a Transporte y Comunicaciones (22,3%), seguido por Alimentos y Bebidas (22,1%) y por Vivienda (14,2%). Por primera vez, en relación a las encuestas anteriores del Gran Santiago, el grupo Alimentos y bebidas no ocupa el primer lugar, como tampoco lo hace en el resultado nacional, lo que indica un gran cambio en la pauta de consumo de los chilenos", dijo el INE.

Asimismo, por quintiles, el grupo de mayores ingresos concentra mayoritariamente (24,5%) su gasto familiar en Transporte y Comunicaciones mientras que en el de menores ingresos lo destina principalmente a Alimentos y Bebidas (37,5%).

Ambos grupos mantienen una importancia en todos los quintiles con comportamientos inversos considerando la estructura del gasto, al avanzar del quintil 1 al 5, Alimentos y Bebidas disminuye su porcentaje de participación en el gasto de los hogares de 37,5% -equivalente a $122.592 mensuales- a 15,6% – que se traducen en $239.096-, mientras que por el contrario Transporte y Comunicaciones va en aumento de 14,6% -que significa gastar $47.906- a 24,5% -que implican $402.186, cifra 7,4 veces superior al del quintil más pobre.

La Tercera.cl

Written by Eduardo Aquevedo

30 marzo, 2010 at 13:57

El neoliberalismo como destrucción creativa, D.Harvey

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David Harvey

CRISISSS1 The ANNALS of the American Academy of Political and Social Science 2007

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El neoliberalismo se ha convertido en un discurso hegemónico con efectos omnipresentes en las maneras de pensar y las prácticas político-económicas hasta el punto de que ahora forma parte del sentido común con el que interpretamos, vivimos, y comprendemos el mundo. ¿Cómo logró el neoliberalismo una condición tan augusta, y qué representa? En este artículo, el autor afirma que el neoliberalismo es sobre todo un proyecto para restaurar la dominación de clase de sectores que vieron sus fortunas amenazadas por el ascenso de los esfuerzos socialdemócratas en las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Aunque el neoliberalismo ha tenido una efectividad limitada como una máquina para el crecimiento económico, ha logrado canalizar riqueza de las clases subordinadas a las dominantes y de los países más pobres a los más ricos. Este proceso ha involucrado el desmantelamiento de instituciones y narrativas que impulsaban medidas distributivas más igualitarias en la era precedente.

El neoliberalismo es una teoría de prácticas políticas económicas que proponen que el bienestar humano puede ser logrado mejor mediante la maximización de las libertades empresariales dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, libertad individual, mercados sin trabas, y libre comercio. El papel del Estado es crear y preservar un marco institucional apropiado para tales prácticas. El Estado tiene que preocuparse, por ejemplo, de la calidad y la integridad del dinero. También debe establecer funciones militares, de defensa, policía y judiciales requeridas para asegurar los derechos de propiedad privada y apoyar mercados de libre funcionamiento. Además, si no existen mercados (en áreas como la educación, la atención sanitaria, o la contaminación del medioambiente) deben ser creados, si es necesario mediante la acción estatal. Pero el Estado no debe aventurarse más allá de esas tareas. El intervencionismo del Estado en los mercados (una vez creados) debe limitarse a lo básico porque el Estado no puede posiblemente poseer suficiente información como para anticiparse a señales del mercado (precios) y porque poderosos intereses inevitablemente deformarán e influenciarán las intervenciones del Estado (particularmente en las democracias) para su propio beneficio.

Por una variedad de razones, las prácticas reales del neoliberalismo discrepan frecuentemente de este modelo. Sin embargo, ha habido por doquier un cambio enfático, dirigido ostensiblemente por las revoluciones de Thatcher/Reagan en Gran Bretaña y EE.UU., en las prácticas político-económicas y en el pensamiento desde los años setenta. Estado tras Estado, los nuevos que emergieron del colapso de la Unión Soviética a socialdemocracias y Estados de bienestar de antiguo estilo tales como Nueva Zelanda y Suecia, han abrazado, a veces voluntariamente y a veces como reacción a presiones coercitivas, alguna versión de la teoría neoliberal y han ajustado por lo menos algunas de sus políticas y prácticas correspondientemente. Sudáfrica post-apartheid adoptó rápidamente el marco liberal e incluso China contemporánea parece orientarse en esa dirección. Además, propugnadores de la mentalidad neoliberal ocupan ahora posiciones de considerable influencia en la educación (universidades y muchos think-tanks), en los medios, en las salas de los consejos de las corporaciones y de las instituciones financieras, en instituciones estatales clave (departamentos del tesoro, bancos centrales), y también en aquellas instituciones internacionales como ser el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial de Comercio (OMC) que regulan las finanzas y el comercio globales. El neoliberalismo, en breve, se ha convertido en hegemónico como un modo de discurso y tiene efectos omnipresentes en las maneras de pensar y las prácticas político-económicas hasta el punto en que se ha incorporado al sentido común con el que interpretamos, vivimos, y comprendemos el mundo.

La neoliberalización se ha extendido, en efecto, por el mundo como una vasta marea de reforma institucional y ajuste discursivo. Aunque abundante evidencia muestra su desarrollo geográfico irregular, ningún sitio puede pretender una inmunidad total (con la excepción de unos pocos Estados como ser Norcorea.) Además, las reglas de enfrentamiento establecidas a través de la OMC (que rigen el comercio internacional) y por el FMI (que rigen las finanzas internacionales) amplifican el neoliberalismo como un conjunto de reglas internacionales. Todos los Estados que se afilian a la OMC y al FMI (¿y cuál puede permitirse no hacerlo?) aceptan acatar (a pesar de un “período de gracia” para permitir un ajuste tranquilo) esas reglas o enfrentar severos castigos.

La creación de este sistema neoliberal ha involucrado mucha destrucción, no sólo de previos marcos y poderes institucionales (tales como la supuesta soberanía previa del Estado sobre los asuntos políticos-económicos) sino también de divisiones laborales, de relaciones sociales, provisiones de seguridad social, mezclas tecnológicas, modos de vida, apego a la tierra, costumbres sentimentales, formas de pensar, etc. Se justifica una cierta evaluación de los aspectos positivos y negativos de esta revolución neoliberal. En lo que sigue, por ello, esbozaré en algunos argumentos preliminares cómo comprender y evaluar esta transformación en el modo en el que trabaja el capitalismo global. Esto requiere que arrostremos las fuerzas, intereses, y agentes subyacentes que han impulsado esta revolución neoliberal con tan implacable intensidad. Para usar la retórica neoliberal contra ella misma, podemos preguntar razonablemente:

¿Qué intereses particulares llevan a que el Estado adopte una posición neoliberal y en qué forma han utilizado esos intereses el neoliberalismo para beneficiarse en lugar de beneficiar, como pretenden, a todos, por doquier?

La “naturalización” del neoliberalismo

Para que algún sistema de pensamiento llegue a ser dominante, requiere la articulación de conceptos fundamentales que se arraiguen tan profundamente en entendimientos de sentido común que lleguen a ser tomados por dados e indiscutibles. Para que esto suceda, no sirve cualquier concepto viejo. Hay que construir un aparato conceptual que atraiga casi naturalmente a nuestras intuiciones e instintos, a nuestros valores y a nuestros deseos, así como a las posibilidades que parecen ser inherentes al mundo social que habitamos. Los personajes fundadores del pensamiento neoliberal tomaron por sacrosantos los ideales políticos de la libertad individual – así como los valores centrales de la civilización. Al hacerlo, eligieron sabiamente y bien, porque son ciertamente conceptos convincentes y muy atractivos. Esos valores fueron amenazados, arguyeron, no solo por el fascismo, las dictaduras, y el comunismo, sino también por todas las formas de intervención estatal que sustituyeron los juicios colectivos por los de individuos dejados en libertad de elegir. Luego concluyeron que sin “el poder diseminado y la iniciativa asociada con (la propiedad privada y el mercado competitivo) es difícil imaginar una sociedad en la que la libertad pueda ser preservada efectivamente.”(1)

Dejando de lado la pregunta de si la parte final del argumento resulta necesariamente de la primera, no puede caber duda de que los conceptos de libertad individual son poderosos por sí mismos, incluso más allá de aquellos terrenos en los que la tradición liberal ha tenido una fuerte presencia histórica. Semejantes ideales dieron fuerza a los movimientos disidentes en Europa Oriental y en la Unión Soviética antes del fin de la guerra fría así como a los estudiantes en la plaza Tiananmen. El movimiento estudiantil que recorrió el mundo en 1968 – de París y Chicago a Bangkok y la Ciudad de México – fue animado en parte por la búsqueda de más libertades de expresión y de decisión individual. Esos ideales han demostrado una y otra vez que constituyen una poderosa fuerza histórica por el cambio.

No es sorprendente, por lo tanto, que los llamados por la libertad rodeen retóricamente a EE.UU. a cada vuelta y que pueblen todo tipo de manifiestos políticos contemporáneos. Eso ha valido particularmente para EE.UU. en los últimos años. En el primer aniversario de los ataques conocidos ahora como 11-S, el presidente Bush escribió un artículo editorial para el New York Times en el que extrajo ideas de un documento de Estrategia Nacional de EE.UU. publicado poco después. “Un mundo en paz de creciente libertad,” escribió, incluso mientras su gabinete se preparaba para lanza la guerra contra Iraq, “sirve a largo plazo a los estadounidenses, refleja ideales perdurables y une a los aliados de EE.UU.” “La humanidad,” concluyó, “tiene en sus manos la oportunidad de ofrecer el triunfo de la libertad sobre sus enemigos de siempre,” y “EE.UU. abraza sus responsabilidades de dirigir en esta gran misión.” De modo aún más enfático, proclamó más adelante que “la libertad es el regalo del Todopoderoso a cada hombre y mujer en este mundo” y “como la mayor potencia del mundo [EE.UU. tiene] una obligación de ayudar a la extensión de la libertad.” (2)

De modo que cuando todas las demás razones para lanzarse a una guerra preventiva contra Iraq resultaron ser falaces o por lo menos deficientes, el gobierno de Bush apeló crecientemente a la idea de que la libertad conferida a Iraq era intrínsicamente una justificación adecuada para la guerra. ¿Pero qué clase de libertad estaba prevista en este caso, ya que, como señaló seriamente hace mucho tiempo el crítico cultural Matthew Arnold: “La libertad es un excelente caballo para cabalgar, pero para cabalgar a alguna parte, (3) ¿Hacia qué destino, entonces, se esperaba que el pueblo iraquí cabalgara sobre el caballo de la libertad que le fue conferido de modo tan desinteresado por la fuerza de las armas?

La respuesta de EE.UU. fue dada el 19 de septiembre de 2003, cuando Paul Bremer, jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición, promulgó cuatro órdenes que incluían “la plena privatización de empresas públicas, plenos derechos de propiedad de empresas iraquíes para firmas extranjeras, repatriación total de los beneficios extranjeros… la apertura de los bancos iraquíes al control extranjero, el tratamiento nacional para compañías extranjeras y… la eliminación de casi todas las barreras comerciales.” (4) Las órdenes debían ser aplicadas a todas las áreas de la economía, incluyendo a los servicios públicos, los medios de información, la manufactura, los servicios, los transportes, las finanzas, y la construcción. Sólo exceptuaron el petróleo.

También fue instituido un sistema tributario regresivo favorecido por los conservadores, llamado un impuesto de tipo único. El derecho de huelga fue ilegalizado y los sindicados prohibidos en sectores clave. Un miembro iraquí de la Autoridad Provisional de la Coalición protestó contra la imposición forzada del “fundamentalismo de libre mercado,” describiéndolo como “una lógica defectuosa que ignora la historia.” (5) Sin embargo, el gobierno iraquí interino nombrado a fines de junio de 2004 no obtuvo ningún poder para cambiar o escribir nuevas leyes – sólo pudo confirmar los decretos que ya habían sido promulgados.

Lo que evidentemente trataba de imponer EE.UU. a Iraq era un aparato estatal neoliberal hecho y derecho cuya misión fundamental era y es facilitar las condiciones para una acumulación rentable de capital para todos, iraquíes y extranjeros por igual. Se esperaba, en breve, que los iraquíes cabalgaran su caballo de la libertad directamente al corral del neoliberalismo. Según la teoría neoliberal, los decretos de Bremer son necesarios y suficientes para la creación de riqueza y por lo tanto para el bienestar mejorado del pueblo iraquí. Constituyen el fundamento apropiado para un adecuado estado de derecho, la libertad individual, y el gobierno democrático. La insurrección que siguió puede ser interpretada en parte como resistencia iraquí a ser presionados hacia el abrazo del fundamentalismo de libre mercado contra su libre voluntad. Es útil recordar, sin embargo, que el primer gran experimento en la formación de un Estado neoliberal fue Chile después del golpe de Augusto Pinochet, casi exactamente treinta años antes de la promulgación de los decretos de Bremer, en el “pequeño 11 de septiembre” de 1973. El golpe, contra el gobierno socialdemócrata, democráticamente elegido e izquierdista, de Salvador Allende, fue fuertemente respaldado por la CIA y apoyado por el Secretario de Estado de EE.UU., Henry Kissinger. Reprimió violentamente a todos los movimientos sociales y organizaciones políticas a la izquierda del centro y desmanteló todas las formas de organizaciones populares, como ser centros comunitarios de salud en vecindarios pobres. El mercado laboral fue “liberado” de restricciones reguladoras o institucionales – el poder sindical, por ejemplo. Pero, en 1973, las políticas de sustitución de importación que habían dominado anteriormente en los intentos latinoamericanos de regeneración económica, y que habían tenido un cierto éxito en Brasil después del golpe de 1964, se habían desprestigiado. Con la economía mundial en medio de una seria recesión, se necesitaba evidentemente algo nuevo. Un grupo de economistas de EE.UU. conocido como “los Chicago boys,” por su apego a las teorías neoliberales de Milton Friedman, que entonces enseñaba en la Universidad de Chicago, fueron llamados para ayudar a reconstruir la economía chilena. Lo hicieron siguiendo líneas de libre mercado, privatizando activos públicos, abriendo recursos naturales a la explotación privada, y facilitando inversiones extranjeras directas y el libre comercio. Garantizaron el derecho de las compañías extranjeras a repatriar beneficios de sus operaciones chilenas. Favorecieron el crecimiento basado en las exportaciones por sobre la sustitución de importaciones. La subsiguiente reanimación de la economía chilena en términos de crecimiento, acumulación de capital, y altas tasas de rentabilidad para las inversiones extranjeras suministró evidencia sobre la cual se pudo modelar las políticas neoliberales más abiertas tanto en Gran Bretaña (bajo Thatcher) y EE.UU. (bajo Reagan). No fue por primera vez en que un brutal experimento en destrucción creativa realizado en la periferia se convirtió en modelo para la formulación de políticas en el centro. (6)

Que dos reestructuraciones obviamente similares del aparato estatal hayan ocurrido en tiempos tan diferentes en partes bastante diferentes del mundo bajo la influencia coercitiva de EE.UU. podría ser tomado como indicativo de que el sombrío alcance del poder imperial de EE.UU. podría encontrarse tras la rápida proliferación de formas de Estado neoliberal en todo el mundo a partir de mediados de los años setenta. Pero el poder y la temeridad de EE.UU. no constituyen toda la historia. No fue, después de todo, EE.UU., quien obligó a Margaret Thatcher a emprender el camino neoliberal en 1979. Y a comienzos de los años ochenta, Thatcher fue una propugnadora mucho más consecuente del neoliberalismo que lo que llegó alguna vez a ser Reagan. Ni fue EE.UU. el que obligó a China en 1978 a seguir el camino que con el tiempo la llevó a acercarse más y más al abrazo del neoliberalismo. Sería difícil atribuir los avances hacia el neoliberalismo en India y Suecia en 1992 al alcance imperial de EE.UU. El disparejo desarrollo geográfico del neoliberalismo en la escena mundial ha sido un proceso muy complejo que involucró múltiples determinaciones y más que un poco de caos y confusión. ¿Por qué, entonces, ocurrió el giro neoliberal, y cuáles fueron las fuerzas que lo hicieron avanzar hasta el punto en que ahora se ha convertido en un sistema hegemónico dentro del capitalismo global?

¿A qué se debe el giro neoliberal?

Hacia fines de los años sesenta, el capitalismo global iba cayendo en una situación caótica. Una recesión importante ocurrió a comienzos de 1973 – la primera desde la gran crisis de los años treinta. El embargo del petróleo y el aumento de los precios del crudo que sobrevinieron posteriormente durante ese año después de la guerra árabe-israelí exacerbaron problemas críticos. El capitalismo arraigado del período de posguerra, con su fuerte énfasis en un pacto difícil entre el capital y el trabajo realizado gracias a la mediación de un Estado intervencionista que prestó mucha atención a lo social (es decir a los programas de asistencia) y a los salarios individuales, ya no funcionaba. El acuerdo de Bretton Woods establecido para regular el comercio y las finanzas internacionales fue finalmente abandonado en 1973 a favor de tasas de cambio flotantes.

Ese sistema había producido altas tasas de crecimiento en los países capitalistas avanzados y generado algunos beneficios indirectos – de modo más obvio en Japón pero también diferentemente a través de Sudamérica y algunos otros países del Sudeste Asiático – durante la “edad dorada” del capitalismo en los años cincuenta y a comienzos de los sesenta. Al llegar la década siguiente, sin embargo, los sistemas previamente existentes estaban agotados y se necesitaba urgentemente una nueva alternativa para reiniciar el proceso de la acumulación de capital. (7) Cómo y por qué el neoliberalismo emergió victorioso como respuesta a ese dilema es una historia compleja. En retrospectiva, puede parecer como si el neoliberalismo hubiera sido inevitable, pero en esos días nadie sabía o comprendía realmente con alguna certeza qué clase de reacción daría resultados y cómo.

El mundo trastabilló hacia el neoliberalismo a través de una serie de virajes y movimientos caóticos que terminaron por converger en el así llamado “Consenso de Washington” en los años noventa. El disparejo desarrollo geográfico del neoliberalismo, y su aplicación parcial y asimétrica de un país a otro, testimonia de su carácter vacilante y de las maneras complejas en las que fuerzas políticas, tradiciones históricas, y configuraciones institucionales existentes influyeron todas en por qué y cómo el proceso ocurrió realmente en el terreno.

Existe, sin embargo, un elemento dentro de esta transición que merece una atención coordinada. La crisis de la acumulación de capital de los años setenta afectó a todos a través de la combinación de creciente desempleo e inflación acelerada. El descontento se generalizaba, y la combinación de movimientos sociales laborales y urbanos en gran parte del mundo capitalista avanzado auguraba una alternativa socialista para el compromiso social entre capital y trabajo, que había cimentado la acumulación de capital de un modo tan exitoso en el período de posguerra. Los partidos comunistas y socialistas ganaban terreno en gran parte de Europa, e incluso en EE.UU. las fuerzas populares agitaban por amplias reformas e intervenciones estatales en todo, desde la protección del entorno a la seguridad en el trabajo y la salud y la protección del consumidor contra los abusos corporativos. Esto representaba una clara amenaza política para las clases gobernantes por doquier, tanto en los países capitalistas avanzados, como Italia y Francia, así como en numerosos países en desarrollo, como México y Argentina.

Más allá de los cambios políticos, la amenaza económica a la posición de las clases gobernantes se hacía palpable. Una condición del acuerdo de posguerra en casi todos los países fue la restricción del poder económico de las clases altas y que el trabajo recibiera una parte mucho mayor de la torta económica. En EE.UU., por ejemplo, la parte del ingreso nacional recibida por el 1% superior de los asalariados cayó de un máximo previo a la guerra de un 16% a menos de un 8% a fines de la Segunda Guerra Mundial y se quedó cerca de ese nivel durante casi tres décadas. Mientras el crecimiento era fuerte semejantes limitaciones parecían carecer de importancia, pero cuando el crecimiento se derrumbó en los años setenta, y las tasas de interés pasaron a ser negativas y los dividendos y beneficios se redujeron, las clases dirigentes se sintieron amenazadas. Tenían que actuar decisivamente si querían proteger su poder contra la aniquilación política y económica.

El golpe de estado en Chile y la toma del poder por los militares en Argentina, fomentados y dirigidos internamente en ambos casos por las elites dirigentes con apoyo de EE.UU., suministraron una especie de solución. Pero el experimento chileno con el neoliberalismo demostró que los beneficios de la acumulación de capital resucitada fueron presentados de un modo altamente sesgado. Al país y a sus elites dirigentes junto con los inversionistas extranjeros les fue bastante bien mientras a la gente en general le iba mal. Con el pasar del tiempo, esto ha sido un efecto tan persistente de las políticas neoliberales como para que sea considerado como un componente estructural de todo el proyecto. Dumenil y Levy han llegado a argumentar que el neoliberalismo fue desde su propio comienzo un esfuerzo por restaurar el poder de clase a las capas más ricas de la población. Mostraron como desde mediados de los años ochenta, la parte del 1% superior de los devengadores de ingresos en EE.UU. aumentó rápidamente para llegar a un 15% a fines del siglo. Otros datos muestran que el 0,1% superior de los devengadores de ingresos aumentaron su parte del ingreso nacional de un 2% en 1978 a más de un 6% en 1999. Otra medida más muestra que la ratio de la compensación media de trabajadores a los salarios de responsables ejecutivos máximos aumentó de sólo un poco más de treinta a uno en 1970 a más de cuatrocientos a uno en 2000. Es casi seguro que, con los recortes de impuestos del gobierno de Bush, la concentración de ingresos y de riqueza en los niveles superiores de la sociedad sigue su ritmo. (8)

Y EE.UU. no se encuentra solo: el 1% superior de los devengadores de ingresos en Gran Bretaña duplicó su parte del ingreso nacional de un 6,5% a un 13% durante los últimos veinte años. Si miramos más lejos, vemos extraordinarias concentraciones de riqueza y poder dentro de una pequeña oligarquía después de la aplicación de la terapia de choque neoliberal en Rusia y un aumento asombroso en las desigualdades de los ingresos y de la riqueza en China al adoptar prácticas neoliberales. Aunque hay excepciones a esta tendencia – varios países del este y del sudeste de Asia han contenido las desigualdades en los ingresos dentro de modestos límites, así como Francia y los países escandinavos – la evidencia sugiere que el giro neoliberal se asocia de alguna manera y en un cierto grado con intentos de restaurar o reconstruir el poder de las clases altas. Podemos, por lo tanto, examinar la historia del neoliberalismo sea como un proyecto utopista que provee un patrón teórico para la reorganización del capitalismo internacional o como un ardid político que apunta a reestablecer las condiciones para la acumulación de capital y la restauración del poder de clase. A continuación, argumentaré que el último de estos objetivos es el que ha dominado. El neoliberalismo no ha demostrado su efectividad en la revitalización de la acumulación global de capital, pero ha logrado restaurar el poder de clase. Como consecuencia, el utopismo teórico del argumento neoliberal ha funcionado más como un sistema de justificación y legitimación. Los principios del neoliberalismo son rápidamente abandonados cada vez que entran en conflicto con el proyecto de clase.

El neoliberalismo no ha demostrado su efectividad en la revitalización de la acumulación global de capital, pero ha logrado restaurar el poder de clase

Hacia la restauración del poder de clase

Si hubo movimientos para restaurar el poder de clase dentro del capitalismo global, ¿cómo fueron implementados y por quién? La respuesta a esa pregunta en países como Chile y Argentina fue simple: un rápido, brutal golpe de estado, seguro de sí mismo, respaldado por las clases altas. y la subsiguiente feroz represión contra todas las solidaridades creadas dentro de los movimientos sociales sindicales y urbanos que habían amenazado tanto su poder. En otros sitios, como en Gran Bretaña y México en 1976, fue necesario el amable espoleo de un Fondo Monetario Internacional, que todavía no era un feroz neoliberal, para empujar a los países hacia prácticas – aunque de ninguna manera un compromiso político – de recortar gastos sociales y programas de asistencia para reestablecer la probidad fiscal. En Gran Bretaña, por supuesto, Margaret Thatcher empuñó más tarde con tanta más furia el garrote neoliberal en 1979 y lo blandió con gran efecto, a pesar de que nunca logró superar por completo la oposición dentro de su propio partido y nunca pudo cuestionar efectivamente temas centrales del Estado de bienestar como el Servicio Nacional de Salud. Es interesante que recién en 2004 el gobierno laborista haya atrevido a introducir una estructura de pagos en la educación superior. El proceso de neoliberalización fue entrecortado, irregular desde el punto de vista geográfico, y fuertemente influenciado por estructuras de clase y otras fuerzas sociales que se mueven a favor o contra sus propuestas centrales dentro de formaciones estatales particulares e incluso dentro de sectores en particular, por ejemplo, la salud o la educación. (9)

Es informativo considerar más de cerca cómo el proceso se desarrolló en EE.UU., ya que este caso fue cardinal como influencia en otras y más recientes transformaciones. Varias líneas del poder se entrecruzaron para crear una transición que culminó a mediados de los años noventa con la toma del poder por el Partido Republicano. Ese logro representó de hecho un “Contrato con EE.UU.” neoliberal como programa para acción en el interior. Antes de ese desenlace dramático, sin embargo, se dieron muchos pasos, que se basaban y reforzaban mutuamente. Para comenzar, en 1970 o algo así, hubo un creciente sentimiento entre las clases altas de EE.UU. de que el clima contrario a los negocios y antiimperialista que había emergido hacia fines de los años sesenta había ido demasiado lejos. En un célebre memorando, Lewis Powell (a punto de ser elevado a la Corte Suprema por Richard Nixon) instó en 1971 a la Cámara de Comercio de EE.UU. a montar una campaña colectiva para demostrar que lo que era bueno para los negocios era bueno para EE.UU. Poco después, fue formada una tenebrosa pero influyente Mesa Redonda Empresarial que todavía existe y que juega un importante papel estratégico en la política del Partido Republicano. Comités corporativos de acción política, legalizados bajo las leyes de financiamiento de las campañas electorales post Watergate de 1974, proliferaron como un reguero de pólvora. Con actividades protegidas bajo la Primera Enmienda como una forma de libertad de expresión por una decisión de la Corte Suprema de 1976, comenzó la captura sistemática del Partido Republicano como instrumento de clase del poder corporativo y financiero colectivo (más que particular o individual). Pero el Partido Republicano necesitaba una base popular, y lograrlo fue más problemático. La incorporación de líderes de la derecha cristiana, presentada como mayoría moral, junto con la Mesa Redonda Empresarial, suministraron la solución a ese problema. Un gran segmento de la clase trabajadora resentida, insegura, y en su mayor parte blanca, fue persuadido para que votara regularmente contra sus propios intereses materiales por motivos culturales (antiliberales, antinegros, antifeministas y antigays), nacionalistas y religiosos. A mediados de los años noventa, el Partido Republicano había perdido casi todos sus elementos liberales y se había convertido en una máquina derechista homogénea que conecta los recursos financieros del gran capital corporativo con una base populista, la Mayoría Moral, que era particularmente fuerte en el sur de EE.UU. (10)

El segundo elemento en la transición de EE.UU. tuvo que ver con la disciplina fiscal. La recesión de 1973 a 1975 disminuyó los ingresos tributarios a todos los niveles en una época de creciente demanda de gastos sociales. Aparecieron déficits por doquier como un problema crucial. Había que hacer algo respecto a la crisis fiscal del Estado; la restauración de la disciplina monetaria era esencial. Esa convicción otorgó poder a las instituciones financieras que controlaban las líneas de crédito del gobierno. En 1975, se negaron a refinanciar la deuda de Nueva York y llevaron a esa ciudad al borde de la bancarrota. Una poderosa cabala de banqueros de unió al Estado para reforzar el control sobre la ciudad. Eso significó refrenar las aspiraciones de los sindicatos municipales, despidos en el empleo público, congelación de salarios, recortes en las provisiones sociales (educación, salud pública y servicios de transporte), y la imposición de pagos por los usuarios (los gastos de matrícula fueron introducida por primera vez en el sistema de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). El rescate trajo consigo la construcción de nuevas instituciones que tenían prioridad en los ingresos de impuestos de la ciudad a fin de pagar a los poseedores de bonos, lo que quedaba iba al presupuesto de la ciudad para servicios esenciales. La indignidad final fue un requerimiento de que los sindicatos municipales invirtieran sus fondos de pensión en bonos de la ciudad. Esto aseguró que los sindicatos moderaran sus reivindicaciones para evitar el peligro de perder sus fondos de pensión debido a la bancarrota de la ciudad.

Acciones semejantes representaban un golpe de estado de las instituciones financieras contra el gobierno democráticamente elegido de la ciudad de Nueva York, y fueron tan efectivas como la toma del poder militar que había ocurrido anteriormente en Chile. Gran parte de la infraestructura social de la ciudad fue destruida, y los fundamentos físicos (por ejemplo, el sistema de tránsito) se deterioraron considerablemente por falta de inversión o incluso mantenimiento. La administración de la crisis fiscal de Nueva York allanó el camino para prácticas neoliberales tanto en el interior bajo Ronald Reagan como internacionalmente a través del Fondo Monetario Internacional durante todos los años ochenta. Estableció el principio de que, en el evento de un conflicto entre la integridad de las instituciones financieras y los poseedores de bonos por una parte y el bienestar de los ciudadanos por la otra, los primeros tuvieran la preferencia. Dejó en claro el punto de vista de que el papel del gobierno es crear un buen clima para los negocios en lugar de velar por las necesidades y el bienestar de la población en general. En medio de una crisis fiscal generalizada hubo redistribuciones fiscales en beneficio de las clases altas.

Queda por ver si todos los agentes involucrados en la producción de este compromiso en Nueva York lo vieron en la época como una táctica para la restauración del poder de las clases altas. La necesidad de mantener la disciplina fiscal es un asunto de profunda preocupación en sí mismo y no tiene que conducir a la restitución de la dominación de clase. Es poco probable, por lo tanto, que Felix Rohatyn, el banquero mercantil de importancia crucial en el acuerdo entre la ciudad, el Estado, y las instituciones financieras, haya pensado en la reimposición del poder de clase. Pero ese objetivo fue probablemente importante en los pensamientos de los banqueros de inversiones. Fue casi con seguridad el objetivo del Secretario del Tesoro de aquel entonces, William Simon, quien habiendo observado con aprobación el progreso de los eventos en Chile, se negó a ayudar a Nueva York y declaró abiertamente que quería que la ciudad sufriera tanto que ninguna otra ciudad en la nación se volviera a atrever a aceptar otra vez obligaciones sociales similares. (11)

El tercer elemento en la transición de EE.UU. conllevaba un ataque ideológico contra los medios de información y las instituciones educacionales. Proliferaron los “think tanks” independientes financiados por acaudalados individuos y donantes corporativos – ante todo la Heritage Foundation – para preparar una acometida ideológica orientada a persuadir al público del sentido común de las propuestas neoliberales. Una inundación de documentos y propuestas políticas y un verdadero ejército de lugartenientes bien pagados, entrenados para promover ideas neoliberales, en combinación con la adquisición corporativa de canales mediáticos transformaron efectivamente el clima discursivo en EE.UU. a mediados de los años ochenta. Proclamaron estruendosamente el proyecto de “sacar al gobierno de por sobre las espaldas de la gente” y de reducir el gobierno hasta que pudiera ser “ahogado en una bañera”. A este respecto, los promotores del nuevo evangelio encontraron una audiencia dispuesta en el ala del movimiento de 1968 cuyo objetivo era lograr más libertad individual del poder estatal y de las manipulaciones del capital monopolista. El argumento libertario a favor del neoliberalismo resultó ser una poderosa fuerza a favor del cambio. Hasta el punto que el capital se reorganizó para abrir un espacio para el empresariado individual y desvió sus esfuerzos para satisfacer innumerables mercados nicho, particularmente los definidos por la liberación sexual, que fueron generados por un consumismo cada vez más individualizado, para que los hechos correspondieran a la teoría.

Este cebo del empresariado y del consumismo individualizados fue respaldado por el garrote blandido por el Estado y las instituciones financieras contra la otra ala del movimiento de 1968 cuyos miembros habían buscado justicia social mediante la negociación colectiva y las solidaridades sociales. La destrucción por Reagan de los controladores aéreos (PATCO) en 1980 y la derrota por Margaret Thatcher de los mineros británicos en 1984 fueron momentos cruciales en el giro global hacia el neoliberalismo. El ataque contra instituciones, como sindicatos y organizaciones de derechos asistenciales, que trataban de proteger y favorecer los intereses de la clase trabajadora fue amplio y profundo. Los salvajes recortes en los gastos sociales y del Estado de bienestar, y el paso de toda responsabilidad por su bienestar a los individuos y sus familias avanzaron a paso acelerado. Pero esas prácticas no se detuvieron en las fronteras nacionales, y no podían hacerlo. Después de 1980, EE.UU., ya comprometido firmemente con la liberalización y claramente respaldado por Gran Bretaña, trató, mediante una mezcla de liderazgo, persuasión – los departamentos de economía de las universidades de investigación de EE.UU. jugaron un papel importante en la capacitación de muchos de los economistas de todo el mundo en los principios neoliberales – y la coerción para exportar la neoliberalización por todas partes. La purga de economistas keynesianos y su reemplazo por monetaristas neoliberales en el Fondo Monetario Internacional en 1982 transformó el FMI dominado por EE.UU. en un agente de primera clase de la neoliberalización mediante sus programas de ajuste estructural impuestos a cualquier Estado (y hubo muchos en los años ochenta y noventa) que requería su ayuda en el repago de la deuda. El Consenso de Washington, que fue forjado en los años noventa, y las reglas de negociación fijadas bajo la Organización Mundial de Comercio en 1998, confirmaron el giro global hacia las prácticas neoliberales. (12)

El nuevo concordato internacional también dependía de la reanimación y de la reconfiguración de la tradición imperial de EE.UU. Esa tradición había sido forjada en Centroamérica en los años veinte, como una forma de dominación sin colonias. Repúblicas independientes podían ser mantenidas bajo la dominación de EE.UU., y actuar efectivamente, en el mejor de los casos, como testaferros de los intereses de EE.UU. a través del apoyo de hombres fuertes – como Somoza en Nicaragua, el Shah en Irán, y Pinochet en Chile – y un séquito de seguidores respaldados por la ayuda militar y financiera. Se disponía de ayuda clandestina para promover el ascenso al poder de dirigentes semejantes, pero al llegar los años setenta se hizo evidente que se necesitaba algo más: la apertura de mercados, nuevos espacios para inversiones, y que se abrieran campos en los que los poderes financieros pudieran operar con seguridad. Esto implicaba una integración mucho más estrecha de la economía global, con una arquitectura financiera bien definida. La creación de nuevas prácticas institucionales, tales como las que fueron fijadas por el FMI y la OMC, suministró vehículos convenientes a través de los cuales se podía ejercer el poder financiero y de mercado. El modelo necesitaba la colaboración entre las principales potencias capitalistas y el Grupo de Siete (G7), llevando a Europa y Japón a alinearse con EE.UU. para conformar el sistema financiero y comercial global de maneras que obligara efectivamente a todas las naciones a someterse. “Naciones proscritas,” definidas como las que no se ajustaban a esas reglas globales, podían entonces ser encaradas mediante sanciones o la fuerza coercitiva o incluso militar si resultaba necesario. De esta manera, las estrategias imperialistas neoliberales de EE.UU. fueron articuladas a través de una red global de relaciones de poder, uno de los efectos de la cual fue permitir que las clases altas de EE.UU. hicieran pagar tributos financieros y dispusieran de rentas del resto del mundo como un medio para aumentar su control ya hegemónico. (13)

Neoliberalismo como destrucción creativa

¿Cómo resolvió la neoliberalización los problemas del debilitamiento de la acumulación de capital? Sus antecedentes reales en el estímulo del crecimiento económico son pésimos. Las tasas de crecimiento agregado eran de unos 3,5% en los años sesenta e incluso durante los atribulados años setenta cayeron a sólo un 2,4%. Las tasas subsiguientes de crecimiento global de 1,4% y de 1,1% para los años ochenta y noventa, y una tasa que apenas llega a 1% desde 2000, indican que el neoliberalismo ha fracasado ampliamente en el estímulo del crecimiento global. (14) Incluso si excluimos de este cálculo los efectos catastróficos del colapso de la economía rusa y de algunas centroeuropeas después del tratamiento de terapia neoliberal de los años noventa, el rendimiento económico global desde el punto de vista de la restauración de las condiciones de acumulación general de capital ha sido débil.

A pesar de su retórica sobre la cura de economías enfermas, ni Gran Bretaña ni EE.UU. lograron un elevado rendimiento económico en los años ochenta. Esa década perteneció a Japón, a los “tigres” del Este Asiático, y a Alemania Occidental como motores de la economía global. Esos países fueron tuvieron mucho éxito, pero sus sistemas institucionales radicalmente diferentes dificultan la identificación de sus logros con el neoliberalismo. El Bundesbank (Banco Central) alemán había tomado una fuerte línea monetarista (concordante con el neoliberalismo) durante más de dos décadas, un hecho que sugiere que no existe una conexión necesaria entre el monetarismo per se y la búsqueda de la restauración del poder de clase. En Alemania Occidental, los sindicatos siguieron siendo fuertes y los niveles de salario se mantuvieron relativamente elevados junto a la construcción de un Estado de bienestar progresista. Uno de los efectos de esta combinación fue que se estimuló una alta tasa de innovación tecnológica que mantuvo a Alemania Occidental en las primeras filas en el terreno de la competencia internacional. La producción impulsada por la exportación hizo avanzar al país como líder global. En Japón, los sindicatos independientes eran débiles o inexistentes, pero la inversión estatal en el cambio tecnológico y organizativo y la estrecha relación entre las corporaciones y las instituciones financieras (un sistema que también demostró ser acertado en Alemania Occidental) generó un sorprendente desempeño impulsado por la exportación, en gran parte a costas de otras economías capitalistas como ser el Reino Unido y EE.UU. Un tal crecimiento, como lo hubo en los años ochenta (y la tasa de crecimiento agregado en el mundo fue incluso más baja que la de los atribulados años setenta) no dependió por lo tanto, de la neoliberalización. Muchos Estados europeos, por ello, se resistieron a las reformas neoliberales y encontraron cada vez más modos de preservar gran parte de su patrimonio socialdemócrata mientras se movían, en algunos casos con bastante éxito, hacia el modelo alemán occidental. En Asia, el modelo japonés implantado bajo sistemas autoritarios de gobierno en Corea del Sur, Taiwán y Singapur, demostró que era viable y concordante con una razonable igualdad de distribución. Recién en los años noventa, la neoliberalización comenzó a producir frutos tanto en EE.UU. como en Gran Bretaña. Esto sucedió en medio de un prolongado período de deflación en Japón, y un relativo estancamiento en la recién unificada Alemania. Queda por ver si la recesión japonesa ocurrió como simple resultado de presiones competitivas o si fue ingeniada por agentes financieros en EE.UU. para postrar la economía japonesa.

De modo que ¿por qué entonces ante estos antecedentes desiguales si no pésimos, tantos fueron persuadidos de que la neoliberalización es una solución exitosa? Además y más allá de la corriente persistente de propaganda que emana de los think tanks neoliberales y recarga los medios de información, se destacan dos razones materiales. Primero, la neoliberalización ha sido acompañada por una creciente volatilidad dentro del capitalismo global. El que el éxito se materializara en algún sitio oscureció la realidad de que el neoliberalismo fracasaba en general. Episodios periódicos de crecimiento se entremezclaron con fases de destrucción creativa, registradas usualmente como severas crisis financieras. Argentina fue abierta al capital extranjero y a la privatización en los años noventa y durante varios años fue la favorita de Wall Street, sólo para derrumbarse hacia el desastre cuando el capital internacional se retiró a fines de la década. El colapso financiero y la devastación social fueron rápidamente seguidos por una prolongada crisis política. La turbulencia financiera cundió por todo el mundo en desarrollo y en algunos casos, como en Brasil y México, repetidas olas de ajuste estructural y austeridad llevaron a la parálisis económica.

Por otra parte, el neoliberalismo ha sido un inmenso éxito desde el punto de vista de las clases altas. Ha restaurado la posición de clase de las elites gobernantes, como en EE.UU. y Gran Bretaña, o creado condiciones para la formación de la clase capitalista, como en China, India, Rusia, y otros sitios. Incluso países que sufrieron ampliamente por la neoliberalización han presenciado el masivo reordenamiento interno de las estructuras de clase. La ola de privatización que llegó a México con el gobierno de Salinas de Gortari en 1992, generó concentraciones de riqueza sin precedentes en las manos de unos pocos (Carlos Slim, por ejemplo, que se hizo cargo del sistema telefónico estatal y se convirtió instantáneamente en multimillonario).

Con medios dominados por los intereses de la clase alta, podía propagarse el mito de que ciertos sectores fracasaron porque no fueron suficientemente competitivos, preparando así la escena para aún más reformas neoliberales. Se necesitaba más desigualdad social para alentar el riesgo y la innovación empresariales, y éstas, por su parte, confieren ventajas competitivas y estimulan el crecimiento. Si las condiciones entre las clases bajas se deterioraban, era porque no mejoraban su propio capital humano mediante la educación, la adquisición de una ética protestante de trabajo, y su sumisión a la disciplina y flexibilidad laboral por defectos personales, culturales y políticos. En un mundo spenceriano, decía el argumento, sólo los más aptos debían y podían sobrevivir. Los problemas sistémicos fueron camuflados bajo una tempestad de pronunciamientos ideológicos y una plétora de crisis localizadas. Si el principal efecto del neoliberalismo ha sido redistributivo en lugar de generativo, había que encontrar modos de transferir activos y canalizar la riqueza y los ingresos sea de la masa de la población hacia las clases altas o de países vulnerables a los más ricos. En otro sitio presento un informe sobre estos procesos bajo la rúbrica de acumulación por desposeimiento. (15) Con eso, quiero decir la continuación y proliferación de prácticas de acumulación que Marx había designado como “primitivas” u “originales” durante el ascenso del capitalismo. Estas incluyen (1) la conmodificación y privatización de la tierra y la expulsión forzada de poblaciones campesinas (como recientemente en México e India); (2) la conversión de diversas formas de derechos de propiedad (común, colectiva, estatal ,etc.) en derechos exclusivamente de propiedad privada; (3) la supresión de derechos a las áreas públicas; (4) la conmodificación del poder laboral y la supresión de formas alternativas (indígenas) de producción y consumo; (5) procesos coloniales, neocoloniales, e imperiales, de apropiación de activos (incluyendo los recursos naturales); (6) la monetización de los intercambios y de la tributación, particularmente de tierras; (7) la trata de esclavos (que continúa, particularmente en la industria del sexo); y (8) la usura, la deuda nacional y. lo más devastador de todo, el uso del sistema crediticio como un medio radical de acumulación primitiva.

El Estado, con su monopolio de la violencia y de las definiciones de la legalidad, juega un rol crucial en el respaldo y la promoción de estos procesos. A esta lista de mecanismos, podemos agregar ahora una armadía de técnicas adicionales, tales como la extracción de rentas de patentes y derechos de propiedad intelectual y la disminución o cancelación de varias formas de propiedad comunitaria – tales como pensiones estatales, vacaciones pagas, acceso a la educación y a la atención sanitaria – conquistadas en una generación o más de luchas socialdemócratas. La propuesta de privatizar todos los derechos a la pensión estatal (aplicada por primera vez en Chile bajo la dictadura de Augusto Pinochet) es, por ejemplo, uno de los objetivos predilectos de los neoliberales en EE.UU.

En los casos de China y Rusia, podría ser razonable referirse a recientes acontecimientos en términos “primitivos” y “originales”, pero las prácticas que restauraron el poder a elites capitalistas en EE.UU. y otros sitios son mejor descritas como un proceso continuo de acumulación mediante el desposeimiento que creció rápidamente bajo el neoliberalismo. A continuación, aíslo cuatro elementos principales.

1. Privatización

La corporatizacion, conmodificación, y privatización de activos públicos anteriormente públicos han sido características emblemáticas del proyecto neoliberal. Su principal objetivo ha sido abrir nuevos campos para la acumulación de capital en terrenos que anteriormente eran considerados como fuera de límites para los cálculos de rentabilidad. Servicios públicos de todo tipo (agua, telecomunicaciones, transporte), suministro de asistencia social (viviendas sociales, educación, atención sanitaria, pensiones), instituciones públicas (tales como universidades, laboratorios de investigación, prisiones), e incluso la guerra (como lo ilustra el “ejército” de contratistas privados que operan junto a las fuerzas armadas en Iraq) han sido todos privatizados en algún grado en todo el mundo capitalista.

Derechos de propiedad privada establecidos a través del así llamado acuerdo ADPIC (Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio) dentro de la OMC, define como propiedad privada a materiales genéticos, plasmas de semillas, y a todo tipo de otros productos. Entonces se pueden extraer rentas por su uso de poblaciones cuyas prácticas han jugado un papel crucial en el desarrollo de esos materiales genéticos. La biopiratería es rampante, y el pillaje de las reservas de recursos genéticos del mundo ha avanzado en beneficio de unas pocas grandes compañías farmacéuticas. La escalada del agotamiento de los bienes comunes medioambientales del globo (tierra, aire, agua) y la proliferación de las degradaciones del hábitat que imposibilitan todo lo que no sean modos de requerimiento intensivo de capital para la producción agrícola han resultado asimismo de la conmodificación de la naturaleza en todas sus formas.

La conmodificación (a través del turismo) de las formas culturales, historias, y de la creatividad intelectual, involucra desposeimientos generalizados (la industria de la música es tristemente célebre por la apropiación y explotación de la cultura y la creatividad de base). Como en el pasado, el poder del Estado es utilizado frecuentemente para imponer esos procesos incluso contra la voluntad popular. El retroceso de los marcos reguladores diseñados para proteger a las fuerzas laborales y al entorno contra la degradación ha conllevado la pérdida de derechos. La reversión hacia el dominio privado de los derechos de propiedad común conquistados durante años de duras luchas de clase (el derecho a una pensión estatal, a la asistencia, a atención sanitaria nacional) ha sido una de las políticas de desposeimiento más atroces proseguidas en nombre de la ortodoxia neoliberal.

El neoliberalismo no ha demostrado su efectividad en la revitalización de la acumulación global de capital, pero ha logrado restaurar el poder de clase

La corporatización, conmodificación, y privatización de lo que hasta ahora eran activos públicos han sido características insignes del proyecto neoliberal. Todos estos procesos equivalen a una transferencia de activos de los campos público y popular a los dominios privados y de privilegios de clase. La privatización, argumentó Arundhati Roy respecto al caso indio, involucra “la transferencia de activos públicos productivos del Estado a compañías privadas. Los activos productivos incluyen recursos naturales: tierra, bosques, agua, aire. Estos son los activos que el Estado mantiene en fideicomiso para el pueblo que representa… Arrancárselos y venderlos como valores a compañías privadas es un proceso de bárbaro desposeimiento en una escala que no tiene paralelo en la historia.” (16)

2. Financialización

La poderosa ola financiera que comenzó después de 1980 ha estado marcada por su estilo especulativo y predatorio. El volumen diario de transacciones financieras en los mercados internacionales, que era de 2.300 millones de dólares en 1983, había aumentado a 130.000 millones de dólares en 2001. Este volumen anual de 40 billones de dólares en 2001 se compara con el cálculo de 800.000 millones de dólares que serían necesarios para apoyar el comercio internacional y los flujos de inversiones productivas. (17) La desregulación permitió que el sistema financiero se convirtiera en uno de los centros principales de actividad de redistribución mediante la especulación, la depredación, el fraude, y el robo. Las promociones de acciones; estafas Ponzi; destrucción de productos financieros estructurados mediante la inflación: liquidación de activos mediante fusiones y adquisiciones; y la promoción de incumbencias de deuda que redujo a poblaciones enteras, incluso en los países capitalistas avanzados, a la esclavitud por deudas – para no hablar del fraude corporativo y el desposeimiento de activos, tales como el robo de fondos de pensiones y su aniquilamiento por colapsos de acciones y de corporaciones mediante manipulaciones crediticias y bursátiles – son todas características del sistema financiero capitalista.

El énfasis en los valores de acciones, que surgieron después de juntar los intereses de propietarios y administradores de capital mediante la remuneración de estos últimos con opciones en acciones, condujo, como sabemos ahora, a manipulaciones en el mercado que crearon inmensa riqueza para unos pocos a costas de los muchos. El espectacular colapso de Enron fue emblemático para un proceso general que privó a muchos de su subsistencia y derechos a pensión. Más allá de eso, también debemos considerar los robos especulativos realizados por fondos de alto riesgo y otros importantes instrumentos del capital financiero que formaron la verdadera vanguardia de la acumulación por desposeimiento en la escena global, incluso aunque supuestamente conferían el beneficio positivo para la clase capitalista de “repartir los riesgos.”

3. La administración y la manipulación de crisis

Más allá de la espuma especulativa y a menudo fraudulenta que caracteriza gran parte de la manipulación financiera neoliberal, se halla un proceso más profundo que involucra accionar la trampa de la deuda como un medio primordial de acumulación por desposeimiento. La creación, administración y manipulación de crisis en la escena mundial se ha convertido en el fino arte de la redistribución deliberada de riqueza de los países pobres a los ricos. Al aumentar repentinamente las tasas de interés en 1979, Paul Volcker, en aquel entonces presidente de la Reserva Federal de EE.UU. subió la proporción de beneficios extranjeros que los países prestatarios tenían que invertir en los pagos por intereses por deudas. Forzados a la bancarrota, países como México tuvieron que aceptar el ajuste estructural. Mientras proclamaba su papel como un noble líder que organiza rescates para mantener la estabilidad y la dirección de la acumulación global de capital, EE.UU. también pudo abrir la puerta para el saqueo de la economía mexicana mediante el despliegue de su poder financiero superior bajo condiciones de crisis local. El complejo Tesoro de EE.UU./Wall Street/FMI se convirtió en experto en hacerlo por doquier. El sucesor de Volker, Alan Greenspan, recurrió varias veces en los años noventa a tácticas similares. Las crisis de la deuda en países individuales, poco común en los años sesenta, se hizo frecuente durante los años ochenta y noventa. Casi ningún país en desarrollo dejó de ser afectado y en algunos casos, como en Latinoamérica, tales crisis fueron suficientemente frecuentes como para ser consideradas endémicas. Esas crisis de la deuda fueron orquestadas, administradas y controladas tanto para racionalizar el sistema como para redistribuir activos durante los años ochenta y noventa. Wade y Veneroso capturaron la esencia de esa tendencia cuando escribieron sobre la crisis asiática de 1997 y 1998 – provocada inicialmente por la operación de fondos de alto riesgo basados en EE.UU.:

Las crisis financieras siempre han causado transferencias de propiedad y poder a los que mantienen intactos sus propios activos y están en la posición de crear crédito, y la crisis asiática no es una excepción… no cabe duda de que las corporaciones occidentales y japonesas son los grandes ganadores… La combinación de masivas devaluaciones impulsó a la liberalización financiera, y la recuperación facilitada por el FMI incluso podría precipitar la mayor transferencia de activos de propietarios nacionales a extranjeros en tiempos de paz de los últimos cincuenta años en cualquier parte del mundo, eclipsando las transferencias de propietarios nacionales a estadounidenses en Latinoamérica en los años ochenta o en México después de 1994. Se recuerda la declaración atribuida a Andrew  Mellon: “En una depresión los activos vuelven a sus legítimos dueños.” (18)

La analogía con la creación deliberada de desempleo para producir una fuente de mano de obra excedente mal remunerada, conveniente para la acumulación ulterior, es exacta. Valiosos activos pierden su uso y su valor. Yacen inertes y durmientes hasta que capitalistas en posesión de liquidez deciden apoderarse de ellos e insuflarles nueva vida. El peligro, sin embargo, es que las crisis pueden descontrolarse y generalizarse, o que surgirán revueltas contra el sistema que las crea. Una de las funciones primordiales de las intervenciones estatales y de las instituciones internacionales es orquestar crisis y devaluaciones de manera que permitan que ocurra la acumulación por desposeimiento sin provocar un colapso general o una revuelta popular. El programa de ajuste estructural administrado por el complejo Wall Street/Tesoro/FMI se ocupa de la primera función. Es tarea del aparato comprador estatal neoliberal (respaldado por la ayuda militar de las potencias imperialistas) asegurar que no ocurran insurrecciones en el país que ha sido atracado. Sin embargo, emergieron señales de revuelta popular, primero con el levantamiento zapatista en México en 1994, y después con el descontento generalizado que informó a los movimientos contra la globalización como el que culminó en Seattle en 1999.

4. Redistribuciones estatales

El Estado, una vez que se ha convertido en un conjunto neoliberal de instituciones, se convierte en un agente primordial de las políticas redistribuidoras, invirtiendo el flujo de las clases altas hacia las bajas que había sido implementado durante la era precedente socialdemócrata.

Lo hace en primer lugar mediante esquemas de privatización y recortes en los gastos gubernamentales que debían apoyar el salario social. Incluso si la privatización parece ser beneficiosa para las clases bajas, los efectos a largo plazo pueden ser negativos. A primera vista, por ejemplo, el programa de Thatcher para la privatización de las viviendas sociales en Gran Bretaña pareció ser un regalo a las clases bajas cuyos miembros ahora podían pasar de ser arrendatarios a ser propietarios a un coste relativamente bajo, obtener el control de un activo valioso, y aumentar su riqueza. Pero una vez que fue completada la transferencia, entró en juego la especulación con la vivienda, particularmente en ubicaciones centrales de primera, terminando por sobornar u obligar a las poblaciones a partir a la periferia en las ciudades como Londres, y convirtiendo a lo que eran barrios de viviendas de clase trabajadora en centros de intenso aburguesamiento. La pérdida de viviendas asequibles en áreas centrales resultó en la falta de viviendas para muchos y en viajes extremadamente largos para los que tenían trabajos mal remunerados de servicio. La privatización de los ejidos (derechos de propiedad común de la tierra bajo la constitución mexicana) en México, que se convirtió en un componente central del programa neoliberal establecido durante los años noventa, tuvo efectos análogos en el campesinado mexicano, obligando a muchos habitantes rurales a irse a las ciudades en busca de trabajo. El Estado chino creó toda una serie de medidas draconianas mediante la cual activos fueron conferidos a una pequeña elite en detrimento de las masas.

El Estado neoliberal también busca redistribuciones mediante una serie de otras medidas como ser revisiones en el código tributario para beneficiar a los rendimientos de inversiones en lugar de ingresos y salarios, la promoción de elementos regresivos en el código tributario (como ser impuestos a la venta), el desplazamiento de gastos estatales y el libre acceso para todos mediante tarifas de usuarios (por ejemplo en la educación superior), y la provisión de una vasta gama de subsidios y beneficios tributarios a las corporaciones. Los programas de asistencia que ahora existen en EE.UU. en los ámbitos federal, estatal y local, equivalen a una vasta reorientación de los dineros públicos para beneficiar a las corporaciones (directamente como en el caso de subsidios a la agroindustria e indirectamente como en el caso del sector militar-industrial), de un modo muy parecido a como opera la deducción de los impuestos de la tasa de interés hipotecario en EE.UU., como un masivo subsidio para los propietarios de casas de altos ingresos y para la construcción industrial.

El aumento de la vigilancia y del mantenimiento del orden y, en el caso de EE.UU., el encarcelamiento de elementos recalcitrantes en la población, indican un rol más siniestro de intenso control social. En los países en desarrollo, donde la oposición al neoliberalismo y a la acumulación por desposeimiento puede ser más fuerte, el papel del Estado neoliberal asume rápidamente el de represión activa incluso hasta el punto de la guerra de baja intensidad contra movimientos opositores (muchos de los cuales pueden ahora ser convenientemente calificados de terroristas para obtener la ayuda militar y el apoyo de EE.UU.) tales como los zapatistas en México o los campesinos sin tierras en Brasil.

En efecto, informó Roy: “La economía rural de India, que sostiene a setecientos millones de personas, está siendo agarrotada. Agricultores que producen demasiado están necesitados, agricultores que producen demasiado poco están necesitados, y los jornaleros agrícolas sin tierra están sin trabajo porque grandes propietarios y haciendas despiden a sus trabajadores. Todos atestan las ciudades en busca de empleo.” (19) En China, se calcula que por lo menos la mitad de 1.000 millones de personas tendrá que ser absorbida por la urbanización durante los próximos diez años si se quiere evitar el caos y la revuelta en el campo. No se sabe lo que esos itinerantes harán en las ciudades, aunque los amplios planes de infraestructura física que están siendo implementados logren llegar a absorber en algo los excedentes laborales liberados por la acumulación primitiva.

Las tácticas redistribuidoras del neoliberalismo son amplias, sofisticadas, frecuentemente marcadas por estratagemas ideológicos, pero devastadoras para la dignidad y el bienestar social de poblaciones y territorios vulnerables. La ola de neoliberalización por destrucción creativa que ha recorrido el globo no tiene paralelo en la historia del capitalismo. Con razón ha generado resistencia y una búsqueda de alternativas viables.

Alternativas

El neoliberalismo ha generado un conjunto de movimientos opositores tanto dentro como fuera de su radio de acción, muchos de los cuales son radicalmente diferentes de los movimientos basados en los trabajadores que dominaron antes de 1980. Digo muchos, pero no todos. Los movimientos tradicionales basados en los trabajadores no están de ninguna manera muertos, ni siquiera en los países capitalistas avanzados en los que han sido muy debilitados por el ataque neoliberal. En Corea del Sur y Sudáfrica, vigorosos movimientos sindicales aparecieron durante los años ochenta, y en gran parte de Latinoamérica florecen los partidos de la clase obrera. En Indonesia, un putativo movimiento sindical de gran importancia potencial lucha por ser escuchado. El potencial de malestar laboral es inmenso aunque impredecible.

Y no es evidente tampoco que la masa de la clase trabajadora en EE.UU., que durante la última generación votó consistentemente contra sus propios intereses materiales por motivos de nacionalismo cultural, religión, y oposición a múltiples movimientos sociales, permanecerá para siempre bloqueada en una política semejante por las maquinaciones por igual de republicanos y demócratas. No hay motivos para excluir en el futuro la resurgencia de una política basada en los trabajadores con una fuerte agenda antineoliberal. Pero las luchas contra la acumulación por desposeimiento están fomentando líneas bastante diferentes de lucha social y política. En parte debido a las condiciones peculiares que dan origen a esos movimientos, su orientación política y modos de organización se diferencian fuertemente de los que son típicos en la política socialdemócrata. La rebelión zapatista, por ejemplo, no buscó la toma del poder estatal o la realización de una revolución política. En su lugar postuló una política inclusiva para trabajar a través del conjunto de la sociedad civil en una búsqueda abierta y fluida de alternativas que consideraran las necesidades específicas de diferentes grupos sociales y les permitiera mejorar su suerte. Desde el punto de vista organizativo, tendió a evitar el vanguardismo y se negó a adoptar la forma de un partido político. En su lugar prefirió seguir siendo un movimiento social dentro del Estado, intentando formar un bloque de poder político en el que las culturas indígenas fueran centrales en lugar de ser periféricas. Con ello trató de lograr algo similar a una revolución pasiva dentro de la lógica territorial del poder estatal.

El efecto de tales movimientos ha sido transferir el terreno de la organización política lejos de los partidos políticos y de las organizaciones sindicales tradicionales hacia una dinámica política menos enfocada de acción social a través de todo el espectro de la sociedad civil. Pero lo que perdieron en enfoque lo ganaron en relevancia. Sacaron sus fuerzas del arraigo en los trabajos diarios de la vida y lucha de todos los días, pero al hacerlo a menudo les fue difícil salirse de lo local y de lo particular para comprender la macropolítica de lo que fue y es la acumulación neoliberal por desposeimiento. La variedad de tales luchas fue y es simplemente sorprendente. Es difícil llegar a imaginar conexiones entre ellas. Fueron y son parte de una mezcla volátil de movimientos de protesta que recorrieron el mundo y ocuparon crecientemente los titulares durante y después de los años ochenta. (20)

Esos movimientos y revueltas fueron a veces aplastados con una violencia feroz, en la mayor parte por poderes estatales que actuaban en nombre del orden y la estabilidad. En otros sitios produjeron violencia entre etnias y guerras civiles cuando la acumulación por desposeimiento condujo a intensas rivalidades sociales y políticas en un mundo dominado por tácticas de dividir para gobernar por parte de fuerzas capitalistas. Los Estados clientes apoyados militarmente o en algunos casos con fuerzas especiales entrenadas por las principales potencias (encabezadas por EE.UU., y Gran Bretaña y Francia con un rol menor) lideraron en un sistema de represiones y liquidaciones para bloquear implacablemente los movimientos activistas que cuestionaban la acumulación por desposeimiento.

Los propios movimientos han producido una abundancia de ideas respecto a alternativas. Algunos tratan de desvincularse total o parcialmente de los poderes abrumadores del neoliberalismo y del neoconservadurismo. Otros buscan justicia social y medioambiental globales mediante la reforma o disolución de poderosas instituciones tales como el FMI y la OMC, y el Banco Mundial. Otras destacan una recuperación de los bienes comunes, mostrando con ello profundas continuidades con luchas de hace tiempo, así como con luchas libradas a lo largo de la amarga historia del colonialismo y el imperialismo. Algunas conciben una multitud en movimiento, o un movimiento dentro de la sociedad civil global, para enfrentar a los poderes dispersos y descentrados del orden neoliberal, mientras otros buscan de un modo más modesto experimentos locales con nuevos sistemas de producción y consumo animados por diferentes tipos de relaciones sociales y prácticas ecológicas. También existen las que confían en estructuras más convencionales de partidos políticos con el objetivo de obtener el poder del Estado como un paso hacia la reforma global del orden económico. Muchas de estas diversas corrientes se juntan ahora en el Foro Social Mundial en un intento de definir su misión compartida y edificar una estructura organizativa capaz de enfrentar las numerosas variantes del neoliberalismo y del neoconservadurismo. Hay mucho que admirar y para inspirar en esto. (21)

Aunque ha sido efectivamente disfrazado, hemos vivido toda una generación de lucha de clases sofisticada por parte de las capas superiores por restaurar, o como en China y Rusia por edificar, la dominación de clase.

Pero ¿qué tipo de conclusiones pueden ser extraídas de un análisis del tipo que hemos estructurado? Para comenzar, toda la historia del compromiso socialdemócrata y el subsiguiente giro hacia el neoliberalismo indica el papel crucial jugado por la lucha de clases para limitar o restaurar el poder de clase. Aunque ha sido efectivamente disfrazado, hemos vivido toda una generación de lucha de clases sofisticada por parte de las capas superiores por restaurar, o como en China y Rusia por edificar, la dominación de clase. Esto ocurrió durante décadas en las que muchos progresistas fueron teóricamente persuadidos de que la clase era una categoría falta de significado y en las que las instituciones desde las que se había librado la lucha hasta entonces por cuenta de las clases trabajadores estuvieron bajo un ataque feroz. La primera lección que debemos aprender, por lo tanto, es que si algo parece lucha de clase y actúa como lucha de clase, tenemos que llamarla por lo que es. La masa de la población tiene que resignarse a la trayectoria histórica y geográfica definida por el abrumador poder de clase o responder en términos de clase.

Decirlo de esta manera no es deshacernos en nostalgia por alguna era dorada en la que el proletariado estaba en movimiento. Tampoco significa necesariamente (si alguna vez debiera haberlo hecho) que podamos apelar a alguna simple concepción del proletariado como el agente primordial (para no decir exclusivo) de la transformación histórica. No existe un campo proletario de fantasía utópica marxiana a la que podamos apelar. Señalar la necesidad e inevitabilidad de la lucha de clase no es decir que la forma en la que la clase está constituida es determinada o incluso determinable anticipadamente. Los movimientos de clase se hacen a sí mismos, aunque no bajo condiciones de su propia elección. Y el análisis muestra que esas condiciones están actualmente bifurcadas en movimientos alrededor de la reproducción expandida – en la que la explotación del trabajo salariado y las condiciones que definen el salario social son temas centrales – y los movimientos alrededor de la acumulación por desposeimiento – en los que todo desde las formas clásicas de acumulación primitiva mediante prácticas destructoras de culturas, historias, y entornos, hasta las depredaciones producidas por las formas contemporáneas del capital financiero constituye el centro de resistencia. El encuentro del vínculo orgánico entre esas diferentes corrientes de clase es una tarea teórica y práctica urgente. El análisis también muestra que esto tiene que ocurrir en una trayectoria histórico-geográfica de acumulación de capital que se basa en una creciente conectividad a través del espacio y del tiempo, pero marcada por acontecimientos geográficos disparejos cada vez más profundos. Esta desigualdad debe ser entendida como algo que es activamente producido y sostenido por procesos de acumulación de capital, no importa cuán importantes puedan ser las señales de residuos de configuraciones pasadas establecidas en el paisaje y en el mundo social. El análisis también destaca contradicciones explotables dentro de la agenda neoliberal. La brecha entre lo retórico (por el beneficio común) y la realización (por el beneficio de una pequeña clase gobernante) aumenta en el espacio y el tiempo, y los movimientos sociales han hecho mucho por concentrarse en esa brecha. La idea de que el mercado tenga que ver con una competencia honrada es negada cada vez más por la realidad del extraordinario monopolio, centralización e internacionalización por parte de los poderes corporativos y financieros. El alarmante aumento en las desigualdades de clase y regionales tanto dentro de los Estados (como en China, Rusia, India, México, y en Sudáfrica) así como a escala internacional, posa un serio problema política que ya no puede ser ocultado como algo transitorio en el camino al mundo neoliberal perfeccionado. El énfasis neoliberal en los derechos del individuo y el creciente uso autoritario del poder estatal para sostener el sistema se convierten en un punto álgido de discusión. Mientras más se reconoce que el neoliberalismo es un proyecto fracasado, si no insincero y utópico, que oculta la restauración del poder de clase, más se crea la base para un resurgimiento de movimientos de masas que expresen reivindicaciones políticas igualitarias, buscando justicia económica, comercio justo, y mayor seguridad y democratización económica.

Pero la naturaleza profundamente antidemocrática del neoliberalismo debería seguramente ser el principal centro de la lucha política. Instituciones con enorme influencia, como ser la Reserva Federal de EE.UU., están fuera de cualquier control democrático. Internacionalmente, la falta de una responsabilización elemental, para no hablar de control democrático, sobre instituciones como el FMI, la OMC, y el Banco Mundial, para no hablar del gran poder privado de las instituciones financieras, convierten en una burla cualquier preocupación verosímil por la democratización. Volver a presentar exigencias de gobierno democrático e igualdad y justicia económica, política y cultural no es sugerir algún retorno a un pasado dorado ya que los significados tienen que ser reinventados en cada instancia para encarar condiciones y potencialidades contemporáneas. El significado de la democracia en la Atenas de la antigüedad tiene poco que ver con los significados que le tenemos que conferir en la actualidad en circunstancias tan diversas como las prevalecientes en Sao Paulo, Johannesburgo, Shangai, Manila, San Francisco, Leeds, Estocolmo, y Lagos. Pero a través de todo el globo, de China, Brasil, Argentina, Taiwán, y Corea a Sudáfrica, Irán, India, y Egipto, y más allá de las naciones en apuros de Europa oriental hasta los centros del capitalismo contemporáneo, grupos y movimientos sociales se unen a reformas que expresan valores democráticos. Es un punto esencial de muchas de las luchas que emergen actualmente.

Mientras mejor reconozcan los movimientos más claramente opositores que su objetivo central tiene que ser enfrentar el poder de clase que ha sido tan efectivamente restaurado bajo la neoliberalización, mejor será la probabilidad de que tengan coherencia. Arrancar la máscara neoliberal y denunciar su retórica seductiva, utilizada tan apropiadamente para justificar y legitimar la restauración de ese poder, tendrá un papel importante en las luchas contemporáneas. A los neoliberales les costó muchos años establecer y realizar su marcha por las instituciones del capitalismo contemporáneo. La lucha que viene no será menor cuando presionamos en la dirección opuesta.

Notas

1. Vea el sitio en la Red: http://www.montpelerin.org/mpsabout.cfm.

2. G. W. Bush, “Securing Freedom’s Triumph,” New York Times, 11 de septiembre de 2002, p. A33. The National Security Strategy of the United State of America can be found on the Web site http://www.whitehouse.gov nsc/nss. See also G. W. Bush, “President Addresses the Nation in Prime Time Press Conference,” 13 de abril,

2004, http://www.whitehouse.gov/news/releases/2004/0420040413-20.html.

3. Matthew Arnold es citado en Robin Williams, Culture and Society, 1780-1850 (London: Chatto and Windus, 1958), 118.

4. Antonia Juhasz, “Ambitions of Empire: The Bush Administration Economic Plan for Iraq (and Beyond),” Left Turn Magazine 12 (February/March 2004): 27-32.

5. Thomas Crampton, “Iraqi Official Urges Caution on Imposing Free Market,” New York Times, 14 de octubre de 2003, p. C5.

6. Juan Gabriel Valdez, Pinochet’s Economists: The Chicago School in Chile (New York: Cambridge University Press, 1995).

7. Philip Armstrong, Andre Glynn, and John Harrison, Capitalism since World War II: The Making and Breaking of the Long Boom (Oxford, UK: Basil Blackwell, 1991).

8. Gerard Dumenil and Dominique Levy, “Neoliberal Dynamics: A New Phase?” (Manuscript, 2004), 4. Vea también: Task Force on Inequality and American Democracy, American Democracy in an Age of Rising Inequality (Washington, DC: American Political Science Association, 2004), 3.

9. Daniel Yergin and Joseph Stanislaw, The Commanding Heights: The Battle between Government and Marketplace That Is Remaking the Modern World (New York: Simon & Schuster, 1998).

10. Thomas Byrne Edsall, The New Politics of Inequality (New York: Norton, 1984); Jamie Court, Corporateering: How Corporate Power Steals Your Personal Freedom (New York: Tarcher Putnam, 2003); y Thomas Frank, What’s the Matter with Kansas: How Conservatives Won the Heart of America (New York, Metropolitan Books, 2004).

11. William K. Tabb, The Long Default: New York City and the Urban Fiscal Crisis (New York, Monthly Review Press, 1982); y Roger E. Alcaly and David Mermelstein, The Fiscal Crisis of American Cities (New York, Vintage, 1977).

12. Joseph Stiglitz, Globalization and Its Discontents (New York: Norton, 2002).

13. David Harvey, The New Imperialism (Oxford, Oxford University Press, 2003).

14. World Commission on the Social Dimension of Globalization, A Fair Globalization: Creating Opportunities for All (Geneva, Switzerland: International Labor Office, 2004).

15. Harvey, The New Imperialism, chap. 4.

16. Arundhati Roy, Power Politics (Cambridge, MA: South End Press, 2001).

17. Peter Dicken, Global Shift: Reshaping the Global Economic Map in the 21st Century, 4th ed. (New York: Guilford, 2003), chap. 13.

18. Robert Wade and Frank Veneroso, “The Asian Crisis: The High Debt Model versus the Wall Street- Treasury-IMF Complex,” New Left Review 228 (1998): 3-23.

19. Roy, Power Politics.

20. Barry K. Gills, ed., Globalization and the Politics of Resistance (New York: Palgrave, 2001); Ton Mertes, ed., A Movement of Movements (London: Verso, 2004); Walden Bello, Deglobalization: Ideas for a New World Economy (London: Zed Books, 2002); Ponna Wignaraja, ed., New Social Movements in the South: Empowering the People (London: Zed Books, 1993); and Jeremy Brecher, Tim Costello, and Brendan Smith, Globalization from Below: The Power of Solidarity (Cambridge, MA: South End Press, 2000).

21. Mertes, A Movement of Movements; and Walden Bello, Deglobalization: Ideas for a New World Economy (London, Zed Books, 2002).

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David Harvey es profesor distinguido en el Centro de Postgrado de la Universidad de la City University of New York. Es autor de varios libros, entre ellos: “A Brief History of Neoliberalism,” “ The New Imperialism,” “Spaces of Hope,” “ The Limits to Capital,” y “The Condition of Postmodernity.”

Economía, relaciones sociales y cultura en el capitalismo actual. Entrevista a Richard Sennett…

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Entrevista a R. Sennett por C. del Olmo

En su último libro publicado en España, El respeto, habla usted abundantemente de su vida: del compromiso político de sus padres, de su infancia en un bloque de viviendas sociales en Chicago… ¿Contribuye de algún modo esa herencia a explicar la orientación o el enfoque de su trabajo teórico?

Mi padre y mi tío, que eran anarquistas, lucharon en la Guerra Civil española con el POUM, y su relación con España estuvo bastante circunscrita a Cataluña, y a Barcelona en particular. Cuando volvieron a Estados Unidos se encontraron con que allí a nadie le importaba la diferencia entre estalinistas, anarquistas y trotskistas y fueron catalogados, simplemente, como izquierdistas. De ahí parte la larga relación que tiene mi familia con España. Tras la muerte de Franco me quedé asombrado al ver que la mayor parte de los españoles de mi generación que conocía porque estaban exiliados en Nueva York, se convertían de pronto en alcaldes de ciudades como Barcelona. Uno de ellos, Narcís Serra, llegó a ser Ministro de Defensa.

Me sorprendió mucho aquella brusca evolución. En cuanto a la relación de mi historia personal con mis libros, lo cierto es que si incluí en El respeto todo este material autobiográfico no fue para intentar explicar de dónde proceden mis teorías o, al menos, no fue exactamente por eso. Pero, ya que estaba escribiendo sobre el respeto, esa relación tan básica para el buen funcionamiento de la sociedad, para el estado de bienestar y los pobres, pensé que sería más ilustrativo describirlo recurriendo a mi propia infancia que limitarme a teorizar. El respeto forma parte de una trilogía cuyo primer libro es La corrosión del carácter y que se completa con un ensayo que aparecerá próximamente en España: La cultura del nuevo capitalismo. Estos tres volúmenes forman una especie de ciclo en el que describo qué es el nuevo capitalismo centrando mi atención en el trabajo en el caso de La corrosión del carácter, en el estado de bienestar en El respeto y en la cultura en el que libro que está a punto de salir.

Resulta habitual que en los estudios sociales de los últimos años se mencione un cambio económico, político y social que habría tenido lugar entre finales de los sesenta y comienzos de los setenta, un cambio que se ha conceptualizado de maneras muy diferentes: capitalismo tardío, sociedad posindustrial, paso a un sistema de producción posfordista o a un régimen de acumulación flexible… En La corrosión del carácter también usted aludía a esta transformación citando algunos fragmentos del clásico libro de Piore y Sabel The Second Industrial Divide. ¿Cree que se trata de un cambio de gran calado o de una modificación superficial?

En mi opinión, se trata de un cambio profundo y estructural: el capitalismo ha entrado en una nueva era, que no se puede describir únicamente en términos de globalización. Se ha producido una transformación profunda en las instituciones y también en las expectativas que tiene la gente acerca de la relación entre la economía política y la cultura. En esta trilogía de la que hablaba he intentado demostrar que no estamos presenciando simplemente un fenómeno pasajero. Y no creo que la izquierda haya comprendido aún el calado de esta mutación, como no ha comprendido las profundas modificaciones que la tecnología está introduciendo en el sistema capitalista ni en qué medida esta tecnología se emplea para incrementar las desigualdades y la dominación. Si no tenemos en cuenta esta transformación nos limitaremos a mirar hacia atrás y a pedir que las cosas no cambien, como esos estudiantes franceses que se están manifestando porque quieren una seguridad que ya no tienen.

No creo que ése sea un buen método para combatir este tipo de cambio. Cuando emprendí esta investigación sobre el nuevo capitalismo que me ocupa desde hace prácticamente quince años, casi todo el mundo identificaba lo que estaba ocurriendo con una nueva fase del imperialismo americano. Sin embargo, ahora vemos que los mismos cambios están teniendo lugar en China, en la India… Sería demasiado simplista decir que ya hemos visto antes lo que está ocurriendo allí. Se trata de dos países extremadamente pobres que, de pronto, han alcanzado una posición de poder muy importante y están presenciando cómo en su seno se genera una profunda contradicción entre los nuevos tipos de clase media y la gente que se está quedando rezagada. No cabe duda de que éste es un cambio estructural producido, digamos, por la economía y no el resultado intencionado de las maniobras de Estados Unidos. Son temas importantes sobre los que es preciso reflexionar.

En sus ensayos utiliza abundantemente estudios de caso, historias de vida y transcripciones de conversaciones. Además de manejarse estupendamente con el lenguaje, se aprecia claramente que tiene una especial sensibilidad para este tipo de relatos. No me ha sorprendido, pues, descubrir que también ha escrito usted tres novelas, que no están traducidas al castellano. ¿Qué le llevó a escribir narrativa?

A lo largo de mi formación como sociólogo aprendí a recabar y a utilizar historias de vida en mi investigación. Este método de estudio se basa en una teoría según la cual, para comprender el significado de los hechos políticos o económicos es preciso situarlos en un contexto temporal. Se trata de un enfoque que surge de la tradición etnográfica de la sociología británica, aunque también ha recibido influencias del psicoanálisis. Su objetivo es llegar a comprender la situación dentro de un marco narrativo amplio. En realidad, mi formación como sociólogo estuvo muy próxima a la antropología y dado que la mayor parte de mis investigaciones requerían entrevistas de hasta diez y doce horas, acabé desembocando en la narrativa de una manera muy natural. Para mí, la literatura y la sociología no son cosas tan distintas.

Por lo demás, si bien es cierto que no soy un novelista particularmente bueno, mis novelas fueron para mí una especie de extensión de mis estudios, una investigación diferente que también me servía para comprender el lugar de las cosas en el marco de períodos extensos de tiempo, lo cual resulta fundamental en unos momentos en los que el rasgo más relevante de la cultura del nuevo capitalismo es la ruptura del tiempo, su fragmentación en pequeñas porciones, de forma que, como explicaba en La corrosión del carácter, las experiencias resultan muy breves e inconexas. Este tipo de investigación etnológica, que produce un tipo de conocimiento muy específico, no tiene nada que ver con la escuela estadounidense, más orientada a los números y las estadísticas, pero tampoco con la francesa; es totalmente diferente. Aunque es cierto que la obra del sociólogo francés Pierre Bourdieu, que fue buen amigo mío y que también tuvo una formación antropológica, se basa en narraciones de este tipo. Curiosamente, en los últimos años estoy teniendo en la universidad, en Londres, bastantes alumnos franceses; tal vez están cansados de tanta teoría…

Dice usted que sociología y literatura no son cosas tan distintas… Si no me equivoco, hace algún tiempo declaró que su intención era volver a convertir la sociología en un género literario, como lo fue en el siglo xix. ¿Qué opinión le merecen las pretensiones científicas de los sociólogos? Y, una vez que aceptamos la sociología como género literario, ¿a qué tipo de verdad cree que pueden aspirar sus conocimientos?

La primera parte de la respuesta es que no hay por qué pensar que ciencia y arte son excluyentes. Las cosas se puede hacer como las hago yo o de otro modo. En realidad, siento un enorme respeto por los investigadores que trabajan con estadísticas, aunque mi método sea distinto. El trabajo que yo llevo a cabo, y que desarrollan otros muchos estudiosos con los que comparto un enfoque similar, desemboca en un tipo de conocimiento diferente que en alemán se denomina Verstehen; es una labor de reconocimiento y empatía, aunque tal vez «empatía» no sea la palabra adecuada. En cualquier caso, es la capacidad de imaginar una vida diferente de la propia. Naturalmente, este método basado en el Verstehen no es algo que yo haya inventado, procede de una tradición muy respetable en la que destacan figuras como Dilthey o Nietzsche. Los conceptos de «verdadero» y «falso» forman parte de un lenguaje propio de un mundo muy específico. En las investigaciones de este tipo, en cambio, no se trata tanto de producir verdades cuanto de conseguir un entendimiento, una comprensión que constituye también conocimiento objetivo, aunque de un tipo muy peculiar, que permite descubrir qué es lo que hace que otro ser humano sea diferente de uno mismo. Y para lograr que el lector experimente esas diferencias y comprenda ciertos aspectos concretos que están en el interior de otras personas, quien realiza el análisis debe trabajar mucho su escritura. Si yo quiero, por ejemplo, expresar qué hay de extraño en la vida de un señor que trabaja como programador informático, no puedo limitarme a explicarlo, tengo que convertirlo en una experiencia concreta que poder narrar. Si me limito a decir «estas personas son diferentes de ustedes», el lector no captará nada. Por eso le doy tanta importancia a la forma en la que escribo.

He leído que Tony Blair ha citado su libro El respeto en apoyo de su Labour’s Respect Action Plan, un paquete de medidas destinadas a solventar los problemas de convivencia ciudadana –una normativa parecida a la ordenanza cívica que tanta polémica ha desatado en Barcelona–. ¿Comparten usted y Blair el mismo concepto de respeto?

No, en absoluto. La cuestión de los problemas de convivencia que causan los excluidos y los marginales no tiene nada que ver con el tema sobre el que escribí en mi libro. Me sorprendió muchísimo enterarme de lo de Blair; supongo que la confusión se debe a la forma de leer que tienen los políticos. En realidad, mi libro habla precisamente sobre cómo los poderosos –y esto también vale para las instituciones– podrían tratar con más respeto a los que están por debajo de ellos, a los que están en sus manos.

En los últimos años parece como si el discurso acerca de la justicia social, tan común en los estudios urbanos, hubiera sido remplazado por un discurso, muy típico del Nuevo Laborismo, que habla de «sostenibilidad social» y en el que los objetivos de competitividad y cohesión social, antaño considerados contradictorios, aparecen como complementarios. ¿Cree que los gobiernos pueden realmente lograr esta meta conjunta?

No, cohesión y competitividad son conceptos que no pueden ir de la mano. Ése es el problema. En el capitalismo, al menos en su etapa actual, no puede haber conciliación entre las ganancias económicas y la cohesión social. Todo ese discurso del que hablas no es más que palabrería, es imposible producir simultáneamente más desigualdades económicas y más solidaridad. Esta cuestión cobra tintes dramáticos en países como China. Allí el capitalismo está en plena eclosión de una manera que los europeos no podemos ni imaginar. El Partido Comunista ha resultado ser un perfecto motor para llevar a cabo esta revolución capitalista. Pero este desarrollo está separando drásticamente las zonas urbanas de las rurales, violando uno de los principios fundamentales del comunismo chino y provocando una terrible pérdida de cohesión y un conflicto dramático del que sólo se está beneficiando un tercio de la población, mientras las barreras que separan a este grupo de los dos tercios restantes se vuelven cada día más infranqueables. Últimamente están empezando a producirse revueltas en las zonas rurales y se está forjando todo un discurso sobre las desigualdades que el Partido Comunista Chino no está preparado para asumir. Este asunto constituye, por cierto, un buen ejemplo de las razones por las que debemos evitar dirigir la mirada únicamente a Estados Unidos, o hablar sólo del capitalismo anglosajón. Pero volviendo a tu pregunta, creo firmemente que no es realista afirmar que puede haber crecimiento económico y un incremento de la cohesión social al mismo tiempo. Tal vez fuera posible hace un siglo, pero ahora no.

Hace un par de años, Ray Pahl, uno de los padres de los estudios urbanos actuales, autor del clásico Whose city?, declaraba que los investigadores llevaban años culpando a la ciudad de ciertos aspectos de la vida social que tenían bastante más que ver con política fiscal, por ejemplo, y afirmaba que lo que deberían hacer era, precisamente, insistir en la relativa insignificancia de las pautas y procesos específicamente urbanos. ¿Está de acuerdo con esta opinión de Pahl?

Pahl es un buen amigo mío. En mi opinión, lo que quiere decir con estas palabras es que no se puede tomar un fenómeno como el capitalismo flexible, por ejemplo, y tratar de intervenir a pequeña escala, a escala urbana. Si no se cambian, por ejemplo, las normas que rigen las operaciones de los bancos, quien se limite a dirigir la mirada a la sucursal bancaria de su pueblo sólo conseguirá un impacto mínimo. De todas formas, la afirmación de Pahl es realmente rotunda… Yo creo que los cambios económicos y sociales que he estudiado han tenido un efecto claro de homogeneización en las ciudades. Hoy en día, lugares tan dispares como Londres, Nueva York, Madrid, Shanghai o incluso Bombay, resultan enormemente parecidos, lo cual no deja de asombrarme. La principal razón de esta homogeneización es que el entorno urbano es el territorio ideal para que pueda operar este nuevo capitalismo, por tanto, todas las personas y los servicios irrelevantes para esta dinámica económica son expulsados del centro de las ciudades, que queda reservado para turistas y burgueses, con el inevitable componente de exclusión social que ello conlleva.

En sus libros, especialmente en La corrosión del carácter, explica cómo la gente que se siente de un modo u otro amenazada por esta fragilización de las relaciones sociales que conllevan las nuevas condiciones flexibles del trabajo y la economía, tiende a desplazarse a posiciones políticas de derechas. ¿Qué es lo que motiva este giro político?

Me alegro de que hayas tocado este tema, porque es algo que tengo muy presente en estos últimos tiempos. Me intriga sobremanera saber por qué el primer impulso de la gente en momentos de cambio como el actual es desplazarse a posiciones de derechas. Para comprenderlo, hay que tener en cuenta que generalmente se trata de una derecha particular, tipo Vicente Fox, por ejemplo, o tipo Berlusconi, muy marcada por el individualismo, que viene a decir a la gente: «Tú también puedes alcanzar el éxito. El problema son esos pesados de la izquierda que se interponen en tu camino». Es un discurso que apela a una mentalidad de derechas individualista, desligada, en apariencia, de los intereses de los grandes grupos de poder. La única razón que se me ocurre para explicar este fenómeno es que el nuevo capitalismo pone el énfasis en la responsabilidad de cada persona frente a su propio destino, antes que en la responsabilidad colectiva, y este tipo de movimientos de derechas también refuerzan esa responsabilidad personal: le dicen a la gente que también ellos son importantes como individuos, que no son simplemente parte de la gran masa, aunque las circunstancias les hayan impedido demostrar de lo que son capaces.

En la India, por ejemplo, resulta muy interesante observar cómo las personas que más sufren los efectos de este nuevo capitalismo están siendo atraídas en gran medida por este tipo de ideología derechista que les dice: «Sí, vosotros también merecéis tener vuestra oportunidad». De modo que no es un fenómeno únicamente occidental. Y la cuestión es saber por qué los movimientos de izquierdas no conectan con estos sentimientos. Esta es la gran pregunta que la izquierda debe abordar porque, en estos momentos, lo único que parece transmitir a la gente es desesperanza. En el Reino Unido, por ejemplo, los movimientos organizados de izquierdas están totalmente anquilosados y en Francia, la izquierda se ha ganado la etiqueta de auténtico movimiento conservador, con sus reivindicaciones de estabilidad.

Tal vez simplemente tengamos que esperar unos años para que la situación evolucione; al fin y al cabo, estas tendencias actuales sólo tienen diez o quince años de vida. Puede que lo único que haga falta sea un cambio generacional para conectar mejor con la gente, que la solución radique simplemente en librarse de los líderes de mi generación que hay en los sindicatos y los partidos de izquierdas. No conozco bien la situación en España, pero no me cabe duda de que en países como Francia o el Reino Unido la vieja izquierda no tiene ninguna idea sobre qué hacer. Por ejemplo, me parece imprescindible reinventar los sindicatos de forma que apoyen a la gente que vive inmersa en esta economía flexible y va cambiando de un trabajo a otro; deberían reconvertirse en una especie de combinación de agrupación comunitaria y servicio de empleo, así podrían aportar a las personas algo de continuidad y estabilidad a pesar de las interrupciones y las rupturas que implica el nuevo capitalismo.

En cierta ocasión hablé sobre este tema en un congreso sindical en el Reino Unido, y me asombró oír las respuestas que me dieron: «No podemos hacer eso, perderíamos nuestra identidad. Somos un sindicato que sólo representa a los trabajadores de un ramo determinado, y si uno de ellos cambia de ramo, dejamos de representarlo. Además, lo que nos importa es preservar el salario de nuestros trabajadores, no buscarles empleo». Me parece una actitud absolutamente tradicional: sólo te protegen si ya tienes trabajo. Mi esperanza es que, a medida que se vaya muriendo la gente de mi generación puedan desarrollarse estos nuevos sindicatos que defiendo…

En El respeto utiliza su experiencia como violonchelista para explicar cómo una base de técnica, disciplina y «saber hacer» es necesaria para poder disfrutar de la libertad –en este caso, de un vibrato–. Imagino que es una metáfora válida para todos los ámbitos, desde la práctica artística hasta la vida cotidiana. ¿Cree que la disciplina es un valor en desuso que debiera ser rescatado?

Sí, estoy firmemente convencido. Ahora bien, cuando hablo de disciplina no me refiero al término en el mismo sentido que Foucault y sus seguidores, no es algo impuesto desde arriba. Para mí, la palabra «disciplina» es una especie de símbolo que representa la fuerza psicológica que ha de tener la gente para sobrevivir en este capitalismo tan lleno de injusticias. También me refiero a este concepto con la palabra «oficio» [craft], en el sentido de los oficios artesanos, algo que es necesario dominar. ¿Nunca has tenido la sensación de que tienes la capacidad de realizar una tarea determinada, y de que quieres hacerla bien aunque el sistema económico no te vaya a compensar por ello? Eso quiere decir que crees en ti misma, que te respetas, y eso te proporciona energía. En cambio, si te conviertes en una especie de criatura del momento, en alguien que aborda cualquier tarea aunque sólo tenga un conocimiento superficial de ella, estás perdida. De modo que esta idea de reconstrucción de uno mismo a través de una disciplina u oficio, es crucial. Porque este nuevo capitalismo resulta ser un sistema muy destructivo tanto en el plano social como en el psicológico, dañino de una forma en que no lo era el capitalismo clásico. Y si queremos soportarlo tenemos que empezar por construirnos una personalidad fuerte para enfrentarnos a él.

Obras de Richard Sennett.

Vida urbana e identidad personal, Barcelona, Península, 1975

El declive del hombre público, Barcelona, Península, 1978

La autoridad, Madrid, Alianza, 1982

Carne y piedra: el cuerpo y la ciudad en la civilización occidental, Madrid, Alianza, 1997

La corrosión del carácter: las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, Barcelona, Anagrama, 2000

El respeto: sobre la dignidad del hombre en un mundo de desigualdad, Barcelona, Anagrama, 2003

La cultura del nuevo capitalismo, Barcelona, Anagrama, 2009

MINERVA 02. Revista del Circulo Bellas Artes
Traducción Xohana Bastida Calvo
http://www.ddooss.org

Written by Eduardo Aquevedo

28 marzo, 2010 at 16:14

Chile carece de estrategia de crecimiento. Entrevista a M. Porter

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Entrevista a Michael Porter

A pocos días de la visita a Chile del "gurú" del management, se publicó esta entrevista en la que el emprendedor Daniel Daccarett le hizo una de las preguntas.

Michael Porter: "Chile se ha demorado en crear las bases para la competitividad a nivel microeconómico" * A cuatro días de su visita a Chile, Michael Porter, el gurú del management, entrega algunas de las claves sobre los temas que tratará en su seminario ante cerca de 1.000 ejecutivos. Además, es entrevistado por emprendedores nacionales. Llegará en un jet privado y sólo estará un día en Chile. Pero la expectación es mucha. Cerca de mil ejecutivos esperan la visita del gurú del management Michael Porter, quien dictará el seminario "Cómo Chile debe prepararse para competir en época de cambios mundiales" el próximo jueves 29 de mayo en Espacio Riesco, organizado por la Universidad del Desarrollo y Capital. En 1979, este profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard creó su famoso modelo de cinco fuerzas que determinan el éxito o fracaso de una empresa. Un análisis que, casi 30 años después, sigue marcando pauta al interior de las grandes compañías. A pocos días de su llegada, Porter accedió a responder a "El Mercurio" algunas preguntas desde Estados Unidos.

-¿Cómo ve la situación de la economía norteamericana? ¿Seguirá cayendo o podemos esperar una recuperación pronto? "La economía norteamericana está en un período de bajo crecimiento económico y persiste la incertidumbre respecto a la amplitud de las pérdidas producto de los créditos inmobiliarios". "Cualquiera sea el caso, la economía se reestructurará rápidamente y no debería haber una desaceleración muy larga". "A más corto plazo, es posible esperar mejoramiento en la eficiencia energética y las tasas de ahorro a que están sometidos hoy las compañías y los consumidores, pero los problemas del sistema de educación requerirán mucho más tiempo para ajustarse. Al mismos tiempo, veremos un nuevo impulso de las empresas norteamericanas para moverse agresivamente en los mercados externos, alimentados por la caída del dólar".

-¿Cuáles son los principales riesgos que los hombres de negocios deben considerar para sobrevivir en este período de turbulencias? "Las empresas deben seguir adaptándose a la economía globalizada en la cual la productividad manda. Esto requiere una constante reestructuración, outsourcing e innovación". "Las compañías han sido lentas en reconocer la presión del aumento de precio de los commodities y otros factores de producción distintos de la mano de obra, y deben estar mejor preparadas para enfrentar un mundo de escasez en el futuro".

-¿Qué otras recomendaciones podría dar a Chile para navegar en medio de la incertidumbre del escenario mundial? "Chile ha hecho un buen trabajo en su política macroeconómica. Chile es una economía abierta con fuerte competencia y correctos incentivos de mercado en muchas áreas. Donde Chile se ha demorado ha sido en crear las bases para la competitividad a nivel microeconómico. Esto requiere la combinación de políticas gubernamentales y una reforma de los procesos que surja desde la raíz e involucre la colaboración pública y privada. Chile necesita pasar a un nuevo capítulo en el cual las compañías, la tecnología, la innovación, la educación, servicios, clusters y las comunidades locales tomen el liderazgo. La política macroeconómica a nivel nacional ha hecho su trabajo, pero ya no es suficiente para seguir avanzando".

DOS EMPRENDEDORES CHILENOS PREGUNTAN: Emilio Deik, empresario dueño de Azurian: -Recientemente el IMD lanzó su reporte 2008. Chile se mantiene en el puesto 26 entre 55 países, pero sus números son peores y está en la mitad de la lista. ¿Qué tipo de políticas públicas sugiere para dar un salto y dejar atrás esta "mediocridad"? "Chile sigue siendo una historia de éxito en América Latina, pero su tasa de progreso ha caído considerablemente. Esto no es un signo de fracaso, sino una señal de que el modelo de crecimiento del pasado es cada vez menos efectivo para lograr resultados satisfactorios". "Otros países de América Latina como Colombia han empezado a ser más dinámicos y Chile no está progresando tan rápido como otros países líderes de otras regiones del mundo. La productividad chilena crece lento. Chile sigue sufriendo de políticas públicas sobre el mercado del trabajo que impiden la formación de nuevos negocios y la productividad, una débil educación pública y falta de innovación. En un esfuerzo por crear una sociedad más justa, Chile está en peligro de confundir la distribución de la riqueza, con la creación de condiciones para que esta riqueza llegue a todos los ciudadanos".

Daniel Daccarett, gerente general de Globe: -Cómo puede Chile sacar ventaja del boom de los commodities y usar estos recursos para hacer un real cambio en términos de innovación y emprendimiento, considerando nuestro tamaño, población, niveles de educación… ¿Debemos insistir en seguir desarrollando los recursos naturales donde tenemos ventajas competitivas o deberíamos cambiar el enfoque?

"Los commodities van a seguir siendo una parte importante de la economía chilena por muchos años, pero Chile no ha encontrado el camino de construir verdaderos clusters en las industrias vinculadas a estos recursos ni tampoco las vías para alimentar el emprendimiento en nuevos campos. Hay algunos ejemplos estimulantes, por ejemplo en el cultivo de pescados, pero esto necesita ser fortalecido y convertido en un modelo para otros sectores de la economía chilena. La fuerza de trabajo chilena no está lo suficientemente educada para impulsar estas nuevas industrias. Chile debe hacer un upgrade con sus industrias de commodities convirtiéndolas en clusters, y al mismo tiempo mejorar la política medioambiental para la diversificación económica".

Diario El Mercurio. 25 de mayo 2008

Written by Eduardo Aquevedo

28 marzo, 2010 at 15:48

El consumidor chileno: sus características en el nuevo capitalismo criollo…

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Más viajero, gozador, tecnológico y motorizado. Así es el nuevo habitante promedio, según lo revela la más potente encuesta de hábitos de consumo que se hace en el país y que abarcó a más de 10.000 personas. Nos referimos al estudio que cada diez años realiza el INE para redefinir la canasta del IPC. Capital accedió al informe y lo desmenuzó con expertos, publicistas y altos ejecutivos del retail.
Por Sandra Burgos y Cristián Rivas.

No sólo de pan viven los chilenos… aunque sigamos siendo uno de los principales países consumidores de ese producto. Sí, porque estamos más sofisticados, porque hemos incorporado mayor confort a nuestras vidas e ingresado de lleno al mundo de la tecnología, donde aparatos como el iPod, los celulares y las cámaras digitales, pasan a ser elementos fundamentales no sólo para sobrevivir, sino también para llevar un buen vivir en la jungla moderna.

En diez años, nuestros ingresos promedio han subido en todos los estratos económicos, lo cual ha impulsado un cambio elocuente en el comportamiento de consumo que ha obligado a muchas empresas a reformular su aproximación a los clientes, para adaptarse a este ritmo donde, además de la mayor sofisticación de algunos segmentos, se da una incorporación al mundo del consumo de nuevos grupos, para los cuales los bienes que hace 10 años eran “suntuarios” hoy pasan a ser gastos fijos.

Estas son algunas de las conclusiones que contiene la VI Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) que cada 10 años elabora el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y a la cual tuvo acceso Capital. Dicho estudio, el más profundo que se realiza en el país, mide con precisión quirúrgica los cambios en los hábitos de consumo de los chilenos, aportando cifras que no sólo se convierten en la base para la canasta del IPC, sino en una fuente de información valiosísima para las empresas.

Si bien su fin es estadístico, esta medición es una de las más esperadas, ya que arroja datos cruciales sobre cómo han evolucionado nuestros hábitos de consumo en una década. La última medición fue la de 1997, dando forma a la canasta del IPC que será sustituida en diciembre. La nueva encuesta ya fue aplicada y sus resultados serán procesados en los próximos meses por distintas autoridades, a fin de definir la nueva canasta de productos –y sus ponderaciones– que se usará para medir la inflación.

Si bien el estudio está aún en ejecución, el trabajo de campo está listo y sus resultados son sorprendentes. Y si no lo cree, le contamos que, por primera vez en la historia de este instrumento, la alimentación dejó de ser el ítem más importante en las pautas de consumo de los hogares, para dar paso al transporte y las comunicaciones. El abanico de productos no sólo es más heterogéneo, sino que también los bienes clásicos pierden peso relativo. Así, por ejemplo, la última medición reveló una ostensible baja de productos como el pan y la entrada en escena de servicios y bienes cada vez más masivos como Internet, el gimnasio y los reproductores de audio digital.

Más allá del comportamiento de cada producto en particular, los expertos concuerdan en que esta encuesta deja en evidencia que estamos adquiriendo por primera vez una conducta muy parecida a la de un país desarrollado, porque estamos dejando de ser conservadores y básicos en nuestros gastos; porque nos importa estar conectados con el mundo y porque nos hemos vuelto más informados y exigentes.

Cifras en mano, acudimos al Círculo de Marketing de Icare para analizarlas con Alberto Sobredo, Fernando del Solar, Abel Bouchon, Frederic Chaveyriat y Agustín Solari, quienes coincidieron en que en el mundo de las empresas ya se están percibiendo estos cambios y esbozaron las estrategias para hacerse cargo del fenómeno.

Con traje de país desarrollado

Desde 1956 el Instituto Nacional de Estadísticas viene haciendo encuestas para medir los hábitos de consumo, lapso que permite constatar que, si bien hay diferencias abismales en el tipo de bienes y servicios, muchas necesidades siguen siendo de similar naturaleza. En efecto. Si a mediados del siglo pasado las necesidades de desplazamiento se satisfacían haciendo viajes en tranvía (que en ese entonces tenía la mayor ponderación del gasto), en la última medición es el automóvil uno de los productos con mayor participación en el gasto.

Pero no hagamos el ejercicio fácil de retroceder cinco décadas para obtener datos sorprendentes. El efecto también se puede lograr mirando las tres últimas encuestas del INE (en 1987, 1997 y 2007). En ellas, por ejemplo, se ve un quiebre histórico del esquema del gasto, que lleva a esta sociedad a contar con un perfil muy similar al de un país desarrollado.

Las cifras son evidentes. El INE explica que en la década 1978-1987 el gasto en Alimentación era notoriamente el más importante en las pautas de consumo de los hogares del Gran Santiago (32,9%), llegando a representar junto a Transporte y Vivienda el 65,3% del gasto total. Los otros servicios básicos, como Salud y Educación, representaban bajas ponderaciones, situación concordante con el perfil de gasto de un país en vías de desarrollo incipiente.

La encuesta de 1996-1997 ya comenzó a mostrar una caída drástica de 6,6 puntos en la participación de la Alimentación, a lo que se sumaron bajas menores en Vivienda (-1,5) y Transporte y Comunicaciones (-1,3). También en esa medición ya se observaban aumentos en Salud (1,5), Educación (2,1), Vestuario (0,6) y Recreación (1,5). Algo concordante con que “esa fue una década de crecimiento económico acelerado, sobre el 7% anual”, según señala Jorge Carvajal, economista del INE.

Fernando del Solar

Sin embargo, los cambios radicales que permiten concluir que hemos dado un salto cualitativo se consolidaron de manera categórica con la última encuesta, 2006-2007, en que el gasto de las familias en Transporte y Comunicaciones registra el mayor crecimiento proporcional entre todos los grupos (6,6%), acercándose a las pautas de países desarrollados. De hecho, ese rubro pasa a ocupar el primer lugar del gasto, superando a Alimentos y Bebidas, que ocuparon la primera ubicación en todas las encuestas anteriores.

Pero la nueva cara del consumidor chileno no se reduce a ese cambio. También se observa un aumento relevante en Otros Bienes y Servicios (4,2%), grupo que contiene la mayor parte de los productos de última tecnología.

Como explica Fernando del Solar, presidente ejecutivo de Nestlé: “no es que en estos últimos años hayamos dejado de comer. El asunto es que nuestros ingresos han crecido, lo que nos permite consumir otro tipo de productos. Eso sí, hay que estar atentos a lo que sucederá este año, porque el alza en el precio de los alimentos podría cambiar fuertemente el nivel de consumo y elevar su ponderación respecto a la canasta”.

El director de empresas Alberto Sobredo, ex CEO de Unilever para América latina, comenta que estos cambios se explican por el acelerado incremento del gasto en las dos últimas décadas, lo cual refleja el crecimiento económico del país, el aumento en los ingresos reales, la disminución de los niveles de pobreza y la incorporación de las mujeres y los jóvenes a la fuerza aboral. “En el ‘90 la pobreza era 38,6%; en 1997 staba en el 22% y en 2006 llegó a 13,7%. Aquí se nota un incremento en los ingresos o sólo de la clase más rica, sino también segmentos como el E y el D subieron sus niveles. Aquí se palpa una aspiracionalidad de ese grupo, que se expresa en otros consumos, porque hoy el retail ha permitido que la ropa se democratice”, sostiene.

Del Solar agrega que ello demuestra que el aumento de los ingresos está más allá de la inflación. “El gran driver de desarrollo en los últimos años fue el crecimiento de los grupos D y E, que casi todos habíamos abandonado o no estaban en nuestro foco. Ahora te encuentras que esa gente es más culta de lo que crees y por lo tanto hay que trabajar con ellos, porque el aumento del consumo en el mundo hoy está dado por arriba y por abajo… Es impresionante la capacidad de negocios que se da ahí”.

Lo que era suntuario ya no lo es

Abel Bouchon

Las cifras revelan que poco a poco más chilenos están comenzando a tener comportamientos más cercanos a un país desarrollado, destinando más presupuesto a bienes que antes eran suntuarios… Eso, a todo nivel. Porque así como los segmentos altos compran vehículos de mayor lujo (el año pasado se vendieron 159 Porsche y los autos con precios superiores a $15 millones fueron el 8% de las ventas de 2007), las clases media y emergentes están accediendo en forma más fácil a modelos aspiracionales, gracias al crédito.

Abel Bouchon, gerente comercial de pasajeros de Lan, explica que la mayor incidencia del transporte en nuestro consumo se explica por tres factores. El primero es la gran variedad de autos, que genera una mayor segmentación que permite llegar a los niveles más bajos con autos más baratos. Lo segundo es el incremento vial, ya que a su juicio hoy el auto sirve para muchas cosas más, de modo que el consumidor tiene un beneficio oculto en el incremento de las carreteras e infraestructuras que es inmenso. Y en tercer lugar hay “otra cosa que hace crecer el peso de este indicador y es el aumento de los costos, incidido por el valor del combustible. El año 1997 el barril de WTI estaba a 17 dólares, el año 2007 tuvo un récord de 102 dólares y ahora llegó a los 118 dólares. Entonces, independiente de que casi todos los vehículos están siendo más eficientes desde el punto de vista del consumo, igual el cliente debe pagar un costo más alto… y eso también está incidiendo en el índice”.

Pendrive, Internet, celulares…

Son productos que hace 10 años o no existían o estaban muy vinculados a un exclusivo segmento de la sociedad. Hoy ya no es así. Los chilenos estamos gozando de los avances tecnológicos como nunca antes. Los tratados de libre comercio, la caída del dólar, los mayores ingresos y el desarrollo del retail nos llevan a poner los ojos en este tipo de productos, que se están comiendo un trozo cada día más grande de nuestra torta de ingresos.

Hoy son muchas las familias que tienen una cámara digital, que pueden acceder gracias al crédito a computadores más baratos y con más prestaciones. Esto ha generado un efecto dominó, ya que si hay computadores lo lógico es que exista más Internet y ojalá cada vez más ancho de banda, que a su vez transforman al computador en un sustituto del cine o del video club.

Esto no es menor a la luz de lo que pasa en Estados Unidos. Según cifras del mes pasado, un americano consume más horas de Internet que de televisión.

Artículo correspondiente al número 227, revista Capital, Chile.

Written by Eduardo Aquevedo

28 marzo, 2010 at 10:48

Sobre la dominación masculina…

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IRAN-JAMENEIII En su libro La dominación masculina, Pierre Bourdieu plantea que la división sexual representa formas de diferenciación entre mujeres y hombres que van más allá de las condiciones físicas o fisiológicas entre ellos. La división sexual nos remite a establecer diferencias entre mujeres y hombres en su forma de ser y en su forma de construir el mundo, desde sus modos de vestir, de hablar, y de actuar, así como desde las maneras de sentir y de pensar los significados o los valores que circulan y se comparten en la sociedad. Según Bourdieu, la división sexual es un principio básico de la violencia simbólica en la estructura social y de lo que considera es la dominación masculina.

La dominación masculina presupone que las actividades y actitudes tanto de mujeres como de hombres, están marcadamente diferenciadas por su género. Tal principio de diferenciación sexual es adoptado y reproducido desde la base de lo familiar, mediante disposiciones que se hacen pasar como naturales, al ser incorporadas y programadas en el juego simbólico del lenguaje, del sentido común, o de lo dado por descontado. Con este respecto, el Estado, la iglesia o la escuela, son instituciones que se configuran simbólicamente, según Bourdieu, para perpetuar y reafirmar ese principio de diferenciación sexual que se reproduce desde el nicho familiar.

La interpretación que Bourdieu hace de la división sexual presupone la asignación de roles preestablecidos a mujeres y hombres, asignación que predetermina y concreta las formas de vida y las concepciones de mundo en la sociedad. El enfoque bourdieuano es relevante porque señala a la dominación masculina como una forma de violencia simbólica que se caracteriza por hacer legítima la desigualdad entre ellos. Desde dicho enfoque, el principio de diferenciación sexual representa un principio de construcción de orden histórico/social, es decir, un princpio de violencia simbólica, en el cual la mujer no tiene una participación directa en las maneras de organización y transformación de la sociedad, ya que la dominación masculina confabula un mundo social construido por y para el hombre: construcción que procura formas de autorreclusión y autocensura tanto del pensamiento de la mujer, como del sentimiento de lo femenino.

Partiendo de este enfoque, la violencia simbólica de la dominación masculina representa también la forma de mantener y consolidar el orden social, en el que coexiste el sometimiento y la subordinación femenina de manera simultánea. Por ello es común pensar, como lo señala Bourdieu, que las actividades del hombre deben estar relacionadas con el trabajo y con el sustento de la familia, esto es, con las tomas de decisión y con las virtudes de ser honrado, respetado o admirado, según el status social adquirido. Por su parte, la dominación masculina impone que las actividades de la mujer presuponen relacionarse con la crianza de los hijos y con la organización de la vida doméstica, es decir, con la sumisión ante las decisiones tomadas por el hombre y con las virtudes de ser sincera, fiel, emotiva o sentimental. Bourdieu no duda en indicar que la dominación masculina es una construcción social que implica la permanencia de las formas de opresión difundidas por la división sexual, mismas que son reproducidas a partir de esquemas de percepción incorporados tanto en mujeres como en hombres. Esto implica que, al construir los significados de su realidad inmediata –significados vinculados implícitamente con el principio de diferenciación entre los sexos-, mujeres y hombres juegan las reglas del juego de la violencia simbólica, lo que es decir que son susceptibles de reproducir los principios de dominación masculina de manera inadvertida y cotidiana.

El enfoque sociológico que Bourdieu expone es primordial para comprender las formas de resistencia social ante la opresión y marginalidad que infunde la dominación masculina. Desde esta perspectiva, las tendencias feministas emprenden una lucha política que se enfrenta a una realidad social que las involucra históricamente: su lucha contra la violencia simbólica es una lucha que se realiza a partir de la construcción de los significados que ordenan a la sociedad. Pero ello no significa que no exista posibilidad de resistencia social y de creación simbólica, ya que los feminismos son susceptibles a emprender un trabajo invisible de transformación del mundo, un trabajo que puede estar caracterizado por no reproducir los esquemas de dominación incorporados. Este trabajo implica una doble faceta capaz de establecer una ruptura creativa con los significados que fijan las identidades, que definen los géneros sexuales y que organizan la historia de la sociedad. Desde la perspectiva sociológica que Bourdieu plantea, este trabajo silencioso es capaz de promover una deshistorización de los principios de diferenciación social relacionados con la división sexual y con la dominación masculina.

Escrito por Naxos para Inmanencia

http://pierre-bourdieu.blogspot.com/2006/02/sobre-la-dominacin-masculina.html

Written by Eduardo Aquevedo

28 marzo, 2010 at 0:43

Escuela de Franfurt: el último capítulo del marxismo filosófico

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Adorno, Horkheimer, Benjamin, Marcuse, Habermas son apellidos centrales del pensamiento del siglo XX ligados a la Teoría Crítica y rescatados por "La Escuela de Fráncfort", una monumental biografía intelectual colectiva, recién editada en castellano. Beatriz Sarlo analiza la obra de ese grupo excepcional, que exploró la dialéctica, el marxismo y el freudismo. Luis Ignacio García escribe sobre la influencia en el país.

Por: Beatriz Sarlo

THURINGEN, 1923. Participantes de una semana de estudios marxistas y parte del entorno del Instituto para la Investigación Social. Entre ellos, Georg Luckacs (arriba, el 4° de la derecha) y Felix Weil (arriba, el 2° de la izquierda).

Inútil buscar una definición sintética de la Escuela de Fráncfort. Existieron diferencias (no siempre las mismas ni en el mismo momento) entre sus integrantes más ilustres como Theodor W. Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse. Cada uno de ellos exploró a su manera y con distintos acentos la dialéctica, el marxismo y el freudismo. Algunos hicieron sus contribuciones más profundas en la estética y otros, en lo social. Finalmente, un nombre icónico, como el de Walter Benjamin, no perteneció realmente al Instituto que fue la base administrativa de la Escuela; y la teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas no es una consecuencia inevitable del pensamiento de sus mentores de juventud.

Sin embargo, casi todos creemos saber de qué se habla cuando se menciona a la Escuela de Fráncfort y la Teoría Crítica. Versiones difundidas en el sentido común culto fusionan las posiciones de Adorno sobre estética y su intervención decisiva en el campo de la música moderna, la mirada detallista e innovadora de Benjamin sobre la cultura urbana y material, la gran suma filosófico-histórica de Horkheimer y Adorno sobre la razón ilustrada, las exploraciones de Marcuse sobre la subjetividad en el capitalismo. Ellos, los francfortianos, discutieron largamente mientras mantenían una identidad que, pese a los conflictos, es rara en otros grupos. Son un mosaico, pero los unía una tarea común que hoy ya podemos definir (sin olvidar, por supuesto, el proyecto de Sartre) como el último gran capítulo de la dialéctica, el último capítulo posible del marxismo filosófico.

La Escuela de Fráncfort, de Rolf Wiggershaus, publicado en alemán en 1986 y ahora editado en castellano, es una historia de este grupo excepcional.

Los comienzos

En 1940, murió, después de años de parálisis física e inhabilidad mental, el primer director del Instituto para la Investigación Social que se fundó en 1924 con dinero aportado por Felix Weil, hijo de un exportador de cereales que se había enriquecido en la Argentina. Los tres años y medio que lo dirigió Carl Grünberg son un comienzo. Las autoridades universitarias alemanas miraban con desconfianza a ese Instituto financiado por un joven mecenas marxista, que promovía un programa marxista de investigaciones y repartía sus becas entre estudiantes también marxistas, muchos de ellos militantes del Partido Comunista.

Providencialmente, la enfermedad de Grünberg hizo posible un nuevo comienzo. Cuando, en 1930, dejó la dirección del Instituto, el nombramiento de un casi desconocido Max Horkheimer fue una decisión administrativa que contenía en su centro el futuro institucional de la Teoría Crítica. Los anales del Instituto pasaron a llamarse Zeitschrift für Sozialforschung, nombre que se volvió clásico. En su conferencia inaugural, Horkheimer establecía un delicado equilibrio entre el programa francamente marxista de su antecesor (suscripto por el mecenas Weil) y una fórmula que pudiera sonar aceptable en el medio universitario alemán que, aunque singularmente avanzado en Fráncfort, de todos modos no habría tolerado por mucho tiempo un programa de investigación exclusivamente centrado sobre el marxismo.

Así, Horkheimer se refiere a la filosofía clásica alemana, a la idea de totalidad en Hegel y extrae de allí la fundación metodológica y teórica de un proyecto que investigara las relaciones de economía, sociedad y cultura.

Como queda ampliamente probado por Rolf Wiggershaus, la llegada de Horkheimer fue inesperada, estratégicamente astuta y finalmente providencial. Con todo detallismo, Wiggershaus cita las cartas, las instrucciones y las observaciones ministeriales que armaron el tinglado en el cual pareció prudente aprovechar la enfermedad de Grünberg para imprimir un giro.

En la extensa lista de nombres que protagonizan o son figuras secundarias de este primer capítulo, Wiggershaus ofrece pruebas de una recurrencia: son muchos los judíos (conservadores o liberales, pero siempre ilustrados y de sentimientos profundamente alemanes, es decir, judíos integrados), burgueses urbanos, grandes comerciantes o industriales con inclinaciones a la acción pública prestigiosa y el mecenazgo de las artes y las ciencias.

Aunque Wiggershaus no lo subraya especialmente, es significativa esta tipología porque, frente a ella, las persecuciones del nazismo, que sucederían muy pocos años después, no se vuelven incomprensibles para quienes las desataron, pero sí, en gran medida, para quienes las padecieron en esta franja que no estaba habituada ni a la segregación ni al desprecio.

Personalidades

Después del "relato de comienzos", se pasa a las biografías tempranas de los principales integrantes del grupo: desde las novelas escritas por Horkheimer en su juventud a la formación judaica y psicoanalítica de Erich Fromm, que se plantea el cruce teórico entre la teoría de los instintos y la teoría de clases, y termina fijando en el Instituto la primera sede universitaria del psicoanálisis en Alemania.

Estas detalladas e interesantes "vidas francfortianas", de todos modos, interrumpen el curso de una historia. Arman un friso biográfico, donde no es posible detenerse en lo que quizás hubieran sido algunos paralelos significativos (Horkheimer como una especie de Engels joven y judío, por ejemplo, poniendo de manifiesto, por si hiciera falta una vez más, la pertenencia de los judíos al suelo de la cultura alemana, y también las insospechadas supervivencias de romanticismo social en sus obras juveniles). Quizás, el intercalado de las vidas en curso de formación intelectual no haya sido la mejor estrategia expositiva, aunque cada vida tomada en sí misma es interesante como una miniatura. Otra estrategia de exposición habría partido de los grandes teóricos leídos por casi todos, como Lukacs o Korsch o Weber, para delinear un trayecto común a la época.

Sin embargo, aunque las biografías juveniles interrumpan la historia de los primeros años del Instituto, abren una perspectiva desde la que se comprueba que allí se reunieron tendencias que estaban un poco por todas partes en la izquierda marxista alemana intelectual y juvenil, que se consolidaron porque el Instituto les dio una adscripción académica y el dinero que la universidad de Fráncfort no habría invertido.

El capítulo donde transcurren estos primeros años lleva el nombre significativo pero intrigante de "El ocaso" (Dämmerung, que la edición en inglés traduce, menos herméticamente, por "Amanecer", tal como lo permite la palabra alemana). El título es el de un libro de Horkheimer, publicado en 1934, donde Wiggershaus encuentra la prueba de que tenía ya el programa de una filosofía futura y de una "teoría científica de la sociedad". Ese programa atravesó más de tres décadas, como convicción, como promesa, como horizonte discutido por la propia Teoría Crítica. José Sazbón, gran especialista argentino desparecido hace dos años, sintetizó el conflicto finalmente generado por la idea de totalidad que los lineamientos de Horkheimer compartían con Lukacs. Sazbón concluye que el hegelianismo totalizante del programa de Horkheimer se "dislocará" en las vías recorridas por muchos francfortianos: el psicoanálisis, la antropología, la crítica nietzscheana.

Las historias intelectuales que incluye Wiggershaus en este primer capítulo son una demostración de que, desde el comienzo, la teoría crítica era mucho más y mucho menos de lo que prometía. Lo muestra el itinerario, en los años veinte, de Theodor Adorno, que hace un pasaje breve y frustrante por el Instituto, se va a Berlín donde tiene una relación fundamental con Benjamin y regresa para trabajar con Paul Tillich y establecerse en ese marco institucional, aunque desconfiando o recusando la idea de una totalidad inalcanzable en la filosofía contemporánea.

Pero un verdadero ocaso, no simplemente el de la idea hegeliana de totalidad, amenazaba a los jóvenes de Fráncfort. El mismo día en que Hitler fue nombrado canciller del Reich, las SA (tropas de choque de camisas pardas) se apoderaron de la casa de Horkheimer. Comenzó el exilio que llevó a los francfortianos a Estados Unidos. Adorno, siempre siguiendo un camino diferido o diferente, intentó una carrera en Oxford, donde se lo ubicó, para su humillación, en el lugar del estudiante de doctorado. Wiggershaus cita largamente la correspondencia de 1934 entre Adorno y Horkheimer: "Usted (le escribe Horkheimer) si no ha cambiado mucho, es una de las pocas personas de las cuales el Instituto y la especial tarea teórica que busca cumplir tienen algo que esperar en el plano intelectual".

Aunque la afirmación fuera, en ese momento, injusta con Erich Fromm, todo acontece en el relato de Wiggershaus como si Horkheimer conociera el borrador del futuro o como si algunos rasgos personales de Adorno alcanzaran para explicarlo. "Fijaciones" o celos, desconfianza hacia otros intelectuales como Kracauer, disidencias pequeñas pero significativas que terminaron en separaciones, como con Erich Fromm. Ambos, Adorno y Horkheimer, sentían en cambio una rara atracción por Benjamin, precisamente el que no llegó nunca al exilio.

Wiggershaus deja dos cosas en claro. La primera, más indiscutible por menos teleológica, es que tanto Horkheimer como Adorno estaban fascinados con Benjamin, y se lo comunicaban mutuamente en varias cartas de 1936, aunque quizá nunca pensaron que pudiera integrarse del todo a la empresa común, por la persistencia en Benjamin en "conceptos teológicos" insertados en una filosofía donde tampoco terminaba de reconocerse la dialéctica. La segunda, que era casi inevitable que Adorno y Horkheimer terminaran trabajando juntos en la Dialéctica de la Ilustración, como si el nazismo, los desencuentros del año 34, en que uno ya estaba en Nueva York y el otro todavía tentado en seguir una carrera como crítico musical en Alemania, hubieran sido detalles de una historia empírica que nunca llegaron a poner en peligro esa obra esencial. Sin embargo, Wiggershaus también muestra que Horkheimer, siempre tajante en sus intervenciones como organizador, vaciló entre una colaboración filosófica de gran alcance con Adorno y el camino multidisciplinario inscripto en el programa fundador nunca abandonado, incluso cuando el Instituto regresó a su primera sede alemana después de la guerra.

Diálogos en el exilio

Durante el período norteamericano, esa vía multidisciplinaria hizo posible la alianza con Paul Lazarsfeld, trazando un desvío más académico y empirista. Eran, sin embargo, hombres de texturas intelectuales muy diferentes: Lazarsfeld, cuando en 1938 Adorno se sumó al proyecto de investigación sobre la radio y sus efectos, le estampó el estereotipo del "profesor alemán que, no obstante, dice una cantidad de cosas interesantes". Por esta misma extrañeza de origen y formación, Horkheimer se ve obligado a explicar varias veces por qué la Zeitschrift für Sozialforschung siguió siendo publicada en alemán hasta 1939, evitando las traducciones siempre peligrosas (por su tendencia a las "simplificaciones y popularizaciones"), y también porque en ese momento era la única revista independiente publicada en esa lengua. Precisamente en su último número en alemán, se publicó un artículo de alto impacto de Horkheimer: "Los judíos y Europa".

Es característico del relato de Wiggershaus recorrer cuántos caminos laterales aparezcan. El proyecto inconcluso de Benjamin sobre París, capital del siglo XIX es abordado en una pequeña monografía intercalada en uno de los capítulos dedicados al Instituto en Estados Unidos. Con excelentes fuentes documentales sigue el tortuoso itinerario del intercambio entre Adorno y Benjamin, y las objeciones de Horkheimer, que son menos significativas. Sin duda, el intercambio entre Adorno y Benjamin es un punto muy alto de debate y colaboración, de desacuerdo, reconocimiento y también ceguera, pero surge el legítimo interrogante de si también lo fue en la historia del Instituto, donde Benjamin no aparece nunca como una figura central, sino como aquel intelectual magnético que atrae a algunos de sus miembros.

Otro ejemplo de excelente análisis intercalado es el de Filosofía de la nueva música; Wiggershaus rastrea las razones del extraordinario impacto y la "felicidad intelectual" que el texto de Adorno le produjo a Horkheimer. Esas páginas, como las dedicadas a Benjamin, son también intermezzi felices dentro del tono predominante de análisis de relaciones intelectuales e institucionales. La tercera inserción monográfica de estas características es dedicada a la génesis y discusión de Dialéctica de la Ilustración, esa obra magna que se convierte en una clave de bóveda del proyecto, recoge líneas inconclusas del pensamiento benjaminiano y le da una centralidad a Horkheimer y Adorno, desplazando hacia otros espacios, de manera definitiva o por bastantes años, a Fromm, Pollock y Marcuse.

El libro de Wiggershaus es una historia de la línea central y de múltiples caminos laterales. Cada una de las ocasiones en que Adorno disiente con Horkheimer (por ejemplo acerca del ensayo de Marcuse sobre el carácter afirmativo de la cultura, para mencionar sólo un caso), prueba que el mismo término de Escuela es poco apropiado. Parece mejor, referirse al Instituto, ya que esta denominación administrativa y académica no establece los mismos compromisos de unidad que estuvo siempre amenazada por las desavenencias filosóficas de un grupo que se diferencia a medida que pasa el tiempo.

Pero las disensiones no fueron solamente teóricas o metodológicas. Sobre todo en los Estados Unidos, en los difíciles años de fines de los treinta y comienzos de los cuarenta, cuando llegan definitivamente todos los emigrados, valen también los conflictos por la escasez de fondos; los manejos financieros de Horkheimer que, secretamente, se reserva una parte importante de los de la Fundación que había financiado al Instituto en Alemania; su tenacidad para presentar proyectos que intersectaran aquello que los financiadores académicos americanos y también del American Jewish Committee podían aceptar y lo que la gente del Instituto podía y se interesaba en hacer. Horkheimer, por otra parte, incitaba a los miembros con quienes simpatizaba menos a buscar sus medios de vida en otras agencias, especialmente en las del Estado norteamericano, como en los casos de Marcuse y Pollock.

El proyecto sobre antisemitismo fue el último gran proyecto diseñado en los Estados Unidos. En el comité consultivo de la investigación se alinearon celebridades no sólo originadas en el Instituto sino también grandes nombres como Margaret Mead o Robert Merton. Wiggershaus, al compilar esos nombres, pone en evidencia que, originarios de Fráncfort, sólo quedaban Adorno y Horkheimer, además de Leo Löwenthal. En las infinitas maniobras que exigió la aceptación del proyecto queda de manifiesto no sólo la destreza administrativa de Horkheimer sino también la inserción lograda en el exilio.

El regreso

Llega, justo en ese momento, el fin de la guerra. Quienes, como Marcuse, trabajaban en agencias de los Estados Unidos especializadas en los problemas del conflicto, se quedaron sin trabajo y Horkheimer les hizo saber que no les estaban esperando sus antiguos puestos, aunque el futuro de la Zeitschrift ocupara a Marcuse tanto como a él y a Adorno. En la nueva situación, la revista podía recuperar un espacio público europeo que estuvo clausurado durante el nazismo. Europa, visitada en esos años de posguerra, puede que "esté condenada por la historia", pero "el hecho de que todavía existe pertenece también a la imagen histórica y abriga la débil esperanza de que algo de lo humano sobreviva" (escribía Adorno a Horkheimer en 1949).

Muchos de los exiliados regresaron. En este punto del relato de Wiggershaus podría hacerse un señalamiento. Su historia es increíblemente detallada en lo que concierne a la génesis de obras y proyectos; los desplazamientos internos del grupo por afinidades filosóficas y personales; y las infinitas tácticas ensayadas frente a las instituciones norteamericanas en los planos financiero y académico. Una dimensión se extraña en toda esta prodigiosa reconstrucción: la del campo del exilio en su conjunto y la del impacto en estos europeos pura cepa de la sociedad americana en la que se insertaron. En este punto, el relato, que sigue todos los desvíos necesarios, no se propone la reconstrucción de una escena más amplia. Digamos que no es suficientemente materialista en lo que concierne al paisaje urbano, cultural y social en el que los exiliados vivieron y que había provocado en ellos el famoso reflejo del "espléndido aislamiento".

Esa ausencia de atmósfera no ocurre, en cambio, en el comienzo del sexto capítulo, el del regreso definitivo a Fráncfort. El choque es violento porque los hombres del Instituto habían emigrado de una Alemania donde la cultura producida por judíos e influida por ellos era esencial. La nación dividida a la que regresaban les presenta sólo el vacío donde esa cultura había vivido enérgicamente.

Fráncfort los recibió en triunfo. Sin embargo, para refundar el Instituto, era necesario conseguir los fondos. Para convencer no a inexistentes mecenas judíos sino a la burocracia estatal, Horkheimer argumenta casi con las mismas palabras de su programa inicial: unir la tradición filosófica y social alemana con las investigaciones empíricas, sólo que, en esta ocasión acaecida veinte años después, sumando los aportes metodológicos de la sociología norteamericana (con la que Adorno ya no tendrá más nada que ver). En 1951 se reabre el Instituto. Pero sus miembros van y vienen. En 1952, Adorno vuelve a Estados Unidos, en un viaje que le resulta más duro que el exilio. Marcuse, que desea regresar a Fráncfort y estrechar una colaboración con Horkheimer, una vez más, fracasa. Pero en 1955 él publica Eros y civilización, el libro que Wiggershaus llama con justicia la Dialéctica de la Ilustración de Marcuse.

Fue la consagración intelectual y pública de los fundadores. Pero también la aparición de nuevos personajes, como Jürgen Habermas, nacido en 1929 cuando se estaba fundando el Instituto, y que elegía escribir en los diarios sobre autores por los que Adorno sentía lejanía y hostilidad. Habermas recuerda el impacto de su primera reunión con Adorno: lo escuchó como si estuvieran hablándole Marx o Freud, los grandes de la cultura alemana en el pasado. Prevaleció la continuidad y, en 1965, Habermas obtuvo la cátedra que había sido de Horkheimer.

La doble imagen que se le ocurre a Habermas (la de una envergadura pretérita aunque presente) es también la que ilustra el final del libro de Wiggershaus. Los jóvenes de los sesenta encontraron una referencia en Fráncfort y, sobre todo, en las fórmulas que sintetizaban su proyecto marxista y dialéctico original. Pero quienes habían escrito y hecho posible ese proyecto estaban cada vez más lejos de ese nuevo mundo insurreccional y culturalmente revulsivo. Quizá la única excepción fuera Marcuse, que miraba intensamente esa sociedad capitalista tardía mientras Adorno, alejado, coronaba su obra filosófica y estética.

Wiggershaus reconstruye, con testimonios muy próximos a los hechos, el año 1967, donde Adorno va de un malentendido a otro en reuniones y conferencias con los estudiantes radicalizados. El relato deja ver perfectamente la naturaleza cultural, ideológica y generacional de una comunicación casi imposible: ni a Adorno le interesa la reforma de la universidad (que fue la bandera con la que comenzaron muchas de las revueltas juveniles de esos años), ni los estudiantes están en condiciones de seguirlo en el proyecto más duro, más difícil, con que el filósofo está terminando su vida. Malentendidos diferentes, pero igualmente insalvables, separaron a los estudiantes de Marcuse, que fue recibido por ellos como una voz de la revolución para escuchar que, en vez de darles un lugar de primera fila en ese futuro, les dice que no son ellos, los estudiantes, los principales protagonistas.

Este final, melancólico pero inevitable en esta gran biografía intelectual colectiva, tiene una vibración personal y el lector adivina en Rolf Wiggershaus (nacido en 1944) un testigo muy próximo de los avatares con los que compone su historia de la génesis y realización de la Teoría Crítica, de la revista y el Instituto. Toda ella provocaba a construir un libro al que es difícil llamar simplemente extenso. Es, al mismo tiempo, agotador e imprescindible. Wiggershaus ha sido implacable en la recopilación de fuentes documentales inéditas y en la revisión de las ya conocidas; se mueve en un terreno que le es familiar desde su doctorado con Habermas, pero no da nada por descontado: revisa todo y no se permite una elipsis en el relato; no da respiro, porque es un investigador que tampoco se lo permite. La escuela de Fráncfort es un atlas, una guía exhaustiva, un repertorio bibliográfico completo y una enciclopedia razonada.

http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/03/27/_-02167570.htm

Written by Eduardo Aquevedo

28 marzo, 2010 at 0:33

Chile: los 10 principales grupos económicos…

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El retail emerge con todo. Modelos de negocios de calidad mundial. Los esfuerzos para llegar a ser global. Búsqueda de la eficiencia. Un sector financiero sofisticado. Estas son algunas de las conclusiones que se extraen del ranking sobre los grupos empresariales más relevantes de Chile.

Una radiografía que revela el estado del emprendimiento en el país (pero no sólo del emprendimiento). También habla de la nueva configuración de la estructura y niveles de internacionalización y transnacionalización del empresariado chileno, y de su gravitación en el escenario latinoamericano. Este estudio realizado por Qué Pasa puede carecer de rigor en varios aspectos, especialmente en lo que concierne el vínculo real de cada grupo con los conglomerados transnacionales de origen estadounidense o europeo, pero sin duda indica tendencias de fondo sobre las dimensiones y características de la nueva clase dominante chilena. Es la razón por la que nos parece útil su publicación en este espacio. E. Aquevedo

1. Grupo Luksic

Fundado por Andrónico Luksic en los ’50, entre ’70 y ’73 se expandieron a Argentina, Colombia y Brasil. En 1996 se reestructuró el grupo: Quiñenco controlarías inversiones financieras e industriales y Antofagasta PLC mantendría el control sobre la minería y los ferrocarriles. Actualmente controlan Minera Los Pelambres, el quinto yacimiento de cobre a nivel mundial. En 2001 toman el control del Banco de Chile y en 2008 se fusiona con el Citibank Chile. El grupo está dividido en tres grandes áreas, cada una a cargo de los hermanos Luksic: la parte financiera (encabezada por Andrónico), la industrial (a cargo de Guillermo) y la actividad minera (dirigida por Jean Paul).Patrimonio del grupo: Se estima en US$11.260 millones (66% en Antofagasta Minerals y el 83% de la propiedad de Quiñenco S.A.)

Empresa más grande: Minera Los Pelambres (aporta los mayores ingresos).

Autodefinición: Agresivos como emprendedores

Inversiones proyectadas al 2010: Antofagasta Minerals (US$ 3.500 millones); Quiñenco (US$ 600 millones); Quiñenco (dispone de US$300 millones para la ejecución de futuros negocios).

Internacionalización: Quiñenco posee ek 15% de sus activos en Brasil, Perú, Colombia y Argentina. Antofagasta Minerals estudia el proyecto de factibilidad de Reko Diq, en Pakistán.

Principal proyecto actualmente en ejecución: El proyecto de cobre y oro Esperanza (US$ 1.900 millones); venta de la unidad de cables de Madeco a Nexans (US$ 448 millones); concreción del proyecto de fusión entre Banco de Chile y Citibank.

Empresas en las que participan (% de la propiedad): Banco de Chile (61,4% en asociación con Citibank); CCU (66,1% en asociación con Heineken); Telefónica del Sur (74,4%); Madeco (45,2%); Minera El Tesoro (100%); Minera Michilla (74,2%); Minera Los Pelambres (60%); Tethyan Copper Company (50%); Aguas Antofagasta (100%); Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia (100%).

2. Grupo Falabella

En 1889, el fundador Salvatore Falabella abre la primera gran sastrería de Santiago. En 1937, Alberto Solari se une a la compañía y en 1958 se convierte en una tienda por departamentos. En 1980 se introduce la tarjeta de crédito CMR. En 1990 ingresan al desarrollo de Shopping Centers, a través de Mall Plaza Vespucio. En 1993 se abre la primera tienda en Argentina y en 1995 Falabella ingresa al mercado peruano. En 1996 abren en la Bolsa de Valores. En 1997 se logra un acuerdo de joint venture con Home Depot para desarrollar el negocio de tiendas para el mejoramiento del hogar. En 2001 se adquiere la participación que tenía Home Depot y se crea Home Store. En 2002 inauguración del primer Tottus en Perú. En 2003 la compañía se fusiona con Sodimac. En 2004 se adquiere la cadena de supermercados San Francisco y en 2006 ingresa al mercado colombiano de tiendas por departamentos.

Patrimonio del grupo: se estima en US$ 10.200 millones (88% en la propiedad de Falabella SACI, cuya capitalización bursátil es de US$ 11.600 millones al 31 de diciembre de 2007).

Empresa mas grande: Falabella, Sodimac y CMR.

Autodefinición: Conservadores y audaces.

Inversiones proyectadas al 2011: US$ 2.800 millones (principal proyecto en ejecución).

Internacionalización: Filiales en Argentina, Perú y Colombia.

Empresas en las que participan: Falabella, Sodimac, Tottus/San Francisco, CMR, Banco Falabella, Falabella Pro (seguros)

Viajes Falabella, Mall Plaza.

3. Grupo Angelini

Fundado por Anacleto Angelini, una vez llegado a Chile en 1948, formó la constructora Franchini y Angelini. Poco a poco, Angelini empezó a invertir en plantaciones en Mulchén. El gran salto vino en 1986, cuando tomó el control y efectuó la operación de salvataje económico de la Compañía de Petróleos de Chile S.A., hoy Empresas Copec, la cual hoy tiene la mayor valorización bursátil de Chile. En 1994 se crea Metrogas y, dos años más tarde, Arauco se expande a Argentina. El 2005 llega a Brasil.

Patrimonio del grupo: estimado en US$9.169 millones.

Empresa mas grande: Arauco – Celulosa Arauco y Constitución.

Inversiones proyectadas al 2010: En el período 1986-2007, el grupo suma inversiones por US$ 11.000 millones. Para 2008, considerando empresas filiales y coligadas, se estiman inversiones de US$ 1.000 millones.

Internacionalización: Argentina, Brasil y Uruguay. Cuenta con oficinas comerciales en Colombia, Holanda, Alemania, Japón, México, Perú y Estados Unidos.

Principales proyectos actualmente en ejecución: Junto a los Von Appen se realizan exploraciones de carbón en la Isla Riesco; llegada del GNL a Chile, proyecto que involucra más de US$ 1.000 millones; la coligada eléctrica Guacolda está construyendo dos nuevas plantas en la bahía de Huasco; planta de combustibles en Pureo, Región de Los Lagos; Arauco, para planta Nueva Aldea, construcción de sistema de conducción y descarga de efluentes al mar; Metrogas y Aguas Andina suscribieron contrato para utilizar biogás originado en planta de tratamiento de aguas servidas, para gas de ciudad.

Empresas en las que participan (porcentaje de propiedad): AntarChile S.A. controla a Empresas Copec (60,82%), que representa aproximadamente el 90% de los activos de la compañía. A través de ella participa en Celulosa Arauco y Constitución (99,9%), Forestal Arauco (99,9%), Arauco Internacional (99,9%), Aserraderos Arauco (99%) y Paneles Arauco (99%); Copec (99,9%), Sonacol (52,7%), Abastible (99%) y Metrogas (39,8%); Pesquera Iquique-Guanaye (Igemar) (81,9%) participa en South Pacific Korp, y junto a la coligada Empresa Pesquera Eperva controla Corpesca (77%); También participa en la propiedad de Empresa Pesquera Eperva, Astilleros Arica, Sigma, Servicios Corporativos SerCor, Celulosa Arauco y Constitución y Colbún (9,56%); Otras inversiones: Empresa eléctrica Guacolda (25%), Minera Can-Can (100%) y Minera Isla Riesco (50%); Inversiones Siemel: sus activos los componen inversiones financieras y participaciones en empresas del rubro asegurador. Actualmente controla Compañía de Seguros de Vida Cruz del Sur (99,9%), Cruz del Sur Administradora General de Fondos (100%) y Administradora de Mutuos Hipotecario Cruz del Sur (100%). Además, tiene inversiones en inmobiliarias, agroindustriales y servicios, en Agrícola Siemel (99,9%), Valle Grande (67%), Woodtech S.A. (51%), Sigma y Servicios Corporativos SerCor.

4. Grupo Paulmann

Cencosud es uno de los principales operadores de centros comerciales del país. Participa en todas las áreas relacionadas al retail: supermercados (Jumbo y Santa Isabel), mejoramiento del hogar (Easy), tiendas por departamentos (Paris), banco (Banco Paris), agencia de viajes, gastronómica, de entretenimiento e inmobiliaria.

Patrimonio del Grupo: estimado en US$ 5.300 millones.

Empresa mas grande: División Supermercados.

Autodefinición: Audaces.

Inversiones proyectadas al 2010: US$ 1.200 millones.

Internacionalización: Argentina (Jumbo, Disco y Vea, Easy, Blaisten, Shopping Centers), Brasil (GBarbosa), Colombia (Easy), Perú (Wong, Metro, EcoAlmacenes).

Principal proyecto actualmente en ejecución: Costanera Center.

Empresas en las que participan (porcentaje de propiedad): Supermercados Jumbo, Santa Isabel, Disco y Vea, Gbarbosa, Wong, Metro, EcoAlmacenes, todos con un 100% de propiedad, con excepción de Disco (62%); Multitienda Paris (100%); Shopping Centers con un 100% de propiedad; Retail Financiero (Viajes Paris, Seguros Paris y Banco Paris, Tarjetas Más Jumbo, Más Easy y Más Paris, Círculo Más) con un 100% de propiedad; Homecenters (Easy en Chile y Argentina con 100% y Colombia con un 70%, Blaisten en Argentina con 100%); Aventura Center (100%).

5. Grupo Ibañez

En Estados Unidos Manuel Ibáñez conoció los supermercados. Tras volver a Chile, desarrolló e implementó en la década del 50 el primer local de autoservicio en calle Estado N° 42. Los resultados fueron mejores de lo esperado, así que Ibáñez apostó por el primer supermercado: Almac Supermarkets. Al cabo de unos años, operaban 32 Almac en Chile. En plena crisis de los 80, los Ibáñez desarrollaron el formato Ekono. Nicolás Ibáñez había visto el concepto en uno de sus viajes a EE.UU. Años más tarde, Nicolás Ibáñez creó otros formatos para el mercado y surgió el proyecto D&S(Distribución y Servicio).

Patrimonio del grupo: se estima en US$ 2.143 millones.

Empresa mas grande: Distribución y Servicio D&S S.A.

Autodefinición: Audaces (puesta en marcha de nuevos formatos, publicidad basada en una ejecutiva de la compañía, desarrollo del negocio financiero a través de Presto, etc.) y conservadores (se desarrolla básicamente en el negocio de retail).

Inversiones proyectadas al 2010: US$ 700 millones.

Internacionalización: A través de Alvi, tiene participación en la empresa peruana Mayorsa, que actúa en el rubro de supermercados mayoristas.

Principal proyecto actualmente en ejecución: Internacionalización del grupo.

Empresas en las que participan: Distribución y Servicio D&S S.A. En Alvi, supermercados mayoristas, donde D&S es socio minoritario.

6. Grupo Matte

El origen del grupo Matte se remonta a los años 50, cuando Eliodoro Matte Ossa se incorpora gradualmente a la propiedad de la "Papelera" (actual Empresas CMPC), comprando acciones que más tarde lo convertirían en su principal accionista. En los 90, el grupo ingresará a la propiedad de Colbún, inicialmente en sociedad con la belga Tractebel (actual Suez) y luego como su accionista principal al fusionar la compañía con sus activos eléctricos, de propiedad de Hidroeléctrica Guardia Vieja S.A. y Cenelca S.A. También incursionará en telecomunicaciones al obtener, junto con sus socios en Almendral (ex Chilquinta), el control de Entel en dos oportunidades.

Patrimonio del grupo: se estima en US$ 10.000 millones.

Empresa mas grande: Empresas CMPC.

Autodefinición: Grupo de larga trayectoria en Chile, con posiciones consolidadas en algunas de las áreas productivas más importantes del país.

Inversiones proyectadas al 2010: CMPC (US$ 100 millones); Colbún (US$ 700 millones en planta termoeléctrica Coronel).

Internacionalización: Empresas CMPC está presente en Chile, México, Colombia, Uruguay, Argentina y Perú.

Empresas en las que participan (porcentaje de propiedad): Empresas CMPC S.A. (56%); Minera Valparaíso S.A. (78%); Colbún S.A. (49%); Almendral S.A. (32%); Bicecorp S.A. (97%); Banco BICE (100% Bicecorp); BICE Vida Compañía de Seguros S.A. (100% Bicecorp); Compañía Industrial El Volcán S.A. (38%); Puerto de Lirquén S.A. (70%).

7. Grupo Yarur

Patrimonio del grupo: se estima en US$ 1.900 millones.

Empresa que aporta la mayor cantidad de ingresos: Banco BCI.

Autodefinición: Conservadores en lo financiero, con una alta cuota de innovación en productos y servicios.

Inversiones proyectadas al 2010: Aproximadamente US$ 200 millones, básicamente en el sector financiero y retail.

Principal proyecto actualmente en ejecución: El crecimiento de BCI y la cadena de farmacias Salcobrand.

Empresas en las que participan (porcentaje de propiedad): Bci y filiales (55%); Bci Seguros Generales (99%); Bci Seguros de Vida (100%); Salcobrand (100%); Parque del Sendero (60%); Inversiones Belén (100%) (Viña Morandé, Viña Vistamar, Viña Fray León, gastronomía); Empresas Lourdes (100%); Agromorandé (90%); Faenadora de Carnes Ñuble (33%).

8. Grupo Claro

Año de fundacion del grupo: 1986.

Patrimonio del grupo: se estima en US$ 1.210 millones.

Empresa mas grande: CSAV.

Internacionalización: Principalmente en el área de navieras.

Empresas en las que participan (porcentaje de propiedad): Elecmetal (50%) participa, entre otras, en las siguientes sociedades: Cristalerías Chile (52,14%), que a su vez participa con un 20% de VTR GlobalCom S.A., en Envases CMF (50%) y en Viña Santa Rita; Ciecsa, que a su vez participa en Megavisión (99,9%), Diario Financiero (99,50% de la propiedad de la sociedad Ediciones Chiloé S.A., dueña del 74,73% de Ediciones Financieras S.A.) y revista Capital; ME Global; Fundición Talleres (100%); Compañía Sudamericana de Vapores (48%) participa, entre otras sociedades, en: Companhia Libra de Navegaçao, Montemar Marítima S.A., Norasia Lines Ltd., Norasia China Ltd., Agencias Aéreas y Marítimas S.A. (SAAM) que a su vez participa en: San Antonio Terminal Internacional S.A., San Vicente Terminal Internacional S.A. y Iquique Terminal Internacional S.A.

9. Grupo Ponce

Patrimonio: se calcula en US$ 4.300 millones.

Empresa mas grande: SQM S.A.

Autodefinición: SQM basa su estrategia de negocios en el desarrollo y fortalecimiento de sus ventajas competitivas de largo plazo. Entre ellas están el acceso a recursos naturales únicos y extensos, la red de distribución mundial, los activos operacionales y el conocimiento de sus procesos productivos y desarrollos tecnológicos, la especialización y experiencia de sus trabajadores y una situación financiera muy saludable.

Internacionalización: Plantas de fertilizantes líquidos en Egipto y Holanda; Plantas de fertilizantes NPK en Bélgica, Holanda, Emiratos Árabes Unidos, USA, México, Turquía y Perú; Plantas de derivados de yodo en Francia y USA; Planta de urea fosfato en Dubai, Emiratos Árabes Unidos; Alianza en China para producción de nitrato de potasio.

Empresas en las que participan (porcentaje de propiedad): Soquimich Comercial: 60% (Chile); Fenasa: 67% (España); SQM Indonesia: 80% (Indonesia); Ajay SQM Group: 50% (Chile, USA y Francia); Nutrisi N.V.: 50% (Bélgica); Doktor Tarsa: 50% (Turquía); Abu Dhabi Fertilizer Industries: 50% (E.A.U.); Misr Specialty Fertilizer: 49% (Egipto); SQM Thailand Corp.: 40% (Tailandia).

10. Grupo Piñera

Patrimonio: estimado en US$ 1.414 millones.

Empresa mas grande: LAN.

Internacionalización: Portafolios de inversiones.

Empresas en las que participan (porcentaje de propiedad): Axxion (100%), el principal activo de la sociedad lo constituye la inversión en LAN Airlines; además, la firma posee, a marzo de 2008, el 2,8% de Quiñenco y participaciones minoritarias en otras empresas; Sebastián Piñera también opera a través de Bancard, que invierte en la Bolsa, e Inversiones Santa Cecilia. Además, está en empresas cerradas como Chilevisión, Valle Escondido, Parque Tantauco y varios bienes raíces.

ELEMENTOS SOBRE LOS NUEVOS GRUPOS ECONOMICOS

1. Internacionalización: Modelos de negocios de clase mundial

Por años se pensó en economía que lo único que se podía exportar eran los productos. Hoy es evidente que también se pueden exportar los modelos de negocios. Es decir, se puede exportar la forma distintiva de una empresa de crearles valor a sus consumidores. Si miran con cuidado, verán que cada uno de los principales grupos empresariales chilenos tiene un modelo de negocios único, que determina una ventaja competitiva clara, lo que les asegura un crecimiento tanto dentro como fuera del país.

Estos modelos responden a la visión y a la capacidad emprendedora de sus líderes y los ejecutivos guiados por ellos. De hecho no debe sorprendernos que nuestras empresas de retail se expandan y logren espacios frente a gigantes internacionales como Wal-Mart y Carrefour. O que mientras la mayoría de las líneas aéreas pierden dinero, LAN es la principal -o una- de las principales en Latinoamérica. O que nuestras empresas forestales sean de las más importantes del globo. O que nuestras empresas mineras estén explorando en África o Asia.

2. Plataforma de empresas globalizadas

El mismo fenómeno anterior está consiguiendo lo que no se pudo lograr con MKI y MKII: Chile se transforma paulatinamente en el lugar donde se sitúan las casas matrices de empresas globalizadas (o en vías de serlo).

Solo tómese en consideración dónde están las operaciones de Antofagasta Minerals, LAN, Falabella o Cencosud, por mencionar sólo algunas.

3. El fenómeno del retail: los nuevos bancos

El modelo de negocios de los grandes retailers chilenos merece mención especial. Tomemos el caso de Falabella, que pasó del quinto lugar al segundo entre el ranking 2006 y el 2007, con una creación de valor de 40% sobre su patrimonio, y la generación de 10.000 nuevos puestos de trabajo.

¿Cómo logra hacer eso? La respuesta es simple y estamos tan acostumbrados a verla que se nos pasa de largo. Falabella y casi todas las empresas de retail del mundo ofrecen productos de buena calidad a precios razonables. Pero los retailers en Chile ofrecen algo más: crédito. Existe la tentación de pensar que esto es así en todo el mundo, pero es al revés. Esto es propio de las empresas chilenas. De hecho este modelo de negocios fue inventado por la norteamericana Sears, quien creó su tarjeta de crédito Discovery. Pero en 1970 decidió venderla al Bank of America. Poca visión. Hoy, que la competencia es muy fuerte y los márgenes escasos, el aporte del crédito es significativo en la capacidad de nuestros retailers para crear valor. Esto no es fácilmente copiable. Se requieren décadas para poner a punto un sistema que es capaz de identificar un producto de diseño en Europa, producirlo en Asia, distribuirlo en toda Latinoamérica, y -al mismo tiempo- ser capaz de darle crédito a millones de personas, muchas de las cuales no podrían acceder a ellos de otra forma. Esto es tan significativo que incluso algunos bancos están intentando copiar este sistema (¿se acuerdan de la "guerra del plasma"?).

Valga decir que los dos mayores retailers -Falabella y Cencosud- pertenecen ahora al selecto grupo de los cinco más grandes de Latinoamérica. Otro dato importante: el 26% de la suma total de los patrimonios de los mayores grupos empresariales chilenos se concentra en este sector, básicamente asociados a grandes tiendas y supermercados, con participación notable en la creación de malls, que han revolucionado no sólo la economía sino también el comportamiento del consumidor chileno. De hecho, cada uno de los dos gigantes del retail chileno crea anualmente valor por más del 30% de su patrimonio. Cada uno maneja activos superiores a los US$ 7 billones. Venden anualmente casi US$ 6 billones, en el caso de Falabella, y más de US$ 7 billones en el caso de Cencosud. Y, lo más notable en términos del crecimiento económico, es que ellos dos dan empleo a casi 150.000 trabajadores. Si agregamos a los grupos Ibáñez y Calderón, que también pertenecen al sector, sumaremos más de 200.000 trabajadores, y como el desempleo en Chile afecta a 550.000 trabajadores, si fuera posible duplicar a estos gigantes ¡el desempleo se reduciría en casi la mitad! ¿Cuál es la clave para lograrlo? Replicar a los responsables de este notable crecimiento, que son los empresarios y ejecutivos clave. Tan sólo identificando a un par de notables emprendedores entre los 16 millones de chilenos, se haría una gran contribución en términos de crecimiento económico y de empleo.

4. Sofisticación financiera

La creación de las AFP en Chile en los 80 generó un fenómeno de mucha mayor trascendencia que lo que se visualiza a primera vista. A principios de los 90 atrajeron a nuestro país a analistas financieros de clase mundial. Esa capacidad quedó aquí. Recuerden los ADR y los yankee y century bonds, palabras comunes en esa década. Esas mismas capacidades -hoy potenciadas- están presentes en todos los servicios financieros. Tanto en banca, compañías de seguros, administración de activos, AFP, créditos hipotecarios, créditos de multitiendas, etc. Esto ha permitido crear una industria sosfisticada, capaz de crear nuevos instrumentos y competir de igual a igual con la banca internacional en los mercados financieros más sofisticados del mundo.

5. ¿Qué pasa en la minería?

Es notable que dentro de los diez mayores grupos empresariales chilenos haya sólo uno que podamos clasificar como minero: el Grupo Luksic, que es también el primero en el ranking de relevancia.

¿Por qué no hay más? Tal vez se debe a que este negocio requiere no sólo de grandes capitales, sino que de capacidades especiales para entenderlo y ser exitoso en él.

6. Puedes limitar sus mercados, pero no sus ganas de emprender

Los grandes grupos empresariales chilenos se expanden. Tienen filiales en Miami, Bogotá, Quito, Lima, Buenos Aires, Hamburgo, Londres.

Detrás de esto hay dos fundamentos. El primero -y más tradicional- es justificarlo como parte de un proceso de expansión natural del negocio, debido a lo reducido del mercado nacional y lo atractivo de los nuevos mercados.

El segundo elemento -y mucho más relevante y escondido- es que el proceso de reformas microeconómicas en Chile está tan atrasado, lo que obliga a nuestros emprendedores de clase mundial a desplegar sus capacidades emprendedoras fuera del país. No olvidemos que las capacidades emprendedoras no conocen fronteras. En suma, la expansión natural del negocio se suma a las dificultades de emprender en Chile y …voilà: la capacidad emprendedora se ve obligada a buscar nuevos mercados.

7. Éramos, somos y seremos mineros, comerciantes, agricultores, banqueros y navieros

Apellidos como Cousiño, Ibáñez, Baburizza, Edwards, etc. -todos famosos en el siglo XIX- amasaron sus fortunas asociados a la minería, los servicios financieros, las grandes estancias, el comercio y las empresas navieras. Todo de clase mundial y con sede en Valparaíso, al lado de los más importantes mercados.

Hoy, básicamente, son las mismas áreas o sectores los más importantes. La diferencia es que ahora no son personas, sino que grupos empresariales, muchos formados por varias familias. Y que han pasado casi 100 años. Durante dicha centuria tratamos de "mover el país hacia el desarrollo", hacia la industria sustituidora de exportaciones y forzamos a la capacidad

emprendedora a girar hacia otros mercados e industrias donde no están nuestras grandes capacidades. De hecho solamente en los últimos 20 años hemos vuelto a nuestra senda original. En los mismos sectores en los que somos buenos desde siempre. ¿Qué habría sido de la economía chilena si hubiéramos seguido sin desviarnos del camino durante el siglo XX?

Más aún: los sectores económicos en que hoy se concentran los patrimonios de los mayores grupos empresariales son básicamente tres: comercio, energía y combustibles, y minería, alcanzando más de un 60% de la suma de patrimonios de los 24 grupos analizados. Es particularmente destacable el sector retail, que concentra a cuatro de estos grupos: tres de ellos se sitúan dentro de los primeros cinco lugares del ranking.

8. Buscando la eficiencia

La globalización ha hecho que estos grupos económicos busquen la eficiencia, simplificando el control de sus empresas. Para ello han pasado de tener muchas firmas, a sólo una o dos, de acuerdo a su necesidad. En el caso del Grupo Luksic, esta búsqueda llevó a una reorganización que le permitió a Quiñenco un mejor acceso al mercado de capitales desde que pasó a controlar todas las inversiones financieras e industriales del grupo (más de US$ 30 billones en activos). Aquellas inversiones relacionadas a la minería están bajo el control de Antofagasta Minerals.

La búsqueda de eficiencia determina la formación de grandes empresas, como en este caso.

9. Creadores de empleo

Estos grupos empresariales son importantes generadores de empleo, tanto directo como indirecto. Esto es muy importante: el empleo directo de los 24 grupos más importantes suma casi 400 mil puestos de trabajo de calidad.

10. D&S + Bci ¿por qué no?

Cada vez más nos enfrentamos a una nueva realidad en la forma en que se relacionan las distintas empresas: las fusiones. La necesidad de aprovechar sinergias y las nuevas formas de control, junto a la incansable creatividad de los emprendedores, les hace generar no sólo fusiones entre sus propias firmas sino también con aquellas con las cuales convergen. Y estas compañías con las cuales convergen no son sólo chilenas, sino también internacionales.

¿Cuáles serán los próximos en fusionarse? ¿Buscarán empresas dentro de Chile o fuera de él para mejorar su performance? ¿Puede ser D&S y Bci, por ejemplo? Hoy es un fenómeno posible ya que los negocios de ambos convergen cada vez más.

Nos mantendremos atentos tanto a su creatividad como a los movimientos en los mercados financieros que ello genera.

11. Los ausentes

Es importante mencionar que este ranking se hizo sobre la base de información pública, por lo que algunos conocidos grupos que no cotizan en Bolsa no pudieron ser incluidos. Así grupos como Von Appen, Schiess, Matetic, Agrosuper, Pathfinder, por mencionar sólo a algunos, quedaron fuera. También es importante considerar que estas empresas han logrado desarrollarse sin tener que recurrir al mercado de capitales ¿cómo serían si lo hubieran hecho? O lo que es lo mismo ¿por qué no lo han hecho?.

Tomado de Revista Qué Pasa.

http://aquevedo.wordpress.com/

Las ciencias sociales: notas sobre I. Wallerstein

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Immanuel Wallerstein es sociólogo, historiador y economista, y autor de diversos estudios de socioeconomía (ver bibliografía al final).

Abrir las ciencias sociales
Ramón E. Azócar A

image El trabajo coordinado por Immanuel Wallerstein, “Abrir las ciencias sociales”, constituye un buen esquema general para la creación de escenarios de discusión académica que nos permita entender con mayor precisión el papel que los investigadores tienen en el contexto de la modernidad, así como la posibilidad de generar nuevas teorías que profundicen las existentes y se concrete un avance, en términos de Edgar Morin, hacia la superación de obstáculos en ese inmenso mar de complejidades en que está inmerso el mundo civilizatorio.

En el “Abrir las ciencias sociales”, Informe de la Comisión Gulbenkian para la reestrucción de las ciencias sociales, intervinieron opiniones de Juma, Fox Keller, Kocka, Lecourt, Mundimbe, Mushakoji, Prigogine, Taylor y Trouillot; sus aportes no sólo muestran la evolución del conocimiento hacia ese plano de organización que hoy conocemos como ciencias sociales, sino que es un claro proyecto de actualización y fortalecimiento del camino, que al criterio de ellos, deberían tomar las investigaciones en ciencias sociales.

El informe se divide en cuatro puntos: 1.- La construcción histórica de las ciencias sociales desde el siglo XVIII hasta 1945; 2.- Los debates en las ciencias sociales de 1945 hasta el presente; 3.- El tipo de ciencia social que se requiere actualmente; y 4.- La reestructuración de las ciencias sociales como conclusión al aporte.

1.- La construcción histórica de las ciencias sociales desde el siglo XVIII hasta 1945. Todo comenzó cuando los filósofos sociales empezaron a hablar de “física social” y los pensadores europeos comenzaron a reconocer la existencia de múltiples tipos de sistemas sociales en el mundo, cuya variedad requeriría una explicación. Es en este contexto, y ante la necesidad de que una figura institucional liderara estas nuevas ideas de conocimiento, que las universidades vuelven a ocupar espacio en la sociedad como principal centro de producción del nuevo conocimiento.

Los nuevos tiempos ameritaban organizar y racionalizar el cambio social, es entonces cuando la práctica de la ciencia social busca enfocar su interés hacia una visión particular, en donde el conjunto de estructuras espaciales se convirtieron en territorios soberanos que colectivamente definían el mapa de conocimiento en el mundo.

Las ciencias sociales, en ese proceso de independencia y particularidad, que las lleva a un proceso concreto de institucionalización como disciplinas, definiendo nuevas tablas de contenido para el estudio de las realidades sociales. En el mismo momento en que las estructuras institucionales de estas ciencias sociales se instalan y delinean sus caminos de investigación, las prácticas científicos sociales, en especial después de la Segunda Guerra Mundial, empezaron a cambiar creando una brecha entre dichas prácticas y las posiciones intelectuales de los investigadores, y por otro lado, se apreció un claro deslinde de intereses entre éstos y las organizaciones formales de las ciencias sociales.

2.- Los debates en las ciencias sociales de 1945 hasta el presente. Después de 1945 varios procesos afectaron la estructura la institucionalizada ciencias sociales: a.- El cambio de la estructura política del mundo; b.- El crecimiento demográfico y de la capacidad productiva después de 1945, arropó todas las relaciones en sociedad; y c.- La expansión extraordinaria, tanto cuantitativa como geográfica, del sistema universitario en todo el mundo, lo que condujo a la multiplicación del número de científicos sociales profesionales.

Después de los eventos de la Segunda Guerra Mundial que determinaron un nuevo mundo social y positivista, la estructura institucional de las ciencias sociales requirió de una gran inversión para su consolidación. Los países triunfadores de la Guerra, encabezados por EE.UU. e Inglaterra, tomaron la batuta en las líneas de investigación que, a su juicio, eran las que requería el mundo para alcanzar el anhelado orden y progreso.

Es entonces cuando hay consecuencias puntuales que le dan a las ciencias sociales un marco metodológico ideal para encarar los estudios e investigaciones en tiempos de replanteamiento de la modernidad. Estas consecuencias se resumen en: 1.- La validez de las distinciones entre las ciencias sociales, a través de la creación de los estudios de áreas, cuya idea básica era tomar una zona geográfica grande que supuestamente tenía alguna coherencia cultural, histórica y frecuentemente lingüística, para crear en las universidades centros de investigación adaptados a la realidad de cada país o región, pero en un mapa general coherente con unidades de pensamiento pre-establecidas en el rigor de la comprobación científica; 2.- El grado en que el patrimonio heredado es parroquial, es decir, que los fenómenos sociales si bien suelen ocurrir en comunidades o localidades delimitadas, sus elementos constitutivos tienen proyección universal. Cualquier percepción en este sentido proporciona un medio ideas de comparación y traducción con otras realidades, desencadenando respuestas determinadas por la naturaleza de lo universal dominante, dejando la senda marcada de un pluralismo universal como alternativa ideas para captar la riqueza de las realidades sociales en que vivimos y hemos vivido; 3.- La realidad y la validez de la distinción entre las dos culturas. Es decir, no se puede hablar de un verdadero acercamiento entre múltiples expresiones de las dos (o tres) culturas, pero los debates han hecho surgir dudas acerca de la claridad de las distinciones y parecería que avanzamos en direcciones y parecería que avanzamos en dirección a una visión menos contradictoria de los múltiples campos conocidos. Hoy día las ciencias sociales ya no son un pariente pobre, de alguna manera desgarrado entre dos clanes polarizados de las ciencias naturales y las humanidades: más bien has pasado a ser sitio de su potencial reconciliación.

3.- El tipo de ciencia social que se requiere actualmente. Hay una interrogante que resume esta intención: ¿cuáles son las implicaciones de los múltiples debates ocurridos desde 1945 dentro de las ciencias sociales para el tipo de ciencia social que debemos construir ahora? La respuesta, siguiendo el recorrido histórico de la evolución de las ciencias sociales, nos devela que las implicaciones de los debates no son del todo consonantes con la estructura organizacional de las ciencias sociales que heredamos. De este modo, al mismo tiempo que intentamos resolver las incógnitas intelectuales, tenemos que hacerlo a nivel de su organización, la cual si no es estructurada en razón de criterios de una ética a toda prueba, podría desencadenar una gran influencia sobre el aspecto intelectual que distorsionaría cualquier programa o ruta en el cual se aspira llevar las ciencias sociales institucionalizadas.

Ahora bien, la idea de un cambio o actualización de los valores intelectuales y organizacionales de las ciencias sociales, pasa por una redefinición de categorías en cada región. La perspectiva que se presenta es de dispersión organizacional con una multiplicidad de nombres, similar a la situación que existía en la primera mitad del siglo XIX, es decir, que entre 1850 y 1945, el proceso de establecimiento de las disciplinas consistió en reducir el número de categorías en que podía dividirse las ciencias sociales.

En esta búsqueda de una reinterpretación de los valores y principios de las ciencias sociales, persisten tres problemas teórico-metodológicos centrales entorno a los cuales es necesario construir nuevos consensos heurísticos: 1.- Fortalecer la relación entre el investigador y la investigación; 2.- Reinsertar el tiempo y espacio como variables constitutivas internas, y no sólo como realidades físicas invariables dentro de las cuales existe el universo social; 3.- Superar las separaciones artificiales erigidas en el siglo XIX entre los reinos de lo político, lo económico y lo social.

¿Qué se puede concluir acerca de los pasos que podrían darse para “abrir las ciencias sociales”? Que se hace necesario generar un debate colectivo y hacer algunas sugerencias sobre los caminos por los cuales quizá se podría llegar a soluciones. Esto nos lleva al último punto del Informe:

4.- La reestructuración de las ciencias sociales como conclusión al aporte. Hay cuatro clases de procesos estructurales que los administradores de estructuras de conocimiento de las ciencias sociales deberían alentar, como vías útiles hacia la clarificación intelectual y la eventual reestructuración más completa de las ciencias sociales:

a.- La expansión de instituciones, en el marco de las universidades, para que agrupen estudiosos para trabajar en común y por un año en torno a puntos específicos urgentes; b.- El establecimiento de programas de investigación integrados dentro de las estructuras universitarias, cortando transversalmente las líneas tradicionales, con objetivos intelectuales concretos y fondos para períodos limitados; c.- Nombramiento conjunto con los profesores de las líneas de orientación que ha de llevar el debate inter-institucional acerca de la actualización de las ciencias sociales; y d.- Comprometer a los estudiantes de postgrado en el área de las ciencias sociales, a fortalecer las líneas de investigación y a crear volúmenes significativos e aportes teóricos y prácticos para la ratificación de la importancia y trascendencia del área en el ámbito de las políticas de desarrollo regionales.

Lo más importante, expresan los autores del Informe, es que los problemas subyacentes se discutan con claridad, en forma abierta, inteligente y urgente. Esta percepción entra en la visión de Miguel Martínez M. cuando expresa que el “paradigma emergente” es la “emergencia” por debatir cómo resolver asuntos e incógnitas propias de la sociedad desde una metodología que valores el lenguaje y la razón de forma sistemática y coherente.

azonaim@hotmail.com

http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/4479886.asp

ENSAYO-EXAMEN SOBRE WALLERSTEIN.

En un principio a los intelectuales se les conocía como filósofos, que meditan y reflexionaban acerca de la naturaleza y los seres humanos con base a esto recibimos como una cierta herencia la ciencia social que se definió como búsqueda de verdades.

La visión que se tenía de la ciencia era basada en un modelo newtoniano dando con esto una visión definida como teológica ya que se basa en verdades y afirmaciones que eran imposibles poner a prueba. Además de construirse también por la suposición de que existe una distinción fundamental entre los humanos y naturaleza.

“Al principio los que intentaban establecer la legitimidad y prioridad de la búsqueda científica de las leyes de la naturaleza no hacían mayor distinción entre ciencia y filosofía”. Esto era porque para ellos estas dos servían para buscar una verdad pero conforme se comenzó a tomar importancia a lo experimental para la visión de la ciencia, la filosofía fue asemejada a la teología ya que no sé comprobaban sus teorías y esto comienza a marcar una diferencia.

Con base a todo esto se llego clasificar en categorías el conocimiento pero sin embargo aun en el siglo XVIII estás no tenían definiciones concretas y todo estaba inconcluso pero la estructura disciplina de las ciencias sociales fue formalmente reconocido en las principales universidades.

Y es en éste siglo XIX se separa la filosofía y la ciencia adquiriendo un sabor jerárquico.

Todos estos movimientos fueron “en busca de impulsar el conocimiento “objetivo” de la “realidad” con base en descubrimientos empíricos (lo contrario de la “especulación”). Se intentaban “aprender” la verdad, no inventarla o intuirla”.

Y como se menciona anteriormente en el siglo XIX se logra la institucionalización que tuvo lugar principalmente en Gran Bretaña, Francia, las Alemanias, las Italias y E.U.A. Y estos lugares fueron los involucrados en su totalidad debido a que las universidades y los estudiosos que contaban con el prestigio internacional y el peso numérico como para concentraban en estos sitios; un ejemplo de ello es que si observamos las obra del siglo XIX con seguridad se puede decir que sería de uno de estos sitios.

Pero después de arduo trabajo “las estructuras institucionales de las ciencias sociales parecían estar por 1º vez plenamente instaladas y claramente delineados después de la 2ª Guerra Mundial, las prácticas de los científicos sociales empezarán a cambiar”.

Sin embargo al cuestionarnos acerca de ¿cuál es el estado que actualmente guardan las Ciencias Sociales según Emmanuel Wallerstein?. Podemos retomar lo que el nos dice con gran determinación: “Nosotros no nos encontramos en un momento en que la estructura disciplinaria existente se haya derrumbado. Nos encontramos en un momento en el que ha sido cuestionada y están tratando surgir estructuras rivales”.

Por ejemplo, la manera en que se llego a tener las estructuras fue por la búsqueda de un universalismo no un particularismo es decir, algo que rigiera a todo como ley absoluta pero no es posible que la estructura institucionalizada en el siglo XIX quede de manera perpetua, ya que todo ha cambiado desde la evolución del pensamiento y las reglas sociales.

Y es por ello que hoy en día tratan de abrir los horizontes y dejan a las Ciencias Sociales en un debate constante, sin embargo, gracias a que sus cimientos fueron constituidos por años de estudio y valoración para formar la estructura de ellos de manera eficaz, que es difícil el buscar cambiar algo bien fundamentado y para hacerlo tiene que haber bases igualmente fuertes.

Aunque no siempre se centra en su ciencia sino, se involucran a conveniencia, es decir: “Al respecto de las Ciencias Sociales no difieren de las físicas y las biológicas”, y a veces para las ciencias en su necesidad de descubrir condiciones iniciales, indagan en el pasado.

“En esta media, pues, la explicación histórica forma parte de toda explicación científica y la anterior separación que efectuamos entre ellas obedecía a razones de conveniencia, no de incompatibilidad”.

Y tal vez debido a esto se busca abrir las Ciencias Sociales pero ¿a que se refiere Wallerstein con el término “abrir las ciencias sociales”?, se refiere al enfrentamiento directo de la cuestión de la existencia de esos reinos separados, con lo que se reabrirían completamente lo que llevaría a que arraigaran nuevas formulaciones y con esto se aclaren las bases intelectuales para la reestructuración de las disciplinas.

“Pero esta tarea de reestructuración de las Ciencias Sociales debe ser resultado de la interacción de estudiosos procedentes de todos los climas y de todas las perspectivas, y que esa interacción mundial sea real y no mera cortesía formal que encubra la imposición de las opiniones de un segmento de los científicos del mundo”.

Ya que el interés principal es alentar a la discusión colectiva para obtener un conocimiento más valido. Siempre y cuando se de su importancia a las ciencias.

Hay que recordar que en cualquier circunstancia social hay un número limitado de maneras de enfrentar un choque de valores. Una es la segregación geográfica… Otra manera más activa es salirse… Una tercera manera de enfrentar la diferencia individual o cultural, es a través del diálogo. Aquí en principio, un choque de valores puede operar consigo positivo- puede ser un medio para aumentar la comunicación y la autocomprensión… Finalmente, un choque de valores puede resolverse por medio del uso de la fuerza o de la violencia… En la sociedad globalizante en que hoy vivimos, dos de esas cuatro opciones han sufrido una reducción drástica “aunque depende de nosotros que opción tomar”.

Los seres humanos siempre están en busca de respuestas y verdades lo que nos dice que siempre están inmersos en grandes interrogantes que lo llevan a debatir para encontrar la respuesta más congruente y con respecto al tema tratado no es la excepción para ¿cuáles son los principales temas de debate en las Ciencias Sociales?. A pesar de haber una infinidad de cuestiones a tratar, “Gran parte del debate sobre la posición política de las Ciencias Sociales se ha desarrollado en los años recientes, a propósito de si poseen o puede poseer, un paradigma”.

Otro tema de gran importancia es la cuestión de objetividad ya que siempre ha sido central en los debates metodológicos de las Ciencias Sociales desde su iniciación. Y es que éste tema es un poco complicado ya que las tendencias del investigador al compilar e interpretar datos. Se pensaba que distorsionaba la información y ya no tenía la misma validez, por ello es que se cuestionaban entonces ¿cómo de puede ser objetivo?.

La tensión entre lo universal y lo particular en las Ciencias Sociales también es un objeto de debate, debido que es visto con implicaciones políticas inmediatas. Dentro de éste tema muchos han cuestionado principios universalistas en casos particulares y ha llevado a una gran variedad de particularismos aunque se busca es un proceso para llegar aun universalismo pluralista más renovado.

Pero sin redundar más en todo lo anterior ¿cuáles son los alcances y riesgos de la postura de Wallerstein?. El hecho de que el conocimiento sea una construcción social también significa que podemos obtener un conocimiento más valido. Llevando a construir unas estructuras que seas pluralistas y universales.

Creo que esto sería más que nada los alcances que se obtendrían, ya que al hacer una construcción de las Ciencias Sociales, excepto que cumpla con la función principal de las disciplinas que es como su nombre lo dice: disciplinar la mente y canalizar la energía de los estudiosos.

Aunque acerca de los riesgos es lo que se puede perder porque todavía no sé puede asegurar que la nuevas infraestructuras al dar como resultado agrupamientos de conocimientos alternativas coherentes, porque que algunos de los antiguos paradigmas nunca funcionaran o se desplomarán.

Además de que los debates en discusión de las divisiones disciplinarias actuales existe el problema de los recursos y lo que “podemos esperar es que los científicos sociales activos echen una mirada sincera a las estructuras actuales y traten de hacer concordar sus percepciones intelectuales revisadas sobre una división del trabajo útil con el marco organizacional que necesariamente construyen. Si los científicos sociales activos no lo hacen, sin duda los administradores de las instituciones de conocimiento lo harán por ellos”.

Pero siempre existirían riesgos, aunque no se debe olvidar que todo es en busca de mejorar y por ello es importante que los problemas que existen se discutan con claridad en forma abierta e inteligente.

Bibligrafía.

Wallerstein Emmanuel, Abrir las ciencias sociales, siglo veinte y uno editores, 1ª edición, 1996, pp. 07.

Wallerstein Emmanuel, op. cit., p.16.

Wallerstein Emmanuel, op. cit., p. 36.

Wallerstein Emmanuel, op. cit., p. 111.

Browa Robert, La explicación de las Ciencias Sociales, ediciones periferia, 1972, p. 273.

Harsany J., cit. pos., Wallerstein Emmanuel, Abrir las ciencias sociales, siglo veinte y uno editores, 1ª edición, 1996.

Wallerstein Emmanuel, op. cit., p. 83.

Giddens Anthony, cit. pos., Wallerstein Emmanuel, Abrir las ciencias sociales, s.21 editores, 1ª edición, 1996, p. 76.

Barker Paul, Las Ciencias Sociales de hoy, Fondo de Cultura Económica, 1ª edición, 1979, p. 20.

Wallerstein Emmanuel, op. cit., p.104.

http://html.rincondelvago.com/emmanuel-wallerstein.html

 

Wallerstein, "Abrir las ciencias sociales"

“La construcción histórica de las Cs. Sociales desde el S XVIII- 1945”, E. Wallerstein

Temas sobre la nat. Humana han existido desde siempre, y desde el principio fue transmitida con mucha sabiduría. Las Cs. Soc. de hoy son herederas de esa sabiduría, pero van más allá, porque buscan verdades a través de validaciones empíricas.

La visión clásica de la ciencia tiene 2 premisas: Modelo Newtoniano: hay una simetría entre el pasado y el futuro, no hay distinciones xq todo coexiste en un presente eterno. Esta visión es casi teológica: tal como Dios, se pueden alcanzar certezas. Dualismo Cartesiano: hay una distinción fundamental entre: naturaleza/ humano, materia/ mente, mundo físico/ social.

Tomas Hooke, en 1663, redactó en los estatutos de la Royal Society que se debe perfeccionar las cs. Nat. y exactas, y dejar de lado las humanidades y ambigüedades. Dp se conocen como las 2 culturas.

Búsqueda de leyes universales que se mantengan universal e infinitamente. Koyré menciona que dios se fue con su amor y valores, y queda un vacío moral, q no se llena, pero se cambia por el PROGRESO, que debe ser infinito y reforzado por realizaciones materiales de la tecnología. Para lograrlo se deben liberar de las inhibiciones y limitaciones en el papel de descubridores.

Koyré no busca un mundo terrestre, xq si bien si “finitud” (es finito, limitado) fue practica para alcanzar dominio y exploración en el pasado, ahora con lo acortadas que se han hecho las distancias (aviones), se ha hecho pequeño. Ahora se quiere alcanzar el “cosmos”.
Palabras claves de las Cs. Nat.: Progreso y descubrimiento, ciencia, unidad, simplicidad, dominio, universo, etc.

Al principio las Cs nat. y la filosofía trabajaban en conjunto en búsqueda de una verdad secular, pero dp la cs nat. consideraron que la filosofía era solo un reemplazo de la teología xq decía verdades a “priori” imposibles de probar.

En el s XIX la discusión de ambas “epistemologías” ya no era la de “separadas pero iguales”, y al quedar establecida las cs nat. con el nombre “Ciencia” (conocimiento), quedan legitimadas a nivel socio-intelectual, separadas y opuestas a la filosofía.

Las cs. Nat. se definieron claramente, mientras que la “otra” nunca ha tenido nombre claro en la historia: filosofía, humanidades, artes, letras, cultura etc.

En el s XVIII las universidades renacieron al desligarse de la iglesia, y en un principio las cs. exactas tuvieron mucha más importancia. Los más principal fue el disciplamiento y la profesionalización del conocimiento (XIX). La multidisciplinarididad de las áreas se basaba en la investigación sistemática de las múltiples zonas de la realidad (distintos grupos de conocimiento).

Este sist. Prometía ser eficaz, y por eso solicitaba apoyo.

Las cs nat. podían seguir trabajando como antes (ya sea infraestructura o xq ya se les daba importancia desde antes), pero las Cs. Sociales no, así que ellos, con el apoyo del gobierno fueron los que principalmente hicieron resucitar la universidad.
Clave: Rev. Francesa— soberanía y sociedad civil como norma.

Para estudiar a las cs. soc. ser buscaba ser más exacto (positivista) –Gran Bretaña, Francia-, por eso volvieron a la física newtoniana. Otros buscaban sustentar la unidad nacional de los Estados para tener soberanía, y contar la historia real, del pueblo (nuevo paradigma) — basada en la investigación empírica de los hechos y archivos, evitando las especulaciones y deducciones (propias de la filosofía). Como cada pueblo es diferente, se opone a generalizar y buscar leyes generales de la sociedad.

Epistemologías: Matemáticas –Cs. Nat. –Humanidades (filosofía y artes. Se acerca a la hist).

Las Cs. nat. y humanidades estudian las realidades sociales con: la historia (idiográfica) más cercana a las humanidades, y las Cs. sociales (nomotéticas) más cercanas a las cs. nat.

Comte: División entre ciencia (newtoniana) y filosofía (especulativa), pero trata de buscar una vinculación con la “física social”. —- interés político: quería salvar al occidente de la corrupción sistemática producida por la anarquía intelectual. En la nueva estructura de conocimiento, los filósofos fueron “especialistas en generalidades” al unir la física y el mundo social.

— Positivistas, buscan hechos reales pero sin su explicación del “por qué”.

John Stuart Mill no habló de ciencia positiva, sino de ciencia exacta: ciencia de la nat. humana, siguiendo la mecánica física.

¿Dónde se produjo la institucionalización? En las universidades de: Gran Bretaña, Francia, las Alemanias, las Italias y EE.UU.

Se definieron los nombres de las disciplinas: Historia, economía, sociología , cs. políticas y antropología. Tb las cs orientales. Después se va a trabajar la geografía, psicología y derecho. Historia: es la primera y la más antigua, aunque en un momento se negaba a ser parte de las cs soc. pero no se basaba en escritos, sino que ahora busca la verdad real en el exterior, rechazando lo especulativo, lo que finalmente la acercó a las cs. soc. Pero por otra parte tb tenía posiciones idiográficas y antiteóricas, que la identificaba con las humanidades.

La historia sirvió para la conformación de las naciones, porque tenían especialistas que ayudaban a los empleados públicos. Estos eran en jurisprudencia, ley de las naciones, economía política, estadística, cs. administrativas…) dp la economía se independizó de la historia económica.

Para desarrollar la cs soc. sin ser nomotético ni idiográfico, se utilizó el término de “ciencias del Estado”, que se asemejaba a la ec. Política (finales del XIX), pero sucumbió por temores internos y ataques externos.

En las primeras décadas del XX Alemania se puso a la par con Gran Bretaña y Francia. Max Weber y otros fundaron la “sociedad sociológica alemana”, desplazando la cs soc por la cs del Estado.

Sociología: al mismo tiempo que la economía (presente, actual y nomotética) es reconocida en distintas U, Comte la crea, como la cs social integrada y unificada, que era positivista. Sus orígenes fueron en el S XIX en las reformas universitarias y al encarar descontentos sociales, principalmente de obreros. Ciencias políticas: su tema es el Estado contemporáneo y su política. Su estudió comenzó más tarde porque el derecho tenía el monopolio de ese campo.

La filosofía política los ayudo a afirmar su posición desde un patrimonio griego.

Su propósito como disciplina, es legitimar a la economía como disciplina separada.

Al principio el estudio era de los 5 países, pero con el mundo moderno se amplió a nivel mundial. Antropología: los primeros se interesaron por la historia natural de la humanidad, luego las presiones del mundo externo la convirtieron en etnografía de pueblos particulares (puede ser de su propio país). Busca el estado “prístino” (antes del contacto). Justificación del estudio de las diferencias y defendían la legitimidad moral de no ser europeo.

Metodología: trabajo de campo y observación participante.

Los antropólogos rechazan leyes: su epistemología es idiográfica.

No solo se veían tribus, sino que tb altas civilizaciones como las de oriente (árabes y china), merecían mucho respeto por aguantar a la dominación europea. Pero finalmente sucumbieron y fueron colonias. Su estudio partió con los religiosos en el s XIII y XVII.

Tb hay estudios clásicos: los clasicistas son una combinación de todo tipo de literatura, arte, arqueología e historia (nueva hist). Son de tono humanístico.

Como se suponía que en los estudios orientalistas la historia no avanzaba, el foco de interés no era la reconstrucción de secuencias diacrónicas, sino la comprensión y apreciación del conjunto de valores y de prácticas que habían creado las “altas civilizaciones”, concebidas inmóviles. Para estudiarlas se requería mucha preparación lingüística y filológica (como los monjes en la E.M.), por eso los orientalistas se resistieron a la modernidad, y x ende, no quedaron atrapados en la ética científica.

Rechazaron ser parte de las cs soc y prefirieron ser humanistas, pero como por mucho tiempo fueron los únicos universitarios que daban cuenta de las sociedades orientales, sí fueron considerados como cs.

3 campos que no llegaron a ser del todo parte de las cs sociales: geografía, psicología y derecho.

1. Geografía: es muy antigua, y se resistió a las cs soc. La disciplina fue a nivel mundial

Se relaciona con las cs nat. por la geofísica y con las humanidades por la geo. humana.

La geo. Empezó a parecer anacrónica en su tendencia generalista, sintetizadora y no analítica.

Por esto las cs soc se descuidaron del estudio del espacio, siendo irrelevante y un mero elemento de la especificidad.
  3 visiones del espacio.

– es una simple plataforma en la que se desarrollaban los acontecimientos.

– era el contexto que influía en los acontecimientos( ej. Hist idiográfica), pero era mera influencia, no central para el análisis.

– visión particular de la especialidad: los territorios soberanos definían el mapa político del mundo. Los filósofos sociales decían que esas fronteras políticas determinaban los parámetros espaciales de otras interacciones claves – lo estudiado por el investigador, ej. El cuerpo político de politólogo.

2. Psicología: si bien en un principio tb se separó de la filosofía, no se unió a las cs sociales, aunque al principio no estaba tan claro -se llegó a considerar una subdiciplina de la sociología-. Esto porque se relacionó con la salud, por lo tanto a las cs nat.

La psicología social no fue siempre psitivista: la de Windelband la Psicología Gestalt (no se definen)

La teoría más importante de la psicología fue le freudiana, la que pudo autodeterminar a la disciplina como cs soc., pero no fue así por 2 razones:

– Sugería prácticas médicas.

– Por ser “escandalosa” se convirtió en una actividad parias, fuera de las universidades. Estudios legales o Derecho: los científicos sociales nomotéticos veían la jurisprudencia demasiado normativa y con poca raíz en la investigación empírica. Sus leyes no eran científicas, y por eso parecía ser idiográfico.

(las cs políticas se apartaron del estudio de estas leyes y su historia).

“Último aspecto de la institucionalidad de la ciencia social”

Contexto: colonialismo europeo ¿Por qué la civilización occidental fue superior contra Asia y África?

Aquí resalta la teoría Darviniana y el énfasis en el concepto de la supervivencia del más apto (metaconstrucción de la evolución). Esta teoría de la evolución trató de legitimizar científicamente que la sociedad europea era la culminación del progreso. Pero las guerras mundiales derribaron en parte el optimismo liberal del pensamiento progresista europeo.

Por eso en el s XX la historia, la antropología y la geografía terminaron por legitimar las antiguas tradiciones universalizantes, y la trinidad estadocéntrica de la sociología, economía y cs política, se consolidaron como núcleo de las ciencias sociales.

Conclusión:

Entre 1850 y 1945 las disciplinas abordaron un campo de conocimiento que se llamó ciencias sociales, xq se impusieron en universidades y se institucionalizasó la enseñanza y la investigación (hay un espacio para cada una por separada e independiente)

Historia: Ranke, Niebhur y Droysen – : reconstruir la realidad pasada (con fuentes documentales), relacionándola con las necesidades culturales del presente (de forma hermenéutica e interpretativa).

Antropología: reconstruyeron formas de organización social diferentes a la occidental y no la entendieron como irracional.

(tb orientalistas)

La mayoría de las cs sociales se trataron de diferenciar de la historia, xq eran muy cuantitativos y sistemáticos.

En los países fascistas y comunistas se habían resistido a las disciplinas sociales, lo que finalizo dp de la 2GM. Pero las prácticas de los científicos sociales empezaron a cambiar, lo que creó una brecha creciente entre las prácticas y posiciones intelectuales, y las organizaciones formales de las ciencias sociales.

http://www.wikisociales.cl/index.php?title=Wallerstein%2C_%22Abrir_las_ciencias_sociales%22

Obras en español

1971 – El estudio comparado de las sociedades nacionales (Con Terence K. Hopkins). Valparaíso, Ediciones Universitarias de la Universidad Católica de Valparaíso

1979 – El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. Madrid : Siglo XXI Editores.

1983 – Dinámica de la crisis global. Con Samir Amin, Giovanni Arrighi y Andre Gunder Frank. Ciudad de México: Siglo XXI Editores

1984 – El moderno sistema mundial II. El mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750. México, Siglo XXI Editores

1988 – El capitalismo histórico. Ciudad de México, Siglo XXI Editores

1991 – Raza, nación y clase. Las identidades ambiguas. Con Étienne Balibar. Madrid: Iepala Textos

1996 – Abrir las ciencias sociales. Madrid : Siglo XXI Editores

1996 – Después del liberalismo. Madrid : UNAM : Siglo XXI Editores : IIS-UNAM

1997 – El futuro de la civilización capitalista. Barcelona: Icaria

1998 – El moderno sistema mundial III. La segunda era de gran expansión de la economía-mundo capitalista, 1730-1850. México, Siglo XXI Editores

1998 – Impensar las Ciencias Sociales. Madrid : UNAM : Siglo XXI Editores : IIS-UNAM

1998 – Utopística. O las Opciones Históricas del Siglo XXI. Madrid : UNAM : Siglo XXI Editores : IIS-UNAM

1999 – Movimientos antisistémicos. Con Giovanni Arrighi y Terence K. Hopkins. Madrid: Akal

2001 – Conocer el mundo, saber el mundo. El fin de lo aprendido. Madrid : Siglo XXI Editores, 2001

2003 – Saber el mundo, conocer el mundo. Una nueva ciencia de lo social. Madrid : UNAM : Siglo XXI Editores : IIS-UNAM

2004 – Las Incertidumbres Del Saber. Gedisa

2005 – Estados Unidos confronta al mundo. Madrid : Siglo XXI Editores

2005 – La decadencia del poder estadounidense. Estados Unidos en un mundo caótico. Santiago de Chile. Lom Ediciones

2005 – La crisis estructural del capitalismo. México : Editorial Contrahistorias

2006 – Análisis de sistemas-mundo. Una introducción. Madrid : Siglo XXI Editores

2007 – Geopolítica y geocultura: ensayos sobre el moderno sistema mundial. Barcelona : Kairos

2007 – Universalismo europeo. El discurso del poder. Madrid : Siglo XXI Editores

 

Bibliografía sobre Immanuel Wallerstein

Göran Therborn From Marxism to Post-Marxism? (Verso, 2008)

Beverly J. Silver Fuerzas de trabajo. Los movimientos obreros y la globalización desde 1870 (Akal, 2005)

Carlos Antonio Aguirre Rojas. Immanuel Wallerstein: Crítica del sistema mundo capitalista (Estudio y entrevista a Immanuel Wallerstein). (Editorial Era, 2004)

Leslie Sklair Sociología del sistema global (Gedisa, 2003)

Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver Caos y orden en el sistema-mundo moderno (Akal, 2001)

Jaime Osorio Fundamentos del análisis social (Fondo de Cultura Económica, 2001)

Steve J Stern Feudalism, Capitalism and the World-System in the Perspective of Latin America and the Caribbean (American Historical Review, Nº93, 1988)

Eric Wolf Europe and the people without history, (University of California Press, 1982) (Europa y la gente sin historia, Fondo de Cultura Económica, 1987)

Anthony Brewer Marxist Theories of Imperialism. A Critical Survey (Routledge & Kegan Paul, 1980)

Ernesto Laclau Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo (Siglo XXI Editores, 1978)

Robert Brenner The Origins of Capitalist Development. A Critique of Neo-Smithian Marxism (New Left Review I/104, July-August 1977, pp. 25-92)

Theda Skocpol Wallerstein’s World Capitalist System: A Theoretical and Historical Critique (The American Journal of Sociology, 1977)

Written by Eduardo Aquevedo

27 marzo, 2010 at 23:07

Fundadores de la Socioeconomía: K. Marx (texto I), el “Prólogo…”

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“Prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía Política”

Sobre el concepto de “materialismo histórico”


Escrito: En 1859.
Digitalización: Germán Zorba.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, marzo de 2001.


Mis estudios profesionales eran los de jurisprudencia, de la que, sin embargo, sólo me preocupé como disciplina secundaria, junto a la filosofía y la historia. En 1842‑1843, siendo redactor de “Gaceta Renana”[1] me vi por primera vez en el trance difícil de tener que opinar sobre los llamados intereses materiales. Los debates de la Dieta renana sobre la tala furtiva y la parcelación de la propiedad de la tierra, la polémica oficial mantenida entre el señor von Schaper, por entonces gobernador de la provincia renana, y Gaceta Renana acerca de la situación de los campesinos de Mosela y, finalmente, los debates sobre el librecambio y el proteccionismo, fue lo que me movió a ocuparme por primera vez de cuestiones económicas.

Por otra parte, en aquellos tiempos en que el buen deseo de “ir adelante” superaba en mucho el conocimiento de la materia, “Gaceta Renana” dejaba traslucir un eco del socialismo y del comunismo francés, tañido de un tenue matiz filosófico. Yo me declaré en contra de ese trabajo de aficionados, pero confesando al mismo tiempo sinceramente, en una controversia con la “Gaceta General” de Ausburgo[2] que mis estudios hasta ese entonces no me permitían aventurar ningún juicio acerca del contenido propiamente dicho de las tendencias francesas. Con tanto mayor deseo aproveché la ilusión de los gerentes de “Gaceta REnana”, quienes creían que suavizando la posición del periódico iban a conseguir que se revocase la sentencia de muerte ya decretada contra él, para retirarme de la escena pública a mi cuarto de estudio.

Mi primer trabajo emprendido para resolver las dudas que me azotaban, fue una revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho[3], trabajo cuya introducción apareció en 1844 en los “Anales francoalemanes”[4], que se publicaban en París.

Mi investigación me llevó a la conclusión de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política. En Bruselas a donde me trasladé a consecuencia de una orden de destierro dictada por el señor Guizot proseguí mis estudios de economía política comenzados en París.

El resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.

Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella.

Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en un a palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que , por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua.

Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana.

Federico Engels, con el que yo mantenía un constante intercambio escrito de ideas desde la publicación de su genial bosquejo sobre la crítica de las categorías económicas (en los Deutsch‑Französische Jahrbücher)[5], había llegado por distinto camino (véase su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra) al mismo resultado que yo. Y cuando, en la primavera de 1845, se estableció también en Bruselas, acordamos elaborar en común la contraposición de nuestro punto de vista con el punto de vista ideológico de la filosofía alemana; en realidad, liquidar cuentas con nuestra conciencia filosófica anterior.

El propósito fue realizado bajo la forma de una crítica de la filosofía poshegeliana[6]. El manuscrito ‑dos gruesos volúmenes en octavo‑ ya hacía mucho tiempo que había llegado a su sitio de publicación en Westfalia, cuando no enteramos de que nuevas circunstancias imprevistas impedían su publicación. En vista de eso, entregamos el manuscrito a la crítica roedora de los ratones, muy de buen grado, pues nuestro objeto principal: esclarecer nuestras propias ideas, ya había sido logrado. Entre los trabajos dispersos en que por aquel entonces expusimos al público nuestras ideas, bajo unos u otros aspectos, sólo citaré el Manifiesto del Partido Comunista escrito conjuntamente por Engels y por mí, y un Discurso sobre el librecambio, publicado por mí. Los puntos decisivos de nuestra concepción fueron expuestos por primera vez científicamente, aunque sólo en forma polémica, en la obra Miseria de la filosofía, etc., publicada por mí en 1847 y dirigida contra Proudhon. La publicación de un estudio escrito en alemán sobre el Trabajo asalariado[7], en el que recogía las conferencias que había dado acerca de este tema en la Asociación Obrera Alemana de Bruselas[8], que interrumpida por la revolución de febrero, que trajo como consecuencia mi alejamiento forzoso de Bélgica.

La publicación de la “Nueva Gaceta Renana” (1848‑1849) y los acontecimientos posteriores interrumpieron mis estudio económicos, que no pude reanudar hasta 1850, en Londres. El enorme material sobre la historia de la economía política acumulado en el British Museum, la posición tan favorable que brinda Londres para la observación de la sociedad burguesa y, finalmente, la nueva etapa de desarrollo en que parecía entrar ésta con el descubrimiento del oro en California y en Australia, me impulsaron a volver a empezar desde el principio, abriéndome paso, de un modo crítico, a través de los nuevos materiales. Estos estudios a veces me llevaban por sí mismos a campos aparentemente alejados y en los que tenía que detenerme durante más o menos tiempo.

Pero lo que sobre todo reducía el tiempo de que disponía era la necesidad imperiosa de trabajar para vivir. Mi colaboración desde hace ya ocho años en el primer periódico anglo‑americano, el New York Daily Tribune, me obligaba a desperdigar extraordinariamente mis estudios, ya que sólo en casos excepcionales me dedico a escribir para la prensa correspondencias propiamente dichas. Sin embargo, los artículos sobre los acontecimientos económicos más salientes de Inglaterra y del continente formaba una parte tan importante de mi colaboración, que esto me obligaba a familiarizarme con una serie de detalles de carácter práctico situados fuera de la órbita de la verdadera ciencia de la economía política.

Este esbozo sobre la trayectoria de mis estudios en el campo de la economía política tiende simplemente a demostrar que mis ideas, cualquiera que sea el juicio que merezcan, y por mucho que choquen con los prejuicios interesados de las clases dominantes, son el fruto de largos años de concienzuda investigación. Pero en la puerta de la ciencia, como en la del infierno, debiera estamparse esta consigna:

Qui si convien lasciare ogni sospetto;

Ogni viltá convien che qui sia morta[9]

Londres, enero de 1859.

Publicado en el libro; Zur Kritik der plitischen Oekonomie von Karl Marx, Erstes Heft, Berlín 1859.


[1] Gaceta renana (“Rheinische Zeitung”): diario radical que se publicó en Colonia en 1842 y 1843. Marx fue su jefe de redacción desde el 15 de octubre de 1842 hasta el 18 de marzo de 1843.

[2] Gaceta general (“Allegemeine Zeitung”): diario alemán reaccionario fundado en 1798; desde 1810 hasta 1882 se editó en Ausburgo. En 1842 publicó una falsificación de las ideas del comunismo y el socialismo utópicos y Marx lo desenmascaró en su artículo “El comunismo y el Allegemeine Zeitung de Ausburgo”, que fue publicado en Rheinische Zeitung en octubre de 1842.

[3] C. Marx, Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel.

[4] Deutsch‑französische Jahrbücher (“Anales franco‑alemanes”): órgano de la propaganda revolucionaria y comunista, editado por Marx en parís, en el año 1844.

[5] “Anales franco‑alemanes”

[6] Marx y Engels, La ideología alemana.

[7] Marx, Trabajo asalariado y capital.

[8] La Asociación Obrera Alemana de Bruselas fue fundada por Marx y Engels a fines de agosto de 1847, con el fin de educar políticamente a los obreros alemanes residentes en Bélgica y propagar entre ellos las ideas del comunismo científico. Bajo la dirección de Marx, Engels y sus compañeros, la sociedad se convirtió en un centro legal de unión de los proletarios revolucionarios alemanes en Bélgica y mantenía contacto directo con los clubes obreros flamencos y valones. Los mejores elementos de la asociación entraron luego en la organización de Bruselas de la Liga de los Comunistas. Las actividades de la Asociación Alemana en Bruselas se suspendieron poco después de la revolución burguesa de febrero de 1848 en Francia, debido al arresto y expulsión de sus miembros por la policía belga.

[9] Déjese aquí cuanto sea recelo;/ Mátese aquí cuanto sea vileza. (Dante, La divina comedia).

http://jeasacademia.wordpress.com/category/materialismo-historico/

Written by Eduardo Aquevedo

27 marzo, 2010 at 1:10

Socioeconomía: una explicación, por J. Pérez A.

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KLEE003 Aunque la Sociedad Mundial de Socioeconomía (SASE) fue fundada por Amitai Etzioni en Harvard en 1989, sus premisas y desarrollo ideológico están empezando ahora a tener repercusión en el mundo de habla castellana. El Capítulo Español de la Sociedad Mundial de Socioeconomía (SASECE), fue oficialmente reconocido en el sexto Congreso Mundial de Socioeconomía, celebrado en París en 1994, y ya organizó sesiones propias a partir del octavo congreso, celebrado en Ginebra, en 1996. A SASECE pertenecen profesores de 18 universidades distintas del Estado Español, principalmente de las áreas de conocimiento de Economía, Sociología y Derecho.

Los propósitos que figuran en el ideario de la Sociedad Mundial de Socioeconomía son:

1.Promover una mayor comprensión del comportamiento económico y sobre todo de los mecanismos de decisión a través de una amplia y variada selección de disciplinas académicas.

2.Promover el estudio y la investigación de las implicaciones políticas y culturales que se derivan de un entendimiento pluricontextual (social, psicológico, histórico, filosófico y ético) del comportamiento económico dentro de comunidades.

3.Servir de vehículo de intercambio de ideas y experiencias a nivel global.

Un resumen de un párrafo de lo que significa este nuevo paradigma diría, en primer lugar, que la Socioeconomía asume que la Economía está inmersa en la realidad social y cultural y que no es un sistema cerrado y autocontenido. Después recalcaría que los intereses que generan comportamientos competitivos no son necesariamente complementarios y armónicos. La Socioeconomía asume también que los mecanismos de decisión que usan los individuos están influenciados por valores, emociones, juicios y prejuicios, así como por afinidades culturales y otros condicionamientos, y no simplemente por un preciso cálculo de interés propio. En este sentido, no se presupone que los sujetos económicos actúan siempre racionalmente o que están motivados principalmente por el propio interés o por el placer. Metodológicamente la Socioeconomía valora de igual forma los mecanismos inductivos y deductivos, de ahí que la Socioeconomía pretenda ser al mismo tiempo una ciencia descriptiva y normativa. En palabras de Etzioni, queremos conocer la realidad para contribuir a su mejora.

No tienen los socioeconomistas un exclusivo interés en criticar a la economía neoclásica en su fundamentación y aplicaciones, pero sí que pretenden desarrollar modelos alternativos que sean a la vez ejemplares, predictivos y moralmente justificables. La Socioeconomía, por último, no implica ningún compromiso ideológico y está abierta a una gran variedad de posiciones que contemplan el comportamiento económico como lugar de acción de la totalidad de la persona y de todas las facetas de la sociedad. En este contexto, no debemos confundir a la Socioeconomía con un "ismo" más: no se trata de una tercera vía. Las pretensiones de legitimación de esta nueva perspectiva son exclusivamente académicas.

La Socioeconomía se presenta para muchos como una de las novedades intelectuales más importantes aparecidas en los últimos años y, sin duda, una de las de más relevancia política. La constatación del excesivo formalismo en que ha resultado el discurso económico estándar o dominante, ha tenido como resultado la proliferación de propuestas de reforma e, incluso, la presentación de paradigmas alternativos a lo que se considera ortodoxia económica. El auge actual de la Socioeconomía debe mucho, ciertamente, a esa vocación de paradigma alternativo de la que se ha dotado desde el inicio. Lo que esta nueva perspectiva pretende es reconducir la ciencia económica al seno del contexto social y moral que la vio nacer, con una formulación rigurosa de los criterios de racionalidad o coherencia interna en vista de los fines que se persiguen: la justicia, la solidaridad, y la felicidad globales, y no solamente la maximización de una utilidad llamada interés propio.

Algunos socioeconomistas, principalmente en los EE.UU., han iniciado una plataforma de acción solidaria -The Comunitarian Network- para llevar a la práctica desde la base propuestas operativas del modelo socioeconómico. Esto nos dice también, que la Socioeconomía nace con una finalidad operativa y que no se contenta con planteamientos exclusivamente teóricos o académicos.

La Sociedad para el Avance de la Socieconomía (SASE) está presente en más de 30 países. Además de con su fundador, Amitai Etzioni, cuenta entre sus miembros de honor con algunos de los más prestigiosos economistas y sociólogos del mundo en los últimos tiempos, cual ha sido el caso de K. Boulding, de A. Hirchman, y de J. Galbraith, A. Sen, y H. Simon por un lado, y de P. Bordieu, M. Douglas, y N. Smelser por otro. La sede central de la SASE está en los Estados Unidos.

En Valencia tiene su sede el Capítulo Español de la SASE (SASECE). Entre sus objetivos están: a) favorecer un análisis pluridisciplinar dentro del dominio de las ciencias sociales, b) promover el desarrollo de la Socioeconomía en y desde España, y c) favorecer intercambios intelectuales entre los que trabajan en temas afines a la Socioeconomía. La dirección de contacto es: SASECE. Departamento de Sociología, Universidad de Valencia, Campus de Los Naranjos, 46022 Valencia.

José Pérez Adán

http://www.uv.es/sasece/socioeconomia.htm

Enseñando economía: el caso chileno, por Sergio Prudant…

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Más allá del bueno y el malo

Foto de Edgar Morin

MORIN Resumen: la enseñanza de la economía requiere de un nuevo enfoque pluralista y complejo, que permita dar cuenta de los problemas reales que presenta el estudio de la economía y que prepare a las nuevas generaciones de administradores para la gestión en un mundo crecientemente interconectado e impredecible. Se debe recuperar el estudio de la historia económica y presentar las distintas opciones teóricas disponibles en un marco de racionalidad comunicativa.

Introducción

Administrar más que en tiempos de cambio, sino de crisis, con una creciente complejidad, nos obliga a reconsiderar nuestras prácticas pedagógicas, prácticas que con frecuencia tardan un tiempo en adaptarse a las nuevas condiciones de lo que Boulding (1970) denominaba, la socioesfera. Un mundo cambiante dominado por problemas globales, por las nuevas tecnologías, por desafíos medioambientales y socioeconómicos como nunca antes vistos, se transforma en un escenario especialmente exigente para la toma de decisiones y en particular para la gestión de las organizaciones, sistemas socio-técnicos que demandan especiales capacidades de comprensión e interpretación de los hechos económicos, políticos y sociales. ¿Responde la actual enseñanza de la economía en las escuelas de administración, con sus prácticas tradicionales y su visión unidimensional a las exigencias de esta explosión de complejidad?

Y si no lo hace, como sostenemos en este artículo, qué alternativas disponemos, cuáles deberían ser los criterios básicos para modificar las prácticas actuales de modo de permitir que efectivamente, la economía fuese una fuente de conocimiento útil para la comprensión del mundo en el que los administradores se desenvuelven y no una particular forma de reificación, de visión reduccionista y parcial de la dimensión económica de la vida social. En este trabajo se sostiene que efectivamente hay alternativas, hay prácticas educativas que incrementan las posibilidades de pensamiento reflexivo, que permiten mejores capacidades de manejo de la complejidad, de la diversidad y creatividad humanas, que dan cuenta de un mundo donde la cultura y la interacción social son tomados en cuenta en los procesos de toma de decisiones. Sobre estas posibilidades discutimos en este trabajo tomando como un caso especial el de las escuelas de administración chilenas.

El caso chileno

Si bien las actuales prácticas reduccionistas de la enseñanza de la economía, son generalizadas (Fullbrook 2008), nuestro interés aquí es ofrecer una breve descripción de la situación en Chile. Para poder comprender por qué las escuelas de administración en Chile enseñan la economía de la forma en que lo hacen, es necesario remontarse en el tiempo, en especial a los acontecimientos del 11 de septiembre de 1973. El golpe militar chileno representó un cambio radical en lo político, económico, social y para nuestro interés en este trabajo, en lo educacional; hay un antes y un después en lo que se refiere a las prácticas, contenidos y visión educativas del sistema universitario (educativo en su totalidad), al papel de las ciencias sociales y en particular de la enseñanza en las escuelas de administración. El cambio representó por una parte, la erradicación en los currículos de estudio de la mayor parte de los programas-contenidos de ciencias sociales (sociología, antropología, psicología social), la eliminación de la historia económica, de la historia del pensamiento económico y la implantación de la enseñanza en forma exclusiva y excluyente del paradigma económico neoclásico (mainstream).

Con el paso de los años las ciencias sociales han vuelto a las aulas universitarias (se encuentra fuera del alcance de este trabajo evaluar las diferencias y cambios de esta rehabilitación), en algunos programas o escuelas de administración también se ha restituido el derecho al estudio del pensamiento económico sin embargo, la gran diferencia es la enseñanza de la economía como sinónimo de la economía neoclásica, de forma exclusiva y excluyente, esta característica es absolutamente generalizada en las escuelas de administración chilenas, como puede comprobarse del estudio de los distintos programas de asignaturas de economía desde el inicio hasta el fin de los estudios conducentes a la licenciatura en administración (*ver: consejo de rectores). Los programas de estudio de economía son extraordinariamente homogéneos, siendo como ya se dijo la expresión de la enseñanza de una sola de las escuelas de pensamiento económico, concretamente la neoclásica. ¿Es este hecho la expresión del éxito científico de un particular paradigma de investigación o más bien representa la imposición de una visión del mundo por medio de los diversos mecanismos del poder?

Rompiendo con falsas dicotomías

Lo preocupante de esta situación es precisamente que la teoría neoclásica ha sido y es sujeto en la actualidad de profundas críticas que se refieren al realismo de sus supuestos, a las prácticas metodológicas, a sus capacidades predictivas y en fin, a las pretensiones de validez de la teoría (Söderbaum 2009, Keen 2009, Tomer 2007, Etzioni 2003, Boylan 1995, O’Boyle 1994, Bunge 1999, Arestis y Skouras 1985). Curiosamente las llamadas ciencias de la administración, consideradas habitualmente con menos status científico que la economía parecen evolucionar hacia un sentido más realista en cuanto a la consideración de la conducta humana (Hopp 2008), sin embargo la enseñanza en las escuelas de administración chilenas en cuanto a la economía propiamente tal, parece incapaz de ofrecer a sus estudiantes una visión diversa y pluralista de todo lo que está ocurriendo en el campo de la teoría económica, de la existencia de distintas corrientes de pensamiento tanto dentro de lo que se denomina mainstream (Marie-Claire Villeval 2007) como dentro de la llamada heterodoxia teórica (2004 Lawson), se insiste en dar una visión plana y simplista no solo de la teoría existente sino lo que es peor, de la realidad. Las razones para este conservadurismo son muchas y van desde la conveniencia en la mantención del status quo, la falta de preparación de los cuerpos de profesores, la incapacidad de cuestionamiento crítico de los propios estudiantes, entre otras.

Una educación para un mundo complejo, cambiante y que permanente nos desafía con nuevos y más grandes retos requiere una visión educativa diferente, una en la que se privilegie el uso de las capacidades reflexivas, la diversidad y el pluralismo y como diría Colander (Colander 2004) que se privilegien los contenidos que den una visión global y realista de la que sucede en la economía en la actualidad, en otras palabras que los estudiantes de administración tengan la posibilidad de conocer el amplio espectro del repertorio teórico existente, tanto desde la perspectiva epistemológica como metodológica. Mediante una exposición plural y diversa se hace posible estimular las capacidades creativas de los estudiantes (Earl 2008; Davis 2007; Knoedler 2004), en la medida que se reconoce que el conocimiento es contextualmente situado, permeado por los valores (O’Boyle 1995, Kitromilides 1985) y que por tanto en distintas situaciones se puede requerir una forma alternativa de comprensión y una aplicación diferente. Paradójicamente si bien la economía tradicional o mainstream ha utilizado a la física como un referente (Mirowski 1986) desconoce por otra parte el hecho que en la física moderna coexisten cuerpos teóricos diversos para diversos problemas, en otras palabras se reconoce que distintas interrogantes teóricas y prácticas pueden abordarse desde teorías diferentes.

¿Qué criterio seguir para introducir las distintas escuelas de pensamiento económico? Los distintos planteamientos teóricos pueden ser arbitrados mediante el criterio de racionalidad comunicativa (Habermas 1999), es decir, las distintas teorías deberían presentarse a los estudiantes con sus diferentes pretensiones de validez, con sus diferentes capacidades explicativas y predictivas de forma de que la propia comunidad de aprendizaje desarrolle sus propios puntos de vista desde una perspectiva critico-evaluativa, estableciéndose en que casos y por qué razón un determinado enfoque o teoría es preferible a otro. Dicho esto de una forma más coloquial lo que se produce es la producción de “conversaciones sobre economía” (Klamer 2007), con distintos interlocutores que plantean sus preferencias y argumentos a favor de dichas preferencias.

Sin embargo,hasta ahora lo que ocurre en el proceso de aprendizaje de la educación en teoría económica es, siguiendo el modelo de aprendizaje desarrollado por William Perry (1999); la mantención y reproducción de una educación dualista de correcto-incorrecto, de verdadero-falso de la dinámica económica, esto significa que aquello que es explicado por la teoría neoclásica es “la forma” en que se desenvuelve el mundo y si la teoría neoclásica no lo explica entonces no existe, en circunstancias de que fuera de las aulas de clases el mundo se moviliza, desenvuelve de una manera diferente, lleno de complejidad, cambio, inestabilidad y desequilibrios permanentes, por lo tanto lo que nos corresponde es y siguiendo nuevamente la categorización de Perry, llevar a las aulas un proceso de aprendizaje donde los estudiantes sean capaces de contextualizar los problemas, relativizar los contextos de acción, tematizar las soluciones, precisamente como será el mundo decisional en que les corresponderá actuar en el plano organizacional. Para ponerlo en términos más evidentes, la acción económica no se desarrolla en el vació, existe un contexto político, cultural y social que permanentemente la afectan, y no existe en la actualidad una teoría omnicomprensiva que permita la explicación por medio de un solo cuerpo teórico, de la complejidad desbordante de nuestra, como ya se ha dicho, socioesfera y de la economía en particular. En otras palabras, si se tienen pretensiones de universalidad y mayor calidad de consiliencia (Mäki 2008), esto es algo que debe ser demostrado y no un dogma que se impone en las aulas de clases.

Los aspectos curriculares

La concreción de los principios antes expuestos naturalmente exige la modificación de muchos de los aspectos que inciden en el proceso educativo, nosotros nos concentraremos en lo curricular, concretamente en los contenidos. El objetivo final de estas modificaciones es el diseño de una estructura curricular que privilegie la enseñanza de la teoría económica de forma pluralista, compleja y reflexiva y que por tanto se adapte a las condiciones reales tanto del mundo económico como de la gestión de organizaciones. A continuación se enumeran algunos de los aspectos básicos:

La historia económica y el pensamiento económico: no puede pretenderse enseñar economía en el vacío, el sustrato histórico en el que se han generado los hechos económicos tanto a nivel local, nacional como global son una parte fundamental del saber económico sin el cual, no es posible tener una comprensión real de lo que sucede en la actualidad y de lo que podría suceder en el futuro, igual cosa vale para el estudio del pensamiento económico, sin la participación de la historia de las ideas inevitablemente la teoría económica aparece como unigénita, desconociendo de esta forma la profunda relación entre las ideas, las estructuras sociales y la dimensión temporal del mundo ( Miroshima 1990 )

Interdisciplinar: la necesidad de un enfoque interdisciplinario surge con más fuerza en el mundo de hoy, no sólo de las ciencias sociales teóricamente hablando, sino también en el de la aplicación de soluciones concretas a los problemas de gestión (Barry et al. 2008). No hay razón por la que la economía deba enseñarse desconociendo las múltiples relaciones entre la dimensión económica y las demás dimensiones del análisis social tales como la política, cultural, psicosocial o sociológica, una estrategia educativa que privilegia la visión global de los problemas humanos reduce la probabilidad de desarrollar estrategias reduccionistas en las decisiones organizacionales, la formación interdisciplinaria es una fuente de creatividad y diversidad teórica (Sornette 2008) que debe ser aprovechada, esto implica una discusión tanto de los aspectos epistemológicos como metodológicos de la teoría.

Exposición de las diversas teorías: la teoría económica no es una sola, más aun dentro del propio mainstream existen nuevas corrientes de análisis, como la neuroeconomía (Fehr et al. 2005) o la economía experimental (Villeval 2007), que deben de ser conocidas por los estudiantes de la asignatura de economía. En el panorama teórico actual nos encontramos con una amplia y diversa gama de escuelas de pensamiento que expresan la complejidad de la dimensión económica, como la de las propias contradicciones de la teoría económica (Klamer 2007), diversidad que desgraciadamente, es poco conocida por la mayor parte de los estudiantes. Una enseñanza pluralista y reflexiva, guiada por una racionalidad comunicativa, hace posible pesar y relativizar los méritos de cada una de las distintas escuelas para desarrollar soluciones concretas a casos específicos, favoreciendo el desarrollo y uso del criterio personal de los estudiantes.

Pluralismo metodológico: en directa relación con el punto anterior se encuentra el del estudio de las diversas metodologías disponibles para el análisis de los problemas económicos, hasta ahora la enseñanza de la economía en las aulas de clases se relaciona con un enfoque hipotético-deductivo con un alto grado de formalización matemática y el desarrollo de modelos econométricos (Lawson 2004), sin embargo la realidad nos ofrece posibilidades para la utilización también de enfoques inductivos, para la utilización de metodologías cualitativas, es decir para un visión multiparadigmática. La enseñanza debe favorecer y estimular la creatividad de los estudiantes que pueden desarrollar combinaciones metodológicas que dan más riqueza a los estudios y a la toma de decisiones en las organizaciones.

Junto con los contenidos existen otras condiciones o precondiciones que deben darse para un cambio efectivo de las prácticas educativas, se mencionan brevemente dos relevantes:

Preparación de los profesores: es virtualmente imposible generar un cambio de la enseñanza de la economía mientras los propios profesores mantengan su estrecha visión de la estructura teórica del campo, en otras palabras la permanente reproducción de una enseñanza reduccionista se debe entre otros factores a profesores  que con una deficiente preparación repiten (reproducen) una y otra vez, la existencia de solamente un paradigma, el neoclásico, que tiene la suficiente validez para el análisis de los problemas económicos.

Preparación de los estudiantes: Todo intento de producir un cambio en las prácticas educativas requerirá tiempo e inevitablemente producirá reacciones adversas, entre otras cosas por lo difícil que es transitar desde una educación mecánica y reduccionista a una reflexiva y contextualizada, se requiere de una estrategia global que haga posible una reformulación completa de la estructura educativa, es decir, desde una perspectiva sistémica, donde el conjunto de la enseñanza; contenidos y pedagogía, se dirijan hacia una educación reflexiva.

Conclusiones

En este breve trabajo se ha querido enfatizar lo inapropiado que resulta la formación en el área de economía (asignaturas de economía), de los estudiantes de administración en las escuelas de administración chilenas. Si bien nos concentramos aquí en la situación de Chile, la educación económica reduccionista parece ser una tendencia bastante generalizada en las escuelas de Administración como se puede constatar también a nivel europeo y de Estados Unidos, este último país donde se encuentran las escuelas de administración líderes en el mundo. La principal inadecuación de la enseñanza económica tiene que ver con un enfoque reduccionista y parcial de la teoría económica donde la teoría económica viene siendo un sinónimo de teoría económica neoclásica, con la exclusión de las demás alternativas teóricas disponibles.

Lo que se propone para salir de este esquema es un enfoque educativo pluralista e histórico donde sea posible que los estudiantes puedan conocer el desarrollo y contradicciones experimentados por la teoría económica como también las distintas escuelas de pensamiento existententes, cada escuela debería ser presentada entonces en el marco de una racionalidad comunicativa con sus propias pretensiones de validez y expuestas al escrutinio público, esto último implica desarrollar en los estudiantes un proceso de cambio hacia una educación reflexiva y contextualmente relativizada. Por último debe quedar claro que no se pretende descalificar al pensamiento neoclásico per se, dado que esto sería precisamente atentar contra el espíritu básico de pluralismo, sino más bien el de contextualizar y relativizar los méritos y debilidades de esta escuela de pensamiento como el de todas las demás.

Notas

*Consejo de rectores: agrupación de las 25 universidades estatales más antiguas del sistema universitario chileno (www.cruch.cl)

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· Arestis, Philip. , Skouras, Thanos. eds. Post Keynesian Economic Theory: a challenge to neo classical economics. Sussex: Wheatsheaf Books, 1985.

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· Sornette, Didier. “Interdisciplinarity in socio-economics, mathematical analysis and the predictability of complex systems” (2008) (10.04.2008) http://arxiv.org/ftp/arxiv/papers/0807/0807.3814.pdf

Written by Eduardo Aquevedo

24 marzo, 2010 at 16:09

Socioeconomía

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Wikipedia

ATECA76 La socioeconomía es un paradigma económico y social alternativo a la economía neoclásica y que es propuesto de forma programática por Amitai Etzioni en su obra La Dimensión Moral de la Economía. Etzioni funda la Sociedad Mundial de Socioeconomía (SASE) en 1988.

La economía estándar o neoclásica, de corte neoliberal, ha intentado etiquetar el comportamiento humano de modo que pueda predecir respuestas ante unas condiciones determinadas. Dos son las condiciones que llevan a los economistas (neoclásicos) a calificar de racional un comportamiento: que sea consistente, que se repita ante condiciones semejantes, y que maximice una única utilidad, el interés propio. La economía neoclásica no pretende conocer al ser humano o a la sociedad, pero de hecho asume que siempre se comporta de la misma manera.

Frente a la economía neoliberal neoclásica, la Socioeconomía denuncia aquí la incapacidad de la economía estándar de proporcionar un criterio transnacional de bienestar. El modo de enfocar los fines, propio del sistema de relaciones comerciales vigente, no tiene otra salida lógica que apostar por el crecimiento continuo, y esto, a pesar de observarse el paralelo aumento de la desigualdad.

Junto a esto la Socioeconomía también delata la incapacidad de la economía estándar para medir el valor, o lo que es lo mismo: la imposibilidad de tener baremos de suficiencia o de crecimiento no monetarizable. Las desigualdades globales, pues, nos dan idea de la pobreza valorativa de los indicadores utilizados al centrar las referencias fundamentalmente en las diferencias de renta. Ciertamente la visión de conjunto nos pone a todos en carrera: una competencia por potenciar un tipo de valores, que como ya denunció el economista y Nóbel sueco G. Myrdal (1998-1987), tienen un carácter acumulativo-adquisitivo y son monetarizables hasta la exponencialidad.

Pero hay una tercera crítica que la Socioeconomía lanza a la economía neoclásica y se refiere al marco de análisis relacional. El contexto apropiado es el formado por la suma de relaciones múltiples que continuamente se dan entre tres ámbitos:
El entorno biofísico, o sea, los recursos, materias y procesos naturales que posibilitan el sostenimiento vital y los productos iniciales en los procesos de transformación.
El sistema de producción y consumo, que es lo que caracteriza a la sociedad industrial y a las transacciones económicas y comerciales que configuran el modelo capitalista moderno.
El entorno cultural, conformado por unos valores y sistemas de creencia que, se supone, modelan estilos de vida y priman una serie de aspiraciones sociales determinadas.

Las relaciones entre estos tres ámbitos dan soporte a todo el sistema y lo dotan de su propia coherencia interna. Naturalmente, la ciencia económica, que más propiamente está presente o hace referencia al sistema de producción y consumo, no puede reafirmar su autonomía hasta el punto de romper la relación de dependencia entre los tres ámbitos referidos. Para la Socioeconomía, la economía estándar ha hecho precisamente esto. Y es ésta una de las razones principales por las que en los planteamientos economicistas priman unos fines (técnicos) sobre otros (sociales).

Si en el paradigma económico neoclásico las preferencias eran dadas y constantes en el contexto de una economía y un mercado competitivos, en la propuesta socioeconómica los actores amoldan sus preferencias a los valores de la comunidad. El resultado es que mientras la economía liberal incrementa cada vez más la competitividad entre unos actores económicos definidos exclusivamente como sujetos de mercado (sin una dimensión afectiva, social o cultural), la Socioeconomía prima la cooperación responsable, que incluye esas dimensiones.

El intento neoclásico de entender comportamientos no económicos de manera exclusivamente racionalista (según los criterios de racionalidad propios de su visión) no es aceptable. Por ello la Socioeconomía trata de explicar también de qué manera los condicionamientos morales y sociales influyen en comportamientos como el ahorro, los incentivos laborales, el comportamiento de los mercados y la productividad.

Otro asunto a considerar para ver la contraposición entre los dos paradigmas, el neoclásico y el socieconómico, es el caso del poder de discrecionalidad. La idea de que los sujetos individuales saben lo que es mejor para ellos, está firmemente asentada en el discurso neoclásico y recogida en expresiones como "el que paga manda", o "el cliente siempre tiene razón". Los neoclásicos, a lo sumo, admiten que un sujeto puede algunas veces percibir erróneamente lo que es mejor para él pero por razones de tipo práctico y de eficacia económica, es mejor admitir que los sujetos son efectivamente soberanos en el mercado. Lo contrario sería, arguyen los neoclásicos, que los sujetos deben de ser guiados por otras instancias y esto supondría abrir la puerta a peligrosos totalitarismos.

La respuesta de la Socioeconomía es que el ejercicio de la libertad de elección es instrumental: un medio para conseguir un fin, y como tal ha de aceptarlo también la Economía, por muy difícil que le sea entender el término "fin", o incorporar "complejidades externas" a un de por sí arduo quehacer. Efectivamente, la Economía neoclásica tiene el inconveniente de poder llegar a simplificar tanto las cosas, que cuando nos venimos a dar cuenta, acabamos efectivamente jugando a través de dilemas abstractos con realidades penosas como el paro, la recesión, la contaminación o la pobreza. El esfuerzo debe de ir dirigido a acercarse a la realidad aunque ello suponga tratar de solventar problemas complejos como el de los fines de las actuaciones humanas.

En el siguiente cuadro vemos resumidas las diferencias entre el neoclasicismo y la socioeconomía:

Economía neoclásica
Única utilidad.
Sólo razón.
Sujeto individual.
Mercado autocontenido.
El poder lo da el mercado.

Socioeconomía
Al menos doble utilidad: placer y ética.
También valores y emociones.
También sujeto colectivo.
Existen criterios extramercantiles.
Hay repartos de poder previos al mercado.

Fuentes

Etzioni, Amitai (2007). La dimensión moral: hacia una nueva economía. Ediciones Palabra. ISBN 978-84-9840-117-2.
Etzioni, Amitai (2006). El guardián de mi hermano: autobiografía y mensaje. Ediciones Palabra. ISBN 978-84-9840-067-0.
Etzioni, Amitai (1999). La nueva regla de oro: comunidad y moralidad en una sociedad democrática. Ediciones Paidós Ibérica. ISBN 978-84-493-0652-5.
Etzioni, Amitai (2001). La tercera vía hacia una buena sociedad: propuestas desde el comunitarismo. Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-468-5.
Pérez Adán, José (1997). Socioeconomía. Trotta. ISBN 84 8164 134 0.
Pérez Adán, José (1999). La Salud Social: de la socioeconomía al comunitarismo. Trotta. ISBN 84 8164 322 X.

Teoría social: la lógica de los campos*

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Entrevista a Pierre Bourdieu

 

BOURDIEU0006 La noción de campo forma parte, junto con las de habitus y capital, de los conceptos centrales de su obra, que comprende estudios sobre los campos artístico y literario, el campo de las grandes escuelas, los campos científico y religioso, el campo del poder, el campo jurídico, el campo burocrático, etc. Usted utiliza la noción de campo en un sentido muy técnico y preciso que está, quizás, en parte ocultado por su significación corriente. ¿Podría decir de dónde viene esta noción (para los americanos evoca, en forma verosímil, la Field theory de Kurt Lewin), qué sentido le da usted, y cuáles son sus funciones teóricas?

Como no me gustan mucho las definiciones profesorales, querría comenzar con un breve excursus sobre su uso. Podría remitir aquí al Métier du sociologue. Es un libro un poco escolar, pero que contiene sin embargo principios teóricos y metodológicos que permitirían comprender que una cantidad de abreviaciones y elipses que quizás se me reprochan son de hecho rechazos concientes y elecciones deliberadas. Por ejemplo, el uso de conceptos abiertos es un medio para romper con el positivismo -pero ésta es una frase hecha. Para ser más preciso, es un medio permanente para recordar que los conceptos no tienen sino una definición sistémica y son concebidos para ponerse en práctica empíricamente de manera sistemática. Nociones tales como habitus, campo y capital pueden definirse, pero solamente en el interior del sistema teórico que constituyen, nunca en estado aislado.

Dentro de la misma lógica se me pregunta frecuentemente, en Estados Unidos, porqué no propongo teoría «de mediano alcance» (middle-range theory). Pienso que sería en principio una manera de satisfacer una expectativa positivista, a la manera del ya viejo libro de Berelson y Steiner (1964) compilación del conjunto de las leyes parciales establecidas por las ciencias sociales. Como lo mostró Duhem hace mucho tiempo en el plano de la física, y luego Quine, la ciencia no conoce sino sistemas de leyes. Y lo que es verdadero con respecto a los conceptos, es verdadero con respecto a las relaciones. Del mismo modo, si uso mucho más el análisis de correspondencias que el análisis de regresión múltiple, por ejemplo, es porque es una técnica relacional de análisis de los datos cuya filosofía corresponde exactamente, a lo que es, a mi modo de ver, la realidad del mundo social. Es una técnica que «piensa» términos de relaciones, precisamente yo intento pensar la noción de campo.

Pensar en términos de campo es pensar relacionalmente (1968b, 1982c, pp 41-42). El modo de pensamiento relacional (antes que «estructuralista», más estrecho) es, como lo mostró Cassirer en Substance et Fonction, la marca distintiva de la ciencia moderna, y se podría mostrar que se la encuentra tras las empresas científicas tan diferentes, en apariencia, como las del formalista ruso Tynianov, la del psicólogo Kurt Lewin, la de Norbert Elías y las de los pioneros del estructuralismo en antropología, en lingüística e historia, de Sapir y Jakobson a Dumézil y Levi-Strauss. (Lewin invoca explícitamente a Cassirer, como yo, para superar el sustancialismo aristotélico que impregna espontáneamente el pensamiento del mundo social). Yo podría, deformando la famosa fórmula de Hegel, decir que lo real es relacional: lo que existe en el mundo social son relaciones -no interacciones o lazos intersubjetivos entre agentes sino relaciones objetivas que existen «independientemente de las conciencias y de las voluntades individuales», como decía Marx.

En términos analíticos, un campo puede definirse como una trama o configuración de relaciones objetivas entre posiciones. Esas posiciones se definen objetivamente en su existencia y en las determinaciones que imponen a sus ocupantes, agentes o instituciones, por su situación (situs) actual y potencial en la estructura de la distribución de las diferentes especies de poder (o de capital), cuya disposición comanda el acceso a los beneficios específicos que están en juego en el campo, y, al mismo tiempo, por sus relaciones objetivas con las otras posiciones (dominación, subordinación, homología, etc.). ‘En las sociedades altamente diferenciadas el cosmos social está constituido por el conjunto de esos microcosmos sociales relativamente autónomos, espacios de relaciones objetivas que son el lugar de una lógica y de una necesidad irreductibles a aquellas que rigen los otros campos. Por ejemplo, el campo artístico, el campo religioso y el económico obedecen a lógicas diferentes: el campo económico emergió, históricamente, en tanto que universo en el que, como se dice, «los negocios son los negocios», business is business, y del que las relaciones de parentesco, de amistad y de amor están, en principio, excluidas; el campo artístico, por el contrario, se constituyó en y por el rechazo, o la inversión, de la ley del provecho material (1971d).

Usted utiliza frecuentemente la imagen del «juego» para dar una primera intuición de lo que entiende por campo.

Efectivamente, se puede comparar el campo con un juego (aunque a diferencia de un juego no sea el producto de una creación deliberada y no obedezca a reglas, o mejor, regularidades no explicitadas y codificadas). Tenemos de este modo apuestas que son, en lo esencial, el producto de la competición entre los jugadores; una investidura en el juego, illusio (de ludus, juego): los jugadores entran en el juego se oponen, a veces ferozmente, sólo porque tienen en común el atribuir al juego y a las apuestas una creencia (doxa), un reconocimiento que escapa al cuestionamiento (los jugadores aceptan, por el hecho de jugar el juego, y no por un «contrato», que vale la pena jugar el juego) y esta connivencia está en el principio de su competición y de sus conflictos. Disponen de triunfos, es decir de cartas maestras cuya fuerza varía según el juego: del mismo modo que cambia la fuerza relativa de las cartas según los juegos, la jerarquía de las diferentes especies de capital (económico, cultural, social, simbólico) varía en los diferentes campos.

Dicho de otro modo, hay cartas que son válidas, eficientes en todos los campos -son las especies fundamentales de capital-, pero su valor relativo en tanto que triunfos varía según los campos, e incluso según los estados sucesivos de un mismo campo. Dando por supuesto que, más fundamentalmente, el valor de una especie de capital -por ejemplo el conocimiento del griego o del cálculo integral- depende de la existencia de un juego, de un campo en el que ese triunfo puede ser utilizado: un capital o una especie de capital es aquello que es eficiente en un campo determinado, como arma y como apuesta de lucha, lo cual permite a su, portador ejercer un poder, una influencia; por lo tanto, existir en un campo determinado, en lugar de ser una simple «cantidad despreciable». En el trabajo empírico el determinar qué es el campo, cuales son los límites, y determinar qué especies de capital actúan en él, dentro de qué límites ejerce sus efectos, etc., es una misma cosa. (Se ve que las nociones de capital y de campo son estrechamente interdependientes.)

Es en cada momento el estado de las relaciones de fuerza entre los jugadores lo que define la estructura del campo: se puede imaginar que cada jugador tiene delante de sí pilas de fichas de diferentes colores, correspondientes a las diferentes especies de capital que posee, de manera tal que su fuerza relativa en el juego, su posición en el espacio de juego, y también sus estrategias de juego, lo que se llama en francés su « juego» (jeu), los golpes, más o menos riesgosos, más o menos prudentes, más o menos subversivos o conservadores que emprende dependen al mismo tiempo del volumen global de sus fichas y de la estructura de las pilas de fichas, del volumen global de la estructura de su capital; pudiendo diferir dos individuos dotados de un capital global más o menos equivalente tanto en su posición como es sus tomas de posición, en tanto que uno tiene (relativamente) mucho capital económico y poco capital cultural (un patrón de una empresa privada, por ejemplo); y el otro tiene mucho capital cultural y poco capital económico (por ejemplo un profesor).

Más exactamente, las estrategias de un «jugador» en lo que define su juego dependen de hecho no sólo del volumen y de la estructura de su capital en el momento considerado y de las chances en el juego (Huyghens hablaba de lusiones, siempre de ludus para definir las probabilidades objetivas) que ellas le aseguran, sino también de la evolución en el tiempo del volumen y la estructura de su capital, es decir de su trayectoria social y de las disposiciones (habitus) que se constituyeron en la relación prolongada con una cierta estructura objetiva de chances.

Y esto no es todo: los jugadores pueden jugar para aumentar o conservar su capital, sus fichas, es decir conformemente a las reglas tácitas del juego y a las necesidades de la reproducción del juego y de las apuestas; pero pueden también trabajar para transformar, parcial o totalmente, las reglas inmanentes del juego, cambiar por ejemplo el valor relativo de las fichas, la tasa de cambio entre diferentes especies de capital, por estrategias tendientes a desacreditar la sub-especie de capital sobre la que reposa la fuerza de sus adversarios (por ejemplo el capital económico) y a valorizar la especie de capital de la que ellos están particularmente dotados (por ejemplo el capital jurídico). Numerosas luchas en el campo del poder son de este tipo: especialmente las que apuntan a apoderarse de un poder sobre el Estado, es decir sobre los recursos económicos y políticos que permiten al Estado ejercer un poder sobre todos los juegos y sobre las reglas que los rigen.

Esta analogía permite ver el lazo entre los conceptos que usted pone en juego en su teoría. Pero es necesario ahora retomar de manera más precisa ciertas cuestiones. En primer lugar, ¿Cómo se determinan la existencia de un campo y sus fronteras?

La pregunta acerca de los límites del campo se formula siempre dentro del campo mismo y, en consecuencia, no admite una respuesta a priori. Los participantes de un campo, por ejemplo las empresas económicas, los sastres, los escritores, trabajan constantemente para diferenciarse de sus rivales más próximos, con el objetivo de reducir la competencia y establecer un monopolio sobre un sub-sector particular de campo (habría que corregir esta frase, que sucumbe al «sesgo» teleológico -aquel que me atribuyen frecuentemente cuando se comprende que hago de la investigación de la distinción el principio de las prácticas culturales: todavía un efecto funesto -hay una producción de diferencia que no es en nada el producto de la investigación de la diferencia; hay mucha gente -pienso por ejemplo en Flaubert- para la cual existir dentro de un campo es, eo ipso, diferir, ser diferente, afirmar la diferencia; esta gente estaba frecuentemente dotada de características que hacían que no debieran estar allí, que debieran haber sido eliminados de entrada; pero cierro el paréntesis); trabajan también para excluir del campo una parte de los participantes actuales o potenciales, especialmente elevando el derecho de entrada, o imponiendo una cierta definición de la pertenencia: es lo que hacemos, por ejemplo, cuando decimos que X o Y no es un sociólogo, o un verdadero sociólogo, conforme a las leyes inscriptas en la ley fundamental del campo tal como nosotros la concebimos. Sus esfuerzos para imponer y hacer reconocer tal o cual criterio de competencia y de pertenencia pueden resultar más o menos exitosos, según la coyuntura. De este modo, las fronteras del campo no pueden determinarse sino por una investigación empírica. Toman sólo raramente la forma de fronteras jurídicas (con, por ejemplo, el numerus clausus), incluso si los campos conllevan «barreras a la entrada», tácitas o institucionalizadas.

A riesgo de parecer que sacrifico la tautología, diría que se puede concebir un campo como un espacio en el que se ejerce un efecto de campo, de manera que lo que le ocurre a un objeto que atraviesa ese campo no puede ser explicado completamente por sus solas propiedades intrínsecas. Los límites del campo se sitúan en el punto en el que cesan los efectos de campo. En consecuencia, hay que tratar de medir, en cada caso, por medios variados, el punto en el que esos efectos estadísticamente detectables declinan o se anulan en el trabajo de investigación empírica, la construcción de un campo no se efectúa por un acto de decisión. Por ejemplo, no creo que el conjunto de las asociaciones culturales (coros, grupos de teatro, clubes de lectura, etc.) de tal Estado americano o de tal departamento francés constituya un campo. Opuestamente, el trabajo de Jerome Karabel (1984) sugiere que las principales universidades americanas están ligadas por relaciones objetivas tales que la estructura de esas relaciones (materiales o simbólicas) ejerce efectos en el interior de cada una de ellas. Lo mismo con respecto a los diarios: Michael Schudson (1978) muestra que no es posible comprender la emergencia de la idea moderna de «objetividad» en el periodismo, si no se ve que dicha objetividad aparece en diarios cuidadosos de afirmar su respeto de las normas de respetabilidad, oponiendo las «informaciones» a las simples «noticias» de los órganos de prensa menos exigentes. Solamente estudiando cada uno de estos universos puede establecerse cómo están concretamente constituidos, dónde terminan, qué forma parte de ellos y qué no, y si constituyen verdaderamente un campo.

¿Cuáles son los motores del funcionamiento y del cambio del campo?

El principio de la dinámica de un campo reside en la configuración particular de su estructura, en la distancia entre las diferentes fuerzas específicas que se enfrentan en él. Las fuerzas que son activas en el campo que el analista selecciona de ese hecho como pertinentes, porque producen las diferencias más importantes, son las que definen el capital específico. Como he dicho a propósito del juego y de los triunfos, un capital no existe ni funciona sino en relación a un campo: confiere un poder sobre el campo, sobre los instrumentos materializados o incorporados de producción o de reproducción, cuya distribución constituye la estructura misma del campo; sobre las regularidades y las reglas que definen el funcionamiento del campo; y sobre los beneficios que en él se engendran.

Campo de fuerzas actuales y potenciales, el campo es también un campo de luchas por la conservación o la transformación de la configuración de sus fuerzas. Además, el campo, en tanto que estructura de relaciones objetivas entre posiciones de fuerza, sostiene y orienta las estrategias por las cuales los ocupantes de esas posiciones buscan, individual o colectivamente, salvaguardar o mejorar su posición e imponer el principio de jerarquización más favorable a sus propios productos. Dicho de otro modo, las estrategias de los agentes dependen de suposición en el campo, es decir en la distribución del capital específico, y de la percepción que tienen del campo, es decir de su punto de vista sobre el campo en tanto que vista tomada a partir de un punto dentro del campo.

¿Qué diferencia hay entre un campo y un «aparato» en el sentido de Althusser o un sistema tal como lo concibe Luhmann, por ejemplo?

Una diferencia esencial: en un campo hay luchas, por lo tanto historia. Soy muy hostil a la noción de aparato que es para mí el caballo de Troya del funcionalismo de lo peor: un aparato es una máquina infernal, programada para alcanzar ciertos objetivos. (Ese fantasma del complot, la idea de que una voluntad demoníaca es responsable de todo lo que sucede en el mundo social, frecuenta el pensamiento « crítico»). El sistema escolar, el Estado, la Iglesia, los partidos políticos o los sindicatos no son aparatos, sino campos. En un campo, los agentes y las instituciones luchan, siguiendo las regularidades y las reglas constitutivas de ese espacio de juego (y, en ciertas coyunturas, a propósito de esas mismas reglas), con grados diversos de fuerza y, por lo tanto, con distintas posibilidades de éxito para apropiarse de los beneficios específicos que están en juego en el juego. Los que dominan en un campo dado están en posición de hacerlo funcionar en su provecho, pero deben tener siempre en cuenta la resistencia, la protesta, las reivindicaciones, las pretensiones, «políticas» o no, de los dominados.

Ciertamente, en ciertas condiciones históricas, que deben ser estudiadas de manera empírica, un campo puede comenzar a funcionar como un aparato. Cuando el dominador logra anular y aplastar la resistencia y las reacciones del dominado, cuando todos los movimientos se dirigen exclusivamente desde lo alto hacia lo bajo, la lucha y la dialéctica constitutivas del campo tienden a desaparecer. Hay historia desde que la gente se rebela, resiste, reacciona. Las instituciones totalitarias -asilos, prisiones, campos de concentración- o los Estados dictatoriales son tentativas de poner fin a la historia. De este modo, los aparatos representan un caso límite, algo que puede ser considerado como un estado patológico de los campos, pero es un límite nunca realmente alcanzado, incluso en los regímenes dichos «totalitarios» más represivos.

En cuanto a la teoría de los sistemas, es verdadero que encontramos en ella un cierto número de parecidos superficiales con la teoría de los campos. Se podría fácilmente retraducir los conceptos de «auto-referencialidad» o de «auto-organización» por lo que yo coloco bajo la noción de autonomía; en los dos casos, es verdad, el proceso de diferenciación y de autonomización juega un rol central. Pero las diferencias entre las dos teorías son sin embargo radicales. En primer lugar, la noción de campo excluye el funcionalismo y el organicismo: los productos de un campo dado pueden ser sistemáticos sin ser productos de un sistema, y en particular de un sistema caracterizado por funciones comunes, una cohesión interna y una autoregulación -postulados de la teoría de los sistemas que deben ser rechazados.

Si bien es verdad que en el campo literario o en el campo artístico se pueden tratar las tomas de posición constitutivas de un espacio de posibles como un sistema, estas tomas de posición posibles forman un sistema de diferencias, de propiedades distintivas y antagónicas que no se desarrollan según su propio movimiento interno (como implica el concepto de autoreferencialidad), sino a través de los conflictos internos al campo de producción. El campo es el lugar de relaciones de fuerza -y no solamente de sentido- y de luchas tendientes a transformarlo y, por lo tanto, el lugar de un cambio permanente. La coherencia que puede observarse en un estado dado del campo, su aparente orientación hacia una función única (por ejemplo en el caso de las grandes escuelas de Francia, la reproducción de la estructura del campo del poder) son el producto del conflicto y de la competencia, y no de una suerte de autodesarrollo inmanente de la estructura.

Una segunda diferencia mayor es que un campo no tiene, partes, componentes, cada sub-campo tiene su propia lógica, sus reglas y regularidades específicas, y cada etapa en la división de un campo conlleva un verdadero salto cualitativo (como, por ejemplo, cuando se pasa de un nivel del campo literario en su conjunto al sub-campo de la novela o del teatro). Todo campo constituye un espacio de juego potencialmente abierto, cuyos límites son fronteras dinámicas, que son un juego de luchas en el interior del campo mismo. Un campo es un juego que nadie ha inventado y que es mucho más fluido y complejo que todos los juegos que puedan imaginarse. Digo esto para aprehender plenamente todo lo que separa los conceptos de campo y de sistema, hay que ponerlos en práctica y compararlos a través de los objetos empíricos que producen.

Brevemente, ¿cómo debe conducirse el estudio de un campo, y cuáles son las etapas necesarias en este tipo de análisis?

Un análisis en términos de campo implica tres momentos necesarios y conectados entre sí (1971a). En primer lugar, se debe analizar la posición del campo en relación al campo del poder (1983c), donde ocupa una posición dominada. (O, en un lenguaje mucho menos adecuado: los artistas y los escritores, o más generalmente los intelectuales, son una «fracción dominada de la clase dominante»). En segundo lugar, se debe establecer la estructura objetiva de las relaciones entre las posiciones ocupadas por los agentes o las instituciones que están en competencia en ese campo. En tercer lugar, se deben analizar los habitus de los agentes, los diferentes sistemas de disposiciones que han adquirido a través de la interiorización de un tipo determinado de condiciones sociales y económicas y que encuentran en una trayectoria definida en el interior del campo considerado una ocasión más o menos favorable de actualizarse.

El campo de las posiciones es metodológicamente inseparable del campo de las tomas de posición, entendido como el sistema estructurado de las prácticas y expresiones de los agentes. Los dos espacios, el de las posiciones objetivas y el de las tomas de posición, deben ser analizados juntos y tratados como «dos traducciones de la misma frase», según la fórmula de Spinoza. Dicho esto, en situación de equilibrio el espacio de las posiciones tiende a comandar el espacio de las tomas de posición. Las revoluciones artísticas son el resultado de la transformación de las relaciones de poder constitutivas del espacio de las posiciones artísticas, que se vuelve posible por el encuentro de la intención subversiva de una fracción de los productores con las expectativas de una fracción de su público, es decir, por una transformación de las relaciones entre el campo intelectual y el campo del poder (1987g). Lo que es verdadero para el campo artístico vale también para otros campos. Se puede de este modo observar la misma correspondencia entre las posiciones en el campo universitario en la víspera de mayo del 68 y las posiciones tomadas en ocasión de esos acontecimientos, como lo muestro en Homo academicus, o incluso entre las posiciones estratégicas de los bancos y empresas en el campo económico y las estrategias que ponen en práctica en materia de publicidad o de gestión del personal, etc.

Dicho de otro modo, ¿el campo es una mediación capital entre las condiciones económicas y sociales y las prácticas de quienes forman parte de él?

Las determinaciones que pesan sobre los agentes situados dentro de un campo determinado (intelectuales, artistas, políticos o industriales de la construcción) no se ejercen nunca directamente sobre ellos, sino solamente a través de la mediación específica que constituyen las formas y las fuerzas del campo, es decir luego de haber sufrido una reestructuración (o si se prefiere, una refracción) que es más importante cuanto más autónomo es el campo, es decir que es más capaz de imponer su lógica específica, producto acumulado de una historia particular. Dicho esto, podemos observar toda una gama de homologías estructurales y funcionales entre el campo de la filosofía, el campo político, el campo literario, etc., y la estructura del espacio social: cada uno de ellos tiene sus dominantes y sus dominados, sus luchas por la conservación o la subversión, sus mecanismos de reproducción, etc. Pero cada una de estas características reviste en cada campo una forma específica, irreductible (pudiendo ser definida una analogía como un parecido en la diferencia). De este modo, las luchas en el interior del campo filosófico, por ejemplo, están siempre subdeterminadas y tienden a funcionar en una lógica doble. Tienen implicaciones políticas en virtud de la homología de las posiciones que se establecen entre tal y tal escuela filosófica, y tal y tal grupo político o social dentro del espacio social tomado en su conjunto.

Una tercera propiedad general de los campos es el hecho de que son sistemas de relaciones independientes de las poblaciones que definen esas relaciones. Cuando hablo de campo intelectual, sé muy bien que, dentro de él, voy a encontrar «partículas» (simulemos por un momento que se trata de un campo físico) que están bajo el imperio de fuerzas de atracción, de repulsión, etc., como en un campo magnético. Hablar de campo es acordar la primacía a ese sistema de relaciones objetivas sobre las partículas. Se podría, retomando la fórmula de un físico alemán, decir que el individuo es, como el electrón, un Ausgeburt des Felds, una emanación del campo. Tal o tal intelectual particular, tal o tal artista no existe en tanto que tal sino porque tiene un campo intelectual o artístico. (Se puede de este modo resolver la eterna pregunta, cara a los historiadores del arte, de saber en qué momento se pasa del artesano al artista: pregunta que, formulada en esos términos, está casi desprovista de sentido ya que esta transición se hace progresivamente, al mismo tiempo que se constituía un campo artístico en la cual algo así como un artista podía comenzar a existir).

La noción de campo está allí para recordar que el verdadero objeto de una ciencia social no es el individuo, el «autor», incluso si un campo no puede construirse sino a partir de individuos, ya que la información necesaria para el análisis estadístico está generalmente ligada a individuos o instituciones singulares. Es el campo lo que debe estar en el centro de las operaciones de investigación, esto no implica de ninguna manera que los individuos sean puras «ilusiones», que no existan. Pero la ciencia los construye como agentes, y no como individuos biológicos, actores o sujetos; estos agentes se constituyen socialmente como activos y actuantes en el campo por el hecho de que poseen las cualidades necesarias para ser eficientes en él, para producir efectos en él. E incluso a partir del conocimiento del campo en el que están insertos se puede aprehender mejor aquello que hace a su singularidad, su originalidad, su punto de vista como posición (dentro de un campo), a partir de la cual se instituye su visión particular del mundo, y del campo mismo…

Lo cual se explica por el hecho de que a cada momento hay algo así como un derecho de entrada que todo campo impone y que define el derecho a participar, seleccionando así ciertos agentes y no otros…

La posesión de una configuración particular de propiedades es lo que legitima el derecho de entrar en un campo. Uno de los objetivos de la investigación es identificar esas propiedades activas, esas características eficientes, es decir, esas formas de capital específico. Estamos así ubicados frente a una especie de círculo hermenéutico: para construir el campo, hay que identificar las formas de capital específico que serán eficientes en él, y para construir esas formas de capital específico, hay que conocer la lógica específica del campo. Es un vaivén incesante, dentro del proceso de investigación, largo y difícil.

Decir que la estructura del campo -habrán notado que he construido progresivamente una definición del concepto- está definida por la distribución de las especies particulares de capital que son activas en él es decir que, cuando mi conocimiento de las formas de capital es adecuado, puedo diferenciar todo lo que hay que diferenciar. Por ejemplo, y allí está uno de los principios que ha guiado mi trabajo sobre los profesores de universidad, no podemos satisfacernos con un modelo explicativo que sea incapaz de diferenciar personas, o mejor, posiciones que la intuición ordinaria del universo particular opone muy fuertemente, y debemos interrogarnos sobre las variables olvidadas que permitirían distinguirlos, (paréntesis: la intuición ordinaria es totalmente respetable; simplemente hay que estar seguro de no hacerla intervenir en el análisis sino de manera conciente y razonada, y de controlar empíricamente su validez, a diferencia de esos sociólogos que la utilizan inconcientemente, como cuando construyen esas especies de tipologías dualistas que critico en el principio de Homo academicus, tales como «intelectual universal» por oposición a «local»).

Último punto: los agentes sociales no son «particulares» mecánicamente atraídos y empujados por fuerzas exteriores. Son más bien portadores de capital y, según su trayectoria y la posición que ocupan en el campo en virtud de su dotación en capital (volumen y estructura), tienen propensión a orientarse activamente, ya sea hacia la conservación de la distribución del capital o hacia la subversión de dicha distribución. Las cosas no son tan simples, evidentemente, pero pienso que es una proposición muy general, que vale para el espacio social en su conjunto, sin embargo no implica que todos los poseedores de un gran capital sean automáticamente conservadores.

¿Podría precisar qué es lo que entiende por la «doble relación oscura» entre el habitus y el campo y cómo funciona?

La relación entre el habitus y el campo es en primer lugar una relación de condicionamiento: el campo estructura el habitus, que es el producto de la incorporación de la necesidad inmanente de ese campo o de un conjunto de campos más o menos concordantes -pudiendo estar las discordancias al principio expresadas bajo la forma de habitus divididos, hasta destrozados. Pero es también una relación de conocimiento o de construcción cognitiva: el habitus contribuye a constituir el campo como mundo significativo, dotado de sentido y de valor, en el cual vale la pena invertir su energía, de esto se siguen dos cosas: en primer lugar, la relación de conocimiento depende de la relación de condicionamiento que la precede y que da forma a las estructuras del habitus; en segundo lugar, la ciencia social es necesariamente un «conocimiento de un conocimiento» y debe hacer lugar a una fenomenología sociológicamente fundada sobre la experiencia primaria del campo.

La existencia humana, el habitus como social hecho cuerpo, es esa cosa del mundo por la cual hay un mundo: «el mundo me comprende, pero yo lo comprendo», más o menos esto decía Pascal. La realidad social existe, por decirlo de algún modo, dos veces, en las cosas y en los cerebros, en los campos y en los habitus, en el exterior y en el interior de los agentes. Y, en cuando el habitus entra en relación con un mundo social del que es producto, es como un pez en el agua y el mundo se le aparece como obvio. Podría, para que me comprendan, prolongar las palabras de Pascal: el mundo me comprende, pero yo lo comprendo; es porque él me ha producido, porque ha producido las categorías que le aplico, que se me aparece como obvio, evidente. En la relación entre el habitus y el campo, la historia entra en relación consigo misma: es una verdadera complicidad ontológica que, como Heidegger y Merleau-Ponty lo sugirieron, une el agente (que no es un sujeto o una conciencia, ni el simple ejecutante de un rol, o la actualización de una estructura o de una función) y el mundo social (que no es nunca una simple cosa, incluso si debe ser construido como tal durante la fase objetivista de la investigación (1980d, p. 6)).

Esta relación de conocimiento práctico no se establece entre un sujeto y un objeto constituido como tal y formulado como un problema. Siendo el habitus lo social incorporado, está «como en su casa» dentro del campo que habita, que percibe inmediatamente como dotado de sentido a interés. El conocimiento práctico que procura puede describirse por analogía con la phronèsis aristotélica o, mejor, con la orthè doxa de la que habla Platón en el Ménon: del mismo modo que la «opinión recta» «cae sobre lo verdadero», de alguna manera, sin saber cómo ni porqué, la coincidencia entre las disposiciones y la posición, entre el sentido del juego y el juego, conduce al agente a hacer lo que tiene que hacer sin proponerlo explícitamente como un objetivo, de este lado del cálculo e incluso de la conciencia, de este lado del discurso y de la representación.

Sustituyendo la relación construida entre el habitus y el campo por la relación aparente entre el «actor» y la «estructura», lleva el tiempo al corazón del análisis sociológico y, a contrario, revela las insuficiencias de la concepción destemporalizada de la acción de las visiones estructuralistas o racionalistas de la acción.

La relación entre el habitus y el campo, concebidos como dos modos de existencia de la historia, permite fundar una teoría de la temporalidad que rompe simultáneamente con dos filosofías opuestas: por un lado, la visión metafísica que trata el tiempo como una realidad en sí, independiente del agente (con la metáfora del río) y, por el otro, una filosofía de la conciencia. Lejos de ser una condición a priori y trascendental de la historicidad, el tiempo es aquello que la actividad práctica produce en el acto mismo por el cual se produce a sí misma. Porque la práctica es producto de un habitus que es a su vez producto de la incorporación de las regularidades inmanentes y de las tendencias inmanentes del mundo; contiene en ella misma una anticipación de esas tendencias y de esas regularidades, es decir una referencia no thética a un futuro inscripto en la inmediatez del presente. El tiempo se engendra en la efectuación misma del acto (o del pensamiento) como actualización de una potencialidad que es, por definición, presentificación de un no actual y despresentificación de un actual, lo mismo que el sentido común describe como el «paso» del tiempo.

La práctica no constituye (salvo excepciones) el futuro como tal, dentro de un proyecto o un plan armados por un acto de voluntad conciente y deliberada. La actividad práctica, en la medida en que tiene sentido, en que es razonable, es decir engendrada por habitus que están ajustados a las tendencias inmanentes del campo, trasciende el presente inmediato por la movilización práctica del pasado y la anticipación práctica del futuro inscripto en el presente en estado de potencialidad objetiva. El habitus se temporaliza en el acto mismo a través del cual se realiza porque implica una referencia práctica al futuro implicado en el pasado del que es producto. Habría que precisar, afinar y diversificar este análisis, pero quería solamente hacer entrever cómo la teoría de la prácticaa condensada en las nociones de campo y de habitus permite desembarazarse de la representación metafísica del tiempo y de la historia como realidades en sí mismas, exteriores y anteriores a la práctica, sin abrazar por ello la filosofía de la conciencia, que sostiene las visiones de la temporalidad que se encuentran en Husserl o en la teoría de la acción racional.

*Director de Estudios en la Ecole desd Hautes Etudes en Sciences Sociales

Written by Eduardo Aquevedo

23 marzo, 2010 at 23:45

La esencia del neoliberalismo, Pierre Bourdieu

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Publicado en Le Monde, diciembre de 1998

 

Como lo pretende el discurso dominante, el mundo económico es un orden puro y perfecto, que implacablemente desarrolla la lógica de sus consecuencias predecibles y atento a reprimir todas las violaciones mediante las sanciones que inflige, sea automáticamente o —más desusadamente— a través de sus extensiones armadas, el Fondo Monetario Internacional (FMI)Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y las políticas que imponen: reducción de los costos laborales, reducción del gasto público y hacer más flexible el trabajo.

¿Tiene razón el discurso dominante? ¿Y qué pasaría si, en realidad, este orden económico no fuera más que la instrumentación de una utopía —la utopía del neoliberalismo— convertida así en un problema político? ¿Un problema que, con la ayuda de la teoría económica que proclama, lograra concebirse como una descripción científica de la realidad?

Esta teoría tutelar es pura ficción matemática. Se fundó desde el comienzo sobre una abstracción formidable. Pues, en nombre de la concepción estrecha y estricta de la racionalidad como racionalidad individual, enmarca las condiciones económicas y sociales de las orientaciones racionales y las estructuras económicas y sociales que condicionan su aplicación.

Para dar la medida de esta omisión, basta pensar precisamente en el sistema educativo. La educación no es tomada nunca en cuenta como tal en una época en que juega un papel determinante en la producción de bienes y servicios tanto como en la producción de los productores mismos. De esta suerte de pecado original, inscrito en el mito walrasiano (1) de la «teoría pura», proceden todas las deficiencias y fallas de la disciplina económica y la obstinación fatal con que se afilia a la oposición arbitraria que induce, mediante su mera existencia, entre una lógica propiamente económica, basada en la competencia y la eficiencia, y la lógica social, que está sujeta al dominio de la justicia.

Dicho esto, esta «teoría» desocializada y deshistorizada en sus raíces tiene, hoy más que nunca, los medios de comprobarse a sí misma y de hacerse a sí misma empíricamente verificable. En efecto, el discurso neoliberal no es simplemente un discurso más. Es más bien un «discurso fuerte» —tal como el discurso siquiátrico lo es en un manicomio, en el análisis de Erving Goffman (2). Es tan fuerte y difícil de combatir solo porque tiene a su lado todas las fuerzas de las relaciones de fuerzas, un mundo que contribuye a ser como es. Esto lo hace muy notoriamente al orientar las decisiones económicas de los que dominan las relaciones económicas. Así, añade su propia fuerza simbólica a estas relaciones de fuerzas. En nombre de este programa científico, convertido en un plan de acción política, está en desarrollo un inmenso proyecto político, aunque su condición de tal es negada porque luce como puramente negativa. Este proyecto se propone crear las condiciones bajo las cuales la «teoría» puede realizarse y funcionar: un programa de destrucción metódica de los colectivos.

El movimiento hacia la utopía neoliberal de un mercado puro y perfecto es posible mediante la política de derregulación financiera. Y se logra mediante la acción transformadora y, debo decirlo, destructiva de todas las medidas políticas (de las cuales la más reciente es el Acuerdo Multilateral de Inversiones, diseñado para proteger las corporaciones extranjeras y sus inversiones en los estados nacionales) que apuntan a cuestionar cualquiera y todas las estructuras que podrían servir de obstáculo a la lógica del mercado puro: la nación, cuyo espacio de maniobra decrece continuamente; las asociaciones laborales, por ejemplo, a través de la individualización de los salarios y de las carreras como una función de las competencias individuales, con la consiguiente atomización de los trabajadores; los colectivos para la defensa de los derechos de los trabajadores, sindicatos, asociaciones, cooperativas; incluso la familia, que pierde parte de su control del consumo a través de la constitución de mercados por grupos de edad.

El programa neoliberal deriva su poder social del poder político y económico de aquellos cuyos intereses expresa: accionistas, operadores financieros, industriales, políticos conservadores y socialdemócratas que han sido convertidos en los subproductos tranquilizantes del laissez faire, altos funcionarios financieros decididos a imponer políticas que buscan su propia extinción, pues, a diferencia de los gerentes de empresas, no corren ningún riesgo de tener que eventualmente pagar las consecuencias. El neoliberalismo tiende como un todo a favorecer la separación de la economía de las realidades sociales y por tanto a la construcción, en la realidad, de un sistema económico que se conforma a su descripción en teoría pura, que es una suerte de máquina lógica que se presenta como una cadena de restricciones que regulan a los agentes económicos.

La globalización de los mercados financieros, cuando se unen con el progreso de la tecnología de la información, asegura una movilidad sin precedentes del capital. Da a los inversores preocupados por la rentabilidad a corto plazo de sus inversiones la posibilidad de comparar permanentemente la rentabilidad de las más grandes corporaciones y, en consecuencia, penalizar las relativas derrotas de estas firmas. Sujetas a este desafío permanente, las corporaciones mismas tienen que ajustarse cada vez más rápidamente a las exigencias de los mercados, so pena de «perder la confianza del mercado», como dicen, así como respaldar a sus accionistas. Estos últimos, ansiosos de obtener ganancias a corto plazo, son cada vez más capaces de imponer su voluntad a los gerentes, usando comités financieros para establecer las reglas bajo las cuales los gerentes operan y para conformar sus políticas de reclutamiento, empleo y salarios.

Así se establece el reino absoluto de la flexibilidad, con empleados por contratos a plazo fijo o temporales y repetidas reestructuraciones corporativas y estableciendo, dentro de la misma firma, la competencia entre divisiones autónomas así como entre equipos forzados a ejecutar múltiples funciones. Finalmente, esta competencia se extiende a los individuos mismos, a través de la individualización de la relación de salario: establecimiento de objetivos de rendimiento individual, evaluación del rendimiento individual, evaluación permanente, incrementos salariales individuales o la concesión de bonos en función de la competencia y del mérito individual; carreras individualizadas; estrategias de «delegación de responsabilidad» tendientes a asegurar la autoexplotación del personal, como asalariados en relaciones de fuerte dependencia jerárquica, que son al mismo tiempo responsabilizados de sus ventas, sus productos, su sucursal, su tienda, etc., como si fueran contratistas independientes. Esta presión hacia el «autocontrol» extiende el «compromiso» de los trabajadores de acuerdo con técnicas de «gerencia participativa» considerablemente más allá del nivel gerencial. Todas estas son técnicas de dominación racional que imponen el sobrecompromiso en el trabajo (y no solo entre gerentes) y en el trabajo en emergencia y bajo condiciones de alto estrés. Y convergen en el debilitamiento o abolición de los estándares y solidaridades colectivos (3).

De esta forma emerge un mundo darwiniano —es la lucha de todos contra todos en todos los niveles de la jerarquía, que encuentra apoyo a través de todo el que se aferra a su puesto y organización bajo condiciones de inseguridad, sufrimiento y estrés. Sin duda, el establecimiento práctico de este mundo de lucha no triunfaría tan completamente sin la complicidad de arreglos precarios que producen inseguridad y de la existencia de un ejército de reserva de empleados domesticados por estos procesos sociales que hacen precaria su situación, así como por la amenaza permanente de desempleo. Este ejército de reserva existe en todos los niveles de la jerarquía, incluso en los niveles más altos, especialmente entre los gerentes. La fundación definitiva de todo este orden económico colocado bajo el signo de la libertad es en efecto la violencia estructural del desempleo, de la inseguridad de la estabilidad laboral y la amenaza de despido que ella implica. La condición de funcionamiento «armónico» del modelo microeconómico individualista es un fenómeno masivo, la existencia de un ejército de reserva de desempleados.

La violencia estructural pesa también en lo que se ha llamado el contrato laboral (sabiamente racionalizado y convertido en irreal por «la teoría de los contratos»). El discurso organizacional nunca habló tanto de confianza, cooperación, lealtad y cultura organizacional en una era en que la adhesión a la organización se obtiene en cada momento por la eliminación de todas las garantías temporales (tres cuartas partes de los empleos tienen duración fija, la proporción de los empleados temporales continúa aumentando, el empleo «a voluntad» y el derecho de despedir un individuo tienden a liberarse de toda restricción).

Así, vemos cómo la utopía neoliberal tiende a encarnarse en la realidad en una suerte de máquina infernal, cuya necesidad se impone incluso sobre los gobernantes. Como el marxismo en un tiempo anterior, con el que en este aspecto tiene mucho en común, esta utopía evoca la creencia poderosa —la fe del libre comercio— no solo entre quienes viven de ella, como los financistas, los dueños y gerentes de grandes corporaciones, etc., sino también entre aquellos que, como altos funcionarios gubernamentales y políticos, derivan su justificación viviendo de ella. Ellos santifican el poder de los mercados en nombre de la eficiencia económica, que requiere de la eliminación de barreras administrativas y políticas capaces de obstaculizar a los dueños del capital en su procura de la maximización del lucro individual, que se ha vuelto un modelo de racionalidad. Quieren bancos centrales independientes. Y predican la subordinación de los estados nacionales a los requerimientos de la libertad económica para los mercados, la prohibición de los déficits y la inflación, la privatización general de los servicios públicos y la reducción de los gastos públicos y sociales.

Los economistas pueden no necesariamente compartir los intereses económicos y sociales de los devotos verdaderos y pueden tener diversos estados síquicos individuales en relación con los efectos económicos y sociales de la utopía, que disimulan so capa de razón matemática. Sin embargo, tienen intereses específicos suficientes en el campo de la ciencia económica como para contribuir decisivamente a la producción y reproducción de la devoción por la utopía neoliberal. Separados de las realidades del mundo económico y social por su existencia y sobre todo por su formación intelectual, las más de las veces abstracta, libresca y teórica, están particularmente inclinados a confundir las cosas de la lógica con la lógica de las cosas.

Estos economistas confían en modelos que casi nunca tienen oportunidad de someter a la verificación experimental y son conducidos a despreciar los resultados de otras ciencias históricas, en las que no reconocen la pureza y transparencia cristalina de sus juegos matemáticos y cuya necesidad real y profunda complejidad con frecuencia no son capaces de comprender. Aun si algunas de sus consecuencias los horrorizan (pueden afiliarse a un partido socialista y dar consejos instruidos a sus representantes en la estructura de poder), esta utopía no puede molestarlos porque, a riesgo de unas pocas fallas, imputadas a lo que a veces llaman «burbujas especulativas», tiende a dar realidad a la utopía ultralógica (ultralógica como ciertas formas de locura) a la que consagran sus vidas.

Y sin embargo el mundo está ahí, con los efectos inmediatamente visibles de la implementación de la gran utopía neoliberal: no solo la pobreza de un segmento cada vez más grande de las sociedades económicamente más avanzadas, el crecimiento extraordinario de las diferencias de ingresos, la desaparición progresiva de universos autónomos de producción cultural, tales como el cine, la producción editorial, etc., a través de la intrusión de valores comerciales, pero también y sobre todo a través de dos grandes tendencias. Primero la destrucción de todas las instituciones colectivas capaces de contrarrestar los efectos de la máquina infernal, primariamente las del Estado, repositorio de todos los valores universales asociados con la idea del reino de lo público. Segundo la imposición en todas partes, en las altas esferas de la economía y del Estado tanto como en el corazón de las corporaciones, de esa suerte de darwinismo moral que, con el culto del triunfador, educado en las altas matemáticas y en el salto de altura (bungee jumping), instituye la lucha de todos contra todos y el cinismo como la norma de todas las acciones y conductas.

¿Puede esperarse que la extraordinaria masa de sufrimiento producida por esta suerte de régimen político-económico pueda servir algún día como punto de partida de un movimiento capaz de detener la carrera hacia el abismo? Ciertamente, estamos frente a una paradoja extraordinaria. Los obstáculos encontrados en el camino hacia la realización del nuevo orden de individuo solitario pero libre pueden imputarse hoy a rigideces y vestigios. Toda intervención directa y consciente de cualquier tipo, al menos en lo que concierne al Estado, es desacreditada anticipadamente y por tanto condenada a borrarse en beneficio de un mecanismo puro y anónimo: el mercado, cuya naturaleza como sitio donde se ejercen los intereses es olvidada. Pero en realidad lo que evita que el orden social se disuelva en el caos, a pesar del creciente volumen de poblaciones en peligro, es la continuidad o supervivencia de las propias instituciones y representantes del viejo orden que está en proceso de desmantelamiento, y el trabajo de todas las categorías de trabajadores sociales, así como todas las formas de solidaridad social y familiar. O si no…

La transición hacia el «liberalismo» tiene lugar de una manera imperceptible, como la deriva continental, escondiendo de la vista sus efectos. Sus consecuencias más terribles son a largo plazo. Estos efectos se esconden, paradójicamente, por la resistencia que a esta transición están dando actualmente los que defienden el viejo orden, alimentándose de los recursos que contenían, en las viejas solidaridades, en las reservas del capital social que protegen una porción entera del presente orden social de caer en la anomia. Este capital social está condenado a marchitarse —aunque no a corto plazo— si no es renovado y reproducido.

Pero estas fuerzas de «conservación», que es demasiado fácil de tratar como conservadoras, son también, desde otro punto de vista, fuerzas de resistencia al establecimiento del nuevo orden y pueden convertirse en fuerzas subversivas. Si todavía hay motivo de abrigar alguna esperanza, es que todas las fuerzas que actualmente existen, tanto en las instituciones del Estado como en las orientaciones de los actores sociales (notablemente los individuos y grupos más ligados a esas instituciones, los que poseen una tradición de servicio público y civil) que, bajo la apariencia de defender simplemente un orden que ha desaparecido con sus correspondientes «privilegios» (que es de lo que se les acusa de inmediato), serán capaces de resistir el desafío solo trabajando para inventar y construir un nuevo orden social. Uno que no tenga como única ley la búsqueda de intereses egoístas y la pasión individual por la ganancia y que cree espacios para los colectivos orientados hacia la búsqueda racional de fines colectivamente logrados y colectivamente ratificados.

¿Cómo podríamos no reservar un espacio especial en esos colectivos, asociaciones, uniones y partidos al Estado: el Estado nación, o, todavía, mejor, al Estado supranacional —un Estado europeo, camino a un Estado mundial— capaz de controlar efectivamente y gravar con impuestos las ganancias obtenidas en los mercados financieros y, sobre todo, contrarrestar el impacto destructivo que estos tienen sobre el mercado laboral. Esto puede lograrse con la ayuda de las confederaciones sindicales organizando la elaboración y defensa del interés público. Querámoslo o no, el interés público no emergerá nunca, aun a costa de unos cuantos errores matemáticos, de la visión de los contabilistas (en un período anterior podríamos haber dicho de los «tenderos») que el nuevo sistema de creencias presenta como la suprema forma de realización humana.

Notas

1. Auguste Walras (1800-66), economista francés, autor de De la nature de la richesse et de l’origine de la valeur [sobre la naturaleza de la riqueza y el origen del valor) (1848). Fue uno de los primeros que intentaron aplicar las matemáticas a la investigación económica.

2. Erving Goffman. 1961. Asylums: Essays On The Social Situation Of Mental Patients And Other Inmates [Manicomios: ensayos sobre la situación de los pacientes mentales y otros reclusos]. Nueva York: Aldine de Gruyter.

3. Ver los dos números dedicados a « Nouvelles formes de domination dans le travail » [nuevas formas de dominación en el trabajo], Actes de la recherche en sciences sociales, Nº 114, setiembre de 1996, y 115, diciembre de 1996, especialmente la introducción por Gabrielle Balazs y Michel Pialoux, « Crise du travail et crise du politique » [crisis del trabajo y crisis política], Nº 114: p. 3-4.

Contra el fatalismo económico, por P. Bourdieu…

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Mis más cálidos agradecimientos para la ciudad de Ludwigshafen, su alcalde el Señor Wolfgang Schulte y al Instituto Ernst Bloch, por el honor que se me ha concedido y asocia mi nombre con el de uno de los filósofos a quien más admiro. Mis agradecimientos también para el señor Ulrich Beck por el generoso discurso que acaba de pronunciar. Me hace pensar en que en el futuro próximo podremos asistir al nacimiento de la utopía de un colectivo intelectual europeo, cosa que he apoyado durante mucho tiempo. Mi única crítica a esta eulogia es su excesiva generosidad, especialmente por la forma en que atribuyó a mi persona una cantidad de propiedades y cualidades que sólo son producto de condiciones sociales. No puedo dejar de pensar, cuando se me honra de semejante manera y se me eleva al nivel de gran defensor de la idea utópica -en estos días tan desacreditada, desechada y ridiculizada, en nombre del realismo económico-, que estoy siendo autorizado o más precisamente urgido a intentar definir cual tiene que ser y debe ser el papel del intelectual, en relación a la utopía en general y la utopía europea en particular.

Revolución conservadora

Debemos reconocer que estamos actualmente en un período de restauración neo-conservadora. Pero esta revolución conservadora asume una forma sin precedentes: no hay, como en tiempos anteriores, ningún intento de invocar un pasado idealizado mediante la exaltación de la tierra, la sangre, y los temas de las antiguas mitologías rurales. Es un nuevo tipo de revolución conservadora que, para justificar su restauración reclama una relación con el progreso, la razón y la ciencia -la economía, en verdad-, y a partir de esto intenta relegar el pensamiento y la acción progresiva a un estatus arcaico. Se erige como patrón de normas para todas las prácticas, y por tanto como norma ideal, el orden del mundo económico librado a su propia lógica: la ley del mercado, la ley del más fuerte. Ratifica y jerarquiza la norma de los llamados mercados financieros, el retorno a un tipo de capitalismo radical que no responde a ninguna ley más que a la máxima ganancia; un capitalismo sin tapujos, desenfrenado, que ha sido llevado hasta el límite de su eficiencia económica por medio de las formas modernas de conducción Management y las técnicas manipuladoras como la investigación de mercado y las propagandas de venta y comercialización.

El aspecto engañoso de esta revolución conservadora es que, atrapada por todos los signos de la modernidad, aparentemente no conserva nada de la oscura pastoral de la Selva Negra, tan amada por los revolucionarios de los años 30… Después de todo, viene de Chicago ¿no es así?… Galileo dijo que el mundo natural está escrito en lenguaje matemático. Actualmente, tratan de inventar que el mundo social está escrito en lenguaje económico. Mediante el arma de las matemáticas -y también del poder de los medios- el neoliberalismo se ha transformado en la forma suprema de contraataque conservador, apareciendo durante los últimos treinta años bajo la denominación de "el fin de la ideología" o, mas recientemente, "el fin de la historia".

Fatalismo economicista
Lo que se nos presenta como un horizonte imposible de superar por el pensamiento -el fin de las utopías criticas- no es nada más que un fatalismo economicista, que puede criticarse en los términos empleados por Ernst Bloch en El espíritu de la utopía (1) dirigiéndose al economicismo y fatalismo que pueden encontrarse en el marxismo.

La fechitización de las fuerzas productivas y el fatalismo resultante, se encuentra hoy paradójicamente en los profetas del neoliberalismo y en los sacerdotes del Deutschmark y la estabilidad monetaria. El neoliberalismo es una poderosa teoría económica cuya estricta fuerza simbólica, combinada con el efecto de la teoría, redobla la fuerza de las realidades económicas que supuestamente expresa. Sostiene la filosofía espontanea de los administradores de las grandes multinacionales y de los agentes de la gran finanza, en especial los agentes de Fondos de pensión. Seguida en todo el mundo por políticos nacionales e internacionales, funcionarios oficiales y especialmente por el mundillo de los periodistas tradicionales -todos más o menos igualmente ignorantes de la teología matemática subyacente- se está transformando en una creencia universal, en un nuevo evangelio ecuménico.

Este evangelio, o más bien la vulgarización gradual que se ha hecho a nombre del liberalismo en todos los lugares, está confeccionada con una colección de palabras mal definidas -"globalización", "flexibilidad", "desrregulación" y otras- que, a través de sus connotaciones liberales e incluso libertarias pueden ayudar a dar la apariencia de un mensaje de libertad y liberación a una ideología que se piensa a si misma como opuesta a toda ideología.

De hecho, esta filosofía tiene y reconoce como su único objetivo la permanente creación de riqueza y, más secretamente, su concentración en manos de una minoría privilegiada, y por lo tanto conduce un combate por cualquier medio, incluso la destrucción del medio ambiente y el sacrificio humano, contra cualquier obstáculo a la maximización de las ganancias. Seguidores del laisser-faire, como Thatcher, Reagan y sus sucesores ponen cuidado en la práctica no del laisser-faire sino, al contrario, en dar mano libre a la lógica de los mercados financieros para llevar adelante una guerra total contra los sindicatos, contra las adquisiciones sociales de los últimos siglos, en una palabra, contra todas las formas de civilización asociadas con el estado social.

Juzgar por los resultados
La política neoliberal puede ser ahora juzgada por sus resultados, que son claros para todos, a pesar de los esfuerzos para probar por medio de trucos estadísticos y trampas groseras que Estados Unidos y Gran Bretaña han alcanzado el pleno empleo. Hay desempleo masivo. Los trabajos que hay son precarios, la permanente inseguridad resultante afecta una creciente proporción de la población, aun en las clases medias. Hay una profunda desmoralización ligada al colapso de la solidaridad elemental, especialmente en la familia y todas las consecuencias de este estado de anomia: delincuencia juvenil, crimen, drogas, alcoholismo, la reaparición en Francia y en otros lugares de movimientos políticos de corte fascista. Y hay una destrucción gradual de las adquisiciones sociales y cualquier defensa de estas es denunciada como conservadurismo pasado de moda.

A esto podemos sumar ahora la destrucción de las bases económicas y sociales de las más notables conquistas culturales de la humanidad. La autonomía de la cual gozaban los universos de la producción cultural en relación al mercado, que había crecido continuamente por medio de las luchas de los escritores, artistas y científicos, está cada vez más amenazada. La dominación del "comercio" y de "lo comercial" sobre la literatura aumenta día a día, especialmente por medio de la concentración de la industria de publicidad que está cada vez más sujeta a las restricciones de la ganancia inmediata. Acerca del cine, podemos preguntarnos qué quedará del cine artístico experimental europeo en diez años, a no ser que se haga todo lo posible para proporcionar a los productores de vanguardia los medios de producción y más importante aún, de distribución.

Todo esto, sin mencionar los servicios sociales, condenados o a las órdenes directamente interesadas de las burocracias estatales o empresariales o a ser estrangulados económicamente. Se me preguntará ¿cual fue el papel de los intelectuales en todo esto ? No intentaré hacer un listado -sería muy largo y muy cruel- de todas las formas omisión o, peor aun, de colaboración. No necesito mencionar los argumentos de los así llamados filósofos modernistas y posmodernistas que, no satisfechos con enterrarse a sí mismos en juegos escolásticos, se reducen a la defensa verbal de la razón y el diálogo racional, o peor aun, sugieren una versión supuestamente posmoderna pero realmente radical-chic de la ideología del fin de las ideologías, con toda su condena de las grandes narrativas y una denuncia nihilista de la ciencia.

Utopismo razonado
¿Cómo podremos evitar desmoralizarnos en este entorno más o menos desalentador? ¿Cómo devolveremos la vida y la fortaleza social al "utopismo razonado" del que habla Ernst Bloch refiriéndose a Francis Bacon? (2). Para empezar ¿cómo debemos entender el significado de esta frase? Otorgándole un riguroso significado a la oposición descrita por Marx entre "sociologismo" (la pura y simple sumisión a las leyes sociales) y "utopismo" ( el desafío audaz de estas leyes), Ernst Bloch describe al "utópico razonable" como quien actúa en virtud de "el pleno conocimiento conciente del curso objetivo", la posibilidad objetiva y real de su "época"; a quien, en otras palabras, "anticipa psicológicamente una posible realidad". El utopismo racional se define como opuesto tanto al "pensamiento ilusorio que siempre ha traído descrédito a la utopía" como a "las trivialidades filisteas preocupadas esencialmente por los hechos". Se opone al "derrotismo ultimatista" "la herejía de un automatismo objetivista, según el que las contradicciones objetivas del mundo serían suficientes en sí mismas para revolucionar el mundo en el cual se dan" y, al mismo tiempo, al "activismo por sí mismo" , puro voluntarismo basado en un exceso de optimismo.(3)

Así que contra este "fatalismo de banquero" que pretende hacernos creer que el mundo no puede ser diferente a lo que es -en otras palabras, totalmente sometido a los intereses y deseos de ellos-, los intelectuales y todos aquellos preocupados por el bienestar de la humanidad tendrán que restablecer un pensamiento utópico con respaldo científico, tanto en sus metas, que deben ser compatibles con las tendencias objetivas, como en sus medios, que también deben ser científicamente examinados. Necesitan trabajar colectivamente en estudios que puedan impulsar proyectos y acciones adecuados a los procesos objetivos que se intenta transformar.

El utopismo razonado, como lo he definido, es indiscutiblemente lo más ausente en la Europa actual. La forma de resistir a esta Europa -la que el pensamiento de los banqueros intenta hacernos aceptar a toda costa- no es el rechazo a Europa en sí misma desde una posición nacionalista, como lo hacen algunos, sino levantar un rechazo progresivo a la Europa neoliberal definida por bancos y banqueros. Sirve a sus intereses suponer que cualquier rechazo a la Europa que quieren equivale a un rechazo a cualquier Europa. Pero rechazando a una Europa definida y dominada por los bancos, rechazamos el pensamiento de los banqueros y el proceso que -bajo la cobertura neoliberal- termina haciendo del dinero la medida de todas las cosas, incluido el valor de los hombres y mujeres en el mercado laboral y así en todos los terrenos, en todas las dimensiones de la existencia; un proceso que al establecer la ganancia como criterio único para evaluar la educación, la cultura, el arte, la literatura, nos condena a una prosaica civilización desabrida de "fast food", novelas de aeropuertos y guisos televisivos.

Resistencia europea
La resistencia a la Europa de los banqueros y la previsible restauración conservadora, sólo puede ser europea. Y solamente puede ser europea en el sentido de liberarse de intereses, presunciones, prejuicios y hábitos de pensamiento que son nacionales y aun vagamente nacionalistas, siendo realmente una acción de todos los europeos, en otras palabras, una combinación concertada de intelectuales de todos los países europeos, sindicatos de todos los países europeos, de las más diversas asociaciones de todos los países europeos. Es por esto que la tarea más urgente del momento no es elaborar programas europeos comunes, sino la creación de instituciones -parlamentos, federaciones internacionales, asociaciones europeas de esto y aquello: camioneros, editores, maestros y demás, pero también defensores de árboles, peces, hongos, aire puro, niños y todo lo demás- en el seno de los cuales pueden ser discutidos y elaborados determinados programas europeos.

La gente podrá decir que todo esto ya existe, pero yo estoy plenamente seguro de lo contrario, no es preciso más que mirar la actual situación de la federación europea de sindicatos; la única corporación internacional europea que se está construyendo y que posee cierto nivel de efectividad es la de los tecnócratas, contra la cual no tengo nada que decir, en verdad sería el primero en defenderla contra las dudas generalmente estúpidas, nacionalistas o -peor aún- populistas que se ciernen sobre ella. Finalmente, para no dar una respuesta general y abstracta a la pregunta por la cual comencé -sobre el papel de los intelectuales en la construcción de la utopía europea- quisiera decir que contribución espero hacer personalmente a esta inmensa y urgente tarea.

Convencido como estoy de que los mayores vacíos de la construcción europea pueden ubicarse en cuatro áreas principales -el estado social y sus funciones; la unificación de los sindicatos; la armonía y modernización de el sistema educativo; y la articulación entre la política económica y la política social- estoy trabajando actualmente, en colaboración con investigadores de diversos países europeos, sobre la concepción y construcción de las estructuras organizativas esenciales para llevar a cabo la investigación comparativa y complementaria necesaria para aportar al utopismo en estas cuestiones su carácter razonado, especialmente, por ejemplo, esclareciendo los obstáculos sociales hacia una europeización real de instituciones tales como estado, sistema educativo y sindicatos.

Un proyecto especialmente querido por mí, se refiere a la articulación entre la política económica y lo que llamamos política social, más precisamente, los efectos sociales y los costos de la política económica. Incluye el intento de encontrar las causas primarias de las diversas formas de la miseria social que aflige a hombres y mujeres de las sociedades europeas, lo que casi siempre nos remite a decisiones económicas. Es una oportunidad para que el sociólogo, a quien corrientemente no se consulta excepto para remendar la vajilla que rompen los economistas, aproveche para recordarnos que la sociología puede y debe jugar un papel inicial en las decisiones políticas que son dejadas cada vez más en manos de los economistas o dictadas de acuerdo a consideraciones económicas muy limitadas.

A través de una descripción detallada del sufrimiento causado por las políticas neoliberales -en el mismo sentido que en La Misere du monde (4)- y por medio de sistemáticas referencias cruzadas entre, por un lado, los índices económicos concernientes a la política social de las empresas (ajustes, métodos administrativos, salarios y demás) y, por otro lado, los índices de tipo más evidentemente social (accidentes industriales, enfermedades ocupacionales, alcoholismo, utilización de drogas, suicidio, delincuencia, crimen, violaciones, y demás). Me gustaría plantear la pregunta acerca de los costos sociales de la violencia económica y por lo tanto intentar diseñar las bases para una economía del bienestar que tenga en cuenta todas las cosas que, la gente que dirige la economía y los economistas, excluyen de los cálculos más o menos imaginarios en cuyo nombre pretenden gobernarnos.

Por lo tanto, para concluir, sólo quiero formular la pregunta que debe estar en el centro de cualquier utopía razonada concerniente a Europa: cómo creamos una Europa realmente europea, una que esté libre de toda dependencia de cualquiera de los imperialismos -comenzando por el imperialismo que afecta la producción y la distribución cultural en particular, vía las restricciones comerciales. Liberada también de todos los residuos nacionales y nacionalistas que aun impiden que Europa acumule, aumente y distribuya todo lo que es más universal en la tradición de todas naciones que la componen.

Para terminar con un lugar totalmente concreto del "utopismo" razonado, permítaseme sugerir que esta cuestión, para mí crucial, sea incluida en el programa del Centro Ernst Bloch y el de la organización internacional de "utópicos reflexivos" que en él podría constituirse.

* Texto del discurso pronunciado por Pierre Bourdieu el 22 de noviembre de 1997, en el acto de recepción del Premio Ernst Bloch, concedido por el Instituto Ernst Bloch, en la ciudad alemana de Ludwigshafen. Publicado en New Left Review Nº 227, enero-febrero 1998, Londres. Traducido del inglés por Clara Inés Restrepo.

Nuevo capitalismo y relaciones sociales. Entrevista a Richard Sennett, por C. del Olmo

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En su último libro publicado en España, El respeto, habla usted abundantemente de su vida: del compromiso político de sus padres, de su infancia en un bloque de viviendas sociales en Chicago… ¿Contribuye de algún modo esa herencia a explicar la orientación o el enfoque de su trabajo teórico?

Mi padre y mi tío, que eran anarquistas, lucharon en la Guerra Civil española con el POUM, y su relación con España estuvo bastante circunscrita a Cataluña, y a Barcelona en particular. Cuando volvieron a Estados Unidos se encontraron con que allí a nadie le importaba la diferencia entre estalinistas, anarquistas y trotskistas y fueron catalogados, simplemente, como izquierdistas. De ahí parte la larga relación que tiene mi familia con España. Tras la muerte de Franco me quedé asombrado al ver que la mayor parte de los españoles de mi generación que conocía porque estaban exiliados en Nueva York, se convertían de pronto en alcaldes de ciudades como Barcelona. Uno de ellos, Narcís Serra, llegó a ser Ministro de Defensa. Me sorprendió mucho aquella brusca evolución. En cuanto a la relación de mi historia personal con mis libros, lo cierto es que si incluí en El respeto todo este material autobiográfico no fue para intentar explicar de dónde proceden mis teorías o, al menos, no fue exactamente por eso. Pero, ya que estaba escribiendo sobre el respeto, esa relación tan básica para el buen funcionamiento de la sociedad, para el estado de bienestar y los pobres, pensé que sería más ilustrativo describirlo recurriendo a mi propia infancia que limitarme a teorizar. El respeto forma parte de una trilogía cuyo primer libro es La corrosión del carácter y que se completa con un ensayo que aparecerá próximamente en España: La cultura del nuevo capitalismo. Estos tres volúmenes forman una especie de ciclo en el que describo qué es el nuevo capitalismo centrando mi atención en el trabajo en el caso de La corrosión del carácter, en el estado de bienestar en El respeto y en la cultura en el que libro que está a punto de salir.

Resulta habitual que en los estudios sociales de los últimos años se mencione un cambio económico, político y social que habría tenido lugar entre finales de los sesenta y comienzos de los setenta, un cambio que se ha conceptualizado de maneras muy diferentes: capitalismo tardío, sociedad posindustrial, paso a un sistema de producción posfordista o a un régimen de acumulación flexible… En La corrosión del carácter también usted aludía a esta transformación citando algunos fragmentos del clásico libro de Piore y Sabel The Second Industrial Divide. ¿Cree que se trata de un cambio de gran calado o de una modificación superficial?

En mi opinión, se trata de un cambio profundo y estructural: el capitalismo ha entrado en una nueva era, que no se puede describir únicamente en términos de globalización. Se ha producido una transformación profunda en las instituciones y también en las expectativas que tiene la gente acerca de la relación entre la economía política y la cultura. En esta trilogía de la que hablaba he intentado demostrar que no estamos presenciando simplemente un fenómeno pasajero. Y no creo que la izquierda haya comprendido aún el calado de esta mutación, como no ha comprendido las profundas modificaciones que la tecnología está introduciendo en el sistema capitalista ni en qué medida esta tecnología se emplea para incrementar las desigualdades y la dominación. Si no tenemos en cuenta esta transformación nos limitaremos a mirar hacia atrás y a pedir que las cosas no cambien, como esos estudiantes franceses que se están manifestando porque quieren una seguridad que ya no tienen. No creo que ése sea un buen método para combatir este tipo de cambio. Cuando emprendí esta investigación sobre el nuevo capitalismo que me ocupa desde hace prácticamente quince años, casi todo el mundo identificaba lo que estaba ocurriendo con una nueva fase del imperialismo americano. Sin embargo, ahora vemos que los mismos cambios están teniendo lugar en China, en la India… Sería demasiado simplista decir que ya hemos visto antes lo que está ocurriendo allí. Se trata de dos países extremadamente pobres que, de pronto, han alcanzado una posición de poder muy importante y están presenciando cómo en su seno se genera una profunda contradicción entre los nuevos tipos de clase media y la gente que se está quedando rezagada. No cabe duda de que éste es un cambio estructural producido, digamos, por la economía y no el resultado intencionado de las maniobras de Estados Unidos. Son temas importantes sobre los que es preciso reflexionar.

En sus ensayos utiliza abundantemente estudios de caso, historias de vida y transcripciones de conversaciones. Además de manejarse estupendamente con el lenguaje, se aprecia claramente que tiene una especial sensibilidad para este tipo de relatos. No me ha sorprendido, pues, descubrir que también ha escrito usted tres novelas, que no están traducidas al castellano. ¿Qué le llevó a escribir narrativa?

A lo largo de mi formación como sociólogo aprendí a recabar y a utilizar historias de vida en mi investigación. Este método de estudio se basa en una teoría según la cual, para comprender el significado de los hechos políticos o económicos es preciso situarlos en un contexto temporal. Se trata de un enfoque que surge de la tradición etnográfica de la sociología británica, aunque también ha recibido influencias del psicoanálisis. Su objetivo es llegar a comprender la situación dentro de un marco narrativo amplio. En realidad, mi formación como sociólogo estuvo muy próxima a la antropología y dado que la mayor parte de mis investigaciones requerían entrevistas de hasta diez y doce horas, acabé desembocando en la narrativa de una manera muy natural. Para mí, la literatura y la sociología no son cosas tan distintas. Por lo demás, si bien es cierto que no soy un novelista particularmente bueno, mis novelas fueron para mí una especie de extensión de mis estudios, una investigación diferente que también me servía para comprender el lugar de las cosas en el marco de períodos extensos de tiempo, lo cual resulta fundamental en unos momentos en los que el rasgo más relevante de la cultura del nuevo capitalismo es la ruptura del tiempo, su fragmentación en pequeñas porciones, de forma que, como explicaba en La corrosión del carácter, las experiencias resultan muy breves e inconexas. Este tipo de investigación etnológica, que produce un tipo de conocimiento muy específico, no tiene nada que ver con la escuela estadounidense, más orientada a los números y las estadísticas, pero tampoco con la francesa; es totalmente diferente. Aunque es cierto que la obra del sociólogo francés Pierre Bourdieu, que fue buen amigo mío y que también tuvo una formación antropológica, se basa en narraciones de este tipo. Curiosamente, en los últimos años estoy teniendo en la universidad, en Londres, bastantes alumnos franceses; tal vez están cansados de tanta teoría…

Dice usted que sociología y literatura no son cosas tan distintas… Si no me equivoco, hace algún tiempo declaró que su intención era volver a convertir la sociología en un género literario, como lo fue en el siglo xix. ¿Qué opinión le merecen las pretensiones científicas de los sociólogos? Y, una vez que aceptamos la sociología como género literario, ¿a qué tipo de verdad cree que pueden aspirar sus conocimientos?

La primera parte de la respuesta es que no hay por qué pensar que ciencia y arte son excluyentes. Las cosas se puede hacer como las hago yo o de otro modo. En realidad, siento un enorme respeto por los investigadores que trabajan con estadísticas, aunque mi método sea distinto. El trabajo que yo llevo a cabo, y que desarrollan otros muchos estudiosos con los que comparto un enfoque similar, desemboca en un tipo de conocimiento diferente que en alemán se denomina Verstehen; es una labor de reconocimiento y empatía, aunque tal vez «empatía» no sea la palabra adecuada. En cualquier caso, es la capacidad de imaginar una vida diferente de la propia. Naturalmente, este método basado en el Verstehen no es algo que yo haya inventado, procede de una tradición muy respetable en la que destacan figuras como Dilthey o Nietzsche. Los conceptos de «verdadero» y «falso» forman parte de un lenguaje propio de un mundo muy específico. En las investigaciones de este tipo, en cambio, no se trata tanto de producir verdades cuanto de conseguir un entendimiento, una comprensión que constituye también conocimiento objetivo, aunque de un tipo muy peculiar, que permite descubrir qué es lo que hace que otro ser humano sea diferente de uno mismo. Y para lograr que el lector experimente esas diferencias y comprenda ciertos aspectos concretos que están en el interior de otras personas, quien realiza el análisis debe trabajar mucho su escritura. Si yo quiero, por ejemplo, expresar qué hay de extraño en la vida de un señor que trabaja como programador informático, no puedo limitarme a explicarlo, tengo que convertirlo en una experiencia concreta que poder narrar. Si me limito a decir «estas personas son diferentes de ustedes», el lector no captará nada. Por eso le doy tanta importancia a la forma en la que escribo.

He leído que Tony Blair ha citado su libro El respeto en apoyo de su Labour’s Respect Action Plan, un paquete de medidas destinadas a solventar los problemas de convivencia ciudadana –una normativa parecida a la ordenanza cívica que tanta polémica ha desatado en Barcelona–. ¿Comparten usted y Blair el mismo concepto de respeto?

No, en absoluto. La cuestión de los problemas de convivencia que causan los excluidos y los marginales no tiene nada que ver con el tema sobre el que escribí en mi libro. Me sorprendió muchísimo enterarme de lo de Blair; supongo que la confusión se debe a la forma de leer que tienen los políticos. En realidad, mi libro habla precisamente sobre cómo los poderosos –y esto también vale para las instituciones– podrían tratar con más respeto a los que están por debajo de ellos, a los que están en sus manos.

En los últimos años parece como si el discurso acerca de la justicia social, tan común en los estudios urbanos, hubiera sido remplazado por un discurso, muy típico del Nuevo Laborismo, que habla de «sostenibilidad social» y en el que los objetivos de competitividad y cohesión social, antaño considerados contradictorios, aparecen como complementarios. ¿Cree que los gobiernos pueden realmente lograr esta meta conjunta?

No, cohesión y competitividad son conceptos que no pueden ir de la mano. Ése es el problema. En el capitalismo, al menos en su etapa actual, no puede haber conciliación entre las ganancias económicas y la cohesión social. Todo ese discurso del que hablas no es más que palabrería, es imposible producir simultáneamente más desigualdades económicas y más solidaridad. Esta cuestión cobra tintes dramáticos en países como China. Allí el capitalismo está en plena eclosión de una manera que los europeos no podemos ni imaginar. El Partido Comunista ha resultado ser un perfecto motor para llevar a cabo esta revolución capitalista. Pero este desarrollo está separando drásticamente las zonas urbanas de las rurales, violando uno de los principios fundamentales del comunismo chino y provocando una terrible pérdida de cohesión y un conflicto dramático del que sólo se está beneficiando un tercio de la población, mientras las barreras que separan a este grupo de los dos tercios restantes se vuelven cada día más infranqueables. Últimamente están empezando a producirse revueltas en las zonas rurales y se está forjando todo un discurso sobre las desigualdades que el Partido Comunista Chino no está preparado para asumir. Este asunto constituye, por cierto, un buen ejemplo de las razones por las que debemos evitar dirigir la mirada únicamente a Estados Unidos, o hablar sólo del capitalismo anglosajón. Pero volviendo a tu pregunta, creo firmemente que no es realista afirmar que puede haber crecimiento económico y un incremento de la cohesión social al mismo tiempo. Tal vez fuera posible hace un siglo, pero ahora no.

Hace un par de años, Ray Pahl, uno de los padres de los estudios urbanos actuales, autor del clásico Whose city?, declaraba que los investigadores llevaban años culpando a la ciudad de ciertos aspectos de la vida social que tenían bastante más que ver con política fiscal, por ejemplo, y afirmaba que lo que deberían hacer era, precisamente, insistir en la relativa insignificancia de las pautas y procesos específicamente urbanos. ¿Está de acuerdo con esta opinión de Pahl?

Pahl es un buen amigo mío. En mi opinión, lo que quiere decir con estas palabras es que no se puede tomar un fenómeno como el capitalismo flexible, por ejemplo, y tratar de intervenir a pequeña escala, a escala urbana. Si no se cambian, por ejemplo, las normas que rigen las operaciones de los bancos, quien se limite a dirigir la mirada a la sucursal bancaria de su pueblo sólo conseguirá un impacto mínimo. De todas formas, la afirmación de Pahl es realmente rotunda… Yo creo que los cambios económicos y sociales que he estudiado han tenido un efecto claro de homogeneización en las ciudades. Hoy en día, lugares tan dispares como Londres, Nueva York, Madrid, Shanghai o incluso Bombay, resultan enormemente parecidos, lo cual no deja de asombrarme. La principal razón de esta homogeneización es que el entorno urbano es el territorio ideal para que pueda operar este nuevo capitalismo, por tanto, todas las personas y los servicios irrelevantes para esta dinámica económica son expulsados del centro de las ciudades, que queda reservado para turistas y burgueses, con el inevitable componente de exclusión social que ello conlleva.

En sus libros, especialmente en La corrosión del carácter, explica cómo la gente que se siente de un modo u otro amenazada por esta fragilización de las relaciones sociales que conllevan las nuevas condiciones flexibles del trabajo y la economía, tiende a desplazarse a posiciones políticas de derechas. ¿Qué es lo que motiva este giro político?

Me alegro de que hayas tocado este tema, porque es algo que tengo muy presente en estos últimos tiempos. Me intriga sobremanera saber por qué el primer impulso de la gente en momentos de cambio como el actual es desplazarse a posiciones de derechas. Para comprenderlo, hay que tener en cuenta que generalmente se trata de una derecha particular, tipo Vicente Fox, por ejemplo, o tipo Berlusconi, muy marcada por el individualismo, que viene a decir a la gente: «Tú también puedes alcanzar el éxito. El problema son esos pesados de la izquierda que se interponen en tu camino». Es un discurso que apela a una mentalidad de derechas individualista, desligada, en apariencia, de los intereses de los grandes grupos de poder. La única razón que se me ocurre para explicar este fenómeno es que el nuevo capitalismo pone el énfasis en la responsabilidad de cada persona frente a su propio destino, antes que en la responsabilidad colectiva, y este tipo de movimientos de derechas también refuerzan esa responsabilidad personal: le dicen a la gente que también ellos son importantes como individuos, que no son simplemente parte de la gran masa, aunque las circunstancias les hayan impedido demostrar de lo que son capaces. En la India, por ejemplo, resulta muy interesante observar cómo las personas que más sufren los efectos de este nuevo capitalismo están siendo atraídas en gran medida por este tipo de ideología derechista que les dice: «Sí, vosotros también merecéis tener vuestra oportunidad». De modo que no es un fenómeno únicamente occidental. Y la cuestión es saber por qué los movimientos de izquierdas no conectan con estos sentimientos. Esta es la gran pregunta que la izquierda debe abordar porque, en estos momentos, lo único que parece transmitir a la gente es desesperanza. En el Reino Unido, por ejemplo, los movimientos organizados de izquierdas están totalmente anquilosados y en Francia, la izquierda se ha ganado la etiqueta de auténtico movimiento conservador, con sus reivindicaciones de estabilidad. Tal vez simplemente tengamos que esperar unos años para que la situación evolucione; al fin y al cabo, estas tendencias actuales sólo tienen diez o quince años de vida. Puede que lo único que haga falta sea un cambio generacional para conectar mejor con la gente, que la solución radique simplemente en librarse de los líderes de mi generación que hay en los sindicatos y los partidos de izquierdas. No conozco bien la situación en España, pero no me cabe duda de que en países como Francia o el Reino Unido la vieja izquierda no tiene ninguna idea sobre qué hacer. Por ejemplo, me parece imprescindible reinventar los sindicatos de forma que apoyen a la gente que vive inmersa en esta economía flexible y va cambiando de un trabajo a otro; deberían reconvertirse en una especie de combinación de agrupación comunitaria y servicio de empleo, así podrían aportar a las personas algo de continuidad y estabilidad a pesar de las interrupciones y las rupturas que implica el nuevo capitalismo. En cierta ocasión hablé sobre este tema en un congreso sindical en el Reino Unido, y me asombró oír las respuestas que me dieron: «No podemos hacer eso, perderíamos nuestra identidad. Somos un sindicato que sólo representa a los trabajadores de un ramo determinado, y si uno de ellos cambia de ramo, dejamos de representarlo. Además, lo que nos importa es preservar el salario de nuestros trabajadores, no buscarles empleo». Me parece una actitud absolutamente tradicional: sólo te protegen si ya tienes trabajo. Mi esperanza es que, a medida que se vaya muriendo la gente de mi generación puedan desarrollarse estos nuevos sindicatos que defiendo…

En El respeto utiliza su experiencia como violonchelista para explicar cómo una base de técnica, disciplina y «saber hacer» es necesaria para poder disfrutar de la libertad –en este caso, de un vibrato–. Imagino que es una metáfora válida para todos los ámbitos, desde la práctica artística hasta la vida cotidiana. ¿Cree que la disciplina es un valor en desuso que debiera ser rescatado?

Sí, estoy firmemente convencido. Ahora bien, cuando hablo de disciplina no me refiero al término en el mismo sentido que Foucault y sus seguidores, no es algo impuesto desde arriba. Para mí, la palabra «disciplina» es una especie de símbolo que representa la fuerza psicológica que ha de tener la gente para sobrevivir en este capitalismo tan lleno de injusticias. También me refiero a este concepto con la palabra «oficio» [craft], en el sentido de los oficios artesanos, algo que es necesario dominar. ¿Nunca has tenido la sensación de que tienes la capacidad de realizar una tarea determinada, y de que quieres hacerla bien aunque el sistema económico no te vaya a compensar por ello? Eso quiere decir que crees en ti misma, que te respetas, y eso te proporciona energía. En cambio, si te conviertes en una especie de criatura del momento, en alguien que aborda cualquier tarea aunque sólo tenga un conocimiento superficial de ella, estás perdida. De modo que esta idea de reconstrucción de uno mismo a través de una disciplina u oficio, es crucial. Porque este nuevo capitalismo resulta ser un sistema muy destructivo tanto en el plano social como en el psicológico, dañino de una forma en que no lo era el capitalismo clásico. Y si queremos soportarlo tenemos que empezar por construirnos una personalidad fuerte para enfrentarnos a él.

Vida urbana e identidad personal, Barcelona, Península, 1975
El declive del hombre público, Barcelona, Península, 1978
La autoridad, Madrid, Alianza, 1982
Carne y piedra: el cuerpo y la ciudad en la civilización occidental,
Madrid, Alianza, 1997
La corrosión del carácter: las consecuencias personales del trabajo
en el nuevo capitalismo, Barcelona, Anagrama, 2000
El respeto: sobre la dignidad del hombre en un mundo de desigualdad,
Barcelona, Anagrama, 2003
La cultura del nuevo capitalismo, Barcelona, Anagrama, en prensa.

MINERVA 02. Revista del Circulo Bellas Artes
Traducción Xohana Bastida Calvo
http://www.ddooss.org

Written by Eduardo Aquevedo

22 marzo, 2010 at 0:26

La extrema riqueza: causa de las desigualdades en Chile, por José Cademartori

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El nivel alcanzado por el Producto Interno Bruto en los últimos años es un indicador elocuente de las posibilidades reales de un reparto mucho más equitativo de los ingresos en Chile. Se trata de una suma que llegaría el presente año a unos 160.000 millones de dólares, cifra que eran inimaginable, unos pocos años atrás. En ella se refleja el notable precio alcanzado por el cobre y otras materias primas que lleva más de cuatro años y no tiene visos de caer, salvo en caso de catástrofe económica mundial.


Si dividimos esa cantidad entre los 16 millones de habitantes, corresponde un producto de 10.000 dólares por persona. Traducido a pesos, tocaría a cada chileno, hombre, mujer, niño, un equivalente de 416.000 pesos mensuales. Cualquier matrimonio sin hijos podría recibir 832.000 mil pesos mensuales. Toda familia de dos adultos y dos niños dispondría de 1.660.000 pesos.

Ciertamente no se trata de establecer un reparto igualitario absoluto. Demos por aceptado un cierto grado de diferenciación por capacidades, esfuerzos y rendimientos, más otros factores comprensibles históricamente. Aún así, es indiscutible que en Chile se han generado suficientes recursos para eliminar la pobreza real que afecta a 3 de cada 10 chilenos y al mismo tiempo reducir sustancialmente las inequidades actuales.

Estas últimas se deben a los mecanismos de reparto de la riqueza, los que generalmente se ocultan ante el gran público para proteger privilegios insostenibles. No es ético que el 75% de la población tenga un ingreso por habitante muy inferior al promedio del país. No es justificable que 10 millones, el 60% de nuestros compatriotas, deban subsistir con menos de 82.000 pesos mensuales, en tanto el producto por habitante es cuatro veces mayor.

DURANTE ALLENDE, LAS DESIGUALDADES LLEGARON AL MÍNIMO

El coeficiente de Gini que mide el grado de desigualdad en la distribución ha confirmado que Chile es uno de los países más inequitativos del mundo. Siendo este indicador en el año 2005 de 0.54, (o de 0.55, según CEPAL, 2004) resulta ser harto más negativo que en los países europeos, naciones asiáticas y oceánicas. Entre 124 países estudiados Chile figura en el lugar 113, o sea entre los 11 peores del mundo.

Por otro lado, afirmar que la magnitud de las inequidades ha sido siempre invariable a lo largo de nuestra historia, es falso. La evolución del coeficiente de Gini revela que el grado de inequidad ha tenido fuertes variaciones en los últimos cincuenta años. Depende esencialmente de las políticas de los gobiernos. Fue relativamente moderado en los años de Ibáñez y Frei padre; se logró el mejor resultado durante Allende; alcanzó los peores niveles durante la dictadura y se ha mantenido muy negativo en todos los años de la concertación. (Departamento de Economía, Universidad de Chile.)

Otro indicador significativo es la relación entre el ingreso por persona del 10% más opulento de la población y el 10% más desprovisto. Hay que tener en cuenta que las entradas de los más ricos están muy subestimados porque no declaran sus verdaderas rentas a Impuestos Internos ni menos a la Encuesta Casen. Con todo, la relación por familia entre uno y otro extremo fue de 31 veces y por persona fue de 53 veces, según la Casen 2006. Aún más. Si se excluyera el decil más rico y se considerara sólo al 90% de la población restante, la distribución sería mucho más pareja, menos concentrada. Esto confirma que la extrema riqueza es la causante de las profundas desigualdades entre nosotros.

LOS DOS CHILE, EL 1% Y EL 99%

El resultado es más impactante si se compara el 5% más rico con el 5% más pobre. Entre 1990 y 2005 la distancia entre unos y otros se alargó de 110 a 220 veces. Los super ricos avanzan a pasos de gigante y los pobres a pasos de enano. Esta creciente polarización tiene poco que ver con trabajo o sacrificios, ni menos con talentos naturales. Tiene que ver con monopolios, instituciones económicas y poder político, coludidos para implantar las leyes que más les convienen.

Las distancias también son marcadas si nos fijamos cómo se reparte la nueva riqueza dentro del 10%, de chilenos más afortunados, un universo constituido por 1 millón 600 mil personas. La acumulación del capital se concentra en el 1% de la población -160.000 personas- constituida por los multimillonarios, sus asociados y asesores. Se trata de unas 40.000 familias, un número insignificante en comparación con los 4 millones de familias chilenas. Las cifras indican que esa privilegiada minoría es la que más ha profitado del crecimiento económico de los últimos dos decenios y especialmente en los últimos años, generando una distribución que con razón los obispos católicos llamaron “escandalosa”.

SE HAN CONFORMADO DOS CHILE MUY OPUESTOS ENTRE SÍ

Uno, el que gira alrededor de un reducido círculo de magnates, tanto chilenos como multimillonarios extranjeros con inversiones en el país. Son los dueños de las grandes minas, enormes extensiones de bosques, las tierras de cultivo más fértiles, los mejores litorales costeros y lacustres, suelos urbanos estratégicos, valiosas fuentes de agua en ríos y lagos, grandes industrias, centros comerciales, etc.

La privatización no se detiene ante desiertos y montañas. Dos tercios del territorio nacional son ahora propiedad privada. Están identificados 114 grupos económicos controladores de sociedades anónimas, que son los que concentran los mayores patrimonios. Existen unas 1.200 mega empresas que facturan el 63% de las ventas de todos los mercados. El otro Chile, está constituido por la inmensa mayoría de la población que incluye desde indigentes y pobres hasta extensas capas medias. Aquí se incluyen obreros y empleados, los 600.000 mini y pequeños empresarios, cuyas ventas no pasan del 10% del total.

Ni unos ni otros poseen patrimonio suficiente que les asegure su existencia, pues sus viviendas están hipotecadas, sus ingresos comprometidos por años, debiendo trabajar al límite de sus fuerzas para sostener a sus familias. Sus horas de trabajo, sin contar el tiempo de traslado, están entre las más agobiadoras. (Santiago es la 7a ciudad con la jornada más larga del orbe) Una enfermedad grave, un accidente, una crisis económica, la separación de los padres, bastan para caer en la pobreza o en la indigencia. Como reconoció el empresario Felipe Lamarca: “Un gran porcentaje de la población se levanta y se acuesta con angustia. Viven tremendamente ajustados, con el espectro del desempleo y las deudas encima.”

EL GRAN BOTÍN DE LAS TRANSNACIONALES

Desde luego, buena parte de lo que el país produce no entra en la distribución. Se incluye dentro del Producto Interno Bruto (PIB) pero no del Producto Nacional Bruto (PNB), que es lo que realmente se reparte entre los chilenos. Se habla del PIB, pero nunca del PNB. En el 2005, por ejemplo, se restó el 12% del PIB para obtener el PNB. Se trata de una suma tan grande como la mitad de toda la inversión interna o la cantidad porcentual que recibe el 40% de los chilenos, ubicados en los deciles más bajos de la distribución.

Estos recursos van a engrosar las arcas de los multimillonarios del mundo. Es una pérdida neta para el país, es un pesado costo que paga toda la nación al capital transnacional. En los últimos años la rentabilidad del capital foráneo se ha multiplicado, gracias al mayor precio del cobre y de otras materias primas, no porque las compañías hayan sido más eficientes. Este sobre-precio debiera ser propiedad nacional. (Ecuador acaba de decretar que cuando el precio de su petróleo adquiere un nivel anormalmente alto, el 99% del sobreprecio incrementará la renta del estado.)

Desde el año 2003 hasta el 2007, las compañías globales se han llevado la cantidad de 59.271 millones de dólares, esto es cerca de la mitad del Producto Interno Bruto. A comienzos de los noventa eran sumas discretas, pero en los últimos años han ido escalando vertiginosamente: Desde 4.600 millones en 2003 hasta 16.300 millones de dólares el 2007.

La Escondida, Angloamerican, Santander, Enersis, Telefónica, Aguas Andinas, ING, Shell, Nestlé, etc) están entre las que se llevan la mayor tajada. Es tan grande la ganancia que se apropian las transnacionales mineras que les bastó un solo año, el 2006, para recuperar todo lo invertido en los quince años anteriores. Las otras multinacionales -en la banca, las afp, isapres, concesionarias o dueñas de la electricidad, agua, gas, autopistas, comercio, industria- acumulan enormes beneficios mediante intereses usurarios, comisiones incontroladas, peajes abusivos, reajustes excesivos, mensualidades y altas tarifas que extraen de usuarios y consumidores indefensos.

Un ejemplo de ganancias excesivas es el que exhiben las empresas sanitarias, vendidas o concesionadas al capital extranjero por Frei y Lagos. Ellas declararon una rentabilidad exorbitante en el primer semestre del 2007: 35,5% sobre su patrimonio. Las tarifas de estos servicios privatizados podrían ser muy inferiores a los actuales, sus trabajadores mejor remunerados, el Fisco podrían contar con más recursos y aún así, esas compañías tendrían utilidades presentables.

Grupos financieros internacionales compran y venden empresas chilenas en dificultades, pero potencialmente rentables. Despiden gente, aumentan las jornadas, reducen remuneraciones y luego las revenden al poco tiempo, con cuantiosas ganancias. Algunos ejemplos: El complejo minero La Disputada, privatizada por Pinochet para la Exxon, que ésta explotó declarando falsas pérdidas y vendida luego con ganancias; La multitienda La Polar, la eléctrica Transelec. Yacimientos mineros, bosques, reservas de agua, industrias, bancos, plantas eléctricas, afiliados a las afp, cotizantes de isapres, cadenas comerciales, con sus empleados incluidos, cambian de dueños extranjeros, con el beneplácito de nuestras autoridades. Al revés, en Europa y EE.UU, los gobiernos obstaculizan la venta de empresas estratégicas al capital extranjero, porque lo consideran un asunto de soberanía nacional.

LOS MULTIMILLONARIOS CHILENOS Y LOS TRABAJADORES

Los jefes de los clanes familiares y grupos económicos chilenos más poderosos son conocidos: Angelini, Matte, Luksic, Claro, Ibáñez, Hurtado, Vicuña, Said, Yarur, Calderón, Paulman, Solari, Piñera, Saieh, Larraín, Obach, Bezanilla, Lavín, Délano, Ponce, Fernández León, Vial, Silva, Yurasek, Edwards, entre otros. Todos ellos han multiplicado sus haberes en los últimos veinte años a un ritmo que no guarda relación con el resto de los chilenos. A algunos les fue muy bien con la dictadura y hasta mejor con la concertación. Se repartieron Cap, Endesa, Iansa, Lan, Soquimich, Celulosa Arauco, Instituto de Seguros del Estado, TV de la Universidad de Chile y muchas otras empresas estatales, compradas a vil precio y revendidas con grandes ganancias. Según la revista Forbes, la familia Angelini acumula un patrimonio de 6.000 millones de dólares y subió al lugar 119 entre los más acaudalados del mundo.

El clan Matte le sigue de cerca, 5.600 millones de dólares en el lugar 137. Ambos subieron en un año, 62 puestos. Poco más atrás está el grupo Luksic. El dueño de Lan, Chilevisión, y decenas de miles de hectáreas de tierras vírgenes de Chiloé e infinidad de otros negocios, Sebastián Piñera, avaluado en 1.200 millones de dólares se ubica entre los 799 hombres más ricos del planeta.

En cambio los obreros, administrativos y técnicos que contribuyen a la acumulación de estos magnates están muy por debajo de lo que perciben europeos, norteamericanos, del este asiático y del pacífico. Por ejemplo, un operario agrícola bien calificado percibe en Chile hasta $300.000, su similar en Nueva Zelandia, $900.000. Difícilmente esta distancia puede acortarse, mientras año tras año los asalariados chilenos sigan recibiendo mucho menos del aumento de la productividad de su trabajo, y los patrones se queden con la mayor parte de ese aumento.

Tal es uno de los mecanismos principales de las mayores desigualdades, refrendado por la legislación laboral heredada de la Dictadura. (prácticas antisindicales, despidos arbitrarios, negación del derecho a huelga, subcontratación). No es de extrañar, entonces, que sea el capital el que aumenta su participación en la renta nacional, en desmedro del trabajo asalariado y del trabajador por cuenta propia. (Cuentas Nacionales, Banco Central)

Por si lo anterior no fuera suficiente, nuestros rmillonarios tampoco cancelan los impuestos que debieran, a pesar de las blandas leyes que les rigen. Tienen muchas formas de ocultar sus verdaderos ingresos y eludir el pago de los tributos, entre otras, el secreto bancario y la prohibición de publicar sus declaraciones.

Usan los resquicios legales, forman sociedades de papel, inflan sus gastos, o mantienen cuentas en "paraísos fiscales". Tienen expertos, auditores y abogados que les arreglan sus declaraciones. Un ejemplo de estos métodos mafiosos utilizados con la complicidad de bancos “respetables” (cuentas brujas, identidades falsas, compañías ficticias en paraísos fiscales) ha sido revelado en el proceso por fraude a Pinochet y su camarilla. El ex Director de Presupuesto, Mario Marcel asegura que “si miramos el cinco por ciento de la población más rica, sólo la mitad de ellos paga el impuesto a la renta que les corresponde”.

Y eso, sin perjuicio de las numerosas exenciones legales vigentes que los favorecen como las donaciones, las plantaciones forestales y muchas otras: el 98% de estos privilegios van a parar al 20% de chilenos más acomodados. El Fisco se desprende generosamente de 3.164 millones de dólares cada año para favorecer a grandes empresarios, entre los cuales están los dueños de las forestales, las inmobiliarias y las financieras.

EN LA BOLSA LOS BIEN DATEADOS PUEDEN HACERSE MÁS RICOS

Una muestra de hacia donde va a parar el crecimiento bajo el modelo económico neoliberal es el siguiente dato: En 1980, el valor bursátil de las diez principales sociedades anónimas equivalía al 4% del PIB de ese año. En el 2006, el valor de las diez primeras había subido al 60% de un PIB ya aumentado notoriamente. Hasta el Fondo Monetario Internacional lo reconoce: El mercado bursátil chileno es el más concentrado de América Latina. A lo que se puede agregar: Los cinco grupos económicos más grandes son los dueños del 48% del valor de los activos transados.

La Bolsa de Valores de Santiago se ha convertido en fuente de suculentos negocios, con dineros ajenos. Frei y Lagos, con sus leyes para “perfeccionar” el mercado de capitales (MK1, MK2) rebajaron impuestos a sus privilegiados participantes. La falta de un estricto control fiscal y de sanciones efectivas sobre los operadores financieros permitió fraudes como el de Inverlink con apoyo de bancos cómplices que le costó a la Corfo 100 millones de dólares. Los corredores y las filiales de bancos se han convertido en nuevas y rápidas fuentes de enriquecimiento.

Cinco de las decenas de corredores bursátiles existentes controlan el 60% de todas las transacciones. Mientras faltan fondos para inversiones productivas y sociales, públicas y de las pymes, sobra " liquidez" para transacciones especulativas de corto plazo, dentro y fuera del país, desde las mesas de dinero, futuros, emisión de acciones y bonos, fusiones, compraventa de empresas. Entre los que más ganan están quienes tienen crédito ilimitado y están bien dateados.

El gerente general de los supermercados Jumbo contó a una revista cómo lo hizo él mismo: “Cuando Cencosud entró a la Bolsa me endeudé y compré un millón de acciones. Me costó un millón de dólares. Hoy mis acciones valen cuatro millones de dólares”. (De paso, recordemos que en Cencosud fue donde unas cajeras denunciaron que se las obligaba a usar pañales, para que no perdieran tiempo en ir al baño) Otro tanto hizo Piñera. Cuando supo, como miembro del directorio antes que el resto, que con los resultados del año, las acciones de LAN iban a subir, se adelantó a vender una parte. Cometió un acto ilegal, “uso de información privilegiada”, pagó una multa de 180 millones de pesos y se quedó con una suculenta ganancia.

Pero al recinto de la Bolsa no entra cualquiera. Los ahorrantes modestos que reciben míseros intereses, sin UF, por sus depósitos bancarios o por los Fondos Mutuos, no tienen acceso al templo bursátil. Para empezar, las corredoras cobran por cada transacción, hasta un 3,5% sobre el capital invertido, con lo cual toda la utilidad se la puede llevar el comisionista.

Los Fondos Mutuos con mayores rentabilidades exigen que el subscriptor coloque un mínimo de 10.000 UF (190 millones de pesos) para ser participante. Ningún pequeño o mediano empresario puede darse ese lujo.

DE DÓNDE PROVIENEN LAS GANACIAS EXTRAORDINARIAS DE LOS BANQUEROS

La concentración es la tónica en el sistema financiero. De los 26 bancos existentes, tres de ellos- Santander, BCI y Chile- monopolizan el 60 % de todos los préstamos bancarios. Como lo dijo un ejecutivo “los bancos en Chile llevan cinco años con resultados fuera de serie”. El año pasado las instituciones bancarias obtuvieron utilidades líquidas por un total de 1.690 millones de dólares. De entre ellos los tres más grandes, el Santander, el Chile y el BCI se llevaron el 67% de esa suma.

Los beneficios totales, después de descontar los impuestos, correspondieron al 18,56% sobre el capital propio y sus reservas, una tasa de rentabilidad entre las mejores del continente. Pero ese es el promedio. Los bancos Falabella y Santander lo superaron con creces, se adjudicaron 34,5% y 29,7%, Además de los suculentos dividendos que recibieron, sus principales accionistas se hicieron de ganancias extras con la venta de una parte de sus acciones. En doce meses, las del BCI subieron 23% y las del Chile, 43%.

¿Cómo se explican estos extraordinarios ingresos de los bancos? La fórmula consiste en altas comisiones, bajos intereses por la captación y altos intereses por la colocación, todo ante la indiferencia de la Superintendencia de Bancos. A los modestos ahorrantes ya no los necesitan, puesto que el "independiente" Banco Central les proporciona gustoso a los banqueros privados dinero barato y abundante, cada vez que es necesario. Otras fuentes de superganancias son los malos sueldos de los bancarios, la subcontratación y los despidos constantes por reorganizaciones y fusiones.

Las comisiones bancarias aumentaron entre 1997 y 2006 desde 222.955 millones de pesos a 455.906 millones de pesos. Un desorbitado aumento de 104%. Hasta 1996 los bancos no exigían pago por uso de cuentas corrientes, tarjetas de crédito, de pago, cobranza de documentos, cajero automático, recaudaciones, cuentas de ahorro y otras operaciones. Las comisiones les proporcionan a los banqueros entradas seguras, sin riesgo alguno, a diferencia de los créditos. Los intereses usurarios por sobregiros, adelantos, cobranzas, o préstamos de corto plazo que cancelan los clientes “no preferenciales”, vale decir, las pymes, profesionales medios, deudores hipotecarios, etc, es la otra gran fuente de enriquecimiento de los banqueros.

Hay que recordar que en los años ochenta los bancos privados cayeron en la bancarrota por la misma razón de siempre: la codicia desmedida de sus gestores. En vez de expropiarlos sin necesidad de indemnización, Pinochet obligó a todos los chilenos a pagar el costo del rescate. Se inventó la " deuda subordinada" y se les otorgó a los bancos un plazo de 40 años para cancelarla. Así por ejemplo, el Banco de Chile asumió una deuda de 4.640 millones de dólares hace diez años. Todavía debe 1.728 millones, o sea 1,3 veces el valor de su patrimonio.

La deuda con el estado es mayor que el patrimonio de sus accionistas. Pero sus controladores no tienen que preocuparse. Todavía les quedan 30 años para pagar. Como si este regalo del estado fuera poco, el Banco del Estado, en el gobierno del “amado” Lagos, le prestó al grupo Luksic una elevada suma para que se hiciera dueño del paquete de acciones que le permitió tomar el control del Banco de Chile.

LOS ESTUDIOS DE MERCADO Y LAS DESIGUALDADES SOCIOECONÓMICAS

Las consultoras de mercado dividen a la población chilena en cinco estratos, según su capacidad de compra: El ABC1, el de mayores ingresos; luego vienen el C2 y el C3 que corresponden a los estratos medios y bajos, dentro de la clase media; y finalmente los grupos D y E que son los más pobres.

El ABC1 reúne al 7%, los C2 y C3 en conjunto suman el 37% y los grupos D y E constituyen el 56% de la población total. Esta clasificación revela que la clase media ya no es homogénea sino que se divide entre un sector acomodado, C1, otro medio, C2 y un tercero, de bajo o decadente nivel de vida. El C1 con ingresos mensuales de millones se asimila por su estilo de vida y su manera de pensar a la élite más rica.

Los C2 perciben ingresos de entre 600.000 y un millón. Los C3 registran entradas entre 400.000 y 600.000. Los D se sitúan entre 200.000 y 300.000. Y los E obtienen alrededor de 160.000 y menos. Dentro de los C2 y C3 hay pequeños comerciantes e industriales, profesionales sin postgrados, profesores, vendedores o mandos medios de grandes o medianas empresas, técnicos y trabajadores especializados.

En los niveles D y E se encuentran campesinos pobres, micro empresarios, trabajadores por cuenta propia, obreros no calificados y eventuales. Es de notar que el D y E juntos constituyen la mayoría nacional y más de la mitad de ese total son propiamente pobres que no pueden satisfacer sus necesidades de nutrición sana, vivienda decente, acceso a la salud y educación de calidad, seguridad social y ciudadana y empleos dignos.

EL CONSUMO SUNTUARIO, REFLEJO DE LA EXTREMA RIQUEZA

Los chilenos ricos aumentaron en los últimos años un 40%, según un reportaje de El Mercurio, según lo cual la riqueza se está masificando o democratizando.

Sin embargo, se silencia que este aumento de 20.000 nuevos ricos, no pasa del 0,5% de todas las familias chilenas. Que el mercado para los privilegiados esté creciendo, no significa que llegará al alcance de las capas medias C2 y C3 ni menos de los niveles D y E.

El lujo, el afán de ostentación, de imitar el estilo de los multimillonarios del mundo, ha entrado fuerte entre los antiguos y nuevos ricos del país. Gran demanda tienen las mansiones de La Dehesa en terrenos de 2.000 metros, con jardines, estacionamientos, canchas deportivas, casas para la servidumbre, etc. Se venden a un precio de 800 millones como mínimo.

Las familias de los C2 sólo pueden aspirar a departamentos treinta veces más pequeños y los C3 a viviendas "sociales" aún más reducidas, de material ligero, sin patio, fácilmente inundables. Mientras las villas para pobres están expuestas a la violencia y la delincuencia, los ABC1, como en Valle Escondido en Lo Barnechea, habitan condominios amurallados, con instalaciones electrónicas, furgones de seguridad que recorren las calles internas las 24 horas, para vigilar a las nanas, jardineros y maestros.

En las urbanizaciones proyectadas en Chicureo, las inmobiliarias piensan recaudar unos 3.000 millones de dólares, cantidad de sobra para aliviar el problema de 280.000 deudores habitacionales o para entregar viviendas a 150.000 familias jóvenes que viven hacinados. (Sólo en la Pintana y en Conchalí hay 14.000 allegados inscritos). En cuanto a la llamada "segunda vivienda", la revista Capital dice que uno de los dueños de la financiera Celfin pagó 600 millones por una casa en Zapallar.

El estilo distinguido comprende el uso de estupefacientes de alto precio. El 23% de los ABC1 los consume. Entre ellos están de moda los viajes a los prostíbulos de Oriente, los cruceros transatlánticos, los safaris africanos, los fines de semana en los casinos de Las Vegas, o ir de compras a las boutiques de marcas en Alonso de Córdova, de Vitacura, donde un reloj cuesta 400.000 pesos, una cartera 4 millones. Según sus dueños para entrar a estas tiendas (joyerías, licores premium, motos exclusivas) el cliente debe tener a lo menos entradas mensuales de 8 millones de pesos.

Los super ricos chilenos ya no pisan los aviones comerciales, para ahorrarse las colas, revisiones, impuestos, recargos y molestias que sufren los demás mortales en los aeropuertos. Disponen de sus propios aviones ejecutivos incluidos pistas de aterrizaje, hangares, pilotos permanentes, etc.

El año pasado la fabricante Cessna vendió 24 aparatos a precios que van desde 2,5 millones de US, cada uno. Según la prensa, A. Luksic gastó 25 millones de dólares en la compra de un avión personal. Sólo mantenerlo le cuesta 8 millones de pesos al mes, el sueldo de uno de sus ingenieros de minas. Para sus traslados entre sus mansiones y oficinas utilizan sus helicópteros.

Los más baratos se venden a 200 millones de pesos y los lujosos, a 750 millones. La revista Capital asegura que el dueño de El Mercurio posee un Bell 412 para 15 pasajeros cuyo costo supera los 3.000 millones de pesos. Cuántas vidas humanas se podría salvar, víctimas de accidentes, catástrofes naturales o enfermos pobres de zonas apartadas o de poblaciones periféricas, si los servicios públicos de salud que apenas cuentan con ambulancias destartaladas, tuvieran otros 180 helicópteros, el mismo número que los millonarios. El libre mercado asigna los recursos, pero para el disfrute exclusivo de unos pocos.

Muchas de las mejores playas marinas y bordes lacustres son inaccesibles para los pobres y las capas medias, pues están cercadas para uso exclusivo de los resort, clubes o mansiones privadas, aunque el Código Civil diga que las playas son bienes de uso público.

Los deportes invernales, por los altos costos de alojamiento, transporte y servicios anexos, están, cuando más al alcance del 10% de los niños y jóvenes. (Lavín cuando fue alcalde de Santiago encontró la solución genial: instaló nieve artificial para los niños pobres en el centro de la capital). También se hace creer que el golf se está convirtiendo en un “deporte muy popular”, lo que es cierto sólo entre los arribistas.

Entre las nuevas canchas que se construyen, a un costo de varios millones de dólares, de un enorme derroche de agua para riego y pérdida de tierras de cultivo, hay una que se levanta en Chicureo. No se admitirán más de 600 socios. Costo de incorporación, 12 millones y cuota mensual, 256.000 pesos.

A estimular el consumo suntuario contribuyó el gobierno de Lagos y los parlamentarios que aprobaron la reducción de los impuestos a las altas rentas y a los a los automóviles de lujo. Así un BMW que costaba 40 millones de pesos bajó a 32 millones. La caja fiscal pierde 8 millones por cada privilegiado comprador. Mercedes Benz asegura que venderá este año unos 1.000 automóviles a un precio de 50 millones cada uno: total 50.000 millones de pesos. Esa suma equivale al costo de 1.000 buses que servirían para resolver los problemas del Transantiago. Dinero público no hay para las necesidades diarias de millones de santiaguinos de a pié, pero dinero privado sí hay, para satisfacer el ego de unos mil privilegiados.

CUÁNTO GANAN LOS MIEMBROS DEL ABC1.

¿Cómo se explica esta fiebre de derroche? El sector ABC1 parte con ingresos mínimos de unos 2 millones de pesos mensuales por persona y puede llegar a un centenar de millones. A pesar de no constituir más del 7% de la población su peso en el mercado es igual al 40% del poder de compra de todos los consumidores.

El A representa a los multimillonarios, el B a sus socios menores y a los nuevos ricos y el C1 a los altos ejecutivos y la clase media "alta". Aquí se incluye a directores de sociedades anónimas, socios de grandes consultoras, profesionales de moda, mandos superiores de grandes empresas y jerarcas del estado. (directores del Banco Central, superintendentes, senadores y diputados, miembros de la Corte Suprema, generales y almirantes) Entre ellos están los notarios que operan para las grandes empresas y el conservador de bienes raíces que se adjudica 80 millones de pesos al mes.

Los directores de sociedades anónimas suman unos 400, de los cuales 52 se repiten en cinco directorios y 10 participan en 8 o más compañías. Algunos son los jefes de los grupos, otros son sus “hombres de confianza”, o también socios menores de los principales accionistas o "profesionales independientes", con buenos vínculos. (generalmente ex altos funcionarios de gobiernos anteriores) Los directores reciben elevadas dietas, viáticos, gastos de representación, todo lo cual reduce los impuestos y los dividendos a repartir entre miles de pequeños accionistas.

Los ejecutivos top en Chile (gerentes generales, de finanzas, de marketing, etc) están entre los mejor remunerados del continente y superan a no pocos de sus congéneres de países desarrollados. Según Price Waterhouse, un estudio basado en 130 grandes empresas del país, un gerente general tiene un sueldo fijo de 20 millones al mes, más entre 30 y 150 millones al año, en bonos por "desempeño".

A igual remuneración bruta con sus pares europeos, el neto es mayor en Chile, porque una vida suntuosa aquí es más barata que allá, y además se paga menos impuestos.

En las mayores compañías las remuneraciones anuales fluctúan entre medio millón y un millón de dólares, sumando bonos y granjerías, como acciones, seguro de vida, viáticos, cobertura médica, educación elitista para los hijos, vacaciones extras, hasta cuotas de socios en clubes exclusivos. Un pequeño grupo de ejecutivos de D&S (la cadena de supermercados) se repartió un total de 6.100 millones de pesos el año pasado.

La prensa también reveló que Santander repartió 30.000 millones de pesos entre sus ejecutivos de elite. Jumbo pagó a los suyos un promedio de 13 millones mensuales, Falabella, 8 millones.

LA NUEVA INDUSTRIA DE LAS SUPER RICOS

Según la revista Qué Pasa existen “unas 10 mil familias con un patrimonio superior a US$ 1 millón disponible para invertir". Se dice que la nata de los privilegiados está formado por las míticas 52 familias tradicionales de la industria y banca nacional que conforman los holdings locales.

Es tanto el poder de compra de los nuevos potentados, calculado en unos 10.000 millones de dólares como mínimo, que ya se habla de una “industria” muy lucrativa: administrarle el dinero a los supermillonarios. Algunas de estas gestoras manejan cuentas por 400 millones de dólares y cobran por la asesoría, fuera de gastos, 0,5 % sobre el capital.

Según algunos expertos las familias más ricas del país son las que parten con 70 millones de dólares de capital, en cuyo caso, contratan a su propio asesor financiero personal, con dedicación exclusiva. Entre estas familias se menciona a Avayú, de la distribuidora de autos Indumotora, Solari, Fernández León y Sarquis, todos cabezas de grupos económicos.

Otros especialistas aseguran que en Chile existen unas 70.000 familias que mantienen saldos en sus cuentas bancarias para consumo inmediato por un monto de 100.000 dólares cada una, o sea unos 50 millones de pesos. Esto se explica. La mitad de ellas, unas 35.000, poseen activos sobre los cinco millones de dólares.

CÓMO SUPRIMIR LAS ESCANDALOSAS DESIGUALDADES

Hay quienes creen que podrá mejorarse la suerte de los millones de pobres y capas medias angustiadas, sin tocar un peso de los que detentan la extrema riqueza. Eso es imposible. Ya está demostrado que “el crecimiento con equidad” fundado en un modelo neoliberal es un contrasentido, ha sido una burla cruel.

Estamos llegando al final de un ciclo y cuando más dinero se acumula en el país, los abismos entre el consumo suntuario de la minoría privilegiada y la sobrevivencia de la gran masa se están ahondando.

Tampoco cabe esperar que con las medidas demagógicas de los políticos de derecha, de repartir unos cuantos subsidios más y privatizar las últimas empresas y servicios públicos, todo a costa de los mismos impuestos que pagan los pobres sin modificar las mínimas contribuciones de los grandes capitales, se va a modificar el cuadro dramático que exhiben las crudas cifras.

En vez de los nefastos “consensos” entre gobierno, derecha y grandes empresarios o del diálogo desigual entre patrones y trabajadores, se requiere una nueva política, otro consenso, en el que se sientan interpretados y sean partícipes la gran mayoría que hoy no tiene voz, voto, ni representación.

El ciudadano común hoy sólo logra ser escuchado cuando se manifiesta en la calle, en la protesta a viva voz, la huelga, la ocupación de locales, los tacos del transporte, el corte de caminos, etc. Siempre hay una posibilidad más o menos pacífica y ordenada de iniciar una reforma estructural en la economía y en la vida pública y quienes se oponen son los verdaderos violentistas.

Una mayoría nacional, con fuerte componente de los pobres y las capas medias desprotegidas, debe tener derecho a cambiar las reglas del juego, constitución, leyes, instituciones, para salir del modelo neoliberal y construir una democracia participativa. Pero esa mayoría debe tener como objetivo, otro tipo de crecimiento que favorezca a los de abajo, en desmedro de los de arriba. Que se plantee metas y plazos claros para la redistribución de la riqueza y la eliminación de la pobreza, que eleve los ingresos del trabajo de los deciles bajos que conforman no menos del 60% de la población, congelando los del 10% más rico del país. Sólo así puede mejorar el indice de Gini.

Los instrumentos y las políticas públicas para una verdadera redistribución, existen, son conocidos y han dado resultados positivos en diversos países y épocas. Entre otras medidas debe estar el cambio en la legislación laboral a favor de los trabajadores, el mejoramiento sustancial del acceso a la salud y a la educación de calidad, y el apoyo a las mipymes.

Uno de los instrumentos probados es el sistema tributario. El actual necesita una profunda revisión. Debe disminuir drásticamente el gravoso 19% del IVA a los alimentos básicos, medicamentos, libros y otros bienes indispensables, lo que debe acompañarse con rebajas obligatorias a los precios al consumidor. A la vez, hay que establecer un fuerte IVA a los consumos suntuarios o a las actividades dedicadas a satisfacer a las elites acomodadas.

El impuesto a la renta de los capitales debe elevarse y hacerse progresiva para los grandes capitales, los monopolios, las actividades financieras y especulativas y reducirse para las pequeñas empresas y actividades productivas individuales y asociadas. Se debe reducir la proliferación de exenciones tributarias, fuente de privilegios. Hay que terminar con el secreto bancario para fines de control e investigación de ilícitos. Las declaraciones de rentas para efectos tributarios deben ser transparentes para combatir la evasión.

Es necesario reponer el impuesto a la extrema riqueza, similar al establecido durante el gobierno de Frei Montalva, el que podría tener un piso de 600 millones de pesos, con una tasa progresiva y sobre la base de evaluación comercial de los bienes. Esto afectaría sólo al 2,5 % de los hogares. (100.000 sobre 4 millones) La tributación a la gran minería privada debe cambiar para que el país recupere lo que le corresponde por ser el dueño soberano de los yacimientos y por tanto de los altos precios de nuestras minerales.

La reforma tributaria debe avanzar a fondo hacia la equidad y a la vez aportar recursos considerables para fortalecer el papel del estado democrático.

Debe incrementarse su rol en la economía. Al mismo tiempo se requerirá una nueva y mayor regulación de los mercados, una limitación del poder de las mega empresas, un control de los monopolios, un nuevo tipo de crecimiento más sólido y sustentable que tienda a la supresión del desempleo masivo y reduzca nuestra dependencia ante las turbulencias de la globalización.

La institucionalidad actual, debe modificarse para hacer más equilibrada la relación entre patrones y asalariados, entre grandes y pequeñas empresas, entre consumidores y los grandes intermediarios.

El autor es economista. Ex ministro de Economía del Gobierno de Salvador Allende. Colaborador permanente de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 24 de enero 2008
Crónica Digital

Written by Eduardo Aquevedo

22 marzo, 2010 at 0:13

La sociologie économique de P. Bourdieu

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Robert Boyer, Economista, representante de la Escuela de la Regulación

bourdieu77 Pierre Bourdieu applique-t-il les concepts de l’économie à la théorie des champs et se borne-t-il à une analyse de la reproduction ? Un parcours de ses travaux suggère une réponse négative à ces deux questions. Certes le vocabulaire de l’économie est amplement mobilisé mais il se décline de façon spécifique dans chaque champ et livre des résultats bien différents de ceux que développe la théorie des choix rationnels qu’un économiste de Chicago appliquerait de façon indiscriminée à l’ensemble des phénomènes sociaux. De même, au-delà d’un ensemble de concepts qui semblent évoquer une histoire immobile, le jeu entre variations et invariants est central, d’autant plus que Pierre Bourdieu fait un usage fréquent de la mise en perspective historique. Il propose au moins cinq mécanismes explicatifs du changement et des crises : innovation à l’initiative des dominants d’un champ, entrée des nouveaux acteurs, déplacement endogène des frontières entre champs sous l’effet des stratégies qui s’y déploient, luttes pour le pouvoir de l’État et surtout désynchronisation entre champ et habitus due au changement de contexte. Enfin, apparaissent des homologies frappantes entre la sociologie de Pierre Bourdieu et les recherches inspirées par la théorie de la régulation, même si les objectifs et les notions de base des deux constructions théoriques demeurent distincts.


¿Aplica Pierre Bourdieu los conceptos de la economía a la teoría de los campos ? ¿Se limita acaso a un análisis de la reproducción ? La lectura de sus trabajos sugiere una respuesta negativa a ambas preguntas. Es indudable que Bourdieu recurre a menudo al vocabulario de la economía, pero éste adopta una forma específica en cada campo, arrojando resultados muy diferentes de los desarrollados por la teoría de opciones racionales, que un economista de Chicago aplicaría indiscriminadamente a todos los fenómenos sociales. Asimismo, más allá de un conjunto de conceptos que parecen referirse a una historia inmóvil, es central el juego entre variables y constantes, más aún cuando Pierre Bourdieu utiliza con frecuencia la perspectiva histórica. Bourdieu propone al menos cinco mecanismos para explicar el cambio y las crisis: innovación por iniciativa de los dominantes de un campo, aparición de nuevos actores, desplazamiento endógeno de las fronteras entre los campos como consecuencia de las estrategias en ellos desplegadas, luchas por el poder del Estado y, sobre todo, desincronización entre campo y habitus debida al cambio de contexto. Por último, aparecen sorprendentes homologías entre la sociología de Pierre Bourdieu y las investigaciones inspiradas en la teoría de la regulación, incluso si los objetivos y las nociones básicas de estas dos construcciones teóricas siguen siendo diferentes.

Le langage de Pierre Bourdieu semble emprunter à l’économie nombre de ses notions de base et il a investi ce champ disciplinaire dans l’un de ses ouvrages consacrés à l’analyse des structures sociales de l’économie. Le but du présent article est précisément d’examiner L’anthropologie économique de Pierre Bourdieu, de tenter de lever les incompréhensions suscitées à ce propos, mais aussi d’apporter une série d’arguments en faveur d’une thèse que nombre de critiques jugeraient paradoxale: loin de se cantonner à l’analyse de la reproduction, il fournit une série de déterminants du changement, en particulier institutionnel. Au passage, apparaîtront certains rapprochements avec les objectifs, si ce n’est les concepts et les méthodes, des recherches menées, en économie, sur les modes de régulation.

L’œuvre de Pierre Bourdieu et son évolution ont suscité de nombreux commentaires et opposent de façon quasi rituelle, d’un côté, les fervents admirateurs et continuateurs qui voient en lui le fondateur d’une sociologie réflexive à vocation scientifique et, de l’autre, les détracteurs qui relativisent ou même nient tout apport du sociologue à la compréhension des sociétés contemporaines. Dans ce débat, deux thèmes récurrents parcourent la controverse. D’une part, Pierre Bourdieu aurait sombré dans un économicisme qui ne le distinguerait que marginalement de la théorie néoclassique au point de n’être présenté que comme un disciple de Gary Becker. D’autre part, l’accent mis sur les concepts d’habitus et de champ n’autoriserait que l’analyse de la reproduction sociale et non pas la transformation des sociétés.

Le présent article se propose de répondre à ces deux critiques symétriques. Il est d’abord démontré que les détracteurs de Pierre Bourdieu ont trop souvent pris pour argent comptant le titre des ouvrages qui effectivement soulignent la permanence de la reproduction des rôles sociaux, alors qu’au-delà des définitions des notions de base, le propos est tout autre qu’une réduction à une logique purement économique. Mais il importe ensuite de souligner que les défenseurs de Bourdieu n’ont pas suffisamment mis en lumière le caractère profondément dynamique de la quasi-totalité des recherches successivement menées depuis le Béarn et la Kabylie jusqu’à l’analyse du marché de la maison individuelle en passant par celle de l’université, de la littérature, de l’art ou encore de la noblesse d’État.

Un usage mal maîtrisé des notions canoniques de l’économie ?

Il est devenu courant de critiquer Bourdieu comme victime de l’importation, consciente ou inconsciente, des catégories de l’analyse économique dans les sciences sociales et en particulier la sociologie [1]. Son œuvre ne définirait finalement qu’une variante de l’économie néoclassique standard. Une analyse plus attentive, et fidèle à la lettre comme à l’esprit, ouvre de tout autres perspectives. En effet, le champ de l’économie n’est que l’un des domaines par rapport auxquels se structurent l’action et les conflits, alors que les institutions économiques rélèvent elles-mêmes d’une construction dans la lignée des travaux de Norbert Elias [2].

Aux origines d’une incompréhension

Dans la plupart des livres et articles de Pierre Bourdieu abondent les termes qui font référence à l’économie : intérêt, profit, capital et même marché sont fréquemment mobilisés dans des champs qui ne sont pas ceux de l’économie. C’est la récurrence de l’usage de ces termes qui a suscité la critique fréquemment adressée à Pierre Bourdieu: finalement, au-delà de son projet explicite, il au rait étendu le raisonnement économique à un ensemble d’autres domaines (le milieu artistique, le monde académique, les pratiques linguistiques, les relations de genre, etc.), dénaturant la logique propre à ces champs. Cette interprétation témoigne pourtant d’une incompréhension de l’esprit et des textes mêmes. Ces termes empruntés à l’économie prennent un sens différent dans chacun des champs et ils ne sont que le point de départ d’analyses qui introduisent des déterminants bien différents de ceux que postule la théorie néoclassique standard ou son extension à l’analyse des faits sociaux dans la lignée de Gary Becker [3] et de ceux qu’il a inspirés [4].

En effet, Pierre Bourdieu travaille à une sociologie de l’intérêt par opposition à une sociologie qui se voudrait générale. « Ce qui peut tromper, c’est que comme les économistes néomarginalistes, je mets au principe de toutes les conduites sociales une forme spécifique d’intérêt, d’investissement. Mais seuls les mots sont communs. L’intérêt dont je parle n’a rien à voir avec le self-interest d’Adam Smith, intérêt anhistorique, naturel, universel, qui n’est en fait que l’universalisation inconsciente de l’intérêt qu’engendre et suppose l’économie capitaliste [5].» En effet, il est autant de déclinaisons de ces notions clés, empruntées à l’économie, qu’il est de champs. Par champ, il faut entendre une délimitation du monde social qui est régie par des lois et des codes propres, qu’il s’agisse de l’université, du journalisme, du monde littéraire, artistique ou politique qui forment autant d’univers de connivence et de jeux de rôle.

Chez Bourdieu, chaque champ est caractérisé par une forme particulière et différente d‘intérêt. Certes, l’intérêt cher aux économistes est présent dans le champ économique, mais on ne le retrouve pas comme structurant de la plupart des autres champs. Dans certains cas, l’action apparemment la plus désintéressée obéit néanmoins à la logique du champ (académique, artistique). En effet, l’intérêt économique n’est pas l’équivalent général des intérêts qui se déploient dans les divers champs et c’est une différence fondamentale avec les recherches sociologiques inspirées par la problématique des choix rationnels. L’application de la logique de l’homo oeconomicus ne conduit-elle pas à multiplier les contresens dans la plupart des champs ? Pour ne prendre que deux exemples, quelle est la pertinence et la portée de l’hypothèse qui ferait du noble attaché à la cour de Louis XIV l’équivalent d’un entrepreneur capitaliste contemporain maximisant son profit intertemporel ? Ou encore peut-on décrire le scientifique comme figure typique de l’entrepreneur dont toute l’activité viserait à la maximisation du profit?

Pour sa part, l’usage de la notion de profit est plus métaphorique que typiquement économique. Le terme désigne en fait le résultat de l’action qui se décline de façon spécifique dans chaque champ, de sorte que le profit peut être symbolique, tout autant, voire plus, qu’économique. Tout dépend de la nature et de l’organisation du champ dans lequel opèrent les individus. Un terme plus exact serait sans doute celui de distribution – inégale – des attributs ou encore des bénéfices au sein d’un champ donné. Dans le champ académique par exemple, les profits sont éminemment symboliques: reconnaissance par les pairs à travers la fréquence des citations, les responsabilités assumées dans les sociétés savantes, etc. C’est seulement dans les sociétés et pour les époques où domine une logique économique que, sur le marché académique, cette reconnaissance tend à se convertir en différenciation des revenus et avantages monétaires et non monétaires.

Il en est de même pour la notion de capital qu’on ne saurait réduire au seul capital économique. En effet, d’autres formes coexistent et sont dotées a priori d’une assez radicale autonomie, qu’il s’agisse des caractéristiques du capital culturel (diplôme, connaissance, bonnes manières) ou encore du capital social lié au réseau des relations qu’entretient un agent. C’est encore une logique différente qui opère pour le capital symbolique: il permet en effet d’obtenir l’équivalent de ce que livrent les autres formes de capital, par exemple économique. Certes, ces diverses formes de capital peuvent éventuellement se convertir l’une en l’autre, mais le processus n’a absolument pas l’automaticité que postule la théorie du capital humain dans sa variante beckerienne. Il est dès lors maladroit de se référer à une catégorie aussi problématique de la théorie néoclassique, d’autant plus que depuis la «controverse des deux Cambridge», il a été démontré qu’il n’est pas de mesure, fondée en théorie, du capital économique. L’intérêt de cette notion dans la construction bourdieusienne est de rendre compte d’une accumulation différentielle selon les positions occupées dans le champ considéré. Elle renvoie donc à un rapport de domination, tout comme le capital économique exprime la domination du capital sur le travail. En ce sens, Pierre Bourdieu rompt avec la sociologie des choix rationnels dans laquelle n’interagissent que des égaux, tout au moins en droit, si ce n’est de facto.

Les limites de la transposition sont encore plus évidentes concernant l’usage de la notion de marché, dont le sens est clair pour le champ économique. Mais, si les recherches en sociologie économique soulignent que ce mode de coordination résulte d’une construction à laquelle participent certains acteurs clés [6], l’usage est plus métaphorique dans la plupart des autres champs. Peut-on véritablement parler de marché matrimonial, à moins de postuler que la puissance de la logique économique va s’imposer à tous les autres champs au point de les constituer en marchés, entendus au sens strict ? On peut supposer que ce risque de confusion est assumé par Pierre Bourdieu qui pratique ainsi l’équivalent de l’art du judoka: importer une notion clé dans l’analyse des sociétés contemporaines pour mieux faire ressortir la logique des interactions au sein d’un champ. Quitte à ce que, dans le monde académique, la logique du désintéressement remplace celle de l’intérêt propre à la sphère économique – logiques inversées qui pourtant obéissent à un modèle a priori invariant selon les champs. Mais, ce faisant, Pierre Bourdieu s’expose à une possible incompréhension: qu’une lecture superficielle puisse donner l’impression d’une adhésion à une variante de la théorie néoclassique standard.

Un antidote à un usage extensif de la notion de rationalité

Les agents économiques dans leurs décisions au jour le jour mettent-ils en œuvre les mêmes cartes cognitives que les économistes professionnels ? Peut-on vraiment résumer les rapports économiques au seul rapport marchand entre individus dotés des mêmes pouvoirs, capacités et informations ? La figure de l’homo oeconomicus, considéré comme agent représentatif, ne dissimule-t-elle pas l’absence d’une solution au passage micro-macro ? Pourquoi considérer que, partout et presque toujours, l’État déstabilise le cours de l’activité économique ? Enfin, les théories de l’équilibre permettent-elles de penser le temps de l’histoire et les transformations qu’il implique ? Finalement, est-il raisonnable de postuler des lois économiques invariantes dans le temps et dans l’espace ?

À toutes ces questions, Pierre Bourdieu apporte des éléments de réponse, non seulement grâce à une critique épistémologique et méthodologique des présupposés anthropologiques de la théorie des choix rationnels, mais, plus encore, à travers une conceptualisation originale des divers champs et leur articulation. Cette construction peut s’appliquer à l’analyse de l’activité économique. Fort généreusement, le théoricien néoclassique prête en effet aux agents économiques concrets la même rationalité que lui-même postule pour rendre compte d’une économie pure. On perçoit que sous l’analyse qui se veut positive perce le projet normatif: si les données de l’observation ne cadrent pas avec les données de la théorie, c’est du fait de quelques irrationalités des agents ou incomplétudes des marchés [7]. On aura reconnu le projet du fondamentalisme néoclassique, qui lui-même s’oppose à un usage des hypothèses de rationalité et d’équilibre de marché comme méthodologie laissant ouverte la question de l’existence d’un équilibre économique et de son caractère plus ou moins satisfaisant par rapport à un optimum parétien [8].

La prise en compte du temps pose aussi un redoutable problème à la quasi-totalité des théories économiques [9]. En effet, le temps que prend en compte l’économiste est celui du calcul, de l’anticipation, de la convergence vers un équilibre : c’est un temps cinématique, largement virtuel puisqu’il est le simple support d’une expérience de pensée du théoricien néoclassique. Or la question du temps historiqueest au cœur de la construction de l’agent économique, comme le souligne la définition même de l’habitus chez Bourdieu. Un second facteur de changement s’introduit à travers l’évolution des règles du jeu qui président au fonctionnement d’un champ, et plus généralement la transformation historique des institutions économiques. Ainsi, la sociologie économique qui s’intéresse à la genèse des catégories, des institutions et des marchés fournit un point de départ à une historicisation de l’analyse économique. Elle constitue donc une alternative à la théorie néoclassique, dont les prédictions sont en permanence déjouées par la récurrence d’innovations tantôt perçues comme radicales, mais en fait mineures, ou vice versa de changements initialement marginaux qui débouchent sur une transformation d’ensemble du mode de régulation [10].

Le rôle de l’État et du politique n’est pas sans poser problème à la plupart des théories économiques. En effet, dans une analyse qui formalise les interactions entre agents économiques rationnels à travers les seuls marchés, par construction même toute intervention de l’État est préjudiciable. Si on prend au pied de la lettre les enseignements de la théorie néoclassique standard, l’économiste ne peut être que le défenseur et propagandiste du marché. Si, par contre, on parcourt l’histoire économique, apparaît une remarquable complémentarité entre État et marché. Dans nombre de cas, et pas seulement ceux qui, comme la France, sont caractérisé par un capitalisme étatique, l’action des pouvoirs publics rend possible l’institution du marché. Une théorie purement économique du marché apparaît comme une contradiction dans les termes – le fondement d’une économie de marché qu’est l’institution monétaire étant même inséparable de la souveraineté et de la légitimité qu’apporte l’État [11]. Ainsi, le postulat d’une théorie pure concernant la possibilité d’uneclôture du champ économique sur lui-même – à savoir l’explication de l’économie par les seuls facteurs économiques – est difficilement tenable car il suppose une séparabilité que nombre d’évidences empiriques tendent à invalider. Ne serait-ce que parce que l’institution du marché correspond à un processus mobilisant la stratégie de divers agents sociaux et très souvent le pouvoir de légitimation de l’État.

L’économie comme champ et discipline : autant de constructions

À de rares exceptions, telle l’économie industrielle, la plupart des recherches en économie postulent l’existence d’un marché et en étudient les propriétés sans jamais en proposer une théorie générale. On suppose trop souvent que l’intérêt bien compris des acteurs fera émerger l’institution du marché une fois qu’ils auront constaté sa supériorité par rapport à une économie dont les transactions seraient régies par le troc. C’est oublier, comme le montrait déjà Alfred Marshall, qu’un marché ne prend forme que si des intermédiaires peuvent convertir l’information sur les offreurs et les demandeurs en une source de profit, grâce précisément à l’organisation d’un marché dont ils sont à l’origine [12]. De leur côté, au cours des deux dernières décennies, les économistes eux-mêmes ont montré les limites de la coordination par le marché du fait de l’imperfection et de l’asymétrie d’information [13], l’impact des représentations sur le fonctionnement des marchés [14] ou encore le caractère constitutif de certaines normes sociales [15]. Une fois même constitué, le marché n’est pas assuré d’être auto-équilibrant puisque, dans certaines configurations des rendements d’échelle, de la différenciation de la qualité et du nombre et de la coordination des agents, il peut ne pas livrer de solution à la coordination d’une série d’actions décentralisées [16].

Pour faire image, la majorité des économistes considèrent que le marché est la solution aux problèmes de coordination entre agents interdépendants, alors que, pour les sciences sociales, la constitution du marché est le problème qu’il importe d’analyser. Fonction et fonctionnement du marché dans un cas, émergence et construction dans l’autre : les recherches économiques postulent en fait un mécanisme central dont elles ne fournissent pas la théorie, encore moins la genèse, tandis que les travaux de sociologie économique livrent une analyse de la genèse des marchés. Dans le marché au cadran étudié par Marie-France Garcia [17], c’est l’alliance d’un fonctionnaire de la chambre d’agriculture formé à la théorie néoclassique et des producteurs locaux, en conflit avec les grossistes, qui fait émerger une forme de marché plus conforme à la concurrence parfaite. C’est un mécanisme beaucoup plus subtil qui est à l’œuvre dans la constitution de l’image et des marchés des vins de Bourgogne étudiés par Gilles Laferté [18]. Alors qu’au début des années 1920 les négociants organisent le marché à leur profit en reléguant les appellations d’origine et en créant de nouvelles marques, l’irruption d’un petit nombre de nouveaux acteurs, tel Jules Lafon, va permettre de (ré)inventer une tradition et faire basculer le modèle organisationnel du marché au profit des propriétaires et des appellations d’origine, construisant ainsi une nouvelle image des vins de Bourgogne. Cet exemple de marché, analysé comme construction sociale, dément la conception d’un champ comme espace de reproduction à l’identique. Un troisième exemple se trouve bien sûr dans l’analyse que Pierre Bourdieu fait de l’émergence du marché des maisons individuelles : c’est le résultat d’une double construction sociale portant à la fois sur la demande – à travers la formation des préférences individuelles et les aides en termes d’accès au crédit et de subventions publiques – et sur l’offre – par l’intermédiaire de l’action sur les constructeurs eux-mêmes [19]. Dans l’un et l’autre cas, l’État contribue à façonner ces deux composantes de ce qui apparaîtra ex post comme un marché.

Le rapport dominant/dominé est structurant des divers champs

Dans la plupart des théories économiques, le marché est présenté comme l’instance cardinale, voire exclusive, de coordination d’un ensemble de comportements d’agents décentralisés. Ce mécanisme est perçu comme une relation horizontale entre agents dotés du même pouvoir d’influence sur le marché, pouvoir qui est nul lorsque la concurrence est parfaite. De plus, le marché est souvent présenté non seulement comme efficient, mais encore comme juste dans la mesure où chacun contribue à la formation du prix au prorata de son revenu et/ou de sa richesse. Sur ce point encore, la sociologie économique de Pierre Bourdieu insiste sur une propriété fondamentale: quel que soit le champ, certains ont plus de pouvoir que d’autres, de sorte que la concurrence ne sert pas l’égalisation des chances mais la reproduction d’une distribution inégalitaire du capital. À cet égard, tous les champs sont travaillés par l’opposition entre dominants et dominés, qui caractérise tant leur structure que leur dynamique et transformation.

A priori, cette opposition n’est pas sans rappeler la distinction de Marx entre relations marchandes et rapports de production, mais elle ne s’y réduit pas. En effet, prévaut une division du travail de domination au sein des divers champs: chacun d’entre eux se caractérise par des relations de pouvoir spécifiques, fondées sur la détention d’une forme ou d’une autre de capital. Ainsi, la différenciation des capitaux est une garantie contre l’imposition d’une hiérarchie unique qui serait fondée sur la concentration de tous les pouvoirs. Sur ce point, la théorie bourdieusienne s’oppose à celles des conceptions marxistes qui feraient, par exemple, du pouvoir politique la simple expression de la domination du capital économique. Pour Pierre Bourdieu, si les différents champs sont unis par une certaine solidarité fondée sur l’homologie des positions, ils sont aussi opposés par des relations de concurrence et de conflits concernant par exemple l’établissement du taux de conversion entre les différentes espèces de capital qui sont constitutives de divers champs [20]. Aussi ne peut-on construire d’indicateur global de capital indépendamment du champ dans lequel l’agent opère.

Ainsi, l’hétérogénéité des positions sociales façonne largement les habitus et les styles de vie [21]. Alors que l’économiste a tendance à considérer comme exogène l’hétérogénéité des préférences et des compétences des individus, l’approche de Pierre Bourdieu s’intéresse aux facteurs qui déterminent la distribution des diverses formes de capital, ainsi qu’à leur évolution au cours du temps. C’est un éclairage précieux du fameux et non résolu dilemme des relations entre microanalyse et mise à jour de régularités macroscopiques. De fait, Pierre Bourdieu aide l’économiste à mieux comprendre les raisons des échecs des tentatives visant à produire une agrégation parfaite, ou à défaut approchée, à partir d’individus sérialisés qui ne se distingueraient que par le niveau de revenu [22]. Ce sont les relations dynamiques entre agents inégaux qui définissent les caractéristiques d’un champ, propriété qui s’applique aussi aux divers marchés.

Un autre intérêt de la césure entre dominants et dominés est d’introduire d’emblée un aspect dynamique dans l’analyse. Chaque champ est le lieu de luttes pour conserver ou transformer la distribution des capitaux, trait qui vaut même pour les champs scientifiques [23]. Les dominants sont en bonne position pour déployer des stratégies leur permettant de préserver leur position et d’étendre leur capital, mais les dominés, ainsi que les nouveaux entrants, ont intérêt au contraire à déstabiliser les positions acquises et à développer en conséquence des innovations dévalorisant le capital détenu par les tenants du pouvoir établi. Il est clair que la déstabilisation d’un champ n’est pas un phénomène très fréquent, mais il est erroné de conclure que chacun d’entre eux est le lieu de la reproduction ad infinitum d’une même structure. Force est de se demander pourquoi tant de critiques de Pierre Bourdieu l’ont érigé en théoricien de la reproduction. Danspresque tous ses ouvrages ne trouve-t-on pas répété : « l’analyse de la structure, la statique et l’analyse du changement, la dynamique sont indissociable [24]» ? Beaucoup de lecteurs semblent ainsi confondre l’affirmation que des lois invariantes gouvernent le fonctionnement des divers champs avec l’impossibilité d’une analyse de la dynamique historique qui opère au sein de chaque champ.

Sous l’apparence de la reproduction, une théorie du changement

On serait tenté de défendre une interprétation paradoxale de l’œuvre de Bourdieu : alors qu’une lecture superficielle suggère une fatalité de la reproduction sociale, en fait tout l’effort d’analyse est tendu vers la mise à jour des facteurs de changement et de transformation. De même que les tout premiers travaux sur l’Algérie portent essentiellement sur l’analyse des transformations économiques et sociales [25], le thème des crises ne cessera d’être repris sur d’autres terrains. Plus encore, le concept d’habitus et celui de champ invitent à une approche historique visant à cerner la genèse, l’institutionnalisation puis les facteurs de transformation et finalement de crise d’un champ.

L’incompréhension des critiques est à son maximum concernant le concept d’habitus: l’habitus ne serait que l’habitude, donc la reproduction mécanique d’invariants conduisant à la disparition de l’autonomie des individus, donc à une histoire immobile marquée par la permanente domination des mêmes titulaires du capital sur les dominés [26], sans accorder d’attention à la lettre même des textes de Bourdieu, selon lequel l’habitus est « ce que l’on a acquis mais qui s’est incarné de façon durable dans le corps sous forme de dispositions permanentes ». Il constitue un principe d’invention qui, produit par l’histoire, est relativement arraché à l’histoire : les dispositions sont durables, ce qui entraîne toutes sortes d’effets d’hystérésis (de retard, de décalage…) [27].

L’histoire s’introduit aussi par le fait que l’investissement dans un champ résulte de l’interaction entre un espace de jeu qui définit les enjeux et un système de dispositions ajusté à ce jeu. «Autrement dit, l’investissement est l’effet historique de l’accord entre deux réalisations du social : dans les choses, par l’institution, et dans les corps, par l’incorporation [28]. » Dès lors, l’ajustement de l’un à l’autre n’est qu’un cas particulier lorsque institutions et habitus ont été engendrés par le même processus historique. Or les premiers travaux de Pierre Bourdieu portent précisément sur les décalages et les ratés dans le bon fonctionnement d’un champ dont la logique passe alors inaperçue. «C’est sans doute à partir du cas particulier de l’habitus et de la structure, que l’on a souvent compris comme un principe de répétition et de conservation, un concept qui, comme celui d’habitus, s’est imposé à moi comme le seul moyen de rendre compte des décalages qui s’observaient dans une économie comme celle de l’Algérie des années soixante […] entre les structures objectives et les structures incorporées, entre les institutions économiques importées et imposées par la colonisation (ou aujourd’hui par les contraintes du marché) et les dispositions économiques apportées par des agents directement issus du monde précapitaliste [29].

En outre, contre l’identification de l’habitus à un principe monolithique et immuable, l’exemple des sous-prolétaires algériens montre « l’existence d’habitus clivés, déchirés, portant sous la forme de tensions et de contradictions la trace des conditions de formation contradictoires dont ils sont le produit [30] ». «Ainsi, l’habitus n’est ni nécessairement adapté ni nécessairement cohérent […] il peut arriver que, selon le paradigme de Don Quichotte, les dispositions soient en désaccord avec le champ et les "attentes collectives" qui sont constitutives de sa normalité. C’est le cas en particulier lorsqu’un champ connaît une crise profonde et voit ses régularités (voire ses règles) profondément bouleversées [31]. » Cette visée théorique se retrouve tout au long des travaux de Pierre Bourdieu, qu’il s’agisse du travail en Algérie [32], de l’évolution de la société paysanne au Béarn [33], de la crise de l’université [34], des stratégies de reconversion des élites françaises [35] ou encore de la question féminine [36]. Sans oublier le problème symétrique, celui de l’émergence d’un nouveau champ, par exemple celui du secteur de la maison individuelle [37].

On ne peut manquer d’être frappé par une certaine analogie entre les interprétations biaisées des théories bourdieusiennes avec la réception de la théorie de la régulation. Le niveau d’analyse est certes différent, plutôt microéconomique pour l’habitus et le champ, macroéconomique pour l’approche régulationniste. Alors que cette dernière trouve son origine dans la prise de conscience de la crise rampante puis ouverte du régime de croissance de l’après Seconde Guerre mondiale [38], les critiques n’ont cessé d’en dénoncer le caractère statique et le postulat d’une reproduction à l’identique des institutions du capitalisme. Pour une large part, cette appréciation tient aux connotations associées au terme régulation (reproduction homéostatique d’un système) qui tendent à l’emporter sur la définition précise de ce qu’est un mode de régulation, conçu comme un équilibre transitoire entre des forces conduisant à la déstabilisation endogène d’un régime d’accumulation [39]. Dans l’un et l’autre cas, des notions élaborées pour prendre en compte la construction sociale des individus et des institutions par l’histoire sont interprétées comme défense et illustration d’une reproduction à l’identique, sans possibilité de transformations, tant marginales que radicales. Ce même reproche n’a cessé d’être adressé à Bourdieu alors même que son propos était de donner, grâce à une analyse réflexive, les outils permettant éventuellement de surmonter l’apparente fatalité des rapports de domination qui s’expriment dans chacun des champs.

La genèse des champs et des marchés

Ainsi, l’un des outils essentiels n’est autre que le recours à l’histoire pour caractériser les configurations contemporaines et se prémunir contre toute tentative de naturalisation. Par exemple, l’analyse de l’œuvre de Gustave Flaubert témoigne du processus d’autonomisationdu champ littéraire au XIX siècle [40]. De même, l’une de ses contributions à l’économie consiste à faire ressortir les conditions sociales d’émergence des marchés à partir de l’exemple, certes particulier mais éclairant, de la maison individuelle [41]. Les résultats accumulés par ces divers travaux tracent une piste de recherche qu’explore la sociologie économique, paradoxalement de façon plus systématique aux États-Unis [42] qu’en France.

Les multiples facteurs de changement : une taxonomie

Une fois un champ constitué, son fonctionnement met en mouvement une série de forces de changement, à l’origine du mouvement historique. À cet égard, on ne peut que regretter que les économistes aient été peu nombreux à lire la section intitulée « Principes d’une anthropologie économique » qui clôt l’ouvrage sur les structures sociales de l’économie [43]. Au moins cinq facteurs contribuent au changement et cette typologie dépasse le strict cadre du marché étudié.

Un premier facteur tient au fait que les acteurs dominants du champ ont une certaine capacité à imposer «le tempo des transformations […] et l’usage des différentiels du temps est l’une des principales voies de leur pouvoir [44]». Il faut en effet se souvenir que la reproduction des positions dans le champ suppose la recréation permanente de l’inégalité de distribution de la forme du capital qui est discriminante. La perpétuation de la domination ne peut donc se fonder sur la reproduction à l’identique de stratégies puisqu’elle suppose aussi l’innovation. À cet égard, on pourrait penser que le champ artistique ou encore littéraire est exemplaire de cette pression à la nouveauté qui devient une caractéristique majeure.

Par ailleurs, l’entrée de nouveaux agents est susceptible de modifier la structure du champ. Ce facteur est bien sûr crucial en économie puisque la pression à l’innovation pour dégager de nouvelles sources de profit conduit, lors de certaines périodes historiques, à un bouleversement des structures productives. Cette dynamique est encore renforcée par le fait que la concurrence économique provient d’autres nations ou d’autres secteurs. Ce facteur de changement se retrouve dans la plupart des champs : la généralisation de l’accès à l’éducation à de nouvelles fractions sociales change le fonctionnement du système, de même que le renouvellement du corps enseignant dans l’université ne manque pas d’en affecter la dynamique [45].

À leur tour, «les changements à l’intérieur du champ sont souvent liés à des changements à l’extérieur du champ. Aux franchissements des frontières s’ajoutent les redéfinitions des frontières entre les champs [46] ». En économie, on observe ainsi la constitution de nouveaux secteurs par spécialisation : dans l’industrie informatique, par exemple, la production des logiciels s’autonomise par rapport à la production de matériel au point de renverser la hiérarchie au sein du secteur, ce dont témoigne l’évolution de la distribution des profits. A contrario, certaines innovations radicales peuvent conduire à la création d’un nouveau secteur par fusion d’anciens secteurs: la rencontre de l’informatique et des télécommunications a par exemple bouleversé les monopoles les mieux établis des années 1960. Ce mouvement de redéfinition des frontières est spécialement marqué en économie, mais il caractérise aussi la plupart des autres champs. Ainsi, le champ des médias affecte de plus en plus le champ académique [47] et les relations marchandes pénètrent l’activité artistique, etc.

Parmi les échanges d’un champ avec l’extérieur, Pierre Bourdieu souligne l’importance des interactions avec l’État. En effet, la compétition pour le pouvoir sur le pouvoir de l’État introduit un autre puissant facteur de changement. À nouveau ce facteur est primordial dans le champ économique, ne serait-ce que parce que même les stratégies libérales dites de retour au marché s’appuient en réalité sur le pouvoir de l’État. De même, l’évolution contemporaine des divers champs est marquée par les luttes autour des interventions publiques [48. C’est sans doute cette prise de conscience qui explique la multiplication des interventions de Pierre Bourdieu dans l’arène politique, particulièrement fréquentes après 1995 [49]. Elles s’inscrivent dans une permanence des réflexions sur la signification des caractéristiques de la noblesse d’État et sur celle de l’opposition entre public et privé [50].

Enfin, la désynchronisation entre habitus et champ, du fait de changements affectant la structure de la distribution des capitaux dans les différents champs, constitue une source fréquente de changement, voire de crise. C’est par exemple le cas de transformations générales qui affectent la démographie, le style de vie, ou les relations de genre, qui se diffractent dans l’ensemble du monde social [51]. Ou même, tout simplement, un changement dans les taux d’équivalence entre diverses formes de capital peut se répercuter dans toute une série de champs, ce qui déstabilise la capacité de réaction des habitus formés dans un tout autre contexte. Dans certains cas, la complexité des interdépendances entre champs peut être à l’origine de crises affectant plus ou moins directement les conditions et facteurs de domination en leur sein.

Ainsi, le cadre conceptuel, qui paraît privilégier la notion de reproduction, pose en permanence la question de la transformation d’un champ. Dans la terminologie de Pierre Bourdieu, le champ est doté d’une certaine plasticité et il se distingue en cela du concept d’appareil car « un champ devient un appareil lorsque les dominants ont les moyens d’annuler la résistance et les réactions des dominés [52] ». Ou encore, « la lutte permanente à l’intérieur du champ est le moteur du champ. On voit au passage qu’il n’y a aucune antinomie entre structure et histoire. […] La structure du champ […] est aussi le principe de sa dynamique [53] ».

L’analyse du changement et des crises

Si l’on adopte le point de vue qui vient d’être présenté, l’œuvre de Pierre Bourdieu recèle un paradoxe. D’un côté, il n’a pas eu le temps d’achever la théorie générale des champs en permanence annoncée, travaillée et réélaborée au fil des divers ouvrages mais jamais complètement formalisée. D’un autre côté, sa construction théorique a favorisé une lecture superficielle qui tend à sous-estimer l’apport à une compréhension du changement et des crises, dont la caractéristique est d’éclairer les ressorts cachés de la reproduction.

La désynchronisation entre un champ et un habitus est analysée dans plusieurs enquêtes: l’incapacité des aînés à s’adapter à un marché matrimonial qui n’est plus local dans la société béarnaise des années 1960 [54], le déchirement des Kabyles face à la domination coloniale sur l’économie et l’hétéronomie de la notion de travail [55], la crise de l’institution universitaire sous l’effet du changement de la population étudiante et de l’hétérogénéité croissante des nouveaux recrutements d’enseignants [56], le mal-être et la désillusion des diverses catégories de salariés sous l’effet du changement de la nature du travail en période de crise économique [57], les difficultés du féminisme face à la permanence des structures invisibles qui régissent le rapport entre masculin et féminin [58]. Ces exemples appellent une réévaluation de son apport à la compréhension des sociétés contemporaines et montrent que la construction théorique n’a pas perdu de sa capacité à susciter un programme de recherche original. De même, la multiplication des interventions de Pierre Bourdieu dans l’arène politique peut être interprétée comme un indice supplémentaire de l’importance accordée au changement, la mise à jour des lois générales de la reproduction étant l’une des conditions d’une action collective réellement transformatrice.

Une certaine homologie avec les recherches économiques institutionnalistes

Critiques des hypothèses de la théorie néoclassique concernant la rationalité, le traitement du temps et la notion d’équilibre [59], les travaux régulationnistes n’ont pas manqué de rencontrer la sociologie de Pierre Bourdieu dans leur recherche d’une logique de l’action qui soit compatible avec une approche historique et institutionnelle. En particulier le concept d’habitus est apparu comme une référence congruente avec l’accent mis sur la détermination de la logique des agents par le contexte institutionnel ou plus exactement les compromis institutionnalisés. Le développement du programme de recherche a conduit à rencontrer d’autres contributions de Pierre Bourdieu concernant les facteurs de changement, en particulier sous l’impact de l’opposition entre dominant et dominé, le politique et le symbolique, sans oublier le rôle de l’école dans la transmission des inégalités.

De l’habitus à la rationalité institutionnellement située

Dès l’origine, les travaux à visée principalement macroéconomique – nature et évolution des régimes d’accumulation et des modes de régulation – ont éprouvé la nécessité de préciser quelle était la théorie de l’action qu’il conviendrait d’adopter. Le rejet de l’homo oeconomicus doté d’une rationalité substantielle étendue, d’une capacité de calcul exceptionnelle et d’un pouvoir d’anticipation presque parfaite, a conduit à retenir la conception d’habitus, entendue comme matrice de formation des comportements, fortement marquée par l’histoire [60]. De façon plus implicite qu’explicite, le déroulement du programme de recherches régulationnistes a conduit à préciser et redéfinir cet apport.

En premier lieu, la notion d’habitus suppose une restriction de la sphère par rapport à laquelle se définit l’action. Alors que l’hypothèse de rationalité substantielle affirme que chaque agent connaît l’ensemble du système de prix, en fait, comme il est coûteux de rassembler l’information correspondante, les agents forment des routines permettant de se repérer par rapport à la sphère économique dans laquelle ils opèrent habituellement. Ainsi les salariés et, plus encore, les organisations collectives que sont les syndicats prennent-ils en compte un nombre restreint de variables – les prix à la consommation, le chômage, la productivité [61] – sans être capables, en général, d’internaliser les conséquences indirectes qui transiteront par l’impact macroéconomique de la conjonction d’une série de négociations décentralisées. En quelque sorte, les comportements sont spécifiés par rapport à cinq formes institutionnelles : régime monétaire, rapport salarial, formes de la concurrence, relations État-économie et la forme de l’insertion internationale [62].

En second lieu, les prix ne sont pas les seuls indicateurs retenus puisque l’intériorisation des règles du jeu et des effets induits sur les autres acteurs est essentielle. À nouveau l’exemple des négociations salariales est éclairant à ce point de vue. On peut montrer que, pour une même structuration des préférences et des objectifs des salariés d’un côté, des entrepreneurs de l’autre, le niveau du salaire, et par extension de l’emploi, dépend des modalités d’interaction entre les acteurs. Selon que seuls les entrepreneurs sont organisés ou qu’a contrario ce sont les salariés ou encore qu’une association professionnelle négocie avec un syndicat unique, les résultats macroéconomiques seront radicalement différents [63].

Les économistes que sont la plupart des régulationnistes seraient donc tentés d’attribuer une certaine primauté aux règles du jeu par rapport à l’habitus, sans pour autant nier l’importance de ce dernier pour expliquer la différenciation sociale et l’hétérogénéité. En effet, si du fait de bouleversements politiques, le contexte institutionnel change significativement, il est possible d’expliquer une altération des régularités macroéconomiques sans pour autant postuler un changement équivalent dans les objectifs que poursuivent les acteurs [64]. Un exemple parmi d’autres : les paysans français qui étaient supposés être emblématiquement malthusiens dans l’entre-deux-guerres deviennent dans les années 1960 des productivistes à l’origine des excédents de production et finalement des critiques des écologistes. La théorie de la régulation tend à privilégier le changement institutionnel par rapport à l’incorporation individuelle de l’apprentissage, pour autant que la question concerne la transformation des régularités macroéconomiques.

Cette conception n’interdit pas de reconnaître que les objectifs et les préférences des agents soient modelés dans et par l’histoire, comme l’affirme une variante forte de la théorie institutionnaliste [65]. Cette malléabilité des habitus ajoute un facteur d’évolution supplémentaire par rapport à celui qu’impulse le changement institutionnel, sous l’aiguillon du politique. À nouveau un exemple illustre cette dualité. Pour interpréter la transformation du capitalisme français dans les années 1990, il faut bien sûr analyser l’impact de la déréglementation financière et l’ouverture aux normes internationales de la bonne gouvernance. Mais l’on peut aussi invoquer un changement dans les conceptions des grands groupes français et de leurs dirigeants et faire ressortir la toute-puissance du conatus du capital [66], peut-être sous l’effet d’un renouvellement des générations des grands commis de l’État et entrepreneurs. En tout état de cause, les méga-OPE et OPA n’auraient pu se développer avec une telle fréquence sans le changement du contexte institutionnel. Ainsi, les formes institutionnelles apparaissent prépondérantes dans la genèse des régularités macroéconomiques.

Sous la figure de l’invariance, deux analyses du changement historique

Tant Pierre Bourdieu que les régulationnistes ont été critiqués comme analysant la reproduction d’un champ ou d’un système économique, dans lesquels les acteurs seraient soumis à un déterminisme implacable, interdisant tout changement. Dans l’un et l’autre cas, les critiques prennent au pied de la lettre la dénomination d’habitus d’un côté, celle de régulation de l’autre. Mais c’est oublier que, dans l’un et l’autre cas, le projet vise à examiner sous quelles conditions le changement est possible. On le voit lorsque Pierre Bourdieu écrit que ne pas parler des « sujets » de la tradition des philosophies de la conscience ne revient pas à « annihiler les agents au bénéfice d’une structure hypostasiée, comme le font certains marxistes structuralistes. Et cela même si ces agents sont le produit de cette structure et contribuent à la perpétuer, mais le plus souvent, plus ou moins profondément transformée, et sans qu’ils soient exclus ou qu’ils puissent la transformer radicalement mais sous des conditions structurales bien définies [67]».

Cette intention se retrouve dans le travail fondateur de la théorie de la régulation : « Parler de la régulation d’un mode de production, c’est chercher à exprimer la manière dont se reproduit la structure déterminante d’une société dans ses lois générales […]. Une théorie de la régulation sociale est une alternative globale à la théorie de l’équilibre général […]. L’étude de la régulation du capitalisme ne peut pas être la recherche de lois économiques abstraites. C’est l’étude de la transformation des rapports sociaux créant des formes nouvelles à la fois économiques et non économiques, formes organisées en structures et reproduisant une structure déterminante, le mode de production [68].» En un sens, depuis l’origine, les recherches régulationnistes n’ont cessé de cerner les changements des formes institutionnelles et de tenter de diagnostiquer les régimes d’accumulation et modes de régulation en gestation [69].

Ces similitudes se retrouvent à un niveau plus analytique. On l’a déjà souligné pour Pierre Bourdieu: «Dans un champ il y a des luttes, donc de l’histoire [70] », alors que pour les régulationnistes c’est l’architecture des formes institutionnelles qui oriente et polarise les conflits. La plupart du temps elles sont l’expression même du fonctionnement de la régulation mais elles peuvent, à certaines périodes historiques cruciales, devenir déterminantes quant à la constitution des formes institutionnelles elles-mêmes. Alors que Pierre Bourdieu s’intéresse au déplacement des frontières et relations entre champs sous l’effet des luttes internes, la théorie de la régulation insiste plutôt sur l’altération au cours du temps du mode de régulation, sous l’effet même de l’extension de sa logique et du succès de sa reproduction économique. Cette différence tient à la différence d’échelle entre les deux programmes de recherche : largement méso/micro dans un cas, essentiellement méso/macro dans l’autre.

Une dernière convergence concerne le rôle attribué à l’État. Dans l’un et l’autre cas, le pouvoir étatique est au cœur du changement de la plupart des champs et formes institutionnelles, comme dans le cas du champ économique étudié par Pierre Bourdieu, ou des analyses régulationnistes de l’État comme point de passage quasi obligé des transformations du rapport salarial [71], des formes de la concurrence, de l’articulation au régime international [72]. Ce rôle est plus évident encore à propos des compromis institutionnalisés qui façonnent la couverture sociale, le système fiscal et la nature des dépenses publiques [73]. Alors que, pour nombre de théories économiques, les interventions publiques ont très généralement un rôle perturbateur, elles ont en l’occurrence un rôle constitutif et instituant.

Stratification sociale et régimes de croissance émergents

Les analyses du rôle du système d’enseignement dans la reproduction sociale [74] ne cesseront d’être réélaborées au fil du temps [75]. De ces travaux ressort une idée-force: l’école et plus généralement le système d’enseignement sont les matrices de la reproduction des dispositions et par voie de conséquence des positions occupées dans les divers champs. Mais cet invariant est compatible avec de notables variations dans l’organisation de l’institution scolaire, de l’université ou des grandes écoles. Néanmoins, l’hypothèse centrale est que l’hétérogénéité sociale qui résulte de la conjonction de l’appartenance familiale et du cursus scolaire – ces deux facteurs étant eux-mêmes liés – s’exprime ensuite dans la relation dominant/dominé dans les divers champs.

Le contraste est frappant avec les travaux fondateurs régulationnistes [76] puisque dans le régime de croissance fordiste, comme dans tous les précédents historiques, c’est plutôt l’entreprise qui est le cœur de la reproduction du salariat et des différenciations en son sein. Voilà pourquoi de si nombreux travaux régulationnistes continuent à porter sur le rapport salarial [77]. Mais la décomposition du rapport salarial fordiste à partir de la fin des années 1970 pointe dans la direction d’une différenciation croissante de la relation salariale [78], c’est-à-dire de la déclinaison du rapport salarial selon les secteurs, les individus ou les entreprises. Quel est dès lors le facteur qui explique la différenciation des trajectoires de salariés tout au long des années 1980 et 1990 ? Dans le cas français, il fait peu de doute que l’antécédent scolaire et universitaire joue un rôle déterminant, ce qui a conduit à proposer une généralisation de la notion de rapport salarial en faveur de celle de relation d’emploi et de formation [79]. Au demeurant, on peut alors interpréter l’histoire longue du rapport salarial comme résultat de l’interaction entre la dynamique du système éducatif – dans sa composante tant d’éducation générale que de formation professionnelle – et l’évolution de la division du travail dans l’entreprise [80].

La lecture par un régulationniste des travaux de Pierre Bourdieu jusqu’au début des années 1990 fait ressortir par contraste une absence remarquable : la relation salariale n’est pas mentionnée comme structurant les divers champs, même le champ économique, ce qui n’est pas sans surprendre, lorsque l’on sait que Pierre Bourdieu est un lecteur, certes critique mais attentif, de Marx. Or, à partir de la direction de l’ouvrage sur la souffrance des salariés dans les divers secteurs de la société française [81], puis de l’engagement politique contre les dégâts sociaux et humains des programmes politiques libéraux et conservateurs [82], de fait, si ce n’est en théorie, la domination contemporaine apparaît porter de façon accentuée sur le salariat. On peut y voir la trace des transformations de la société française sous l’effet de la crise du fordisme, ce qui n’est pas pour surprendre lorsque l’on note que Pierre Bourdieu a toujours insisté sur le caractère historiquement situé des sciences sociales.

On peut dès lors parler de chassé-croisé entre les deux programmes de recherche. Le premier prend conscience de l’action qu’exerce dans tous les champs la crise économique et se trouve contraint d’incorporer le fait que le rapport salarial est le déterminant essentiel de la situation individuelle des travailleurs. Le second, comme on vient de le montrer, est incité à prendre en compte les conséquences de la différenciation des compétences et le mouvement de spécialisation sur les trajectoires de sortie de crise. S’estompe donc la référence à un rapport salarial canonique, celle du contrat typique du salarié des industries fordistes, au profit du réexamen du rôle de la diversité des relations salariales dans la cohérence et la réactivité du mode de régulation. Ainsi la théorie de la régulation redécouvre-t-elle les vertus de la flexibilité de la relation salariale dans des secteurs comme la construction [83] ou encore dans les services [84].

La place du symbolique dans la régulation

Dans les premiers travaux régulationnistes qui s’inscrivent dans une réévaluation critique de l’héritage marxiste, les représentations et les idéologies des acteurs sont certes présentes dans le fonctionnement au jour le jour des formes institutionnelles, mais elles ne font pas l’objet d’analyses explicites. Par contraste, dans l’œuvre de Pierre Bourdieu, le capital symbolique est une catégorie essentielle introduite dès les premiers travaux et qui marque un apport majeur aux sciences sociales [85]. Les régulationnistes se sont concentrés sur le traitement du capital économique, d’autant plus qu’ils veulent, à l’origine tout au moins, expliquer des phénomènes essentiellement économiques tels que l’inflation, la croissance, la productivité ou encore l’évolution du taux de profit en longue période.

Mais le développement des deux programmes de recherche fait apparaître un certain croisement des préoccupations. D’un côté, au fil des recherches, Pierre Bourdieu prend de plus en plus en compte l’impact de la forme proprement économique du capital qui pénètre et se manifeste dans chacun des champs. On l’a déjà souligné, les références à l’économie comme discipline, comme objet et comme implication quant au fonctionnement des autres champs, se multiplient chez Pierre Bourdieu à partir du milieu des années 1990. D’un autre côté, la recherche de fondements théoriques aux cinq formes institutionnelles de la théorie de la régulation, tout comme l’observation des années 1990, conduisent à s’interroger sur des notions qui, de près ou de loin, concernent le symbolique.

C’est le cas lorsque l’on recherche les référentiels qui légitiment le retour en force des idées néolibérales [86]. On touche directement la question du pouvoir symbolique lorsque l’on entend rendre compte de l’inflexion, puis du complet retournement, des politiques économiques qui avaient caractérisé les Trente Glorieuses [87]. Le développement même des recherches montrant l’impossibilité d’un fondement individualiste de la monnaie débouche d’abord sur la question de la violence [88] puis se prolonge en une interrogation, plus générale encore, portant sur la légitimité et la souveraineté [89]. L’analyse de l’innovation technologique (les technologies de l’information et de la communication) et/ou organisationnelle (les jeunes pousses) et plus encore du processus d’évaluation des actifs financiers dans les secteurs nouveaux fait ressortir le rôle déterminant des croyances [90].

Ainsi, au cœur même du champ supposé emblématique de la pure rationalité économique – les marchés financiers – se trouveraient la croyance, le symbolique, en somme des représentations qui sont très largement extra-économiques, et qui pourtant ont un impact dans le profil d’évolution des Bourses, des taux de change et, par voie de conséquence, sur les évolutions macroéconomiques elles-mêmes. Nolens volens, l’approche régulationniste s’engage dans l’un des programmes de recherche les plus difficiles des sciences sociales contemporaines. À la lumière des transformations observées depuis deux décennies, tout particulièrement dans le domaine de la légitimation des politiques économiques, est apparue l’importance déterminante du symbolique. Il vient en quelque sorte légitimer les médiations sociales et couronner le régime macroéconomique. A contrario, il apparaît que les crises les plus sévères sont sans doute celles qui affectent l’ordre symbolique lui-même.

La mise en perspective de l’œuvre de Pierre Bourdieu autorise une réinterprétation ainsi que la mise en évidence d’une certaine convergence avec certaines approches institutionnalistes en économie. De façon plus précise, les développements précédents suggèrent quatre propositions principales.

1. Le recours au vocabulaire de l’économie, avec les notions d’intérêt, de profit, de capital et de marché, a suscité une interprétation réductrice de la théorie de Pierre Bourdieu. L’intérêt se décline selon des modalités qui ne sont en rien la projection de la conception utilitariste et économiciste, le profit désigne simplement les rétributions qui sont spécifiques de chaque champ et non pas leur conversion monétaire. Le capital désigne l’accumulation des compétences à opérer dans un champ et non pas la totalisation d’un capital fondamentalement économique. Enfin, la prépondérance accordée aux relations entre dominant et dominé est loin de soutenir la vision irénique du marché que développent les théories qui postulent une égalité, de jure donc de facto, des agents sur ces marchés. La théorie des champs, progressivement élaborée, constitue bien une construction originale, et elle peut servir d’inspiration à une recherche économique alternative.

2. Il est abusif de considérer que Pierre Bourdieu ne peut penser que la reproduction de positions invariantes dans un champ. En effet, la mise en mouvement à travers l’analyse historique et l’enquête de terrain des concepts de base fait au contraire apparaître une multiplicité de facteurs d’évolution, de changement, voire de crise ouverte. La plupart des ouvrages et travaux convergent en effet vers l’analyse d’une crise qui peut dériver des stratégies d’innovation des dominants d’un champ, de l’entrée de nouveaux acteurs dotés d’habitus qui ont été formés dans d’autres champs et contextes, de la redéfinition endogène des frontières entre champs sous l’effet des luttes dont elles sont le lieu. Il ne faut pas oublier en outre le rôle essentiel de la compétition pour le pouvoir sur le pouvoir de l’État, c’est-à-dire son action dans la constitution ou l’évolution d’un champ. Enfin, l’altération du contexte général peut susciter une désynchronisation entre habitus et champ, configuration fréquemment observée dans les sociétés contemporaines.

3. Ce faisant, la théorie de Pierre Bourdieu n’est pas sans écho pour certains programmes de recherche en économie, tel celui de la théorie de la régulation. En effet, à l’origine, le concept d’habitus est apparu pertinent pour rendre compte, d’une part, de l’historicité de la formation de ce que les théories microéconomiques qualifient de préférences et, d’autre part, de leur évolution dès lors que change le contexte institutionnel. L’approfondissement de cette problématique a conduit depuis lors à développer une approche selon laquelle toute rationalité est située par rapport au contexte, en particulier institutionnel. Dans la longue période, la structuration des formes institutionnelles se trouve avoir un impact déterminant sur la dynamique des habitus. Mais cette adéquation est toujours approximative et limitée dans le temps.

4. Il est clair que la sociologie de Pierre Bourdieu et la théorie de la régulation n’ont pas les mêmes objectifs et ne développent pas des notions et concepts identiques. Il est d’autant plus remarquable de noter une convergence quant à l’hypothèse du rôle central du politique, tant constitutive de l’identité sociale d’un groupe que garant des compromis institutionnels qui sont au cœur des modes de régulation et régimes de croissance. Ainsi est-il impossible d’opérer une clôture de la discipline sociologique – qui viserait à expliquer le social par le social –, pas plus que de la discipline économique – qui continue à vouloir fonder l’économie à partir de la stricte rationalité économique. L’articulation avec le politique est essentielle, aussi bien pour comprendre le fonctionnement d’un champ ou les caractéristiques d’un mode de régulation que pour en analyser les crises.

Este texto fue publicado por el CEPREMAP en francés con el nombre de L’anthropologie économique de Pierre Bourdieu.

NOTES

[1] Olivier Favereau, « L’économie du sociologue ou : penser (l’orthodoxie) à partir de Pierre Bourdieu », in Bernard Lahire (sous la dir.),Le Travail sociologique de Pierre Bourdieu: dettes et critiques, Paris, La Découverte/poche, 2001, p.255-314; Alain Caillé, Don, intérêt et désintéressement, Paris, La Découverte, coll. « Recherches », 1994.

[2] Norbert Elias, La Société de cour, Paris, Calmann-Lévy, 1974 (trad. française).

[3] Gary Becker, Accounting for Tastes, Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 1996.

[4] Samuel Cameron, The Economics of Sin. Rational Choice or No Choice at All ?, Cheltenham (Royaume-Uni), Edward Elgar, 2002.

[5] Pierre Bourdieu, Questions de sociologie, Paris, Minuit, 1980, p.33.

[6] Marie-France Garcia, « La construction sociale d’un marché parfait : le marché au cadran de Fontaines-en-Sologne », Actes de la recherche en sciences sociales, 65, novembre 1986, p.2-13; Harrison White, From Network to Market, Princeton, Princeton University Press, 2002.

[7] Robert Boyer, « L’avenir de l’économie comme discipline », Alternatives économiques, hors série « La science économique aujourd’hui », 57, 3e trimestre 2003, p.60-63.

[8] Bruno Amable, Robert Boyer et Frédéric Lordon, « L’ ad hoc en économie : la paille et la poutre », in A. d’Autume et J. Cartelier (éds),L’Économie devient-elle une science dure ?, Paris, Economica, 1995, p.267-290.

[9] Jacques Sapir, Les Trous noirs de la science économique, Paris, Albin Michel, 2000.

[10] Robert Boyer, « Les économistes face aux innovations qui font époque », Revue économique, 52(5), 2001, p.1065-1115.

[11] Michel Aglietta et André Orléan, La Monnaie souveraine, Paris, Odile Jacob, 1998; La Monnaie entre violence et confiance, Paris, Odile Jacob, 2002.

[12] Jacques Lesourne, Économie de l’ordre et du désordre, Paris, Économica, 1991.

[13] Joseph Stiglitz, « The Causes and the Consequences of the Dependence of Quality on Price », Journal of Economic Literature, 25, mars 1987, p.1-48.

[14] Michael Spence, « Job Market Signaling », The Quarterly Journal of Economics, août 1973, p.353-374.

[15] George Akerlof, « The Fair-Wage Hypothesis and Unemployment», The Quarterly Journal of Economics, 105(2), mai 1990, p.255-283.

[16] H. White, op. cit.

[17] M.-F. Garcia, op. cit.

[18] Gilles Laferté, « Folklore savant et folklore commercial : reconstruire la qualité des vins de Bourgogne. Une sociologie économique de l’image régionale dans l’entre-deux-guerres», thèse EHESS, décembre 2002.

[19] P. Bourdieu, Les Structures sociales de l’économie, Paris, Seuil, 2000.

[20] P. Bourdieu, Méditations pascaliennes, Paris, Seuil, 1997, p.124.

[21] P. Bourdieu, La Distinction. Critique sociale du jugement, Paris, Minuit, 1979.

[22] Werner Hildenbrand, « On the Empirical Evidence of Microeconomic Demand Theory», in A. d’Autume et J. Cartelier (éds), Is Economics becoming a Hard Science, Cheltenham, Edward Elgar, 1997.

[23] P. Bourdieu, Science de la science et réflexivité, Paris, Raisons d’agir, 2001, p.69.

[24] Ibid., p.121.

[25] P. Bourdieu, Sociologie de l’Algérie, Paris, PUF, coll. « Que sais-je ? », 1958 [2002 (8e éd.)].

[26] A. Caillé, op. cit.; O. Favereau, op. cit.

[27] P. Bourdieu, Questions de sociologie, op. cit., p.134-135.

[28] Ibid., p.35.

[29] P. Bourdieu, Choses dites, Paris, Minuit, 1987, p.189.

[30] P. Bourdieu, Méditations pascaliennes, op. cit., p.79.

[31] Ibid., p.190.

[32] P. Bourdieu, Sociologie de l’Algérie, op. cit.

[33] P. Bourdieu, « Célibat et condition paysanne », Études rurales, 5-6, avril-septembre 1962, p.32-135; Le Bal des célibataires. Crise de la société paysanne en Béarn, Paris, Seuil, 2002.

[34] P. Bourdieu, Homo academicus, Paris, Minuit, 1984.

[35] P. Bourdieu, La Noblesse d’État, Paris, Minuit, 1989.

[36] P. Bourdieu, La Domination masculine, Paris, Seuil, 1998.

[37] P. Bourdieu, Les Structures sociales de l’économie, op. cit.

[38] M. Aglietta, Régulation et crises du capitalisme, Paris, Calmann-Lévy, 1976 [1982 (2e éd.)].

[39] Robert Boyer et Yves Saillard (sous la dir.), Théorie de la régulation: l’état des savoirs, Paris, La Découverte, 2002.

[40] P. Bourdieu, Les Règles de l’art. Genèse et structure du champ littéraire, Paris, Seuil, 1992.

[41] P. Bourdieu, Les Structures sociales de l’économie, op. cit.

[42] Neil Fligstein, The Architecture of Markets. An Economic Sociology of Twenty-First Century Capitalist Societies, Princeton, Princeton University Press, 2001; H. White, op. cit.

[43] P. Bourdieu, Les Structures sociales de l’économie, op. cit.

[44] Ibid., p.248.

[45] P. Bourdieu, Homo academicus, op. cit.

[46] P. Bourdieu, Les Structures sociales de l’économie, op. cit., p.249.

[47] P. Bourdieu, Sur la télévision, Paris, Raisons d’agir, 1996.

[48] P. Bourdieu, Méditations pascaliennes, op. cit., p.209.

[49] P. Bourdieu, Interventions politiques (1961-2001). Science sociale et action politique, Thierry Discepolo et Franck Poupeau (éds), Marseille, Agone, 2002.

[50] P. Bourdieu, La Noblesse d’État, op. cit.

[51] P. Bourdieu, Les Structures sociales de l’économie, op. cit., p.251.

[52] P. Bourdieu, Questions de sociologie, op. cit., p.136.

[53] Ibid., p.200

[54] P. Bourdieu, Le Bal des célibataires. Crise de la société paysanne en Béarn, op. cit.

[55] P. Bourdieu, Esquisse d’une théorie de la pratique. Précédé de trois études d’ethnologie kabyle, Genève, Droz, 1972 (en format de poche, version revue et augmentée, Paris, Seuil, coll. « Points », 2000).

[56] P. Bourdieu, Homo academicus, op. cit.

[57] P. Bourdieu (sous la dir.), La Misère du monde, Paris, Seuil, 1993.

[58] P. Bourdieu, La Domination masculine, op. cit.

[59] M. Aglietta, Régulations et crises du capitalisme, op. cit.

[60] Robert Boyer, La Théorie de la régulation. Une analyse critique, Paris, La Découverte, 1986.

[61] R. Boyer, «Les salaires en longue période », Économie et Statistique, 103, septembre 1978, p.27-57.

[62] R. Boyer et Y. Saillard, op. cit., p.562.

[63] Samuel Bowles et Robert Boyer, « Labour Market Flexibility and Decentralisation as Barriers to High Employment ? Notes on Employer Collusion, Centralised Wage Bargaining and Aggregate Employment», in R. Brunetta et C. Dell’Aringa (éds), Labour Relations and Economic Performance, Londres, MacMillan, 1990, p.325-353.

[64] R. Boyer, « Capital Labor Relation and Wages Formation : Continuities and Changes of National Trajectories Among OECD Countries », in T. Mizoguchi (éd.), Making Economies, More Efficient and More Equitable, Oxford University Press et Tokyo, Kinokunya, 1991, p.297-340.

[65] Mary Douglas, Ainsi pensent les institutions, SOGEDIM, Usher, 1989 (éd. française) [1986 (éd. originale)].

[66] Frédéric Lordon, La Politique du capital, Paris, Odile Jacob, 2002.

[67] P. Bourdieu, Réponses. Pour une anthropologie réflexive, Entretien avec Loïc Wacquant, Paris, Seuil, 1992, p.114-115.

[68] M. Aglietta, Régulations et crises du capitalisme, op. cit

[69] R. Boyer (sous la dir.), La Flexibilité du travail en Europe, Paris, La Découverte, 1986; Pascal Petit, Slow Growth and the Service Economy, Londres, Frances Pinter, 1986, et « Formes structurelles et régimes de croissance de l’après-fordisme », L’Année de la régulation 1998, Paris, La Découverte, 1998, p.169-196; M. Aglietta, « Le capitalisme de demain », Note de la fondation Saint-Simon, novembre 1998; Benjamin Coriat, Penser à l’envers. Travail et organisation dans la firme, Paris, Bourgois, 1991 ; Dominique Taddei et Benjamin Coriat, Made in France, Paris, Librairie générale française, « Le Livre de Poche », 1993; R. Boyer, « Is a Finance-led Growth Regime a Viable Alternative to Fordism ? A Preliminary Analysis », Economy and Society, 29(1), février 2000, p.111-145; R. Boyer, La Croissance début de siècle, Paris, Albin Michel, 2002.

[70] P. Bourdieu, Réponses. Pour une anthropologie réflexive, op. cit., p.78.

[71] Robert Boyer et André Orléan, « Les transformations des conventions salariales entre théorie et histoire », Revue économique, 2, mars 1991, p.233-272.

[72] Jacques-André Chartres, « Le changement de modes de régulation : apports et limites de la formalisation », in R. Boyer et Y. Saillard,op. cit., p.273-284.

[73] Robert Delorme et Christine André, L’État et l’économie, Paris, Seuil, 1983.

[74] Pierre Bourdieu et Jean-Claude Passeron, Les Héritiers. Les étudiants et la culture, Paris, Minuit, 1964; La Reproduction. Éléments pour une théorie du système d’enseignement, Paris, Minuit, 1970.

[75] P. Bourdieu, Homo academicus, op. cit.; La Noblesse d’État, op. cit.; La Misère du monde, op. cit.

[76] M. Aglietta, «Régulations et crises du capitalisme», op. cit.; CEPREMAP-CORDES, Approches de l’inflation: l’exemple français, J.-P. Benassy, R. Boyer, R.-M. Gelpi, A. Lipietz, J. Mistral, J. Munoz et C. Ominami, Rapport de la convention de recherche, 22/176, décembre 1978; R. Boyer, «Les salaires en longue période», op. cit.

[77] R. Boyer et Y. Saillard, op. cit.

[78] Michel Aglietta et Anton Brender, Métamorphoses de la société salariale, Paris, Calmann-Lévy, 1983.

[79] Robert Boyer et Ève Caroli, « Changement de paradigme productif et rapport éducatif », ronéoté, Paris, CEPREMAP, octobre 1993; « Production Regimes, Education and Training Systems : From Complementarity to Mismatch ? », ronéoté, Paris, CEPREMAP, décembre 1993.

[80] Ève Caroli, « Formation, institutions et croissance économique », thèse de doctorat, Fondation nationale des sciences politiques, Paris, Institut d’études politiques, 1995.

[81] P. Bourdieu (sous la dir.), La Misère du monde, op. cit.

[82] P. Bourdieu, La Domination masculine, op. cit.; Interventions politiques (1961-2001). Science sociale et action politique, op. cit.

[83] Myriam Campinos-Dubernet, « Emploi et gestion de la main-d’œuvre dans le BTP », Dossier du CEREQ, 34, 1984; Christian du Tertre, « Une approche sectorielle du travail », in R. Boyer et Y. Saillard, op. cit.

[84] P. Petit, « Formes structurelles et régimes de croissance de l’après-fordisme», L’Année de la régulation 1998, Paris, La Découverte, 1998, p.169-196.

[85] Emmanuel Terray, « Réflexions sur la violence symbolique », in Jean Lojkine (éd.), Les Sociologies critiques du capitalisme, Paris, PUF, 2002, p.11-23.

[86] Bruno Théret, « La régulation politique : le point de vue d’un économiste », in Jacques Commaille, Bruno Jobert (éds), Les Métamorphoses de la régulation politique, Paris, LGDJ, 1999.

[87] Frédéric Lordon, «Croyances économiques et pouvoir symbolique », L’Année de la régulation 1999, 3, Paris, La Découverte, 1999, p.169-210.

[88] M. Aglietta et A. Orléan, La Violence de la monnaie, Paris, PUF, 1982.

[89] M. Aglietta et A. Orléan, La Monnaie souveraine, op. cit. ; La Monnaie entre violence et confiance, op. cit.

[90] A. Orléan, Le Pouvoir de la finance, Paris, Odile Jacob, 2000 ; R. Boyer, La Croissance début de siècle, op. cit.

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